Capítulo 36
Nota: Escuchar la canción en el corte de escena.
Eileen Calwell
Abrí mis ojos con pesadez y solté un bostezo involuntario. No sabía en qué momento me había quedado dormida y tampoco sabía cuándo se había marchado Emmanuel de la habitación.
Suspiré y me acomodé en la camilla a la espera de cualquier persona que deseara entrar a la habitación, mientras intentaba ordenar los pensamientos en mi cabeza. Me sentía bien por haber solucionado finalmente mi conflicto con Emmanuel, pero ahora había otra cosa que carcomía mi cabeza. Mis sentimientos.
Me había negado a la posibilidad de pensar en alguien o algo más que se saliera de la línea de mi enfermedad, pero eso era difícil cuando se tenía a un moreno merodeando por ahí. Si bien, Alessandro no hacía mayor cosa al estar conmigo, no podía evitar sentirme bien con su compañía. Bastante bien para mi gusto.
Me era casi imposible no pensar en él, cuando había muchísimas cosas que me lo recordaban. Y ¿qué lo había empeorado todo? El estúpido beso de hace unas horas. No hablamos mucho después de eso, Alessandro hizo un mal chiste para alivianar el ambiente y luego se marchó, dejándome curiosa por saber si ese beso también había removido cosas en su interior.
— ¡Hola! —saluda animadamente, el chico que últimamente se estaba adueñando de mis pensamientos.
— ¡Hey! ¿Qué hora es? —cuestioné y le dediqué una sonrisa involuntaria. Este se acercó y yo me permití observarlo sin descaro.
Noté que su cabello estaba un poco húmedo y que se había cambiado de ropa, lo cual me dio a entender que finalmente había ido a casa, además en su rostro ya no estaba la expresión cansada de hace unas horas, cosa que me tranquilizaba completamente.
—Son las ocho —contestó finalmente a mi interrogante y se sentó en la silla que estaba ubicada a un lado de la camilla.
—Gracias, ¿mis padres están cenando?
Alessandro analizó un poco mi pregunta y segundos después soltó una carcajada, dejando a la vista su perfecta dentadura y por alguna razón esa pequeña acción hizo que mi interior vibrara.
—Son las ocho... De la mañana, Eileen —aclaró aun entre risas y yo no pude evitar sentirme avergonzada por mi pregunta. ¿Qué diablos me pasaba?
No dije nada al respecto y dirigí mi mirada a una de las paredes de la habitación. Estuve a punto de ser consumida por la vergüenza, cuando un pensamiento invadió mi cabeza.
— ¡Hoy es la TEP! —exclamé y me levanté rápidamente de la camilla, dirigiéndome al baño y permitiéndome observar mi reflejo en el espejo por primera vez desde que estaba aquí.
Solté un pequeño chillido una vez me vi en el espejo. Mi cabello estaba enredado, mis ojos tenían ojeras bastante grandes y mis labios estaban resecos. Lucía muchísimo peor que Alessandro.
Suspiré y abrí el grifo para lavar mi cara, luego intenté peinar mi cabello con los dedos y de esa manera deshacer un poco lo mal que me veía. Definitivamente odiaba los hospitales.
— ¿Estás bien? —preguntó, Alessandro desde afuera.
— ¿Por qué no me habían dicho que me veía tan mal? —Me lamenté, tapando mi rostro con las manos.
—Era lo menos importante en momentos como este, Eileen. —Me reprendió. No respondí, solo me limité a lamentarme internamente y segundos después salí del baño —con mejor aspecto que antes— para luego sentarme en la camilla a la espera de alguna enfermera.
Alessandro me observaba desde su lugar y pude notar como un atisbo de sonrisa aparecía en su rostro, ¿qué le parecía tan divertido? Lo miré de mala manera y comencé a jugar con la bata de hospital que tenía puesta. Al menos no era tan fea como mi aspecto, era de color azul cielo con blanco, bastante agradable para mi vista.
