52.- Lo que era mío
Estoy cometiendo el peor error de mi vida pero sólo quiero saber si papá fue capaz de secuestrar a Antonio y a su hija. Yo lo dudo pero es que es mi padre y es lógico que confíe en él. Mi padre es el único que nunca me ha dejado sola, que me ha dado cuánto y más he querido, todo, ha puesto el mundo a mis pies.
Los demás no lo entienden y creen que solo lo quiero porque me lleno de lujos y siempre me ha tratado como una princesa pero es que en realidad ellos nunca vieron cuando me contaba un cuento o cuando jugaba conmigo, me hizo crecer feliz a pesar de mis perdidas y que después yo equivocara mi camino con Alberto es otra cosa. Lo que haya pasado con él ahora ya carece de relevancia, lo primero son mis hijos y después mi papá. Pienso que si resulta culpable yo no podría darle la espalda como mi primo, mi tío Fernando tampoco lo abandonaría a su suerte, mi tío no es capaz de dejarse envenenar por habladurías y calumnias, debí ir con él en primer lugar y no estar experimentando.
Con muchos esfuerzos logré que me dejarán venir sola al departamento pero aquí estoy, sola y afrontando lo que se me venga.
Todo se complicó mucho, de haber sabido todo esto hace una semana habría tomado a mis hijos y nos hubiésemos ido a dónde no pudieran encontrarnos pero las cosas son así y si estamos aquí es para pueda demostrar la inocencia de mi padre.
Toco la puerta y quién me abre es una muchacha del personal de servicio, me indica que ahora se encuentra en su pequeño despacho arreglando unos asuntos y me quedo en la sala, esperando.
—Entonces ya quedamos señor Octavio, en quince minutos ya estará todo listo en donde se nos indico —esa voz no la reconozco y al levantarme para ver quién es me pasa lo mismo, es un hombre que no he visto antes pero no tiene para nada buena pinta y tampoco sus acompañantes.
Me miran y después a mi padre y con un gesto él les indica que se retiren, deben ser personas de su extrema confianza para que les diera la ubicación de este departamento en donde solo se cierran negocios importantes.
—Papá, Alberto no cedió —antes de que quisieran meterme cosas en contra de mí padre yo había quedado de decirle cada cosa que pasará y aquí estoy como prometí, me siento mal porque siento que estoy a punto de traicionarlo—. No quiso devolverme a mis hijos.
—No te preocupes ya tomé acciones para que te los devuelva —espero que no sea lo que me insinuaron.
—¿Qué vas a hacer? —me sonríe y después viene a darme un beso en la frente, eso significa que no debo hacer más preguntas.
Esa es una actitud bastante sospechosa, en la cual nunca había reparado. Yo sólo sabía que tenía que pedir lo que quisiera y mi papá me iba a dar, sin importar el precio y quién pagará por ello, empiezo a creer que estuvo mal no preguntar de dónde venía todo lo que me daba.
—Tu tranquila mi vida —eso quiero, tener paz por una vez en mi vida—, pasado mañana ya tendrás a tus hijos, tengo bastantes planes para Alexandra y las empresas Montoya, es una pena que Alberto decidiera divorciarse, teníamos un futuro brillante.
Yo sólo quiero que lo de las empresas Montoya también sea una mentira porque ahora soy su dueña, firmé un sinfín de papeles con toda la confianza del mundo porque mi papá me los dio y si resulta ser culpable no quiero imaginarme el pleito legal en el que me voy a meter sólo por querer ayudarlo.
Ahora voy por la verdad. El plan es que yo le pida a mi papá que me traiga a Vanessa para hacerle daño a Alberto, creen que si mi papá es la persona que dicen lo hará y además me dirá en donde está Antonio y su hija, si es un delincuente no me negara a sus prisioneros.
