44.- El frío que no miente

Voy a jugar a la novia perfecta. Está mañana me desperté muy temprano y Alina vino a mi departamento con el atuendo que me escogió, me lo enseñó hasta el final solo para que no me negara a usarlo. 

Obviamente no me hizo caso y parezco una muñeca, me puso un conjunto de falda y un suéter naranja, con todo respeto para mí hermana parezco maestra de kínder y pues no va conmigo pero es lo que me toca, tengo que hacer un esfuerzo por convivir con la familia de Fernando, sobre todo con Marisela que no sé con que intención me está invitando pero tengo la esperanza que no sea nada malo. 

Cuando estoy lista, Alina se va directa a casa de su madre y a los veinte minutos Fernando pasa por mi, esta vez viene por mi en una camioneta, acompañado por su puesto por su hija y sus escoltas, Camila también está cansada de ellos pero no nos queda de otra, yo nunca los voy a aceptar pero mi novio no me deja ir ni a la esquina sin el así que estamos en las mismas.

—Vamos —me dice Fernando ofreciéndome la mano para bajar de la camioneta—. Nos están esperando.

Eso me temo, el día del evento tenía controlada la situación porque había centenares de personas pero ahora solo están los más íntimos amigos de los Escalante, este es mi karma por burlarme de Vanessa cuando decía que tenía miedo de asistir a cualquier evento ahora. Ahora comprendo cuando decía que era difícil, pero a diferencia de ella, estoy lista para enfrentar cualquier prueba que me puedan tener.

Camila se adelanta y entra como lo que es, una parte importante de esta familia, mientras que yo me detengo en la escalinata principal, intentado asimilar lo que voy a hacer.   

—Fernando, solo júrame que no me vas a dejar sola con tu prima —las dos nos traemos unas ganas de matarnos que no sé siquiera como vamos a fingir que nos soportamos. 

—Paola sabes que eso es imposible —me dice sonriendo—, en algún momento tendré que ir al baño. 

—Fernando no estoy jugando, ¿me entiendes? —creo que si quiere un espectáculo— No soy Vanessa, al primer intento de humillación me largo y no vuelvo a poner un pie en esta o en ninguna casa que les pertenezca a los Escalante.

—Está bien, sólo estaremos aquí un rato —solo dos horas, eso fue lo que me prometió, una vez que se acabe el desayuno nos retiramos a trabajar, o ese es el pretexto—. Además, el desayuno es una fachada, estamos aquí porque papá te tiene una sorpresa.

—¿Tu padre? —eso si que es una sorpresa. 

No es que tenga mala relación con el mayor de los Escalante pero nunca hemos hablado mucho, al igual que su nieta me agradeció por ayudar a su hijo a recuperarse y no fue muy cálido en esta ocasión, además desde que sabe la verdad ha estado más distante, así que no tengo la menor idea de cómo es que me tiene una sorpresa preparada y más en un día como éste, que le pertenece a Marisela.

—Verás que es una buena —no lo dudo, estos hombres están llenos de sorpresas, algunos como mi Fernando buenas y otros como Octavio terribles. 

Aprieto su mano con más fuerza y seguimos adelante, entro a la mansión de los Quintana. Nunca imagine que me iban a dejar entrar y hacerlo del brazo de Fernando es todavía más alucinante. 

Como en aquella ocasión las personas que nos ven pasar sonríen, algunas aún se ven sorprendidas y no les pongo mucha atención, me concentró en no perder la sonrisa y caminar con la cabeza en alto, todo eso hasta llegar al jardín, en donde los meseros van de un lado a otro preparando la mesa, otros más están colocando correctamente los regalos para que no se caigan, mientras los veo me doy cuenta de que no traje nada. 

—No traje regalo —le susurró sin soltarlo.

—Claro que sí —me dice señalando un montón de paquetes que lleva uno de los escoltas de Camila—. Está a nombre de los dos.

—Esto de a nombre de los dos no me gusta —no me gusta que haga cosas en mi nombre—, yo puedo comprar algo decente para el niño por mi misma.

Me pagan muy bien, en estos meses no sólo me he dedicado exclusivamente al caso de Octavio, había días en los que no hacía nada y por eso hice que me dieran unos cuantos casos fáciles y mis buenas comisiones me gane, además tengo mis clientes particulares. 

