12: Solo una amiga

Narra Pedri: 

25 de mayo, 2022 

El sonido de mi móvil me sacó del trance de la blanca pared. Respondí a la llamada cuando vi de quien se trataba.

—¿Puedes pasar por mí? —preguntó Gavi al otro lado de la línea, se le escuchaba desesperado. 

—Estoy algo... —Miré a mi compañera de cama—... Ocupado. 

—Pero es urgente.

—Pide un taxi. 

—Por favor, Carla... 

¿Carla? 

Escuché sus palabras y lo que me tenía ocupado, pasó a un segundo plano. 

—Pasame la ubicación. 

—Vale. 

Me puse de pie y empecé a vestirme. La mujer desnuda en mi cama, me miraba esperando a que le dijera algo. 

—¿A dónde vas? —preguntó al darse cuenta que yo no le diría nada

—Tengo cosas importantes que hacer. 

—Vale —Me miró coqueta y fue destapando su cuerpo—. Y puedes llamarme cuando quieras, bombón. 

Me guiñó y quise seguirle la corriente, pero me acordé de las risas de Carla al decirme que era pésimo ligando. Quizá ligaba pésimo por mensaje, pero por persona... terminamos enrollándonos luego de la cita. 

Salí de la habitación del hotel y no demoré mucho en llegar al parking subterráneo. Entré a mi coche y conduje hacia la dirección que Gavi me había enviado por mensaje. Al llegar visualicé la cabellera rubia de Carla y su rostro pálido, al verme. No me esperaba ahí. 

Tal vez porque llamo a Gavi y no a mí. 

«¿Por qué lo llamo?» Mi mente se preguntó.

—Hola... 

Bajé la luna de la ventana. 

—Hola, venga sube. 

Me miró un poco avergonzada, sin mirarme a la cara, solo de reojo me veía al subirse al coche, en el asiento de mi lado. 

—¿Por qué has venido? 

Empecé a manejar.

—Gavi me llamo. 

—Es un chismoso. 

—¿Qué te pasó? 

La vi de reojo, miraba sus muslos y suspirando cansada, me respondió. 

—La cita fue un desastre y es lo único que diré. 

Se quedó en silencio, mirando por la ventana, no era común en ella, normalmente siempre iba parlanchina con Taylor Swift sonando de fondo. 

La lleve a mi casa y me pregunté: «¿Por que la lleve a mi casa? ¿Por qué no la llevé a su casa y la dejaba sana y salva?»

A ella pareció no importarle, no pidió que la llevara a su hogar. Me preguntaba el porqué pidió que la vayan a recoger ¿Qué pasó en su cita? Horas antes se le veía emocionada y en ese momento estaba en un trance. La recorrí con la mirada, llevaba un lindo vestido, unos tacones, sus ondas estaban despeinadas, su rostro ruborizado y no era maquillaje, su cuello estaba igual de rojo y me preguntaba si su cuerpo debajo de ese vestido, estaba de ese mismo color. 

Algo había pasado. 

No podía deducirlo, debía de preguntárselo. 

Supuse que era algo privado y no me lo contaría si no se sentía segura. No estaba solo en casa, Fer andaba por ahí y estaba seguro que Carla no me contaría nada si Fer suelta uno de sus comentarios imprudentes. Decidí llevarla al jardín. 

—¿Fue mala tu cita? —Fui por ahí y ella se abrió. 

—Fue desastrosa. 

—Vale, tuvimos una cita desastrosa. 

Volteó a verme, sus ondas se movieron y con una mirada triste, preguntó:

—¿Te arruiné la cita por irme a recoger? 

—No, no fue eso... 

—No mientas, joder que pésima noche —Sus manos movieron su cabellera. 

—No fuiste tú —dije. 

—¿Entonces que? 

—Pues... Lourdes gritaba muy fuerte. 

—¿Y no te gustó? —quiso saber. 

—Creo que los fingía —Para llamar mi atención.