—Papá, quiero que él sufra y sabemos quién es su eterno dolor, quiero a Vanessa Rocha, así voy a poder acabar con él y todo lo que ama —entrecierra un poco los ojos, busca la debilidad en mis palabras y rostro pero es que lo que digo es en cierta parte cierto, quiero que sufran el mismo dolor que yo—. Necesito que me ayudes con eso, quizá algunos de tus guardias de seguridad pueden ayudarme a ir por ella.
—¿Qué tienes en mente? —no se los métodos que usen, pero ella lo pidió y es exactamente lo que le voy a dar.
—Quiero quitarle todo lo que era mío —solo esperó que este plan no me sobrepase—. Quiero a su marido, a su hija y a Alberto. Los quiero a todos a mis pies, quiero que me suplique por ellos.
Que eso no está muy alejado de la realidad, si yo buscará rehacer mi vida quisiera a un hombre como Antonio, a él si se pudiera pero lamentablemente es demasiado fiel y la ama. Nunca va a tener ojos para otra y yo me resigné, no me dolió tanto porque a mí el único que sí me parte toda la madre es Alberto y eso el no lo entiende, sigue haciéndome daño y por si no fuera poco por él estoy aquí, jugando con la libertad de mi padre, cuando lo que debería hacer es decirle a mi padre que huya y que no vuelva a pararse en México.
—¿Sabes lo que me estás pidiendo? Un secuestro Marisela —asiento, no se muestra sorprendido, quizá esperaba esto de mi— ¿Qué te han dicho para que me pidas esto?
Y llega el momento, no me va a mentir, sé después de esto no va a intentar ocultar la verdad y si es falso pues hará hasta lo posible por demostrármelo pero si es real entonces me dará lo que le pedí, me llevara con Antonio y con la niña que es lo importante, porque a través de ellos yo voy a llegar hasta mis hijos, y si tengo la oportunidad voy a dejar que escape, que se salve, no me creo capaz de ver cómo lo condenan. Yo no soy como mi primo, a mi no me importan más las leyes que mi familia, siempre pondré en prioridad a mi padre.
—Ya sabes que es lo que me dijeron —ya me canse de que me vea la cara de estúpida porque todos insisten en ello y mi padre, haciéndome como me hizo no debería de dudar de mis capacidades de odiar y de hundir a alguien, lo que le hice a Vanessa para mi fue un simple juego de niños, sólo la aleje y todo el mundo lo dramatiza diciendo que arruine su vida cuando no es así, yo le hice el más grande de los favores mandándola lejos, conoció a un hombre que la ama con su vida y no es el único favor que me debe, hoy también estoy aquí por ella—. Dime la verdad papá, todo. Si eres un criminal quiero saberlo para poder ayudarte, para poder hacer algo por ti y que Fernando no te refunda la cárcel.
—Después de todo lo lograron lo querían, te pusieron en mi contra —entonces es cierto y creí que no pero si me duele.
Quisiera gritar por todo, porque me decepciona muchísimo porque yo siempre hice alarde la buena reputación de mi padre, de lo justo y bondadoso que era, ahora todo se está desmoronando porque no se cómo voy a afrontar que no solo cayó la imagen de mi matrimonio, también la de mi padre. Todos nosotros estamos abajo, sólo que de esto no todos podremos levantarnos, mi padre ya no, si escapa vivirá huyendo y si se queda solo va a lograr que lo maten poco a poco.
—¿Es que estás sordo? —aun estoy dispuesta a hacer algo por el y debe aprovecharlo— Te estoy diciendo que quiero la verdad para poder ayudarte, aún puedes escapar.
—Después de que te dé lo quieres —digna hija suya soy—. Lo tendrás mi vida porque te lo mereces y ellos también, antes de que tú me lo pidieras yo ya había hecho algo. Tu marido, por más que tú ya no quieras llamarlo así me las tiene que pagar, por todo, además no es la única, la noviecita de Fernando, me la debe y también me la va a pagar, tu vas a escoger con quién harás sufrir a Vanessa Rocha, tu decidirás si mato a su hermana o a su hija.