—No sabemos si será niño —veo a mi alrededor y en lugar de decorar con colores neutros todo es azul cielo—. Marisela cree que así será y por eso todo está listo para recibir a Jerónimo Quintana Escalante.

—Así es —esa bendita voz, sólo me irrita—. Todo está listo para recibir a mi hijo.

Nos damos al vuelta y me encuentro frente a la gran señora Marisela Escalante, está mañana trae un vestido blanco, la hija de perra se ve muy bonita a pesar de sus ocho meses de embarazo.

—Marisela antes de ponerle nombre y preparar todo para un niño debiste confírmarlo —le dice Fernando soltando mi mano para darle un abrazo, yo no lo voy a hacer, no me importa quedar mal enfrente de todos—. ¿Por qué eres tan terca? 

Es la primera vez que puedo verlos juntos y analizarlos porque la primera vez yo solo quería jalarle las greñas a Marisela, se parecen, los tienen mismos ojos y el color de cabello es parecido, si acaso el de Fernando es un poco más castaño.

—Yo sé mi cuento —le dice mirándome por encima de su hombro, está resistiendo las ganas de correrme de aquí—. En un momento se sirve el desayuno así que tomen asiento por favor.

—No tan rápido —una sensación de frío me recorre la espalda y entiendo porque cuando un hombre se para al lado de Marisela—. Tu tío Fernando está en el despacho con todos los socios, nos están esperando.

—Claro que veremos ese asunto primero —regresa conmigo y me abraza por la cintura—, pero antes, tío Octavio te presento a mi novia, Paola Rocha. 

Hago un esfuerzo sobrehumano para sonreír pero cuando el lo hace siento más frío e intento retroceder, él lo nota, toma mi mano y la besa.

—Un gusto señorita —no, claro que no, sabe quién soy y no le da gusto—. Hija vamos, tienes que estar presente, tu marido ya está esperándote.

Le da el brazo y se van juntos, la maldad misma va directo a una junta para tramar quien sabe que cosa. 

—Te espero aquí —le digo a Fernando cuando su tío está lejos—, iré con Alina.

—Vienes conmigo —me dice jalándome con él—. Tu presencia es vital para este asunto. 

No me gusta que me lleve a arreglar asuntos que obviamente no me competen, debe ser algo que tiene sus ver con las empresas Quintana, o con el despacho porque vi a todos los socios llegar, lo sigo a regañadientes y vamos al despacho del padre de Alberto, como predije están todos los socios aquí, entramos y hay una mesa preparada, es como si fuera una sala de juntas, tomo el lugar que Fernando me indica a su lado y cuando estamos listos el primero en hablar es Octavio. 

—Dinos Fernando —dice con la voz gélida—, ¿cuál es el propósito de esta junta? No es lo apropiado en una mañana como está, el día de la fiesta de mi nieto.

—Sabemos que los mejores tratos no se cierran en una oficina hermano y este día quiero presentarles a la nueva socia del despacho Escalante —solo somos cinco mujeres aquí y todas son socias menos yo así que debe hablar de mi—, la señorita Paola Rocha. 

Esa es la sorpresa que menos me esperaba, ser socia de ese despacho sería algo muy importante en mi carrera pero no puedo aceptar, no así, en esta casa y sin haberlo pensado. 

—Fernando, ¿no te parece que es demasiado pronto? —claro que no iba a estar de acuerdo— Aún no está casada con mi sobrino —solo así podría ser digna, pero si fuera su mujer no lo aceptaría.

—Tú y tus costumbres del siglo pasado Octavio —se nota de lejos que es un machista misógino asqueroso—.  Ella no será socia por qué se vaya a casar con mi hijo —viene hasta donde me encuentro sentada y me ayuda a ponerme de pie para llevarme a la cabecera de la mesa—. Decidí desde hace tiempo que sería mi socia, como saben todos deben estar de acuerdo y mis colegas ya estaban enterados, todos están se acuerdo. Solo faltan los socios accionistas y son ustedes.

Alberto, Marisela y Octavio, se miran entre si y no creo que compartan opiniones.

—Yo estoy de acuerdo —contesta Alberto con una sonrisa.

—¿Hija? —le pregunta su padre a Marisela.

—De acuerdo —contesta con sin muchos ánimos.  

—Tío —le llama Fernando—, sólo faltas tú.

