5.- Nadie mejor que tú

En la vida tratas de hacer lo mejor y lo mejor muchas veces es solo lo que está bien para un determinado grupo de personas, para los que restan solo es una acción egoísta y tú pides a gritos desesperados que lo comprendan, algunos lo harán y muchos otros te van recriminar y es justo si esas acciones causaron dolor.

Paola me mira con los ojos enardecidos de rabia, ¿qué si la comprendo? Por supuesto que sí, a sus ojos soy un cobarde, a sus ojos soy la persona que provocó que su hermana saliera huyendo y se apartará de todo, a sus ojos yo no tengo perdón y a sus ojos yo no hice lo mejor.

De un momento a otro el viento juega a mi favor y distrae lo suficiente a la mujer que está frente a mi, la puerta se abre y me permite tener la visión más hermosa de mi vida.

El tiempo se detiene, un solo segundo se convierte en una eternidad y mis ojos buscan los suyos, en ellos solo veo un profundo dolor que me corta respiración y me deja paralizado, la observó y veo que los años le han hecho bien, luce igual de hermosa pero hay una madurez impresionante en ella, su postura también cambio, hubo un tiempo en el que siempre estaba medio encorvada y ahora se erige firme y orgullosa, bella, más mujer de lo que me habría imaginado y al reparar en su vestimenta casi puedo escuchar a lo que tengo por corazón fracturarse. 

Mi Vanessa está vestida de novia, la novia más preciosa que he visto, avanza un paso y las piernas le fallan, cae al suelo y me muevo lo más rápido posible, la sostengo inconsistente entre mis brazos y antes de cerrar los ojos me mira, casi puedo sentir como mi cuerpo regresa a la vida.

—¡Vanessa! —grita Paola arrodillándose frente a mi— Vanessa por favor, despierta… ¡Haz algo maldita sea! ¡Alberto muévete! —me grita y no me muevo solo acarició la mejilla de Vanessa esperando que así despierte, esperando que abra sus hermosos ojos y me mire como lo hacía hace quince años— ¡Alberto! —se levanta y sube las escaleras dejándome solo con ella.

Yo no puedo hacer nada, me encuentro conmocionado, la acerco lo más que puedo a mi y la abrazó como si me la quisieran quitar, la siento tan frágil y delicada entre mis brazos, una voz en mi mente me grita que me la llevé lo más lejos posible, lejos de todo aquel que la quiera lastimar, lejos de todo lo que está a punto de separarnos, está vez para siempre.

Sin embargo Paola está vez tiene razón, es muy tarde, la voz me llega demasiado tarde; estoy seguro de que su prometido está tan feliz, el hijo de la chingada debe estar saltando de alegría por la mujer que está por llevarse, se acaba de sacar la lotería y espero que lo sepa o yo se lo haré saber.

—¿Papá? —es la voz de mi hija, no la miró, no puedo, no quisiera que se de cuenta de todos los sentimientos que tengo por la mujer que está en mis brazos— ¿Qué estás haciendo?

—¿Ustedes quienes son? —exclama Paola bajando a toda velocidad por las escaleras, mis hijas se quedan estáticas en la puerta— Alberto —no quiero moverme y me quedo justo en donde estoy—, chingada madre Alberto, hazme el favor ponerla sobre el sillón o quítate para que yo lo haga. 

Cuando intenta apartarme de ella la levanto en mis brazos y la coloco sobre el sillón más cercano, Paola se sienta en un costado y comienza a pasarle un algodón con alcohol por la nariz, poco a poco, después de unos segundos empieza a abrir los ojos y se queda mirando a su hermana con la expresión llena de miedo. 

—Paola —susurra con la voz áspera—, tuve una pesadilla, fue horri… —se detuvo al verme parado frente a ella se sienta y reprime las lágrimas, aprieta la mandíbula y la tristeza se desvanece— ¿Qué haces aquí?