La divertida risa de Carla rompió el sonido de la nada. 

—Ah, vale. Daño tu masculinidad —dijo entre risas. 

Empecé a negar, riendo suave. 

—No es eso, es que fueron gritos demasiado fuertes. Estoy seguro que se escucharon en el lobby. 

—Bien por ti, campeón —Golpeó mi hombro. 

—En realidad fue incómodo. 

—¿Y la dejaste tirada? 

—No tirada. Seguro sigue en la habitación del hotel... 

—Ah vale... —Se lo pensó—¿Hotel? Al menos la hubieses llevado a comer y traído a tu casa, por dios, bananin. 

—La llevé a comer y a casa no, sabrían mi dirección y solo son líos de una noche. 

—¡Maldito! 

—Yo les digo la verdad.

—Don sincero. 

—Es eso, no a cualquiera traigo a mi casa. 

Nadie sabía mi dirección, a excepción de amigos cercanos. 

—Me traes a mí —dijo sonriente. 

—Eres una amiga. 

—Claro... 

El sonido del agua caer me hizo mirar hacia el jardín. Parecía una lluvia, el agua caía. Alguien había encendido los rociadores. Ese alguien era Fer. 

—Hay que refrescarnos —propuso Carla al ver la lluvia artificial. 

—Ni loco, hace frío. 

—Nada que un abrazo no caliente —Sonrió y sus mofletes se le marcaron más. Su rostro se acercó al mío y me hizo cosquillas con la punta de su nariz. Estaba demasiado cerca, podía fijarme de lo rojo que estaban sus labios. Sonrió mostrando sus dientes, se contagió a mi rostro al agarrarme de la mano, tirarme de mí y llevarme a esa tormenta. Jugamos dando vueltas, su vestido brilloso se empapó y a ella no le pareció importarle, mientras bailábamos bajo gotas de agua.

Sus ojos brillaban como dos lucecitas verdes de un árbol de navidad. 

Corrimos hacia la casa, esta vez  guié yo, su risa se colaba a mis oídos, su contagiosa risa. 

—¡Parecen dos críos!—Nos gritó Fer. 

Carla y yo estallamos en risas. El estómago me dolía y pude respirar con tranquilidad al llegar a la segunda planta. La invité a que tomara una ducha y entre risas le dije que lo haríamos por separado. Al dejarla, se fue con todo y la adrenalina. Me dio frío, mi cuerpo temblaba por lo empapado que estaba, fui al baño y me deshice de la mojada ropa, el agua tibia me dio calor y por alguna extraña razón, Carla volvió a mi mente.  

Terminé de ducharme y fui a abrigarme. Me dio un aire de frío, que me hizo cambiarme como si estuviéramos en invierno. 

Carla seguía duchándose, saldría del baño con una toalla y... 

Antes de imaginarme cosas que no debía, saqué ropa de mi armario y fui a dejársela, lo más apartado que pude. La esperé afuera, por alguna extraña razón me frotaba las manos y las pasaba por mi cara ¿Estaba nervioso? 

Salió del baño y se burló al verme todo abrigado. Su risa era muy contagiosa y aunque esa vez no me reí con ella, si sonreí. 

Caminamos por el pasillo y sin planearlo llegamos hasta la puerta de mi habitación. Metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y miré hacia abajo, sin saber qué hacer. 

El grito de mi hermano, llamándome me hizo invitarla a pasar a mi habitación. 

—Me esperas. 

—Vale —Di media vuelta y en menos de tres pasos, su dulce y cantarina voz me llamó—. ¿Pedri?

Tragué saliva. 

—¿Si? 

Volteé a verla y ella hizo algo con sus pestañas que me dejó mirándolas. 

—¿Puedo curiosear? 

—Siéntete como en casa, onditas. 

Sonrió como la tía pija que era y entró a la habitación. 

