36.- Uno pone, Dios dispone y el diablo lo descompone

Paola da vueltas por toda mi habitación, muerde sus uñas y cuando por fin logra calmarse un momento se sienta a mi lado en la cama, me mira esperando que cambie de opinión pero no lo haré. Sé que su padre quiere verme y yo no soy un cobarde que se esconde y Paola tampoco es una cobarde solo que no quiere dar explicaciones, no quiere que la juzguen por estar conmigo y no tendrían porque, como lo dijo una vez, los dos somos completamente libres, sin ninguna atadura a cuestas. 

—Podemos cenar en cualquier otro sitio —me dice abrazándome—, Antonio me recomendó un lugar español buenísimo o podemos ir a Madero, conozco una terraza divina.

No me va a convencer porque ya conozco toda la avenida Madero de memoria y la paella y yo no somos muy amigos, además quiero ir con sus padres porque parece que aún no le queda claro que yo voy muy enserio con ella. Una vez que podamos resolver todos los pendientes que tenemos me voy a sentar a hablar con ella de nuestro futuro, ya que aunque mi padre está muy afectado con el tema de mi tío Octavio sigue insistiendo en que Paola sea socia del despacho, por supuesto que le dejé bien claro que será sin ataduras de por medio. Será socia del despacho solo si ella quiere serlo, no por ser mi futura esposa.

—Me encanta como cocina tu madre —mi mamá, lo poco que recuerdo de ella no cocinaba muy bien, dejaba que los sirvientes lo hicieran todo y Luisana, ella cocinaba muy mal pero con amor—, y a Camila le vendrá bien probar cosas distintas.

La realidad es que debería ir solo pero llevando a mi hija la uso un poco como escudo, está mal pero sé que con ella evitaremos tratar el tema de Alberto lo más posible. Está noche solo quiero que hablemos de Paola y de mi, sin tomar en cuenta los errores que otros cometieron. Por otra parte no quiero dejarla sola, es mi hija y ya basta de alejarla, no puedo perder tiempo que probablemente no tengo, cuando llegue el momento se irá de viaje y no sé cuánto tiempo estaremos separados, quién sabe si la vuelva a ver, no quiero que me recuerde como el hombre triste que era. 

—Bueno si le gustaron mis chilaquiles amará la comida que mamá haga el día de hoy —un poco picositos pero muy ricos—, es que no quiero que hables con mi padre, ¿qué caso tiene? Tengo treinta y dos años, estoy lo suficientemente grande para pedirle permiso para salir con alguien.

—Solo quiere asegurarse que te voy a tratar bien —sino llegará a hacerlo solo puedo imaginarme como me va a ir.

La venganza perfecta para ella sería ir con Ramiro Lazcano, eso sería la única cosa que me dolería, si ella está a su lado yo estoy completamente perdido, mi despacho, mi vida y todo lo demás que depende de nuestra relación caería en picada.

—Lo haces y se lo he dicho por semanas, es solo que… —suspira y se levanta de mi lado y va a mirar por la ventana— sigue molesto por lo de Alberto, sigue creyendo que todos, excepto Antonio son perfectos.

—Pues parece serlo —no tiene nada de malo, yo lo investigue y después de lo que encontré podríamos beatificarlo en cualquier momento—, ¿nunca ha hecho mal en su vida?

—No lo sé —era una pregunta retórica—, y no me importa si hace feliz a mi hermana.

—No te has puesto a pensar que ella sería más feliz con… —hay que tantear el terreno para Betito.

—No lo digas —mejor que lo tantee el sólo—, sólo déjalo, no voy a pelear contigo como con Alina —mi prima ha estado bastante triste los últimos días, según me platico cuando hable con ella tuvo algún problema con Vanessa y ella dice que está vez estará difícil resolverlo—. Alberto tuvo su oportunidad y la dejo pasar, si él hubiese dicho algo, yo lo defendería pero ya no puedo y a estás alturas del partido ya nadie puede hacer nada para separarlos, su relación es más fuerte que nunca.

—¿Por una casa? —bueno no es cualquier casa, se lució el gachupín, como le dice Alberto.

—Te lo diré pero promete que nadie más se va a enterar —regresa a sentarse a mi lado—. Vanessa está embarazada. 

