10.- Y los sueños, sueños son

Un murmullo me hace despertar, era una voz pero no puedo identificar de quién, me inquieta. Trato de no moverme demasiado para no despertar a Antonio que se encuentra profundamente dormido a mi lado. Ya van varios días que escucho voces que no me dejan dormir, hoy esperaba que no sucediera, tenía que descansar es un día importante.

Miro el reloj en la mesita de noche y veo que apenas son las cinco de la mañana, por unos minutos me quedo mirando la pared blanca, apenas he tenido tiempo de buscar alguna decoración, entre la luna de miel y las juntas directivas en el colegio no me quedo tiempo para salir con marido y buscar cosas para hacer de este departamento nuestro hogar.

Me levanto y voy directo al cuarto de baño, me hará bien un largo baño y en cuanto salga mi marido ya estará despierto esperando su turno, no me cabe duda que será un día muy ajetreado, el inicio del ciclo escolar, un nuevo comienzo para muchos chicos y para mi también, casi puedo escuchar las discusiones sin sentido y las reconciliaciones llenas de pasión.

Nunca me podré cansar de estar entre los brazos de Antonio, algunas veces delicado, muchas otras salvajes, pero siempre lleno de amor.

En la luna de miel literalmente todo fue miel, una vez que llegamos Andalucía estuvimos dos semanas y no una como se tenía previsto, mi suegra nos organizo una segunda fiesta de bodas que duró casi dos días, no puedo creer el aguante que tienen para las celebraciones.

Al regresar a México estuvimos paseando por los destinos que ya habíamos elegido y tuvimos que regresar una semana antes del termino de las vacaciones, toda esa semana estuvimos en el colegio, revisando los planes de estudio, los grupos que nos asignaron, la mejor estrategia para que nuestros alumnos aprendan, porque eso es lo único que nos interesa, que nuestros alumnos tengan las mejores clases, no quiero ser de esas profesoras que todo el mundo odia, quiero que se sientan cómodos en mi clase, que aprendan no solo para pasar la materia, quiero que se lleven algo que les sirva para toda la vida.  

—Es muy temprano Vanessa —me dice Antonio entrando al cuarto de baño, me encuentro en la bañera cubierta hasta el cuello por agua espumosa—. No me gusta que despiertes tan temprano, no puedes rendir al cien por ciento sino duermes tus horas.

Me cuida como si fuera su hija, siempre procura que coma, que duerma, que haga cosas que me hagan feliz, pero yo no soy una niña y no necesito que me diga lo que tengo que hacer, ahora no podemos pelear porque no tenemos tiempo para reconciliarnos, así s que solo le sonrió y lo invitó a acercarse, me sonríe travieso, cuánta picardía en esa mirada y cuánto deseo también.

—Hoy es un día importante y por eso me levanté más temprano, quiero tener todo listo para mí primera clase —un mentirita piadosa no me viene mal—. Ya sabes que si quiero conservar mi trabajo tengo que dar lo mejor, no todos tenemos tú experiencia y conocimientos. 

No es que le tenga envidia, yo jamás podría tenerle envidia a Antonio, lo amo tanto que esos sentimientos no caben en mí pero es cierto, en cualquier momento pueden darme una patada y decirme hasta aquí llegaste, pero a mí marido solo un completo idiota lo dejaría ir, con toda la experiencia y conocimientos que tiene debería estar trabajando en una universidad no en un colegio de media superior, pero está aquí por mi, se quiere quedar conmigo y por eso voy a esforzarme por crecer más y pronto poder aspirar a un mejor puesto.

—Bueno, mi chula no tienes que preocuparte, están muy contentos contigo, la directora me dijo que muchos padres han preguntado por ti —y eso es justo lo que me temía cuando entré a trabajar en ese colegio, que algunos de mis antiguos compañeros me recordaran y empezarán a hacer preguntas—. Eres famosa.

—¿Famosa? —pregunte confundida, yo no tengo porque ser famosa. 

