3.- En dónde no eran nadie

Me tomé el sábado libre para llevar a mi hija a cumplir su capricho, ahora solo tenemos que inventar alguna excusa para Marisela y esa se la dejaré a mi princesa.

Nos encontramos en el jardín desayunando, hoy es un buen día, casi no hay contaminación y por eso mi esposa ordeno que nos sirvieran el desayuno aquí; ha estado muy tranquila y aún me parece increíble que la noche de la revelación de mi hija no preguntara la razón por la cual venía destruido, por una parte me alegra que crea que es porque su padre me dio una reprimenda, sabe que mi orgullo es algo que me duele y respeta que no quiera hablar de él. 

—Mamá, papá y yo vamos a salir un rato, quiero que me acompañe con Camí a ver… —voltea a mirarme para que le ayude pero de loco lo hago— ¡ah sí!, iremos a ver a mi tía Alina, me quiere enseñar unos diseños que hizo especialmente para tu evento de caridad.

Marisela levanta la vista de su tablet y mira a Alexandra fijamente, mi princesa no sabe mentir y eso me alegra.

—¿Tu papá te va a acompañar con Camila a ver diseños? —pregunta Marisela a carcajadas— Me acabas de alegrar el día con tu bien humor hija, tu padre no tiene ningún gustó por la ropa, de en balde que lleve años vendiendo los diseños de su hermana. 

Alina le dio un nuevo respiro a la compañía, en un principio solo nos habíamos enfocado en la venta de joyería y nos iba muy bien pero un día unas malas inversiones dejaron a la compañía en números rojos y apareció el papá de Marisela dispuesto a comprar la mitad de las acciones a cambio de mi, yo fui la moneda de cambio entre nuestros padres, me vendí como un trozo de carne. 

Poco a poco la compañía retomo fuerza pero aún seguía siendo todo muy frágil y Alina apareció con una línea completa de ropa, un montón de diseños ya listos para su producción, mi suegro —como con cada idea que tengo— se mostró muy reacio a incursionar en la venta de ropa y dijo que primero necesitaba que alguien le asegurará que los diseños eran efectivamente buenos, así que lleve a Marisela, la única persona a la que nunca le niega nada, por supuesto a ella no le dije de quién eran los diseños o jamás hubiera aceptado que eran buenos, la cité en la empresa y le mostré unos vestidos que ya estaban listos y los examinó unos minutos y le dijo a su padre que eran más que maravillosos que solo un tonto se negaría a trabajar con el diseñador y entonces Alina salió de su escondite para recibir las buenas críticas de su trabajo, ella nos dio un lugar en la industria de la moda y junto con otros cuatro diseñadores se han encargado de hacer crecer la empresa en la parte creativa mientras yo me encargo de la financiera, yo soy el presidente operativo pero como supervisan cada paso que doy me considero un empleado más, solo que yo no puedo renunciar.

No tengo ninguna posibilidad de huir.

—Bueno, si tuvieras más tiempo Marisela la niña te lo pediría a ti —Alexandra agachó la mirada, sabe que esto puede acabar en una gran pelea y eso lo odia—. Mira yo sé que tú eres la experta en modas y eso pero tengo ganas de ver a mi hermana y esa es la gran diferencia en quien la acompaña, además piénsalo, si mi hija no utiliza nuestros diseños quién más lo hará, tenemos que poner el ejemplo —ella devuelve la vista a su tablet y mi hija levanta la mirada hacia mí esperando alguna orden—. Nos vamos en media hora, te quiero lista porque aún hay que pasar por Camila. 

Se levanta y sale corriendo hacia su habitación, está muy emocionada por lo que va a hacer el día de hoy, después de todo ella cumplirá uno de sus deseos y yo también, me muero por ver a Vanessa, ella probablemente me odie pero tengo que darle la explicación que le debo, tengo que decirle que todo tiene una razón de ser.

