35.- La sombra de su amor
Hoy tengo un día bastante complicado y como no tenemos ningún avance en la investigación de Octavio decidí ayudarle a Kate con el caso de Angélica; lo que más me preocupa es el asunto del niño, Alberto nos dijo personalmente que en caso de comprobar lo peor —ya que el silencio de Angélica solo nos lleva al mismo terrible pensamiento— el adoptará a Aarón así que ya tenemos los papeles listos. Tengo la certeza de que le otorgarán la custodia de inmediato, y hasta ahí termina mi trabajo, el como le dirá a su esposa se lo dejo a él.
—Estela necesito copias urgentes de estos documentos —le digo cuando entra a mi oficina seguida de Marta, me gusta que ellas solo entren cuando las llamo ya que Fernando acostumbra visitarme frecuentemente para ver si necesito o sólo para estar de encimoso—, por favor mucho cuidado con estos papeles, todo tiene que ser absolutamente confidencial, lo que veas guárdalo solo para ti —y como siempre están en el chisme también le haré la advertencia—. Supongo Marta que Fernando te ha puesto al tanto de este caso y tienes que ser en extremo cuidadosa, por favor y por su propio bien.
Ambas asienten y Estela se va a sacar las copias, en ocasiones creo que soy un poco dura pero así me tengo que ver, no puedo permitir que sigan pensando que estoy aquí solo porque soy la novia de Fernando; yo nunca le dije que sí pero la información en este despacho es como la pólvora, se riega y una vez que se enciende da lugar a una explosión que todos notan y el licenciado Escalante pasa más tiempo en mi oficina que en la suya. Estoy apunto de mandar a traer un cerrajero para que cambie la chapa de la puerta que conecta nuestras oficinas, ya no puede seguir entrando cada tres minutos, así menos avanzará la investigación.
Estela regresa con mis copias y cuando entra la veo preocupada, me entrega mis documentos y mientras los reviso se queda mirándome inquieta.
—Licenciada Rocha alguien quiere verla —espero no sea el padre de Fernando, desde que se enteró de la verdad no anda para nada feliz—. Es la señorita Camila.
Eso es todavía peor, ella debe saberlo todo pero no significa que yo quiera hablarlo, no deseo de ninguna manera saber si me odia, aunque algún día tendré que hacerlo, así que al mal paso darle prisa.
—Hazla pasar —mi secretaria sale y de inmediato entra mi mayor temor, se parece tanto a Luisana cuando era joven que no puedo evitar sentirme triste de solo verla, siempre entendí a Fernando en este asunto—. Camila, siéntate y dime, ¿qué es lo que necesitas? Si está en mis posibilidades te lo proporcionaré de inmediato.
—No me hable como si no supiera a que he venido —responde con un ligero tono de arrogancia, claro, está acostumbrada a hacer su voluntad y aquí conmigo por más hija de su padre que sea eso no va.
—Entiendo que es por tu padre —algo así tarde o temprano iba a pasar y antes de que me siga emocionando vamos a terminar con esto—. No pienso ser un problema para ti y si quieres que lo deje yo no tengo oposición, está misma tarde…
—¡No! —me dice de pronto y la escuché… ¿asustada?—. Creo que no supe expresarme, vine a agradecerle —por ahí debió empezar, me saca un susto de en balde—, está más feliz y me temo que eso puede acabarse pronto.
—Ahora sí no te entiendo —su madre le daba también muchas vueltas a todo—. ¿Le pasa algo?
—¿Sabe que día es mañana? —niego, que yo sepa mañana es solo treinta de noviembre y para mi no es más que otro simple día, no celebro muchas cosas— Entiendo y no tendría porque, mañana sería el aniversario número dieciséis del matrimonio de mis padres y él tiende a encerrarse en su despacho y no sale hasta que mi tío Alberto cree que está muerto —que idiota e insensible debí verme—. Después de estas semanas sería un gran retroceso para él, ¿no lo cree?
Yo sabía que un día de estos iba llegar. Un día en el cual el Fernando fuera consumido por sus recuerdos, en el que se olvidaría de mi, de su hija. Un día en el cual se encerrará y dejara a todo el mundo fuera de alcancé. Un día sólo para descargar su dolor. Yo lo sabía, lo estaba esperando y ahora ya llegó; sigo sin estar preparada para ayudarlo, si Camila tiene idea de cómo puedo hacerlo los ayudaré a ambos. Lo haré porque deseo salir de la sombra de su amor, de la sombra de Luisana.