Solté el aire que retenía y fui a ver a Fer. Me esperaba en la cocina. El silencio y la seriedad de su rostro me obligó a sentarme en uno de los taburetes. Estaba al frente de él y me quedó mirando fijamente. Pasaron largos minutos, él no decía nada, ni yo. Seguía mirando, a la espera de algo. 

—¿Me dirás algo? 

—¿Qué te traes con Carla? 

—Nada. 

—Muchas risitas, los he visto.

—Estás loco. 

—¿Ella te gusta? 

—Somos amigos. 

—¿Así? ¿Y lo de hace rato? 

—¿Qué lo de hace rato? Si fuiste tú quien encendió los rociadores. 

—Solo era una pequeña ayuda. 

—¿Ayuda? 

—Para que sea romántico. 

¿Romántico? 

—Si tú estás loco. 

¿Sentir algo por Carla? Una amistad sí, nunca algo más. Ella tenía sus líos, yo tenía los míos y lo del baño solo fue... un contratiempo. 

—Como digas, ahora dame tu mano. 

Lo miré con rareza. Fer volvió a pedir mi mano en una orden. A regañadientes se la di y él dejó un par de condones. 

—Aún soy muy joven para ser tío. 

—Estás loco. 

Me fui de la cocina a pasos rápidos. Repitiéndome en la mente que Carla era solo una amiga. No podía pasar nada con ella, ni con nadie, no en temas amorosos. 

Abrí la puerta y llamé a la rubia para contarle acerca de lo descabellado que era Fer. Nos reíamos de ello hasta que nos doliera la panza. 

—Carla —La volví a llamar al no verla a simple vista —. Carla. 

Mis ojos la vieron plenamente dormida en mi cama. Sus cabellos rubios despeinados por toda la almohada y una expresión relajada en su rostro que la dejaba ver toda inocente. 

Me acerqué a ella y despacio empecé a moverla. 

—Carla, despierta —Seguí moviéndola—. Venga, tía. 

No abrió los ojos, siguió acurrucada y murmuró algo incomprensible.  Una sonrisa se formó en sus labios, mientras giraba ligeramente hacia mí. Sus murmullos adormilados me causaban risa y a la vez ternura. Fue imposible contener una sonrisa. 

Intente volver a despertarla, moverla con suavidad y susurrarle que tenía que irse. Seguía sumergida en su sueño, sonreía y entre palabras que no descifraba, agarro mi mano. Seguía sonriendo, pero esta vez de una forma ¿coqueta? 

—Carla, te meterás en problemas. Venga, despierta. 

Sus risas se escucharon, como si compartiera un secreto gracioso que solo ella entendía. 

—Quítame la bufanda —murmuró y esta vez sí se le entendió. 

—No llevas bufanda.

Sonrió entre sueños y volvió a acurrucarse, sus labios reflejaban una expresión de paz. Se le veía tan calmada que decidí no despertarla. Mañana temprano la llevaría a su casa, solo esperaba que no se metiera en problemas con su padre. 

Me eché a su lado y cerré los ojos. Teniendo en cuenta que era la primera chica que dormía conmigo. 



































26 de mayo, 2022

—¡Así te quería encontrar! —Su grito me hizo despertar, abrí los ojos y el rostro de Gavi fue lo primero que vi. 

—Puedes irte —pedí, cerrando los ojos para volver a dormir. 

—No. Hombre, estuve preocupado y no fue hasta que llamé a Fer para decirme que Carla estaba contigo. Un poco tranquilo, pero vengo y los encuentro ¡Así! 

Entre Abrí los ojos y recordé quien estaba a mi lado. Joder.

Volteé a verla y seguía durmiendo, más complacida que hace unas horas. 

—Puedes guardar silencio. 

—¿Qué es lo que hicieron?

—Guarda silencio, se va a levantar. —Le arrojé una almohada. 

—Carla duerme como un tronco ¿Qué es lo que hicieron?

—Dormir ¿Qué más? —Me senté.

—Pues conociéndote... el hecho de que durmieron en una misma cama, ella lleva tu ropa... 