—Alberto, sé que lo que pasó hace unos días en la empresa te tiene molesto pero no es mi culpa —no, nunca lo es, la perfecta Marisela Escalante nunca es culpable de nada—. No me gusta tu indiferencia, me lastima.

Claro que lo hace, sus ojos están llenos de tristeza y se ve decaída, por no mencionar las ojeras por no dormir. Conozco tanto a esta mujer que podría decir exactamente que es lo que está pensando; he convivido con ella desde los doce años, ya debería haberme acostumbrado a sus gestos de tristeza, de anhelo, después de tantos años ya debería sentir un inmenso amor abrumador por ella, no solo corresponderle con caricias frías cada vez que tenemos intimidad, si tan solo no me recordara tanto a madre —no en el aspecto físico sino en actitud y carácter—, si tan solo no recordara a todo lo que me retiene en esta vida que odió; sé que ella no tiene la culpa de que nos obligarán a esto, que nos arrastrarán a una vida que ninguno de los dos deseaba, a una vida sin amor, por lo menos por mi parte.

Marisela asegura amarme, jura que siempre lo ha hecho pero, ¿por qué? ¿en realidad a quien ama? —o ¿a qué?— Ama a Alberto Quintana: el gran empresario e hijo intachable, o Alberto Quintana: un chico abrumado —hombre ahora— por la situación y un idiota que nunca supo que hacer de su vida. 

Sé a quién amaba Vanessa —una persona muy distinta a los antes mencionados—, ella amaba la versión de mi que buscaba a dónde pertenecía, le gustaba porque así podría construir una vida a su lado, los dos buscarían la felicidad en otro país, en dónde no eran nadie.

Entonces llegó el día del infarto de mi padre, el mundo se me caía a pedazos y no podía ir a buscar el consuelo de la mujer que amaba, no pude moverme y me deje llevar, me llevaron directamente a una sala de juntas en donde me sentaron para leerme un contrato, uno que aseguraba el bienestar de mi madre y hermana si mi padre llegaba a morir, aseguraba que el trabajo de años de mi padre no se esfumará en el aire y aseguraba la fortuna y el prestigio de la familia Quintana, todo parecía bueno, era una supuesta plática solo para acordar términos, pero se convirtió en el inicio de mi pesadilla. Ese día me dieron un plazo para deshacerme de Vanessa, me dieron una semana de descanso, una especie de limbo, podía ir al cielo con Vanessa una semana más y después me condenaría al infierno con Marisela.

—Perdóname Marisela, yo estoy muy estresado y espero que sepas que tu padre está vez no me va a frenar —y por eso es que todos están tan tensos en la empresa, yo estoy tentando al diablo, si mi propuesta no funciona se acabó todo para mí—. Papá está muy delicado de salud y sé que si muere le gustaría que su último proyecto se diera, no importa lo que yo ponga en riesgo, todo lo haré con mi capital —uno que mis años de trabajo me ha costado reunir, me la estoy jugando completita—. Solo yo arriesgaré y sabes que no solo habló de dinero, arriesgo a mi hija y a ti, yo soy el único que sale perdiendo.

El trató es: si los diseños de accesorios y ropa no se venden de acuerdo a lo esperado pierdo mis acciones y me veré obligado a dejar la presidencia y además tendré que divorciarme de Marisela, en ese caso sé que lo mejor para mi hija es quedarse a su lado y yo perdería su custodia.

—¿Por qué no simplemente lo dejas? —levanta la voz una vez que se asegura que estamos solos, no le gusto para nada el trato que hice con su padre, es injusto que me reclamé a mi cuando fue él quien impuso los términos—. Mi padre tiene muchísimos más años que tú de experiencia y sabe cuándo un proyecto está destinado al fracaso, hazle caso —niego repetidamente con la cabeza y se levanta de la mesa—. Alberto no solo tu perderás, Alina también lo hará, ya que lo primero que hará papá es sacar de circulación toda su línea de ropa

—¿Me estás amenazando? —ya estoy más que acostumbrado pero nunca había puesto a mi hermana e hija en medio, y yo por ellas soy capaz de todo, no me importa quien caiga en el proceso de protegerlas, no me importa que tenga que caer la mujer con la que he dormido los últimos quince años. 

