PREFACIO
Una mujer, varias mujeres.
Todas hermosas he igual de lastimadas.
Las heridas sangran al igual que desprenden belleza.
Lágrimas corren sus mejillas, pero saben disimularlo.
Fijen sonrisas igual de falsas que los hombres que las acompañan.
¿A caso no debería de acabar?
Debería parar que tanta belleza se esté dañando.
Cada golpe, cada sueño roto.
Cada rasguño en la piel es otro más en el alma.
Debería acabar esa tortura, de dormir con el enemigo y hacer su voluntad.
Debería parar que pongamos sus intereses por encima de los nuestros.
Una mujer, varias mujeres.
Algunas escogen el camino más fácil, otras se retuercen mientras aguantan un poco más. Algunas callan, otras hablan.
Pero todas son mujeres con el mismo problema, con las mismas inseguridades y el mismo temor.
¿Acaso no debería de acabar?
Que acabe el sufrimiento para que no lloren más.
Que acabe el dolor, para que las heridas sanen.
Que acaben con ellos, que se pudran en la cárcel, ojalá y se vallan al infierno.
Que acabe de una vez.
Que la mujer sea valorada, respetada y amada.
Que se borren estos malos hombres de la faz de la tierra.
Que en el amor todo sea bonito.
Que todos los hombre entiendan que no somos de ellos.
Las mujeres deberíamos de llevar un cartel que diga, tratar con delicadeza, es frágil pero contiene en ella el secreto de dar vida.
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