No, yo no voy a jugar con eso, acepte venir aquí porque quería saber hasta dónde era capaz de llegar mi padre y con lo que acaba de hacer me mato, me acaba de clavar un cuchillo, el mato a mi padre porque el Octavio Escalante que yo conocía, mi padre no es está persona que me sugiere escoger entre la vida de una mujer y la de una bebé recién nacida.
Por más que desprecie a Paola voy a reconocer la mujer que es y pese a todo ella ama a Fernando, y él a ella, si muere él regresaría a esa depresión horrible y dudo que salga está vez, no solo mataría a Paola si no también a Fernando. Por otro lado está la niña, que desde que llegó al mundo se la ha pasado sufriendo, es solo una víctima de nuestro pasado, si puedo voy a ayudarla y además sé que de estar en mi lugar Vanessa no dañaría a Alexandra, y más que eso, siento un cariño muy sincero por Antonio, es mi amigo como pocas personas en la vida lo han llegado a ser y voy a salvar a su hija porque él me importa.
—No, quiero acabar con ella, sólo con ella —me lo dijo, ella se ofreció y no va morir, no porque son muchas personas las que la van a ayudar a salvarse—. Alberto no sufriría por otra persona y yo no me sentiría bien dejando que ella siga por ahí libre para seguir molestando. Piénsalo papá, a los dos les dolería, Paola no se va reponer de la muerte de su hermana y Alberto, él no va a soportar la muerte de su gran amor, y ella estaría mejor así, a esta vida sólo vino a sufrir. Deberías verla ahora, vive en un suplicio por no tener a su hija, siempre estuvo desequilibrada y ese dolor va a terminar por volverla loca. Al final lo único que quiero es que me suplique perdón de rodillas y después podrás matarla.
—Me parece bien —sonríe y debo estar muy ciega para no haber visto la maldad en esa sonrisa.
Trato de sacarle en donde está Antonio pero cuando le pregunto me dice que es un secreto hasta que todo esté listo, no sé a que se refiera pero debo conservar la calma, sería muy sospechoso que salga a hablar por teléfono, así que no puedo avisarle a Fernando para que me ayude, no voy a poder mantener esta farsa mucho tiempo. No puedo soportar ver cómo arma planes para lastimar personas, a una niña y quién sabe para que quiera a mis hijos, yo quería creer que quizá algún negocio se le salió de las manos y por eso termino en esta situación pero no es así.
Mi padre me dice que es lo que debo hacer para que Vanessa venga hacia nosotros, pero mientras me lo explica yo no puedo ni levantar la mirada, es muy complicado fingir que no me da asco, tiene a varios hombres armados, ya les advirtió que no pueden hacerme nada pero no creo que sean de confianza.
—A la mansión de los Quintana, ¿para qué? —es hora de llamarles, no quedamos en ninguna palabra clave por si había un verdadero peligro pero ya no puedo echarme para atrás— No es un lugar en el que puedas escapar fácilmente.
—Eso es lo de menos, esa mansión siempre me gustó y pronto será mía, cuando yo falte será tuya —pone una mano sobre mí hombro me muevo ligeramente para que me suelte pero no lo hace, sólo espero que no note el miedo que me provoca—. Ahí me demostrarás tu lealtad.
Le era leal ahora solo haré lo necesario para sobrevivir y después dejaré todo en manos de los expertos en la justicia.
—Si papá, hagamos esto —me da el teléfono de Antonio, sólo así tendría el número de Vanessa, marco el número y como era de esperarse contesta de inmediato.
—Antonio, gracias a Dios, ¿en donde estás? ¿en dónde está mi hija? —es una tonta, sabe perfectamente que él no le va a contestar—. Dime por favor.
—¿Lo extrañas mucho? —sonrió de puros nervios— Mira Vanessa, lo primero que tienes que hacer es deshacerte de la policía, detén la búsqueda que yo la tengo.
—Eso nunca lo dude, tu siempre estás detrás de todo lo malo que me pasa —eso me saco por ayudarla, no se cómo accedí después de que la salvaje me golpeará—. ¿A dónde tengo que ir?