—Tómalo como quieras, yo no seré la que tirará su sacrificio a la basura —golpe bajo, muy bajo, me conoce y sabe cuál es mi pesar más grande y eso me cala, no mencionó el nombre pero sé a quien se refiere con sacrificio.

Ella conoció a Vanessa y sabe perfectamente que es por eso que yo no la puedo amar, conoce a su rival y espero que sepa de sobra que por más perfecta que pueda ser jamás le llegará a los talones a ella, nunca por más que lo intente desplazará el recuerdo de mi único y verdadero amor.

Termino de desayunar solo y cuando estoy por ir a buscar a Alexandra ya se encuentra en la escalinata principal de la casa con Camila, son tan desesperadas que no pudieron aguantar una hora más. Me alegra que  Fernando no venga, aún no sabe que veré a Vanessa, no puedo decirle y que le oculte algo así a Marisela, no puedo olvidar que ella es su familia y no puede ponerme delante de ella, la familia es primero siempre. 

—Tío Alberto, ya vámonos —me grita Camila ya dirigiéndose al auto con Alexandra, le indico al chófer de mi sobrina que está vez yo las llevaré, mi regalo para él es que se tome una tarde libre de mi querida Camí. 

—Camila, dime si tu padre no te ha dicho que primero se dice buenos días —la verdad si dudo que lo sepa, desde que la esposa de Fernando murió en un accidente no ha estado muy al pendiente de la educación de la niña y todo eso lo ha llevado Marisela, mis hijas seguro saben más reglas de etiqueta que yo, eso no me molesta pero si considero que deberían enseñarles otro tipo de cosas y no solo acomodar cubiertos en una mesa.

—Buenos días tío Alberto —dice como si estuviera recitando un cantico—. ¿A dónde iremos exactamente? Supongo que a Polanco o Santa fe, una escritora como ella seguro vive en una de las mejores zonas. Cuéntanos de ella, la tía Alina dijo que la conocías muy bien.

—Alina dice tantas cosas, muchas de ellas no son del todo ciertas —están mirándome y eso me inquieta, tengo que controlar mi tono de voz, mis expresiones y no chocar el auto—. Miren ella no es… no creció en el mismo círculo social que nosotros, ella no vive en Polanco o Santa fe, vive en la colonia Santa María la Ribera, es una colonia hermosa y está a máximo media hora de nuestra casa, depende del tráfico, siguiendo con ella, es muy modesta pero tiene la misma educación que Marisela o Alina y que decir de su inteligencia, la conocí en la universidad, ambos necesitábamos asesorías y fuimos tutores del otro.

—¿Y por qué tuvieron problemas? —mi Camila tan curiosa siempre, me recuerda mucho a su madre, Luisana, ella también era muy amiga de Vanessa, le gustará saber que su hija la admira.

—Problemas de… ustedes saben que su abuela Priscila es muy especial con nuestras amistades y siempre vio con malos ojos a Vanessa —un maldito suspiro sale de mis labios, hace años que no hablaba de esto, solo con Alina y Fernando pero con ellos puedo abrirme y si lo deseara llorar—. Temía que nos llevará por un mal camino, su abuela suele creer que el mundo nos dañará, pero se equivocó, ella nos enseñó muchas cosas buenas, nos enseñó la belleza de una vida sencilla.

—¿Temía que los hiciera conformistas? —pregunto Alexandra— Eso nos ha dicho la abuela que no debemos cambiar por nadie, que debemos ir siempre para adelante, quitando de nuestro camino a quien quiera que estorbe. 