—Te ayudaré en lo que me pidas —me levanto de mi escritorio para sentarme frente a ella y tomo una de sus manos, no quiero hostilidad entre nosotras, eso ayudaría más a Fernando—, ¿cuál es tu plan?
La habilidad de Fernando para hacer planes se la ha heredado a su hija. Nunca imaginé que fuera tan madura, también me sorprende que sea tan consciente el dolor de su padre y que quiera ayudarlo a salir adelante, no para ella sino por él, porque le preocupa y yo no voy ayudarla por Fernando, lo hago por ella, perdió su madre siendo una niña y también necesita mucho cariño, que por más que Marisela quiera enmendar haciéndola a su imagen y semejanza no le ayudará, ella necesita amor, no aprender a ser soberbia.
El plan era supuestamente ir a desayunar todos juntos pero creo que quedarse en casa será mejor, además primero tengo que ver a Fernando, saber cómo está y encararlo, decirle que ya basta de seguir hundiéndose cada que uno de estos días llegué. Si todo sale bien yo les prepararé el desayuno. Son las ocho de la mañana y como era de esperarse Marta me confirmó que Fernando no asistiría el día de hoy al despacho y también le notifique que no iría, y ya que los demás piensen lo que quieran de nuestra ausencia.
Camila me dijo que llegara como a las diez porque despierta a esa hora solo estaría la mujer que trabaja para ellos y como tengo mis propios planes ya estoy aquí tocando el timbre de su Pent-house. Me abren y como era de esperarse no es ninguno de ellos.
—Buenos días, soy… —la mujer me interrumpe, Camila debió avisarle de mi visita.
—Licenciada Rocha —me sonríe, se ve que es muy amable—. Camila me dijo que vendría pero la esperaba más tarde.
—Lo sé pero hoy quiero darte el día libre —no debería, no soy nadie para hacerlo pero no quiero que más personas ajenas a nosotros vean a Fernando mal.
—Pero el señor Fernando… —quería que fuera su novia y eso es lo que hago, me voy a imponer solo por esta mañana.
—Yo me las arreglo con él —asiente y después de ponerme un montón de pretextos se va, quemó media hora más de mi tiempo discutiendo con ella y cuando sale yo empiezo a hacer el desayuno, café, jugo, fruta, huevos y les haré unos chilaquiles, espero que eso sí lo haya comido antes. No tengo la misma sazón que mi madre pero no creo haberlo hecho tan mal, después de todo aprendí de la mejor.
Y por fin mientras pongo la mesa Fernando pasa de largo, con una pijama y cara de mal humor, ni siquiera me ve y va directo a su refrigerador para sacar hielos, tan temprano y ya se quiere perder de borracho, no puede ser.
—Liliana, seguro Camila estará fuera todo el día así que solo deja la comida y después tomate el día —ya no me siento tan mal de haberla despachado—. Quiero estar solo
—¿Seguro que eso quieres? —ahora si que voltea a mirarme, me quito el delantal y me suelto el cabello, tengo que dar una buena imagen.
—¿Qué haces aquí? —tal cuál lo imaginé no está feliz.
—Me lo pidió tu hija —pasa su mano por la cara para terminar de despertar—. Camila estaba muy preocupada por ti y no quería esperar a que Alberto viniera a asegurarse que sigues vivo.
—Esa es mi rutina del día de hoy —toma un poco del jugo de naranja y se da la vuelta—, con permiso.
—Un paso más Fernando Escalante y como diría mi difunta abuela —ella me enseñó a defenderme, me dijo que nunca me dejara de absolutamente nadie, aunque lo amara— nuestra relación chingo a su madre.
—¿De plano? —viene hasta mi y en lugar de retroceder avanzo más— Un ultimátum, ¿quién te crees?
—Vine a averiguarlo y ya veo que no soy nadie —tomo mi bolsa y estoy dispuesta a irme, mi vida no girará en torno a su desgracia, ni la suya debería hacerlo—, dígale a su hija que lo intente y la próxima vez que me vea será en contra suya como siempre. Fue un tremendo error el que cometí con usted licenciado Escalante.
