Capítulo 38

El viaje a Londres había sido más rápido de lo que me hubiera gustado. Había llegado sobre las seis de la mañana y por más que intenté hacer tardía mi llegada a casa, recorriendo un poco la ciudad, terminé llegando solo media hora después de haber salido del aeropuerto.

Por alguna razón —que conocía bien y me negaba a aceptar—, no me sentía tan cómodo estando aquí. El haber solucionado todo en Louisville me hacía querer volver lo más rápido posible, además el tener que enfrentar cosas que allá no enfrento, hace que todo sea más fastidioso para mí.

—Maldita vida adulta —resoplé y me lancé boca arriba en la cama. Tome mi celular y miré la hora, 07:00am, ¿por qué el tiempo tenía que correr tan lento?

Quería que fuera más rápido para poder descansar aunque fuera un poco, pero para mí mala suerte el tiempo no pasaba más rápido y yo, tenía algunos trabajos que terminar y esos tampoco iban a esperar por mí.

Con pereza me levanté de la cama y me dirigí a la sala, en donde ya me esperaba la tortura: tarea y más tarea. Me acerqué a uno de los sofás y cuando estuve a punto de poner mi trasero en él, el timbre sonó, dejando mi acción a medio camino y a mis tareas ansiosas por ser realizadas.

Me fue inevitable no poner los ojos en blanco y soltar una maldición. ¡¿A quién carajos se le ocurre llamar a mi casa a las siete de la mañana?! Tenía que estar loca esa persona.

—Hola —saludaron al otro lado de la puerta una vez la abrí y no me molesté en mirar de quién se trataba, con su voz era suficiente. Se trataba de Kiriat.

—Hola —contesté con cierto fastidio, aun sin mirarla y esperé pacientemente a lo que fuera a decir.

— ¿No piensas mirarme o siquiera dejarme entrar? —Una vez dice esto, levanto mi mirada irritado y cuando llego a su rostro, mi cara de sorpresa es evidente. La Kiriat rubia que había conocido ya no era rubia, ahora más bien era un intento de castaña. Lo admito, no me agradaba para nada lo que veía, a Kiriat no le lucía para nada ese color de cabello y parece que nadie se había tomado la molestia en decírselo antes de cometer semejante error.

— ¿Puedo entrar? —Kiriat enarca una de sus cejas y se cruza de brazos.

—Claro —musité una vez salí de mi ensimismamiento y me hice a un lado para que ella pudiera pasar, aunque casi al instante me arrepentí por ello.

Debía hacer tareas y además no deseaba estar solo con Kiriat, menos sabiendo que tuvo mucho que ver con la pelea entre Eileen y yo.

—Y bien... ¿qué tal tu viaje? —cuestiona y se sienta en el sofá donde pensaba sentarme unos segundos antes.

—Estuvo bien.

—Al parecer te comieron parte de la lengua... Como sea, mi viaje estuvo genial. Por cierto ¿viste mi cambio de look? —Comenta emocionada y no puedo evitar sentirme un poco mal por lo que estoy a punto de decir, pero si no lo hago ahora, me arrepentiré después.

—Te ves terrible, Kiriat. Claramente iba a notar tu cambio —Las palabras salen sin permiso y siento un pequeño arrepentimiento cuando el rostro de Kiriat se contrae en una mueca de dolor.

—Pudiste ser menos cruel al decirlo... —musita y baja su mirada un poco triste. Muerdo mi labio inferior y suspiro rendido.

—Lo siento, no fue mi intención ser tan cruel, pero en mi defensa estoy un poco molesto contigo —explico y de inmediato la rubia —ahora castaña— levanta su mirada hacia mí, curiosa.

En verdad deseaba que solo fueran sospechas lo del teléfono o en serio me sentiría muy decepcionado y traicionado por la chica.

— ¿Qué se supone que hice que provoca que actúes tan grosero conmigo? —Su ceño se frunce, provocando que dos líneas aparezcan en él.

Podía arriesgarme y perder una amistad que me agradaba tener o simplemente podía callar y quedarme con la duda plantada en mí. Quería tener a Kiriat en mi vida, pero si implicaba afectar a otras personas de mi entorno, entonces tendría que decirle adiós.

— ¿Interceptaste mi celular? —Cuestioné, con las palabras pesándome al salir.

Kiriat frunció su ceño aún más y por un momento creí que iba a decirme que estaba loco, pero luego de pensarlo un poco más, su expresión cambió y la decepción me embargó.

—Puedo explicarlo... Yo... —Balbuceaba sin saber qué decir y yo solo pude mantenerme en mi posición, intentando aceptar lo que estaba sucediendo.

Me levanté del sofá y Kiriat hizo lo mismo. Estaba buscando una forma de explicarme lo que hizo y una parte de mi estaba esperando a que lo hiciera, pero la otra parte solo estaba lista para soltar todo aquello que había guardado.

—Lo jodiste todo, Kiriat. Lo jodiste de una manera monumental.

—Solo era un pequeño experimento, se puede remediar, solo de...

— ¿¡Tengo cara de ser una maldita rata de laboratorio!? —La interrumpí, levantando un poco mi voz—. Porque Kiriat, si es así creo que estoy en el lugar equivocado y no me había dado cuenta.

Rasqué mi nuca intentando calmar la ira que estaba creciendo en mi interior. Kiriat se mantuvo en su lugar y con toda la valentía que la caracteriza, me miró a los ojos, desafiante.