—Estoy segura de que estás con Alberto así que llévalo directo a la casa de sus padres, ahí veremos si estás dispuesta a todo por tu hija —se lo advertí, ahora no sólo tendrá que decirlo si no también actuar—. Nos vemos y ojalá sea la última vez.
Le cuelgo porque lo último que dije es verdad, ya no quiero saber nada más de Vanessa. Estoy harta de que aparezca en mi vida y ella también está cansada de mi, hoy llegamos a los golpes y no puede pasar otra vez, somos unas señoras con hijos, no las jovencitas de veinte años a las que les importaba un comino lo que pasará con sus vidas. Hemos pasado por demasiado para seguir intentando matarnos, ya que haga lo que quiera y si decide joder su vida con Alberto que Dios la bendiga.
Salimos del departamento para ir directamente a la casa de los Quintana, no entiendo cómo es posible que crea que aún puede ser dueño de ella, ya dejó de tener poder.
Al menos sobre mí.
—Vámonos —le indica Alberto a Vanessa.
La llamada de Marisela solo sirvió para confirmar todas las sospechas que teníamos, Octavio es quien tiene a mi sobrina y la usará para hacernos daño.
—Cuídate mucho —voy a darle un abrazo a mi hermana, se está arriesgando demasiado y no me permite ir en su lugar—. No vamos a tardar en llegar, te lo prometo.
Estamos presionando al juez lo mas que podemos para conseguir la orden de aprehensión y el operativo de la policía que nos prometió Cristopher, ojalá que él en donde quiera que se encuentre este bien.
—Solo hagan lo que puedan para llegar pronto y si tienes que escoger entre mi vida o la de Antonio y Roxanne sálvalos a ellos —mas vale que no llegue ese momento, no me creo capaz de hacer eso—. Júramelo.
—Voy a salvarlos a los tres —esa es mi única opción, le doy otro abrazo uy uno más a Alberto, para Fernando tampoco es fácil dejarlo ir pero por ahora nosotros servimos más desde aquí para poder llevar la ayuda.
Al final la puerta se cierra y voy a refugiarme en el único lugar en el que me siento segura, voy directo a sus brazos.
—Esto también pasará —me dice acariciando mi cabello—. Ya verás que no se saldrá con la suya, vamos a sobrevivir para poder empezar a vivir.
Me suelta para ir a su caja fuerte, ya no quiero ver más expedientes, estoy harta de ellos pero cuándo regresa en sus manos tiene una cajita, quiero pensar que no es lo que me imagino pero cuando se arrodilla ya no me queda duda.
—Sé que es un poco injusto que haga esto ahora que no puedo prometer una vida larga —me cubro la boca para no callarlo, quiero que me diga esto, aún si no estoy lista para ello—. Mamá era fanática de las obras de Johann Wolfgang Von Goethe, era un dramaturgo, poeta y no sé cuántos títulos más tenga, en fin, de entre todas sus obras su favorita era las desventuras del joven Werther. Me identificaba con esa obras porque cuando perdí a la mujer que amaba creí que me pasaría igual que al protagonista, creí que terminaría quitándome la vida por no tenerla ya que el dolor me hacía querer dejar de vivir, pero entonces no se si sea casualidad pero el día que te vi de nuevo escuché una frase de él —mi respiración se hace más lenta, solo espero no desmayarme, tengo que estar fuerte por mi hermana y su familia—. Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser. Paola, me orillaste a ser ese hombre, devolviéndole el color a mis días, me ayudaste a recuperar a mi hija… Por eso como Werther diría, ya no me encuentro en condiciones de decirte lo perfecta que eres, ni sé por qué es así; te has apoderado de todos mis sentidos. Toda tu sencillez y a la par tanta inteligencia, tanta bondad y tanta entereza, y esa paz del alma en medio de esa vida real y esa actividad… ¿me harías el honor de casarte conmigo?