¿Estaba insinuando que Carla y yo habíamos tenido sexo?

—Le presté mi ropa porque la suya se mojó. 

—AJA, no nací ayer. 

—Es una amiga, chaval. No me acostaría con ella, no es mi tipo. 

Sospechaba que Carla buscaba enamorarse y yo solo buscaba un revolcón de una noche. No éramos compatibles de esa forma, lo éramos siendo amigos, yo no quería perder eso. 

—Entonces no la trates como si fuera tu novia —sentenció Gavi—. No la conoces, no... 

—La conozco. Somos amigos.

—Eres un ciego ¿Lo sabías?

—Estás loco ¿Lo sabías?

—No le hagas daño. Carla es especial... 

¿Yo hacerle daño? ¿Por qué lo haría? Carla solo era mi amiga. La conexión entre los dos no era nada más que algo lindo entre amigos. Me sentía seguro con ella, hablar, reírnos. Solo era una amistad, ella me veía como un amigo y yo también, lo último que haría era hacerle daño. 

Good morning, it's time to get up. Have a great day.

Dejamos de hablar al escuchar la alarma de Carla, empezó a moverse a mi lado y sus ojotes verdes me vieron. 

—Buenos días —dijo adormilada, restregándose los ojos con las manos. 

Gavi y yo nos miramos, una mirada que cerró nuestra conversación de antes.

—Levántate, bestia. Tienes que ir a clases. 

Gavi empezó a molestar a Carla, a quitarle las sábanas y jalarla para que se levantara. 

—Aquí la única bestia eres tú, Gavira. 

Llevamos a Carla a su casa. La rubia iba que se cabeceaba en el asiento de copiloto. Su padre la esperaba en la entrada. Me alivié al ver que la recibía con una sonrisa, eso quería decir que Onditas no estaba metida en problemas. La dejó pasar y él se me quedó mirando de una forma profunda. Tragué saliva y alcé mi mano para saludarlo, me miró con frialdad y hasta diría que me dio miedo. 

—Acelera, acelera —dijo Gavi entre dientes al ver que el padre de Carla salió para charlar con nosotros. 

Lo prudente sería haberme quedado, pero entre pánico y aceleré. 

Maneje y a una calle, me detuve por un semáforo en rojo. Gavi me llamó por mi nombre y supe lo que quería que hiciera. Ir a dar una vuelta por donde vivía Valeria. 

Pasamos por su casa, justo en el momento en que Julieta salía. Iba tan perdida con sus audífonos y libro, que no se daba cuenta que un coche la seguía a petición de Gavi. 

—Dile para llevarla. 

—Quiere distancia —contestó sin dejar de mirarla. 

—Hermano... —señalé lo obvio, lo que estaba haciendo no era para nada la "distancia" que quería Valeria. 

—Sí, pero no le hablo. Solo la admiro. 

Doble en una esquina y me reí de lo enamorado que estaba el chaval. Se hacían tantos nudos, cuando ambos se querían ¿por que no estaban juntos y ya? No era nada del otro mundo. 

Las sesiones de terapia iban bien, junto a la lesión. Se tenía previsto que volvería a jugar para la selección, al menos unos minutos y luego regresaría con todo a la pretemporada con el barça. Extrañaba entrenar con mis demás compañeros y amigos, los juegos y bromas que nos hacíamos hacían más divertidas las sesiones, todo lo contrario a hacerlo solo. Entre a los vestidores, saludé al equipo y fui a mi banca, a mi lado tenía a Gavi y al otro a Ferran. 

Ambos se callaron al verme. 

—¿De qué hablaban? —Me atreví a preguntar. 

—Tías —contestó Ferran —Bro, ¿cómo vas con Carla?

Volteé a ver a Gavi y le tiré una colleja. Ferrán se rio y Gavi me insultó de la A hasta la Z.

—¿Le dijiste?

—Eres demasiado obvio, Bro —Ferran seguía en sus risas. 