— ¿Qué tal si después de tu examen hacemos algo para relajarnos? —propuso el moreno, cortando el silencio que se había adueñado de la habitación.
—Creí que te había quedado claro que no me drogaría contigo —bromeé y me giré en su dirección, esperando ansiosa su respuesta.
—Y yo creí que te había quedado claro que no eres una compañera idónea para drogarse —respondió con una sonrisa de triunfo en su rostro. Negué con la cabeza, aceptando la derrota y me dispuse a esperar la llegada de alguna enfermera.
[...]
La TEP había resultado mucho mejor de lo que esperaba. La enfermera había llegado a la habitación a las nueve en punto y me había dado las indicaciones necesarias para el examen, luego tuve que esperar un poco más y mientras lo hacía, Alessandro me había estado contando cosas, entre ellas me había dado la despedida de Emmanuel —quien se había ido la noche anterior—. Todo eso me había servido bastante para estar un poco más relajada a la hora de la TEP.
El examen duró unas tres horas. Primero el doctor tuvo que hacer una especie de canalización para ver las zonas preocupantes de una forma más clara, esto duró una hora aproximadamente y era porque tenía que esperar a que mi cuerpo absorbiera un tipo de material radiactivo —sorprendentemente esto dolió mucho menos que la quimioterapia—.
Luego de ello, tuve que acostarme en un tipo de escáner, en donde el doctor hizo todo el proceso de analizarme por medio de ese aparato. Una ventaja de ello era que los resultados eran casi inmediatos, así que mis padres y yo no tuvimos que esperar mucho para saber el rumbo que tomaría mi tratamiento.
Tal como lo esperaba, mi cuerpo no estaba respondiendo al mismo y por esa razón había tenido las decaídas. El doctor explicó que para ello aumentarían la dosis de medicamento y la intensidad en que recibiría en tratamiento. Tres veces por semana, para ser más exacta.
¿Me había afectado la noticia? Sí, pero es a lo que una persona debe enfrentarse cuando sufre este tipo de enfermedades. Todos los días se está a la expectativa de poder recibir noticias buenas o malas. Yo no era la excepción.
Lo único bueno de todo esto era que me habían dado el alta, así que iría a casa, después de no sé cuántos días.
—Puedes estar menos seria y sonreír un poco más, por favor. —Pide, Alessandro sacándome de mi trance, estaba apoyando todo su peso en una de sus piernas, mientras sostenía la cámara entre sus manos y mantenía una expresión seria.
A eso se había referido con "relajarnos", había aceptado porque en serio necesitaba aire fresco, así que mientras esperábamos a que mis papás terminaran algunas cosas en el hospital, estábamos haciendo una mini sesión fotográfica.
— ¡Eileen quieres prestarme atención! —Chilla el moreno, provocando que me sobresalte.
— ¡Lo siento, ya te escuché! Más dientes, menos ceño fruncido —respondo para luego cruzarme de brazos y rodar los ojos. Esto ya no tenía nada de relajante.
—Gracias. —Sonrió aliviado y por inercia yo también lo hice—. Así está mejor.
Hice una pose más y luego le indiqué a Alessandro que me iría a despedir de Chloe. Él solo asintió con la cabeza y yo sonreí en su dirección. Qué fácil era hacerlo cuando él estaba presente.
Tragué fuerte siendo consiente de mi sentir y luego miré a Alessandro por unos segundos. Su mirada verdosa se había dirigido a su cámara, su ceño estaba un poco fruncido —probablemente por las fotografías que había tomado—, mientras que sus labios estaban ligeramente entreabiertos y algunos de sus rulos caían por su rostro haciéndome querer retirarlos de ahí.
Estaba a punto de retirar la mirada, pero para mí mala suerte, Alessandro levantó la suya haciendo que nuestros ojos se encontraran, provocando una pequeña corriente eléctrica en mi interior.
Verde y miel, una constante lucha por quién se mantendrá, ninguno de los dos rinde tributo. Nos mantenemos así, mirándonos fijamente como diciéndonos todo y nada a la vez.