—No es una noticia que habría querido darte a estás horas de las mañana, ven conmigo —me ayuda a levantarme y después de enjuagar todo el jabón de mi cuerpo, me coloqué una bata y me llevo hasta el pequeño despacho que es donde trabajamos la mayoría del tiempo—. Tu libro está oficialmente agotado en España y por esa razón Catalina —que es mi editora— llamo hace unos días, vendrá a México en dos semanas, tiene planeado un gran evento para que por fin te pongas a dar unas cuantas entrevistas —me muestra un contrato, pero ahora no entiendo bien que es lo que dice, más tarde le diré a Paola que me explique bien a bien de que se trata—. Según entendí en unos meses tendrás que viajar a España pero por ahora no te preocupes tu trabajo será enteramente en México. 

Me quedo unos segundos estática sin saber qué hacer, estoy muy feliz, es todo lo que un escritor quiere, que su obra sea reconocida y que tenga buenas ventas, pero yo no quiero hacerme famosa, no quiero que sepan de dónde saque esa tortuosa historia, dar entrevistas me aterra, no quiero que nadie sepa que es lo que llevo hasta eso.

«Deja atrás el miedo y saca fuerza de tu dolor»

Me lo susurró Antonio cuando me convenció de escribir el libro, me obligó a sacar adelante mi dolor y he aquí los esfuerzos, es un éxito y tengo que seguir sacándolo adelante aunque con eso me exponga al escarnio público.

—Es una maravillosa, maravillosa noticia —me di la vuelta para besarle la cara y abrazarlo, necesito su fuerza para sacar adelante todo lo que se viene—. ¿Estarás conmigo? Este también es un logro tuyo y no podría hacerlo sin ti.

—Yo voy a dónde tú vayas —me sonríe y siento que la estancia se ilumina—. Vanessa, me alegra que por fin quieras hacer esto, me entusiasma muchísimo que te des la oportunidad de ser venerada, reconocida y alabada, quiero que el mundo sepa que eres una mujer formidable, además de hermosa. 

—Me basta con sus tú lo sepas —de nuevo me besa y nos quedamos unos momentos más abrazados y en nuestra habitación suena la alarma, así que nos empezamos a mover, me voy a vestir y después el hace lo mismo, preparo café y así nos vamos, no quiero llegar tarde, quizá más entrada la mañana podamos desayunar algo que si nos deje satisfechos. 

Hace unos días habíamos acordado llegar en autos separados, no queremos que los niños empiecen a hacer comentarios que nada tienen que ver con su educación pero el día de hoy se nos ha pasado y dejo que me lleve, sospecho que así será la mayoría del tiempo, es una estupidez ir en autos separados, sólo gastamos más dinero en gasolina y lo más importante, hay que dejar de dañar el medio ambiente.

Al estacionarnos saludo a unos cuantos compañeros que de nueva cuenta nos felicitan por nuestro matrimonio, alaban la fiesta y eso me deja una gran sonrisa, en esa fiesta deje mi alma y que haya salido tan espectacular hace que me sienta como un pavo real, hoy mi ego viene demasiado alto, espero que eso no les moleste a mis alumnos que frecuentemente suelen hacer comentarios para desanimar a cualquiera que no esté a su altura. 

Un repentino escalofrío me recorre la espalda y miro por todo el estacionamiento y veo que no hay nadie, siempre tengo ese tipo de manías, los murmullos que me despiertan, dolores de estómago que hacen que llame a mamá preguntando si todos están bien, los escalofríos que me hacen dar la vuelta y buscar algún tipo de peligro, soy demasiado paranoica.

—¿Te sientes bien? —me pregunta Antonio pasando también su mirada por el estacionamiento—. Pareces fantasma, nunca te había visto palidecer tan rápido. 

El sabe de mi paranoia, siempre dice que exagero pero está vez si me siento en peligro, no me gusta esa sensación en el cuerpo, no quiero estar como una presa, siempre a la defensiva, esperando a que alguien venga a lastimarme. 

—Me encuentro perfectamente —le sonreí como pude y tomando mi portafolio me encaminé hacia la entrada del colegio. 

A los pocos minutos ya más tranquila, fui a mi pequeña oficina y me dispuse a repasar todo lo que necesitaría para hacer que mis alumnos vieran que la literatura no es aburrida, sólo necesitan encontrar la obra correcta, y para eso necesito que conozcan su alma, que sepan quienes son y eso me genera un gran conflicto, ya que no se aceptan, quieren ser europeos, estadounidenses, cualquier cosa menos ellos.