—No soy obvio, ustedes ven algo en donde no la hay —dije la verdad y miré a Gavi—. Insistes en que tengo algo con Carla, cuando en realidad solo quieres tener una cita doble para ir con Carla y así ella lleve a Val, y así ella te haga caso. Esa es la verdad.

Mis palabras hicieron que Ferrán explotara en risas, ganándose un empujón por parte de Gavi. 

—y tú Ferran, estoy seguro de que Sira te obligará a tener una cita triple —Esta vez fue Gavi quien se rio y recibió una colleja por parte de Ferrán—. Ambos están obsesionados en que consiga pareja, solo porque ustedes dos están bien amarrados. 

—Bien que le regalaste un pez a Carla, solo para que te perdonara —señaló Gavi. 

—Que viva el amor —vaciló mi otro amigo. 

—Ustedes no tienen remedio, cabrones. 

—Le cumpliste el sueño del pez. —Gavi no dejaba en paz el tema—. El cual está muerto, por cierto.

Regresé a mirarlo.

—¿Cómo está muerto? 

—Estaba de cabeza. 

—Ostras, el hijo dorado se murió —río Ferran, ambos siguiendo con sus bromas absurdas hasta que Xavi vino a dar una charla sobre el siguiente partido y aunque yo no jugaba, me quede escuchando con mi mente preguntándome si carla se había dado cuenta de la muerte del pez. 

No me quede con la duda. Fui a la casa de Carla luego de hacer un par de paradas. 

—¿Vienes por la carta?

Asentí. Esa era la excusa. 

—¿Por qué vienes con mochila? —preguntó, fue observadora, pero no le tomó importancia al mentirle en la cara. 

Carla me sonrió de esa forma alegre, me cogió de la mano y me llevó hasta su habitación. De su bolso sacó el sobre y me lo dio. Una carta de amor. Sonreía con esa típica sonrisa que ponían las tías al ver una historia de amor. Hacer de mensajero con ella me había hecho saber que eso era lo que ella buscaba y se lo merecía, ella era demasiado fácil de querer, solo le faltaba que llegara el tío correcto. 

—¿Tu cita te volvió a escribir? —pregunté con las intenciones de hacerla hablar. 

—Ni lo invoques, joder —Dio una vuelta dramática, rondando los ojos. Sus palabras me dieron satisfacción, Carla era mucho para ese tío.

—¿Te hizo algo?

—¿Qué no hizo? Es la verdadera pregunta. —Me jalo a su cama para charlar —. Comparto clases con él, es de mi círculo social y todo el santo día se la ha pasado tirando indirectas. Joder, que pesado. Es que los jugadores de fútbol no tienen cerebro. 

Su última oración me hizo fruncir el ceño. Me había ofendido de una manera indirecta, aunque cualquier molestia desapareció. Era ella. 

—Mierda. —Se dio cuenta de lo que dijo—. Perdón. No te lo decía a ti, Thiago es del equipo de fútbol del instituto. Tu eres... tú eres... tú si piensas. 

—¿Gracias?

Me empujo con su mano y fingí dolor de una manera teatral. 

—¡Tía, cuidado con esa fuerza tuya!

A mitad de la oración que dije ya se me habían escapado risas, ella se rio y volvió a empujarme. Un empujón suave, que siguió generando risas. Fingí que se me secó la garganta para completar mi plan. 

Tosí. 

—Me podrías invitar un vaso con agua, por favor. 

—Claro, vuelvo enseguida. Bananin —Besó mi frente y una extraña sensación se apoderó de mí. 

¿Ella...? ¿Acaso ella...?

Borré todo pensamiento. Ferran, Fer y Gavi ya me estaban volviendo loco. 

Seguí con mi plan. 

¿Dónde estaba Taylor?

La última vez que lo vi estaba junto a su cama, pero... ya no estaba. Busqué con mi mirada por toda la habitación, lo encontré junto a la ventana. Me acerqué a la pecera, miré al pez y como lo dijo Gavi, estaba de cabeza. Muerto. Desprendía un mal olor, pero era opacado por el perfume de la rubia. 