Ahora sí ya valió madres. Alberto estará destrozado cuando se enteré y no me importa que después lo vea cómo una traición de mi parte yo no le diré nada, me dan ganas incluso de detener los trámites de su divorcio pero no lo haré, no puede seguir lastimando a Marisela y a sus hijos, ella no querrá volver a vernos cuando todo salga a luz y no puedo permitir que los niños se queden a merced de mi tío, si mi prima me demuestra que es capaz de cualquier cosa por sus hijos entonces se quedarán con ella —ya que el bebé la va a necesitar—, con Alberto solo si me da confianza, y en caso de que ninguno de las dos pueda mi tía Priscila será la mejor opción para cuidarlos. En medio de su dolor la madre de Alberto tendrá que seguir viendo por su familia y sé perfectamente que es capaz de cualquier cosa por ellos, la misma Vanessa lo puede confirmar. En cuanto a ella la seguirán vigilando, mi paranoia desde que vi los reportes de las empresas Montoya creció de manera inconmensurable. No quiero creerlo pero todo apunta a que la muerte de mi esposa fue planeada para poder tener acceso a esas empresas y si es así mi tío Octavio tal vez no llegara con las autoridades porque yo lo mataré, así que más le vale que no haya tenido nada que ver. 

—Que alegría —le respondo finalmente. 

—Avísale a tu cara —me dice tajantemente, claro que a ella si le da gusto, es su hermana y a mí también muy en el fondo, Vanessa merece ser feliz. 

—Es solo que me descolocó pero si me alegra —porque un hijo con la persona que amas es de las mejores bendiciones que la vida nos puede mandar—, siempre quiso una familia, solíamos bromear acerca de nuestros hijos yendo a las mismas escuelas, jugando juntos y si era posible hasta enamorándose.

Pero las cosas se complicaron y ahora en nuestras hijas son primas de sangre y todo es muy diferente a como lo soñamos una vez, todo es completamente diferente, hay personas que ya no están entre nosotros y hay personas nuevas, que aunque sean muy buenas siguen sin ser parte de la vida que imaginamos.  

—Pues en otra vida quizá porque dudo que tu hija no creo que quiera casarse con alguien menor que ella por dieciséis años —ella amará a quien desee y yo no me opondría nunca si eso la hace feliz.  

—Tu eres seis años menor que yo —que no se nota mucho la diferencia, me mantengo bien conservado.

—Pero he vivido de manera intensa, sin detenerme ni un minuto —como quisiera que la vida se siguiera yendo rápido para salir del bache en el que nos encontramos—, así que tengo las anécdotas de personas mayores que yo.

—Y las que nos faltan por vivir juntos —me acerco para besarla y me jala para que terminemos encima de la cama.

Me vuelve loco cada parte de ella, sus labios, su cuerpo, su inteligencia, su perspicacia, su bondad, la empatía que muestra con las personas que quiere y definitivamente lo que hizo el día de hoy me terminó de enamorar. Vino a asegurarse que no me hundiera y lo más importante, impidió que mi hija lo hiciera. Ojalá el momento durará para siempre pero unos toques en mi puerta hacen que se separe bruscamente de mi. Se levanta para abrir la puerta y es mi hija con lo que prometió. Sabía que si la dejaba ir a su casa para cambiarse de ropa no saldría de ahí y por eso le pedí de favor a Camila que le prestará algo, conserva algunas cosas de su madre y que mejor que las utilicen.

—Gracias y salimos en veinte minutos para irnos —le dice y cierra la puerta, nada feliz se acerca a mi para mostrarme que es lo que mi hija decidió prestarle y los dos estallamos en risa al mismo tiempo. Un vestido rosa y una chaqueta de mezclilla que seguro es de mi hija.

—Esa obsesión con los vestidos rosas es absurda —ahora si voy a parecer asalta cunas, sin duda se verá mucho más joven de lo que es.

—Póntelo que se hace tarde —le sonrió y yo voy a mi baño para asegurarme de que vamos a salir en los veinte minutos que prometió.

Nos hicimos media hora porque Camila no sabía que ponerse y Paola tuvo que entrar a su habitación y decirle que sólo era una simple cena, que cualquier cosa que usará estaría bien. Yo conduje el auto de Paola, no quiero que se escape, tenemos que enfrentar a sus padres tarde o temprano. Al llegar a su casa, como siempre Vanessa ya está en la entrada con su marido, yo no le veo nada nuevo pero si está más feliz que de costumbre. 

—Camila —viene hasta ella y le da un abrazo—, linda que gusto verte. 