—Yo… —bien Alberto, sigue vacilando como siempre, como todo en tu vida— es… yo…

—Papá nos trajo a verla —responde mi hija adentrándose más en la casa, a su lado Camila se queda callada—, señorita Rocha soy Alexandra Quintana y está es mi prima Camila Escalante.

Se les queda mirando unos segundos y pone especial interés en Camila, la ve y una vez más lucha contra las lágrimas en sus ojos, se levanta y camina despacio hasta donde se encuentran, levanta la mano para acariciar el rostro de Camila pero se detiene de golpe.

—Luisana —murmura—. Eres la hija de Luisana Montoya, te pareces mucho a ella —Camila sonríe un poco, solo por cortesía ya que odia que cada persona que la vea la confunda con su madre—, lamento mucho que haya muerto.

—Gracias, yo no la recuerdo —Alexandra le toma una mano para apoyarla—, nosotras lamentamos que se sienta mal en un día tan especial para usted.

Vanessa se mira y recuerda que trae puesto un vestido de novia, se queda un momento mirando solo la falda de su vestido y cuando regresa la vista a mis hijas nota que Alexandra trae su libro y me mira esperando una explicación, que no por ahora no soy capaz de dar.

—Si bueno, son nervios de novia —sonríe débilmente y toma los dos libros—, sino me equivoco vienen a que les firme esto.   

—También queríamos que nos respondiera algunas preguntas pero hoy no es prudente —dice Camila, Vanessa va hasta un cajón y saca una pluma, abre los libros y comienza a firmarlos.

—Estaré fuera del país unas semanas, por mi luna de miel pero cuando vuelva estoy segura de que su tía Alina estará encantada de acompañarlas a comer conmigo —claro que Alina tendrá que hacerlo, yo no puedo con eso, no puedo fingir frente a ella y mi hija, no puedo ocultar mis sentimientos—, y como son las primeras que vienen por voluntad propia a verme y quiero creer que les gustó responderé cada duda que tengan.

Le agradezco que se porte tan amable con ella a pesar de que yo esté a su espalda; no sé cómo voy a hacer para que me perdone pero necesito que lo haga, por mi bien; hoy está matando la esperanza, esa que ha vivido los últimos quince años dormida y solo despertó para encontrarse con la muerte. Hoy se va a casar y eso me está destruyendo, sin embargo me conozco y sé que voy a seguir buscándola, por lo menos quisiera ser su amigo, con eso me conformaría, ahora ya no tengo derecho a esperar nada.

—Muchas gracias y otra pregunta, ¿mi tía Alina diseño su vestido? —las niñas se adelantaron a Vanessa y antes de poder devolverles sus libros ellas empiezan tentar el vestido— Es todo del estilo de ella y además el cinturón, es de pedrería pero casi puedo asegurar que es parte de la siguiente colección de joyería, mi abuelo me la enseño hace unos días y había muchos accesorios que irían perfectamente con el. 

—Si, Alina lo diseñó, fue una promesa que le hice hace muchos años y he aquí el resultado —les dio sus libros a las niñas y se alejaron unos centímetros de ella—, es una pieza original pero si va con muchos de los diseños que he visto a lo largo de muchos años.

Alina me las va a pagar, no debió hacerlo, diseñar ese vestido es como un acto de traición hacia mí, lo diseño a sabiendas de que iba lastimarme, si eso quería era mucho más práctico ir a mi casa y dispararme en el corazón; si tan solo me lo hubiera dicho antes yo hubiera tenido la oportunidad de…

Puta madre, no soy capaz, ¿qué hubiera hecho de haberlo sabido? ¿Proponerle que sea mi amante? ¿Pedirle que dejara a alguien que de seguro ama? Soy puto cobarde y nunca me hubiera atrevido a dejar a Marisela, solo cuando alguien me da el empuje lo hago y la posibilidad solo existe si fallo y no pretendo hacerlo, me case con mi esposa para todo lo que me queda de asquerosa vida y tengo que cumplir, por mi hija ahora, sin olvidar a mi madre y hermana, papá está tan cerca de la muerte que por él ya no tengo que preocuparme, ya le cumplí y me sale debiendo.