Ahora que lo pienso si es muy injusto que me lo pida cuando estamos apunto de arriesgar nuestras vidas para salvar la de una niña, porque puede que tenga que dar mi vida por la de Roxanne, y ni sé cómo lo superará si le digo que si, y aún más; ¿Qué voy hacer si él muere? Morir a su lado es lo más seguro y por esa razón también tengo la respuesta a su pregunta.
—Si, si me quiero casar contigo —se levanta para abrazarme y darme un beso, me aferró lo más posible a él, lo más que me dejan.
Antes de que pueda ponerme el anillo escuchamos el sonido un disparo, gritos, nos agachamos y nos metemos tras el sofá, tomo mi teléfono para llamar a los agentes que estaban para ayudarnos y no me contestan, abren la puerta y no estamos lo suficientemente escondidos por lo cual nos ven de inmediato.
—Miren que tenemos aquí, el licenciado Escalante en el suelo —es un hombre apuntandonos—. Paola Rocha, tan linda como me lo advirtieron y por eso no lamento pedirte que vengas conmigo preciosa.
Me levanto del suelo junto con Fernando, antes de dar siquiera un paso me jala para ponerme tras de él.
—Déjala en paz, hazme lo que quieras a mí —el hombre sólo sonríe y después se acerca para ponerle la pistola en el pecho.
—Descuide licenciado Escalante, también quieren verlo a usted —creo que vamos al mismo lugar que mi hermana—. Vámonos o de lo contrario quien lo va a pagar serán todos tus empleados.
—Está bien, iremos con usted pero solo nosotros nadie más —ya metimos a demasiadas personas en esto. Si alguien va a morir que sean los culpables de este alboroto.
Nunca comprendí el odio que Alberto le tenía mi papá, yo no podía concebir cómo era capaz de decir tantas cosas malas pero ahora puedo entender porque se llevo a mis hijos lejos de este maníaco, esta persona que no conozco porque él no es mi padre, no es la persona que me crío.
—¿Qué le hicieron? —pregunto en automático cuando veo a Antonio inconsciente en una silla con la cabeza llena de sangre, me obligó a quedarme quieta, sólo corre más peligro si mi papá regresa la atención a él.
—Se resistió mucho de camino aquí y tuvieron que aplacarlo, sólo fue el golpe —igual creo necesita un médico urgente—, la enfermera que está cuidando a la niña dice que está bien.
—¿En dónde está ella? —no puede tenerla en las mismas condiciones.
—Tus instintos maternales te ganan hija —claro que si, extraño mucho a mi bebé, ni siquiera pude despedirme— pero no te preocupes por ella, está en una de las habitaciones para que sus quejidos alarmaran a los vecinos.
Sólo espero que resista el tiempo suficiente, ojalá la enfermera sea buena y pueda lograr que no le pase nada hasta que su madre llegué junto con la policía para llevársela a un hospital.
—Antes de que lleguen quiero hacerte una pregunta —asiente, y esta pregunta lleva un rato quemándome la garganta—, ¿mataste a Luisana?
—No fue con toda la intención, Luisana era una joven buena en apariencia pero muy dura por dentro, le propuse algunos negocios pero no acepto, se volvió un peligro para el negocio —pago muy caro el precio y no solo ella—, descubrió cosas que tienen que ver bien empresa transportadora Montreal. Esa noche no fue prudente con la velocidad y a mi socio le fue muy fácil causarle un accidente, además de eso tuvimos que hacer muchos más malabares para eliminar los cientos de mensajes que le dejó a tu primo. Hija yo no di la orden pero tampoco lo iba a impedir —hizo mucho daño, más del que podría justificar—. Por eso antes de que vengan y tengas que tomar una decisión te lo preguntaré por última vez Marisela, ¿esto es lo que quieres?
Lo único bueno de todo esto es que cuando hablo de Vanessa y Alberto el odio, el resentimiento y el coraje se me notan en la voz.
—Si, deseo esto —hago el esfuerzo por verlo a los ojos—. La quiero muerta pero primero la quiero suplicándome perdón de rodillas.
Eso quizá hasta lo disfruté.
Gracias por seguir leyendo.
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