—También es un gusto Vanessa —que bueno que se lleven bien, definitivamente es el tipo de persona que quiero en la vida de mi hija, le puede enseñar muchas cosas buenas.

Me saluda y cuando nota que me le quedó viendo a su vientre se da cuenta que Paola me ha dicho y me advierte que no le diga nada a sus padres, esperarán hasta Navidad para darles la noticia junto a sus suegros, me invita pero eso aún no lo resuelvo, creo que Paola entenderá que mi familia me necesita. Mis hermanos me necesitan.

Entramos y me siento ansioso, cuando llegamos a la sala mi futuro suegro se levanta y viene a saludar, primero a sus hijas, luego a Antonio y por último se acerca a mi, primero ve a mi hija y la mirada se le suaviza un poco.

—Licenciado Escalante —estrecha mi mano y luego enfoca su vista en mi hija— y está jovencita tan preciosa debe ser tu hija —ella le sonríe y también estrecha su mano.

—Lo es, mi hija Camila —la abrazo, de ahora en adelante siempre estará a mi lado.

—Señorita hay alguien que estará encantada de conocerte —se va a la cocina y sale con su esposa, de ver a mi hija dos lágrimas salen de sus ojos, siempre supe que la familia de mi Luisana y la de Paola tenían una estrecha amistad pero al ver la reacción de la señora Paulina me queda claro que eran muy unidos.

—Por dios, puedo abrazarte —mi hija asiente y va con a su lado—. Eres igual a ella. 

—Mamá, por favor no le hagas sentir mal —Vanessa va a quitársela de los brazos e intenta que el ambiente se relajé.

—Pues ya que estamos todos pueden dejarnos a solas, tengo que hablar con el licenciado Escalante —todos ven al señor Julio y después a mi.

—Papá cuántas veces te tengo… —no puedo creer que con solo una mirada este hombre silencie a Paola.

—Y yo siempre seré tu padre —le responde apretando una de sus mejillas—, mejor lleven a Camila a ver los álbumes que tenemos, hay muchas fotografías de tu madre —claro, me lleva hasta la sala, me aparta para meterme miedo pero no lo tengo, todo esto es fácil porque mis intenciones son buenas, no tengo absolutamente nada que esconder—. Tome asiento por favor. 

Lo hago y entonces se sienta delante de mi, me analiza pero no va a encontrar nada malo. 

—A ver Fernando dime, ¿qué es lo que quieres de mi hija? —sencillo para ser la primera pregunta. 

—La quiero simplemente a ella —ojala me crea porque es la verdad.

—¿Y tú esposa? —trago saliva y agachó un momento la mirada, hoy no es un buen día para hablar de ella.

—Muerta desde hace diez años —me duele pero tengo que empezar a asimilarlo—. Y sé que como la ame no amaré a su hija, siendo sincero la amo de una manera distinta, ella me saco del hoyo en el que me estaba consumiendo y eso se voy a agradecer todo lo que me reste de vida.

—Agradecimiento y amor no son lo mismo —bien jugado—. Fernando la primera vez que te presentaste en mi casa fue porque estabas trabajando con mi hija, lo entiendo es una abogada brillante, pero contéstame una cosa, ¿sueles involucrarte sentimentalmente con todas tus empleadas?

Mi lugar de trabajo siempre lo respete y también a todas mi colaboradoras así que no, hubo muchas pero ninguna que pudiera aparecerse en mi vida al día siguiente.

—Por supuesto que no, la primera vez que vine solo quería eso, quería contratar a su hija, ella estaba empeñada en ir contra nosotros y tuve que hacer el esfuerzo por traerla a mi despacho para no perder nuestro prestigio —hace meses creí que podía resistirme y no fue así, asumo las consecuencias de ello—. Cuando acepto quedarse en mi despacho fue cuando le hable de lo que sentía, porque la quiero. Sé que puede creer que voy a utilizarla pero no es así —lo siento Alberto, en donde quiera que estés—. Sé que usted tiene miedo por lo que paso con Vanessa y le reitero mis disculpas a nombre de mi hermano, él está viviendo su vida y su hija la suya y la vive muy bien, no justifica pero creo que debería dejarlo ir.

—Usted es padre y sabe que lo que les hagan nunca dejara de dolernos —por fortuna aún no me enfrento a esas experiencias y pobre del estúpido que se atreva a lastimar a mi hija.

