2

Yolanda Hernandez

¿Fingir? Eso es mi vida, sonreír sin sentirlo, ocultar cada moretón. Vivir con el miedo de que algún día cumplirá eso que tanto promete: Mi muerte.

Yo soy Yolanda Hernández y este es el relato de cómo acabé en la peor de las situaciones.

¿Saben la sensación de creer que encontraste a un chico estupendo? Pues esa fue la que sentí al conocer a Lian.

Es súper cariñoso, atento, el novio perfecto. Soy su niña pequeña, la mujer de sus ojos solo tiene un defecto: Es celoso.

Es muy celoso, incluso ve cosas donde no las hay. Un día estamos bien y al otro ya no. Pero siempre volvemos a nuestra rutina. Son peleas sin importancia, o al menos lo eran. De hace un tiempo las discusiones son mayores; ha llegado a amenazarme, pero sé que me ama demasiado para hacer eso.

Hoy iremos a comprar el anillo para nuestra boda. Me ha pedido que lo escojamos juntos para que sea más especial.

Estoy alistándome frente al espejo. Cuando lo veo venir…

—Ese vestido está muy corto —dice apenas me ve—. Así no vas a ningún lado.

—No seas así, siempre me visto como una anciana; déjame salir así alguna vez —le ruego mientras me siento sobre él y lo
beso.

—Se te quedarán mirando los hombres y sabes que no me gusta, y después terminaríamos mal —sigue negándose.

—Pero yo me visto para mí y para ti, para sentirme bien yo. No tengo culpa de que ellos me miren —le explico.

—Entonces, si no te importa que te miren, no vas a ningún lado, no vas a regalarte. —dice ofendiéndome.

—No va a mirarme nadie —besé sus labios para tratar de convencerlo.

—Si sales así y ocurre algo, será culpa tuya —dice levantándose molesto—. Vamos que llegamos tarde.

Agarro mi bolso y salgo emocionada; hacía tiempo no me sentía así de linda, ni me vestía como yo quería. Nos subimos
al auto y el camino a la joyería fue más rápido de lo que esperaba. Al entrar me quedo boquiabierta; el lugar es realmente hermoso. Se nota el lujo y la clase por todos lados.

—¡Es hermoso! —exclamó besándolo.

—Deja que veas los anillos —me comenta.
Una chica rubia se nos acerca y nos pregunta que deseamos.

Le respondemos que unos anillos de compromisos y nos indica hacia un largo pasillo. Ella va delante guiándonos. Al terminar el pasillo damos con una gran sala llena de estantes con todo tipo de joyas. Es realmente hermoso.

—¡Esas! —señalo—Esas son las que quiero.

—Amor, pero hay miles. No, quiero mirar otras. —comenta.

—¡No! Son justo esas las que quiero. —Dije firme.

—Pues si la princesa lo pide, yo se lo doy. —ríe mi prometido—. Espérame aquí; iré a pagar por ellas. Ve echando otro vistazo; no sea que cambies de opinión.

Asiento y sigo mirando. Luego de unos segundos.

—No sé cuál escoger. —Habla sorprendiéndome un joven a
mi lado.

—¿Perdone? —me asusto.

—Voy a casarme y no sé qué anillo regalarle a mi esposa; quiero algo que sea perfecto—. Admite.

—Yo te escogería ese. —le señalo uno de los anillos—. De seguro le encantará.

—Gracias. —Sonríe genuinamente, a lo que le devuelvo la sonrisa por cortesía.

—Nos vamos —habla Lian agarrándome del brazo.

—Espera… —traté de aflojar su agarre, pero es en vano. Me saca casi a rastras del luga.

— ¡Te has vuelto loco! —le grito una
vez dentro del auto.

—Estabas coqueteando con ese chico— dice furioso.

—¿Cómo puedes pensar eso de mí? —digo indignada.

—Estaban coqueteando ¡No mientas! —tiene los puños apretados.

—No, puedo creer que realmente crees eso de la mujer con la que te vas a casar. —Traté de salir del auto pero fue imposible.

—No vas a ningún lado —habla agarrando mi brazo y obligándome a entrar—. No hemos terminado de hablar.

Pone el carro en marcha y la vista la tiene puesta al frente.

Tiene los ojos rojos y por su postura puedo decir que está en verdad molesto.

—¡Eres una puta! —me grita dando un manotazo en el timón—. Sabías que vestirte así atraería la vista de los hombres y aun así lo hiciste.

—¡No estaba haciendo nada, por el amor de Dios!, créeme.

—¿Me crees tan estúpido para creer que no estaba pasando nada entre ustedes dos? ¡Los vi muertos de la risa a ambos!

El regreso a casa fue mucho más rápido, por la gran velocidad que traía. Se aparca y entonces me bajo.

—No escucharé más estupideces. Me voy a casa de mi madre. Cuando se te pase el drama me llamas —digo, dándole la espalda para salir de ahí.

Me agarra del cabello y me obliga a retroceder. Abre la casa y nos adentramos. Ahí es cuando comienza la verdadera pelea.

—Estoy cansado de que siempre quieras ser el centro de atención. Tú eres mía; no lo entiendes, más nadie puede mirarte. —Pronuncio agarrando mi cuello.

—Te estás equivocando —dije apenas sin poder.

Me está apretando demasiado. No puedo respirar. Sus ojos están rojos y su mirada fija. Trato de apartarlo pero se me hace imposible. Solo me queda mirar cómo mi cuerpo se queda sin vida, ver cómo las lágrimas corren mis mejillas… Trato de
hablar, pero las palabras no salen, no encuentro mi voz. Vienen a mi mente todas las veces que me amenazó y me advirtió de que me mataría.

Nunca creí que fuera capaz, pero viendo los hechos lo está haciendo. Está acabando conmigo. Mi vista está en la suya y no encuentro una sola pizca de compasión, ni arrepentimiento.

Sabe lo que está haciendo y no para.
Esta es mi triste y real historia, cómo pasé de ser su futura esposa a su víctima. El amor es lindo, pero hay que saber alejarse cuando se vuelve tóxico. A veces no termina bien.

Para mí no acabó bien. Sí, muerta, sin vida, en aquella cama en la que me hacía el amor, me consumió, borró toda mi existencia.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top