—Vanessa tenemos que irnos —Paola se levanta y se pone entre mis hijas y su hermana—, se hace tarde.

—Quedamos para comer cuando vuelva preciosas —les sonríe de una manera tan sincera que me calienta un poquito el corazón—, una vez más, siento mucho lo de tu madre, me encontraba en España cuando sucedió y no podía venir a darle un último adiós, pero quiero que sepas que por la amistad tan sincera que tuve con ella contarás conmigo siempre, cualquier cosa —aparta a su hermana y le pide con la mirada que por favor se comporte—, las dos, también le tengo mucho aprecio a Alina y… también a Alberto.

Se acerca a abrazar a Camila y después con mucha más timidez a Alexandra y les da un beso en la mejilla, después se viene hasta donde me encuentro parado como un poste y sus ojos están tan vacíos de emoción que me provoca querer caer de rodillas y suplicarle perdón, pero no lo haré frente a mi hija, la respeto y no haré eso.

—Niñas vayan al auto, las alcanzó en un minuto —ellas asienten y salen por la puerta que aún está abierta, escucho algunos de sus gritos de emoción y una pequeña sonrisa aparece en los labios de Vanessa, la misma que pierde una vez que recuerda que estoy frente a ella.

—Alexandra… —ya había olvidado que ese es el nombre que ella soñaba con ponerle a su hija—, hasta eso me quitaste.

—Vanessa por favor, solo quiero decirte que… quiero darte una… —levanta la mano para silenciarme.

—Una explicación, muchas gracias pero todo lo que pasó ya me lo contó con peras y manzanas Alina —como era de suponerse, sabía que no se quedaría con la boca cerrada—, ahora sal de mi casa, ya no vale la pena que hagas esto, ya no vale la pena ni recordarlo.

—Pero… yo —tengo que hacer el jodido intento, no soportaría que me odie de por vida— por favor dame cinco minutos, solo eso te pido.

No, te esperé por trece años, así que no me pidas más. No el día de mi boda. No cuando alguien que si me ama me espera —traga saliva para poder seguir hablando—. Hoy tengo un compromiso mucho más importante que revivir el pasado y nadie mejor que tú sabe de compromisos. Ahora lárgate.

Por Dios me está matando esta mujer que tanto amo y tanto me desprecia, puedo verlo en sus ojos, la manera en que me ve es tan carente de emoción, alguna vez creí que esa manera de mirar a las personas sólo le pertenecía a Paola, que nadie más que ella veía de esa manera que te hace sentir como una mierda andante, pero ahora que me observa así, me duele, me quema, me está lastimando, duele como el maldito infierno y no puedo hacer nada para remediarlo, no puedo hacer nada porque soy un puto pocos huevos, un cobarde, un estúpido idiota que no pudo retener lo que amaba, que permitió que la felicidad se le fuera como arena entre los dedos, todo por un jodido compromiso que sólo ha hecho felices a personas que desprecio.

—Por ahora lo haré —intente acercarme pero su guardaespaldas me lo impide.

—Eres un idiota Alberto —esa es Paola arrastrando a su hermana mayor tras de ella—, te acercas un puto centímetro más a mi hermana y te juro que voy a hacer hasta lo imposible para verte tras las rejas por acoso, voy a usar todo el poder que tenga a mi alcance para dejarte en un miserable hoyo. No amenazo en vano, un centímetro y te juro que tu vida se acaba.

Siempre supe que Paola me diría esto, que me haría esto pero nunca creí que Vanessa lo permitiría, creí que saldría en mi defensa pero solo se queda tras de su hermana.

—Está bien —levante las manos en señal de rendición, como siempre dándome por vencido, sólo en apariencia porque regresaré y lo haré una y otra vez hasta que me perdone—. Lo siento.

Crucé la puerta y quería correr, gritar y maldecir a cualquiera pero en lugar de eso me dirigí a la camioneta lentamente intentando reírme o por lo menos no parecer tan miserable, mi hija y mi sobrina no pueden saberlo, no deben saberlo, no ahora.