—En síntesis se podría decir que sí —aplaudo mucho la filosofía de mi madre, pero ella sabe que Vanessa no es una conformista y de ninguna manera sería capaz de hacernos algún daño; el problema es que le tiene miedo a Vanessa porque me hizo ver que no todo en la vida es dinero y poder. Me hizo querer más que eso, me hizo querer amor y libertad.

Escuché a mamá decirle una vez a Alina que escogiera a alguien que no la amara, dice que es mucho mejor así, quien nos ama generalmente no nos deja crecer, nos mantiene en una posición baja, así no seremos capaces de pensar por nosotros, cada una de nuestras acciones serían para buscar la aprobación de nuestro ser amado y casi le creo, pero entonces dijo: diviértete con quién se te de la gana, y después cásate con el mejor partido.

Ella hizo ver el amor como simple deseo carnal, y eso no es así, el amor no es simple deseo y no es efímero, si así fuera yo ya la hubiera dejado de amar, si, muchas veces nos regimos por el deseó y eso nubla todo, nos hace ver la cosas con poca claridad y nos hace prometer cosas que de otro modo no diríamos, pero cuando ese deseo pasa y aún queremos mantener nuestra palabra significa que amamos algo más que el cuerpo y el placer que esté pueda proporcionar. 

—Papá, ¿mamá tuvo algún problema con ella? —mejor dicho que problema no tuvieron— Es que… tú y mi tía nos prohibieron decirle que íbamos a verla.

—Marisela y ella nunca fueron muy amigas, sus caracteres chocaban frecuentemente y tú tía solo no quiere más problemas —algo me dice que si los quiere—, y yo tampoco así que después de ver a Vanessa iremos directamente con ella para que les diseñe algo.

Asintieron y se pusieron a platicar entre ellas de las preguntas que le harán, voy en corazón en un hilo, la verdad voy a casa de sus padres esperando que me digan que se regresó a España, que es feliz y que no tengo derecho a meterme.

Pasó justo en frente del kiosco morisco, solíamos venir a caminar, solo le tomaba la mano y dábamos vueltas y vueltas, nunca me cansaba de su compañía, estar a su lado me hacía sentir rebelde, libre, me daba seguridad y me hacía creer que era diferente. Toda la colonia me recuerda a otra época, todas las casas son tan antiguas y preciosas; papá dice que cada casa vale una fortuna, a Marisela le encantan este tipo de construcciones pero nunca se atrevería a admitir que la casa de Vanessa es de las más bellas, pero lo mejor de esa casa es que te hace sentir que de verdad es un hogar, que en ese lugar se han vivido infinitos momentos de felicidad, no como en mi jaula de oro, que aunque es lujosa y enorme se siente muy fría. 

Me estacionó a unos cuantos metros atrás de la entrada principal y me preparo para bajar, y no solo yo, las niñas se han quitado los cinturones de seguridad y lanzan unos cuantos gritos de emoción, antes de que puedan abrir las puertas les pongo seguro, primero voy yo, no quiero que presencien como me mienta la madre. 

—¡Hey! —exclama Camila molesta e intenta una y otra vez abrir la puerta—. Tío déjanos bajar, es ilegal tener niños encerrados en un auto. 

—Primero voy yo y hasta que no venga por ustedes tienen estrictamente prohibido bajar de aquí, ¿entendido? —ambas se miran y tras un asentimiento se vuelven a acomodar en sus asientos. 

Me alejo y camino con el corazón en la garganta que se encuentra muy seca, apenas y veo por donde voy, tropiezo dos veces antes de cruzar la verja del jardín, por la casa no pasan los años, los rosales siguen igual de maravillosos y la pintura no se ve desgastada.

Tocó el timbre y espero como hace años, miro hacia arriba Vanessa siempre se asomaba antes de abrirme y ahora la ventana está cerrada y las cortinas están corridas, al bajar la mirada la puerta se abre.

Gracias por seguir leyendo.

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