—De acuerdo —esta acorralado, no le queda más. 

—Perfecto, Paola solo tienes que firmar estos papeles, el señor Arizmendi —lo señala y me pasan un carpeta abierta con los documentos necesarios— es un notario certificado así que no tienes que preocuparte linda. Una firma y estará hecho.

He visto a personas condenarse por una simple firma. No fue justo que decidieran esto por mi, les agradezco por la confianza pero tenía que pensarlo, tenía que decidirlo por mi. Tengo mis propios sueños y no sé ven truncados pero tampoco son como lo imagino, yo no estoy para ataduras y está es la más grande.

Cuando Fernando ve que estoy dudando mucho se levanta y viene a mi lado.

—Sé que no te sientes cómoda pero está vez tienes que firmar frente a todos —me susurra Fernando al oído, justo lo que necesito para hacerlo más incómodo—. No te preocupes, yo mismo lo redacte y no hay porque desconfiar.

—Esto es demasiado —para los meses que llevó trabajando con ellos algunos dirían que no es justo, Kate se merece más esto. 

—Paola eres muy buena en lo que haces —me dice su padre—. Eres una persona valiosa para todos nosotros y por eso yo tomé la decisión, fue mía y de nadie más. 

Cuándo un abogado con su renombre te dice esto es imposible resistirse. Propuestas como esta no llegan dos veces en la vida y tengo que hacerlo, tengo que tomarla, aunque primero voy a checar el contrato, no voy a dejar que me vean la cara de tonta.

Lo leo a conciencia, cada detalle y cada cláusula, está bien. Al terminar tomo la pluma, respiró vuelvo a mirar a todos y entonces al ver la cara de hastío de Octavio me decido y firmo. Quizá me condene o quizás ellos lo hagan. 

Como siempre después de eso, hacen entrar a un camarógrafo y me piden que de una entrevista, a lo cual me niego, ya no necesito llamar más la atención, Marisela debe estar odiándome más porque retrasé el desayuno. 

—Pasemos al jardín por favor —dice saliendo con sus invitados, mi novio se queda dentro con su padre y Alberto, ellos tienen que arreglar los papeles para devolverle la empresa a Alberto y yo me voy para no seguir escuchando cosas que seguro son muy privadas. 

Camino hasta el jardín y antes de salir me encuentro con Alina, le platico la razón por la cual tardamos tanto y me felicita por mi nuevo puesto, también me busca el anillo de compromiso por todos lados pero no lo tengo, Fernando no tiene ni de cerca intenciones de casarse conmigo así que no debería de hacer esas suposiciones. 

Vamos camino al jardín cuando alguien se atraviesa en mi camino, el frío vuelve, Octavio Escalante nos detiene y no está feliz. 

—Querida Alina, déjame hablar un momento a solas con la señorita Rocha —me mira esperando una confirmación la cual le doy, que no crea que me da miedo, si me aterroriza pero no le daré el gusto.

—Adelante, estaré bien —solo se aleja y va en dirección al despacho, va por refuerzos—. ¿En qué le puedo ayudar señor Escalante?

—Mucho cuidado —este hijo de perra va a intentar amenazarme—. Si esto es una venganza por lo de tu hermana y estás tratando de desquitarme con mi sobrino me las vas a pagar muy caro.

Ya quisiera que fuera así, le encantaría ponerme las manos encima pero no se lo voy a permitir, y creo que Fernando tampoco lo dejaría. 

—No, yo amo a Fernando con todo mi corazón y créame cuando le digo que me resistí, precisamente por mi hermana, pero ella me pidió que dejara el rencor de lado, porque a diferencia de ustedes ella tiene un corazón tan grande que ya los perdono —pero yo no y por eso estoy ayudando para que tenga su merecido—. A todos y todo cae por su propio peso, no necesitamos de una venganza porque tanto Alberto como su hija están pagando por el dolor de mi hermana, por lo que veo a un precio bastante alto.

—¿Qué está pasando aquí? —mi salvador muy a mi pesar es Alberto.

—Nada, sólo felicito a la licenciada Rocha por su nuevo puesto en el despacho —se da la vuelta y regresa por donde salió.

—¿Estás bien? —me pregunta cuando ese monstruo está lejos. 