—Ya te dije que se puede remediar. No exageres, Emmanuel —Su voz sonó firme y su mirada en ningún momento dejó la mía.

—Dime ¿cómo piensas remediar el hecho de que por tu culpa casi no me entero de la enfermedad de mi mejor amiga? —Y sí, eso fue una bomba para ella porque sus ojos se abrieron sorprendidos.

¿Debí decir eso? No lo sé, a ella no le incumbía lo que sucedía en mi vida fuera de Londres, pero tenía que hacerla sentir culpable por la canallada que había cometido y no tardó mucho en bajar su mirada, por lo que supe que había logrado mi objetivo.

—No tenía idea, yo no quise... Él no me... —Se cortó antes de continuar y me miro con lo que parecía ser arrepentimiento. Sus ojos se cristalizaron, pero eso no me detuvo para decir todo lo que tenía reservado para ella.

— ¿No querías qué, Kiriat? Siempre actúas por impulso y no te das cuenta de las consecuencias que eso trae. —Tomé una pequeña pausa para respirar—. Confiaba en ti, Kiriat, pero ya veo que el karma sí llega y a mí me tocó uno de los peores. —Mordí mi labio inferior y a mi mente vino el recuerdo de Eileen llorando frente a mí, esperando que le dijera la verdad sobre mi viaje a Londres.

—Mi hermano... —La voz de Kiriat se quebró y casi flaqueo al recordar los ataques de ansiedad que suele sufrir, pero no podía permitir que se librara de todas las preguntas.

— ¿A eso te refieres con él? ¿Tu hermano? —Me confundían sus frases cortas y quizás ese era su objetivo, confundirme.

¿Kiriat tenía un hermano? ¿Qué otras cosas ha estado ocultándome? No podía seguir así y menos sabiendo que ella no llegaría a ser del todo honesta conmigo. Quería ayudarla y entenderla, no quería que sufriera lo que alguna vez mi mamá sufrió, pero si ella no ponía de su parte, tendría que dejarla ir. No puedo retener a alguien a quien no le interesa ni en lo más mínimo mi esfuerzo.

—Tienes que irte, Kiriat. —Mi garganta ardía y los ojos me picaban al saber que una vez más, no podía hacer nada.

—Emmanuel, por favor, jamás pensé que eso iba a pasar. —Por sus ojos bajaban las lágrimas, su labio inferior temblaba y por cómo me miraba sabía que estaba suplicando que no la dejara sola en esto.

—Lo siento, Kiriat. En el mundo tenemos prioridades y por más que me duela decirlo, tú no puedes ser una de ellas —hablé mientras caminaba hacia la puerta y la abría para Kiriat, invitándola a salir.

A paso lento llegó a la puerta, me miró una vez más y una vez estuvo afuera, sonrío secando sus lágrimas y pronunció:

—Gracias por al menos intentarlo.

No podía concentrarme, por mi mente pasaban los recuerdos de la discusión con Kiriat y eso me hacía sentir malditamente miserable, había renunciado a todo sin haber entendido la incógnita que ella era.

Había hablado con Eileen y con Alessandro del tema, pero no me pudieron ayudar mucho debido a que le harían un examen importante a la castaña y mi mejor amigo estaría con ella, así que por ahora estaba solo en esto.

Suspiré frustrado y leí una vez más la guía, tenía que comprar algunos materiales para poder hacer el trabajo, así que con mucha pereza me levanté del suelo, fui por mi billetera y salí del departamento no sin antes guardar las llaves en mi bolsillo.

Estaba a punto de bajar las escaleras del edificio, cuando algo vibró en mi bolsillo. Era mi celular, lo saqué de mi bolsillo y fruncí el ceño al ver en la pantalla que me estaban llamando de un número desconocido.

—Hola —contesté y detuve mi paso al escuchar la voz proveniente del otro lado.

—Hijo.

—Adiós.

—No cuelgues, hay algo importante que tengo que contarte, tu... —Colgué antes de que pudiera continuar y luego apagué mi teléfono para evitar que me llamara otra vez.

Tenía que dejarle claro que no me interesaba saber nada que pudiera venir de él. Guardé nuevamente mi celular en el bolsillo y comencé a bajar las escaleras, pero choqué con cuerpo delgado.

Definitivamente no era mi día.

—Emmanuel ahí estás... —susurró Kiriat, intentando calmar su respiración. Estaba agitada, como si hubiera corrido por todo el edificio para encontrarme.

Rodé los ojos fastidiado e intenté pasar por un lado ignorando a la castaña —antes rubia—, pero su voz me detuvo.

—Lo siento, hace unas horas fui una idiota. Tu más que explicaciones necesitabas una disculpa y yo no supe entenderte —tomó una pausa para luego continuar—. Mi intención jamás fue causar daños y de verdad lo siento. Aún estoy aprendiendo esto, pero quiero seguir aprendiéndolo contigo. Así que desde el fondo de mi corazón te pido disculpas. —Sonaba sincera, lo era.

Y sí, ella tenía razón al decir que lo único que quería una disculpa y quizás así reconsideraría las cosas. Era un poco tarde, pero lo había descubierto, así que con mi voz firme pronuncié:

—Ya veremos qué pasa, Kiriat. —Y me fui, dejándola sola en aquellas escaleras que iniciaron todo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top