Salgo de su casa y me detengo un momento antes de entrar al elevador, llamaré a Camila y si su padre no quiere salir adelante pues yo sí la sacaré a ella, la veré como teníamos planeado y si el quiere dejarse morir adelante, lo intenté pero no puedo hacer nada si él no da el primer paso.
—Paola —es él, con sus lágrimas de nuevo, no soporto verlo llorar—. Perdóname, por favor es solo que me has tomando por sorpresa y hoy es un día especial, lo fue hace mucho tiempo y pensar en ella en como la perdí me trastorna.
—Y a mí me trastorna verte así —como un vagabundo, como si no tuviera quien lo amara—. Vamos mírate, eres Fernando Escalante no su parodia y mientras estés conmigo no volverás a esto, no más días encerrado muriendo lentamente —agacha la mirada y me acerco para levantarle el rostro—. Mírame, yo la conocí, parece que no pero la quería crecimos juntas, ¿lo sabías?
Es una parte de mi vida que censuró mucho, jugábamos, siendo unas niñas pues no nos importaba mucho la clase social, quién de nosotras tenía más y después llegó el colegio, muchas personas nos recordaban a mi y a mí hermana el lugar que ocupamos en el mundo, ella no lo hacia pero no podía evitar congeniar más con personas de su clase y Vanessa tampoco, pero yo no, yo era distinta a ellas, más rebelde y decidida. Si no me querían pues yo tampoco, nunca los necesite y sigo sin hacerlo, me aleje de ella y cuando murió no pude presentarme porque sabía que había perdido mucho tiempo, por la misma soberbia y orgullo de los que tanto reniego. Ahora sé que las cosas tienen una razón de ser, ya que si hubiese continuado siendo su amiga no podría estar con Fernando, mis escrúpulos no me lo permitirían.
—Ella nunca lo dijo —y conozco la razón, éramos niñas que eran en ocasiones demasiado crueles en ocasiones solo por juego.
—Porque le dolía hablar de mi y hermana —también odiaba enfrentarse a una situación así de difícil—, de mi supongo o no lo sé, ella no era buena para olvidar y tú tampoco pero sé que en donde quiera que esté no desea esto para ti, ella desearía que…
—Fuera feliz… —un recurso que seguro muchas personas han usado pero ninguna tan terca como yo— ¿Cuántas veces crees que lo he escuchado?
—Muchas, seguro y más te lo seguirán diciendo si no haces algo ya —hoy si o si hago que entre en razón—. Hay muchas maneras de recordarla, no sólo quedándote a llorar por ella y que no le llores no significa ya no la quieres sino que has aprendido a vivir con el dolor, ese mismo sentimiento es el que te dice que sigues vivo y que pase lo que pase no te vas a dejar morir —mientras sea mío vivirá y será feliz—. Tu me dijiste una vez que te habían quitado tu propósito se vida cuando se fue pero no es cierto, ella te dejo un gran regalo, tu hija, ella en estos diez años te ha mantenido vivo, salgamos adelante por ella.
—Te quiero —me dice y le doy un beso en los labios, respiro y me siento un poco más ligera.
—Yo también te quiero —le respondo metiéndome entre sus brazos, necesito sentirlo cerca, sentir que de verdad está conmigo—, ayúdame a terminar de preparar el desayuno, espero le guste a tu hija.
—A ella le gustará que estés aquí —eso es lo que más deseo.