—Claro, es solo que… —no quiero pero es el único que podría entenderme— Hay cosas que no podemos explicar, como Vanessa y sus presentimientos, mi abuela solía decir que el frío no miente, que pese a que yo no tengo el mismo don que mi hermana siempre tendré una manera de averiguar las cosas y en la vida solo he sentido esto en pocas ocasiones —la mayoría cuando trato con criminales— y lo sentí cuando mire a tu suegro a los ojos.

—Miedo —el también lo siente y por eso lo acepto—. Es lo que siempre dice Vanessa pero si ella no lo siente aún quiere decir que no está cerca. 

—Así es —y ojalá no lo sienta nunca—. No le digas esto a Fernando, no quiero que se preocupe.

El pobre ya tiene suficiente con vigilarme noche y día; además está muy paranoico con el tema de Luisana, porque pese a que encontramos nada raro en las investigaciones ya no confía en su tío. Yo tampoco y hoy acepto convertirme en socia es porque algo está preparando para qué no me quedé por mucho tiempo. Me odia, eso también lo vi en sus ojos, no es capaz ocultarlo.

Solo espero que si algo me pasa, Fernando este protegido, a él no le puede hacer más daño.

Unos minutos después me encuentro con Fernando en el jardín y está vez estamos listos para el desayuno, nos sirven y tal como lo imagine está dispuesto a modo de que solo si sabes comer con cubiertos descifraras para que es cada tenedor, para mala suerte de la madre de Alberto yo sé hacerlo, aprendí con mi hermana.

Al terminar no podemos escapar porque todo el día será de fiesta, hay mucho que celebrar. No me separó de Fernando es la única manera en la que no me voy a venir abajo ya que de pronto llegan un montón de camarógrafos y empieza una tortura para mí.

Me toman fotos con Fernando, con Camila y al final con la familia del momento, me pidieron una sola con Marisela y al unísono nos negamos, que no empiecen a creer que nos llevamos bien. 

—Listo, es todo —nos dice el camarógrafo y yo voy hasta la mesa más cercana para tomar otra copa de mimosa, sólo así aguantaré más este teatrito.

—Gracias Romina —le dice Marisela y después va a checar las fotos, seguro no las publican pero la mujer esa se queda ahí, va directo a mi novio y la cara de estúpida que trae no me agrada para nada—. Fernando, ¿hace cuánto no te veía?

Me quedo atrás observando, quiero saber que es lo que va a hacer Fernandito con esa zorra.

—Desde el evento de beneficencia —contesta indiferente. 

—Pero te desapareciste —conmigo para su mala suerte—, ya ni siquiera pude saludarte como es debido.

—Si bueno, mi novia y yo teníamos cosas más importantes que hacer —voltea a verme y me extiende la mano para que se la tomé y claro que lo hago—, ¿verdad cariño?

—Por supuesto que sí amor —no soy de hacer esto pero no me queda de otra, tengo que marcar territorio—. Y fueron bastantes interesantes —extiendo mi mano para saludarla—. Paola Rocha. 

—Romina Santos —estrecha mi mano un poco fuerte pero se la paso para no armar un escándalo—, un gusto. 

—Mejor ven conmigo quiero que me tomes unas fotos con mi papá —se la lleva Marisela antes de que algo peor pase, sabe lo que le conviene.  

—¿Quién es esa vieja? —le pregunto abrazándolo porque aún nos está mirando.

—Ya te dijo su nombre amorcito —que gracioso.

—No estoy jugando —le respondo con menos dulzura—, dime la verdad, ¿quién es y por qué se te anda resbalando?

—Es la mejor amiga de Marisela —debí suponerlo— y es juego entre nosotros.

—Entonces yo voy a jugar con Ramiro —me separó de él y voy por mi teléfono para llamarlo.

—Ya, era una broma —me lo quita de las manos y lo bloquea para guardarlo en el bolsillo de su pantalón—. No se te ocurra ir con él porque entonces lo siguiente que pasará es que tendrás que visitarlo en el hospital.

Estoy segura de a Ramiro no le importaría con tal de darle en la madre a Fernando. 

—Entonces ven a jugar conmigo —de nuevo me abraza—. En esta casa seguro hay muchas habitaciones. 

Las hay y creo que nunca jugamos mejor. Fue la mejor manera de celebrar nuestra sociedad. 


Gracias por seguir leyendo.

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