Agarré la pecera y fui al baño. Había venido preparado para esta situación, mi mochila traía todo lo que necesitaba. La pecera estaba completamente limpia, pero el dorado pez yacía panza arriba. Debía de actuar rápido para que ella no se diera cuenta. Dejé la pecera en el lavabo y con cuidado saque al pez con una red y lo tiré al retrete, jalé de la cadena y me encargue de echar el agua para poner una nueva. De la mochila saqué la bolsa que contenía un nuevo pez, había comprado a otro, un mismo pez dorado que seguirá llamándose Taylor. Actúe lo más rápido que pude y cuando Carla entró por la puerta, yo fingí estar observando al pez. 

—Ya se despertó —dijo emocionada—. Se la pasa durmiendo, toma tu agua. 

Me entrego el vaso y me bebí toda el agua. 

—Oye, ¿te importa si bajamos? Es que he dejado un caos abajo y mi padre llegará del trabajo y verá todo el desorden.

—Vamos, onditas. 

Bajamos a la primera planta, su casa era muy espaciosa y reluciente. 

—¿No te sientes sola en esta casa tan grande? —pregunté al llegar a la sala y ver todo el relajo de Carla, cuadernos, bolígrafos, estuches, tarjetas y varios libros de la escuela. 

—Vivo con mis padres. No es tan malo. 

—Pero ellos trabajan...

—Es verdad —Se encogió de hombros—. Supongo que ya me acostumbre, en realidad... la mayoría de mi vida, desde que tengo memoria, mis amigas siempre han sido mi familia, creo que nuestros padres a excepción de la mamá de Val, siempre han estado tan ocupados en su vida, que nos refugiamos..., siempre quedábamos en casa de Val, Martina, su mamá era muy divertida, ella nos hacía sentir las reinas del baile... y ahora... ella... 

Se le quebró la voz, sus verdes ojos se vieron más claros a causa de las lágrimas. La atraje hacia mí, consolándola en un abrazo.

—Perdona, no eran mis intenciones.

La seguí abrazando, hasta que una fuerte voz nos hizo separarnos. 

—¿Qué está pasando? 

El padre de Carla volvió a darme esa mirada amenazadora. 

—¡Papi! —Carla fue a abrazarlo—. Me acordé de Mar. 

La abrazaba y seguía mirándome como si quisiera matarme. Creo que no le agradaba, por más que fuera jugador del club de su ciudad. No le agradaba. 

—Yo ya me iba...

—¿Te vas? Te puedes quedar a cenar ¿Verdad, papá? —Carla miró a su padre y luego a mí, esperando una respuesta.

—Yo... 

Busqué las palabras adecuadas para negarme. El señor Nunier me ganó. 

—Princess, con tus madres solo hemos pedido reservación para cuatro personas. Lo siento. 

—Pero una llamada y lo arreglas ¿Verdad? —Insistió la rubia, miré a su padre y supe que no le diría que no a su hija. Por más que me odiara. 

—De hecho, Carla. He quedado con unos colegas, para otra oportunidad. 

—Entiendo —Se acercó a mí—. Me debes una cena, bananin —susurró para que yo solo escuchara y fugaz dejo un besó en mi mejilla, provocando la misma sensación de cuando me besó en la frente en su habitación. 

Me despedí de ella, con calma y me acerqué a su padre para un apretón de manos, el ejercicio demasiada fuerza y a mí no me quedó más opción que disimular. Seguí mi camino y para mi buena suerte me encontré con una de las Señoritas que ayudaban con los deberes de la casa, me acerqué a ella y a cambio de una camiseta logré que me hiciera un favor todos los días. 

Mantener vivo a ese pez.



















































Xoxo. Holii regresé

Pedri es el verdadero "Amigo date cuenta" ajjajajajajajaj

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