Hace muchos años, cuando asistía a este mismo colegio recuerdo que uno de mis maestros siempre insistía en la identidad y nos pedía que dejáramos la imitación; tenemos cosas maravillosas, mucha cultura, no necesitamos buscar en ningún otro lado lo que ya tenemos. Eso es lo primero que quiero que entiendan, si lo entienden podré empezar con mi labor mucho más rápido.

Entró y como es costumbre todos se levantan y me dan a coro los buenos días, cuánta represión, no me molesta que me saluden pero siento muy falso el saludo.

—Buenos días chicos, algunos ya me conocen, de igual manera les recuerdo mi nombre. Vanessa Rocha Marín, su profesora de literatura —permanecieron callados y no me gusta tanto silencio, me abruma y me recuerda a los tiempos en los que solía encerrarme a lamentarme por la vida que llevaba— ¿Hay algún problema? Nunca me había tocado un grupo tan silencioso.

Es mi primer grupo de tercer semestre de bachillerato, hasta ahora siempre me habían asignado a grupos de secundaría —ya que es un colegio que abarca varios niveles educativos, desde kínder hasta preparatoria— jóvenes de trece años a catorce años, en la hacienda trabajé hasta con adultos pero ellos también eran un poco ruidosos, éstos jóvenes tienen entre dieciséis y diecisiete años, ya que no tengo mucha experiencia con ellos le pedí consejo a la otra maestra con la que comparto esta materia, me dijo que son muy difíciles y pocas veces ponen atención pero ahora sí me ponen atención, de hecho me miran fijamente… ¿me estarán analizando para medir mi carácter? Si quieren tomarme la medida no se los permitiré.

Una mano firme y segura se levanta, es una chica rubia, una Barbie me habría dicho Paola, y por su puesto que lo es, me recuerda tanto a Marisela, sólo que ella tiene el cabello negro y tan lacio que cuando se lo rizaba a las dos horas ya lo tenía de nuevo lacio, eso la hacía enfurecer tanto y hacia que Alina mostrará con mucho más orgullo sus perfectos rizos dorados que eran la envidia de todas, yo y Luisana incluidas.

—Mariana Canseco —dijo cuando le di la palabra—. Profesora Rocha, lo que pasa es que primero queríamos felicitarla por su boda, y también por el éxito de su libro.

Lo de la boda no me sorprende, mi grupo anterior me preguntaba casi todos los días acerca de ella —a pesar de que ninguno de ellos fue invitado— y las profesoras normalmente solo me hablaban de eso, pero mi libro, yo apenas me voy enterando del éxito y estos chicos parece que tienen la información completa.

—Muchas gracias —me límite a sonreírles—. Chicos ahora tengo que pedirles que se por favor eviten hacer comentarios acerca de mí relación con el profesor Márquez.

Todos asintieron, no era mi intención ser tan ruda de principio, pero es mi vida personal y tengo que tenerla muy lejos de estos niños, odió sus cotilleos, no me gusta que cada que pasó por algún pasillo todos se den la vuelta para mirarme.

Procedí a darles mi manera de evaluar, odió los exámenes pero haré solo uno para medir la aptitudes de cada uno de ellos y después todo será a base de sus trabajos en clase y las tareas, quiero que me den sus puntos de vista, quiero debates, quiero que ellos me ayuden a dar clase, pero no exponiendo —se me hace una pérdida de tiempo, la única que tiene que exponer soy yo—, ellos están aquí para que yo les enseñé.

Quiero que comiencen a indagar en las más hondas problemáticas existenciales humanas, que conozcan la singularidad de los sujetos y sus objetos de deseo. Quiero que descubran que no todo en la vida es bello como les han hecho creer, por supuesto sin dejar de lado que si hay muchas maravillas pero para llegar a ellas tenemos que ir de pena en pena.

—¿Qué novela escogerá para evaluarnos a lo largo del curso? —pregunta un chico mientras me encuentro escribiendo mi modo de evaluar.

—Eso quería que ustedes lo decidieran, yo podría darles mi novela favorita pero esa no necesariamente será la que a ustedes les guste —empiezo a creer que no les gusta leer en absoluto y eso me preocupa—. Podemos empezar con algo más corto en lo que encontramos una obra que nos guste a todos.  