—Eso es cierto —no puedo hacerlo cambiar de opinión porque en parte tiene razón, los hijos son sagrados—. Solo tengo que pedirle que no me mida con la misma vara que a Alberto, lo considero mi hermano pero somos dos cosas distintas —de él aprendí que la verdad es siempre mejor, por más dolorosa que sea Vanessa la hubiese preferido—. Mis intenciones son las mejores, y sí, en los últimos años me hice una fama de mujeriego que es imposible ocultar, no puedo cambiar mi pasado pero puedo cambiar el hombre que soy para merecer a su hija; y puede que no sea pronto porque ahora tenemos unos cuantos casos bastante complicados que nos llevarán algún tiempo resolver, así que no sé cuánto tiempo pero le juro que mi intención es casarme con ella.

Listo, lo he dicho. La quiero lo suficiente como para pasar el resto de mi vida a su lado. Simplemente lo tiene todo. Es perfecta como ninguna mujer lo podrá ser nunca.   

—Pues ya lo veremos, mi hija no creo que aún esté lista para el matrimonio—dice después de un largo suspiro—. Uno pone, Dios dispone y el diablo lo descompone y si usted llega a hacerle algo a mi hija se las verá con ella y al final conmigo —me da más miedo ella—. Otra razón por la cual le creo es porque su hija está aquí y si la trae es porque no está jugando. Vamos a cenar y está casa está abierta para usted cada que quiera. 

—Gracias —y terminamos, suspiro y me abraza, sin duda voy a tener que luchar para ganarme su cariño y más si tengo que competir contra la perfección hecha persona. 

Salimos de la sala y va de nuevo con mi hija y su esposa, si se pusieron a ver los álbumes que tienen, no me acerco porque es suficiente de ella por hoy. Si estuviera viva nos encontraríamos de viaje quizá, en un restaurante o simplemente en casa con los muchos niños que queríamos tener, pero no está aquí y me toca acostumbrarme. No estoy completamente solo, si estoy muy triste pero tengo que ocultarlo para no regar la miseria, no cuando acabo de confesarle mis intenciones al padre de la mujer que quiero. La mujer que hace mis días menos triste. Voy hasta donde se encuentra parada mirando la misma escena que yo, la abrazo por detrás y le doy un beso en la cabeza y la escuchó sonreír. 

—¿Cómo te fue? —me pregunta, no me aparta lo cual me alegra, ya nada es un secreto para nadie. 

—Bien —o por lo menos eso creo—. No era tan difícil —el secreto siempre está en decir la verdad, se gira para mirarme y sonríe con más ganas.

—Si lo fue, estás muy pálido —siempre que se me sube la adrenalina pasa eso, y yo que creí que hoy solo estaría encerrado bebiendo como poseso.

—Es que hace años que no me enfrentaba a un padre —a nadie en realidad, siempre me llegan las cosas fáciles y por eso me gusto Paola, le dio emoción a mis días—, y el de Luisana no me trató tan duramente.

—Ellos eran muy dulces —sus ojos brillan menos al recordar—, toda su familia —me sorprende como es de caprichoso el destino, nos hace pasar por tanto y siempre nos lleva directo a las mismas personas, a las que son correctas—. Vamos a con Camila o mi madre la hará llorar.

Le creo, la señora Paulina no ha dejado de lagrimear, quizá hice un poco de mal en traerla, mi hija no disfruta de las comparaciones con su madre y es normal, pero tiene que enfrentarlo algún día y que me mejor que lo haga con personas que amaron a su madre.

—¿Está noche te quedarías con nosotros? —no quiero entrar en depresión una vez que se vaya— Conmigo, sólo a dormir —que si quiere hacer otra cosa no me opongo.

—Con dos condiciones —ojala no me pida dormir en el sillón—, la primera no más ropa de Luisana, me iré temprano a mi departamento para cambiarme y la segunda, cada quieras entrar a mi oficina tocaras alguna de las dos puertas.

La segunda me costará porque el propósito de tener dos puertas es precisamente para hacer mi voluntad y ahora me hará respetar su privacidad.

—Está hecho, yo te presto una pijama, o podemos dormir sin ropa —su hermana y esposo pasan a nuestro lado solo nos sonríen.

Definitivamente puedo acostumbrarme. Algún día, ojalá no muy lejano está será mi realidad.


Gracias por seguir leyendo.

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