Yo sé que no puedo volver al pasado y recuperar el tiempo que perdí con su madre pero si puedo ayudarla y tener una buena relación con ella, porque cada día que pasa quiero más a su padre, ya no es solo la atracción física, yo lo quiero de verdad y estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por él, inclusive morir. La muerte no es algo que me asusté, he hecho cada cosa que he querido y lo único que podría pesarme es dejar a mis padres y a mí hermana pero sé que ella ya no sufriría tanto mi ausencia porque ahora tiene a su bebé. Cuando vi la prueba de embarazo y positiva quería llorar con ella porque está siendo completamente feliz, después de tantos años de pesar y sufrimiento por fin está cumpliendo sus sueños y yo los míos. Nos hemos realizado en cada aspecto de nuestra vida y algunos dirían que a mí me falta la boda, un hijo pero considero que una familia no debería ser parte de las metas de una mujer y más porque ahora no está en mis planes, aunque debo admitir que me despertó la curiosidad. Ayer en la noche cuando fui al súper por los ingredientes para el desayuno me le quedé viendo un buen rato a las cosas de bebé pero no, después de consultarlo con mi almohada y pensar con la cabeza fría, decidí no es momento para tener un hijo —no tengo ni con quién—, tengo que esperar a que de verdad tenga algo sólido y eso puede que tal vez no sea con Fernando y siendo sincera tampoco creo que quiera tener un bebé conmigo. Hace mucho que ya cambió pañales ya no creo que le haga mucha ilusión ahora que tiene tantas preocupaciones; ya tiene suficiente con el despacho, con su padre y él la única responsabilidad que tiene es asegurarse de que su hija llegue a la edad adulta siendo feliz y cuando eso pase tal vez considere una relación estable conmigo y para eso me temo que van a pasar algunos añitos y quizá lo espere o quizá no. Nadie tiene la menor idea de lo que puede pasar mañana.
Cuando por fin tengo listo todo le digo a Fernando que vaya por la niña pero se niega, dice que primero quiere darse un baño y cambiarse de ropa, me pide que lo haga yo y acepto, tengo que darle la buena noticia que ha estado esperando. No más tristeza cada que mencionen a Luisana.
Entro a su habitación y es más de la mitad del tamaño de mi departamento, toda una pared está dedicada a sus libros, mi hermana sería completamente feliz de estar en esta habitación y más le encantaría ver que su libro está en medio de todos esos ejemplares, junto con los que supongo son sus favoritos, por lo menos el de su madre si está. Emma de Jane Austin, creo que es la misma copia que llevaba a todos lados. Me acerco a su cama y la observó un instante, durmiendo tan ajena a lo que acaba de pasar, me alegra que con todo y las preocupaciones duerma bien, y ahora por fin ya no tiene que preocuparse por nada, de ahora en adelante el adulto será su padre.
—Camila —me siento a un costado de su cama y le susurro moviendo levemente su hombro—. Despierta, el desayuno está listo.
Abre sus ojos y su primera impresión es alejarse de mi y yo de ella, la he asustado, debí tocar la puerta en lugar de entrar a la habitación sin permiso.
—Licenciada Rocha —bosteza y me regala una sonrisa cuando sale de su aturdimiento—. Buenos días, creí que nos veríamos un poco más tarde.
—Pues cambie un poco el plan, ¿pero sabes que? Ya hablé con tu padre y me prometió que nunca más se va a encerrar a morir y si lo hace llámame y vengo a sacarlo de las greñas —en caso de no estar la entrenaré para que ella misma lo haga.
—Gracias —se levanta y viene a abrazarme—. Muchas gracias.
—No hay que agradecer solo ven a desayunar con nosotros —si esto fue una especie de prueba ojalá la pasará porque no sé qué más puedo hacer por ella—. Espero te guste lo que prepare.
Bajamos y por fin volvió a mi, mi Fernando Escalante está de vuelta, el abogado más brillante y prometedor de la ciudad de México está sonriéndonos, mi novio —a regañadientes— nos pide que nos acerquemos y después de decirle a Camila que la ama, la abraza y hace que me acerqué para unirme a ellos, por el tiempo que dure seremos felices, lo disfrutaré y voy a exprimir hasta la última gota. .
Pasamos una mañana muy bonita y bromeando, como si de verdad fuéramos una familia, la posibilidad de ser el remplazo de Luisana está presente pero nunca sería capaz de utilizarla, fuimos amigas de infancia pero eso dejo huella en mi; quizá algún día tenga sus hablar de ella, de las cosas buenas y malas, les hablaré de como era conmigo, y ella para mí siempre fue un ángel.
Ya más tarde nos sentamos para ver una película y mi hermana me llamo para recordarme que hoy teníamos que cenar con mis padres y me llamo para confirmar y cuando iba a decirle que tenía cosas más importantes que hacer Fernando me quitó el teléfono y confirmo que iríamos, me acompañará porque sabe perfectamente que mi padre quiere hablar con él; no sé qué es lo que quiera lograr hablando con mi padre sí ya le dije que no debería pedir permiso, pero se me olvida que Fernando está hecho a la antigua, y si siente que debe pedir permiso lo hará.
Dudo que se lo den.
Gracias por seguir leyendo.
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