Se miran entre si, me gusta que sean unidos, que no haya ningún tipo de problema, en un grupo unido todos podremos estar de acuerdo en todo.

—Eso nos gustaría —dijo Mariana—. ¿Qué propone?

—El soliloquio de Calderón de la Barca, del monólogo de Segismundo —no tienen la menor idea de que les hablo solo anotan en sus libretas—. Les voy a recitar la parte que se me para facilitar su búsqueda —de nuevo me miran todos— ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, Una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

Algunos sonríen, otros se ven asombrados y otros muy aburridos, pero así es esto, todos tenemos distintos gustos y tengo que encontrar el de cada uno para poder enseñarles de la manera adecuada.

Un toque en la puerta hace que pierda la concentración, miro hacia ella y por la ventana de la puerta veo que es la directora, le indico que pase con la mano y solo abre la puerta y se queda ahí.

—Lamento interrumpir profesora Rocha, se ve que tiene entretenidos a sus alumnos, pero hay alguien que desea verla —supongo que debe ser importante para que ella misma venga a decírmelo. 

—Permítame un momento —me sonríe y cierra la puerta —. Hubiera querido discutirlo de una vez pero así las cosas, por favor léanlo completo y la próxima clase quiero que me den sus opiniones, quiero que me hablen y que no estén tan serios como ahora. Nos vemos la próxima clase y feliz inicio de clases.

Como una estampida salen todos de inmediato sólo algunos se despiden de mi. Tomo mis cosas y salgo. La directora aún se encuentra afuera y la persona que está con ella me sonríe una vez que me ve salir, y yo intento mantener una expresión neutral, no quiero volver a desmayarme y por eso antes de acercarme más inhaló profundamente.

—Vanessa, me alegra tanto que tú primera clase fuera tan bien, nunca había visto a los chicos tan atentos —espero sus siempre se mantenga así de contenta conmigo.

—Me fue bien, serán un buen grupo —me aferró a la carpeta que tengo en las manos para que no note mi ansiedad.

—Bueno, por lo que me ha dicho el señor Quintana no hay necesidad de presentaciones, los dejo para que platiquen —se da la vuelta y desaparece por un pasillo, me deja rodeada de alumnos y de mi peor pesadilla.

—Señor Quintana me puede acompañar a mi oficina, no podemos hablar aquí —pierde la sonrisa ante mi tono de voz frío.

—Vanessa no tienes que usar esos formalismos conmigo —varios chicos se nos quedan mirando y sé que es hora de partir. 

—Haga el favor acompañarme Señor Quintana —me adelantó pero aún así puedo sentir su presencia detrás de mi, definitivamente es por él que he sentido escalofríos toda la mañana. Subo las escaleras y gracias al llegar a mi oficina no están mis otras compañeras, voy a sentarme a mi escritorio mientras que Alberto se queda frente a mi, carraspeo antes de hablar, ya no puedo mostrarme débil y temblorosa—. Según tengo entendido usted no tiene ningún hijo al cual yo le de clases así que sinceramente no entiendo que es lo que hace aquí.

—Sabes porque estoy aquí —él a diferencia mía suena muy mal.

—Lo sé pero entienda que este es mi trabajo y no puedo atender temas personales, así que si quiere hablar conmigo mientras estoy en el colegio más le vale tener un hijo al cual yo le de clases.

Me levanto y tomo mi otra carpeta, para darle clases a mí otro grupo, cuando estoy por salir me toma del brazo, me apartó bruscamente y retrocede unos pasos.

—Entiendo, ¿cuándo podemos hablar entonces? —de buena gana le hubiera dicho que nunca pero me la debe.

—Está tarde —un sonrisita empieza a aparecer en sus labios—. Ve a dónde nos encontramos en el cumpleaños de Alina, a las tres y por favor no tardes que tengo muchas otras cosas que hacer. Con permiso señor Quintana tengo otra clase.

No mentí pero ya es hora de que Antonio sepa todo lo que pasa, así que en lugar de ir a mi otra clase voy directo a su oficina y que pase lo que tenga que pasar.

Gracias por seguir leyendo.

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