—Tío Alberto —susurra Camila—, ¿se desmayo por tu culpa?

—Si, la impresión fue demasiada y siempre ha tenido los nervios muy frágiles y han pasado quince largos años y yo solo le recuerdo a una época un tanto difícil en la vida —sospechan de mi, yo nunca fui un buen actor—, Camí estoy seguro de que hubiéramos obtenido la misma reacción de haberte visto primero a ti. 

—¿Nos vas a dejar ir a comer con ella en cuanto regrese? —pregunta Alexandra, algo rarísimo porque nunca me pide permiso para nada.

—Claro, Alina las acompañará y por mi no se preocupen, por tu madre si, ustedes decidirán si le dicen a Marisela o no —prefiero que ellas suelten la bomba, no les pasará nada.

En cambio si yo lo hago, temo no salir vivo, Marisela no siente celos de nadie, absolutamente nadie, ni tendría porque ella es Marisela Escalante, sin embargo esta es Vanessa Rocha el amor de mi miserable vida y eso la hace rabiar.

Voy en silencio mientras ellas hablan de algo, las dejo en casa de Alina, ellas tienen su propia llave y no les pasará nada. Al llegar a mi jaula de oro le indico al chófer que vaya por ellas y subo directamente a mi despacho y me encierro en el; destapó una botella de tequila, me hace daño y también es lo único que me pone hasta las manitas rápido, uno tras otro trago me quemó la garganta pongo música y me pongo a llorar con ella, rompo cosas y tiro mi anillo de matrimonio a la chimenea, lo saco después de unos segundos y grito y grito de dolor físico y emocional, tocan la puerta y por el ruido de la música no me deja escuchar quien es, canto y dejo que mi dolor fluya y que toda mi miseria se riegue por el despacho, quiero dejarme morir el día de hoy, sólo un día y ya mañana regresaré a ser yo, ya mañana no tendré nada.

—Alberto, Dios que es esa música y… —entra Marisela y al ver mi estado corre y se arrodilla a mi lado toma la mano que me queme y me mira horrorizada— ¿Qué te paso? Alberto, por favor reacciona tus manos, ¡María! ¡María ven rápido! Trae el botiquín de primeros auxilios.

María entra al despacho y se arrodilla al lado de Marisela sacando vendas y pomadas, las dos me limpian la mano y Marisela guarda mi anillo en la bolsa de su saco, le ordena a María que salga mientras se queda a mi lado, me mira muy enojada, en los quince años que llevamos de casados nunca había hecho un drama como este y no tengo ganas de explicarle, sólo quiero distraerme y olvidar que ella se va a casar, sólo quiero eso olvidar y Marisela tendrá que ayudarme. 

Sin pensarlo ni considéralo mucho me acerco a ella y la besó tan fuerte como quisiera hacerlo con otra persona, tan intenso y apasionado como hace muchos años no lo hacia, me aleja y me mira como si supiera lo que intento, como si supiera que la estoy utilizando pero necesito hacerlo, sólo quiero olvidarme de todo por un ratito, no pido más y no me lo merezco pero creo que me lo debe, la he hecho feliz sino fuera así hace años me hubieran apartado de su lado. 

—Marisela por favor —le suplico y se queda callada—, sólo por una vez déjame…

—Usarme… —dice y niego repetidamente.

—Amarte, solo déjame por una vez… —ella se levanta y me ayuda a hacer lo mismo.

Vamos a nuestra habitación y cierra la puerta con seguro, me desviste y me mete a la bañera, por un momento lo piensa, está considerando si entrar conmigo y cuando empieza a quitarse la ropa el alcohol hace que mi cuerpo reaccioné y la atraigo hacia mi, los dos estamos locos, los dos necesitamos cariño de vez en cuando y lamentó mucho que tenga que dárselo solo de esta manera. 

Gracias por seguir leyendo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top