Éramos dos jóvenes mirándonos fijamente, ubicados a las afueras de un hospital, intentando sacar buenas fotografías para un proyecto. Un momento que más que romántico, era un tanto agridulce, pero que al final de cuentas, era nuestro. Al menos desde el punto de vista amoroso, uno que se negaba a salir a la luz por miedo a que si lo hacía, sería cegado por la misma.
—Creo que ya es tarde —intervino Alessandro cortando el contacto visual. Y así fue como la niebla que nos había cubierto por segundos o tal vez minutos, se disipó y fue inevitable no sentirme decepcionada por ello.
—Sí —susurré—. Nos vemos luego Alessandro.
Caminé a paso apresurado, dirigiéndome a oncología y sonreí cuando Chloe se dirigió a mí.
—Eres tan afortunada, eres mayor y puedes ir a donde tú quieras ¡Qué injusto! —Se queja Chloe una vez llego junto a ella. Estaba a punto de recibir su tratamiento.
—No creas, ser mayor no es tan bonito como tú lo pintas. Te salen granos y creí saber que a ti te dan asco.
Esta me miró como si lo que acabara de decir fuera una completa estupidez y luego habló:
—Los granos desaparecen Eileen, creí que lo sabías. Tener casi dieciocho te está afectando. —Niega con la cabeza y abro mi boca sorprendida.
—Cuida tu lenguaje, pequeña Chloe. —La apunto con el dedo índice de mi mano derecha y entrecierro mis ojos, intentando intimidarla.
—Lo que tú digas, anciana —responde y me muestra su lengua en un gesto muy propio de ella. Niego con la cabeza para luego dirigir mi mirada hacia otro lado, fingiendo estar enojada.
Definitivamente Chloe sabía cómo animar mis tardes, a pesar de tener ocho años sabía tratar con las personas mayores y además era muy suspicaz e inteligente, algo bastante admirable para su edad.
—No te enojes, sabes que es cierto. ¿Qué tal si me cuentas sobre tu vida amorosa? —Me toca el brazo izquierdo y de reojo veo como balancea los pies en la silla en la cual se había sentado.
—Tú no sabes dejar a una persona despedirse rápidamente, ¿verdad?—Le cuestiono mientras sonrío.
— ¡Oh vamos! Necesito algo más que los cuentos aburridos que me cuenta la enfermera de pelo blanco. —Bufa y se estremece, probablemente recordando alguno de esos cuentos.
—Primero, es cabello, no pelo. Segundo, a mí me parecen entretenidos y tercero, deja de ser una pequeña chismosa que por eso no vas a crecer más allá de un metro cincuenta —respondo enumerando con mis dedos cada una de las cosas dichas.
—Lo de la estatura... ¿Lo dices por experiencia? Eso explicaría el por qué... —La interrumpo antes de que pueda continuar.
—No tienes respeto por los mayores, pequeña ingrata. Pero bien, tú ganas —suspiro rendida—. Mi vida amorosa no va de lo mejor, hay un chico que... Que es diferente a mí en muchísimos aspectos, sin embargo hay algo que me atrae a él y me hace querer tenerlo cerca, aunque es un poco extraño todo esto porque solía detestar compartir espacio o aire con él y ahora es diferente. Ya veo que es muy cierta esa frase de que del odio al amor hay un solo paso —respondí con sinceridad sorprendiéndome a mí misma, porque vamos, estaba confesándome con una niña de ocho años.
No recibí respuesta, así que di por terminada la sesión de preguntas y a la vez le di paso a mis pensamientos.
Era inevitable negarlo, me gustaba Alessandro, empezaba a acostumbrarme a su presencia, me empezaba a gustar mirarlo mientras estaba concentrado viendo fotografías, empezaba a sonreír con cualquier estupidez que él dijera, me empezaba a emocionar poder pasar tiempo con él y lo más importante, empezaba a verlo con ojos de amor y no de amistad.
—No entendí —respondió Chloe unos minutos después, sacándome así de mis pensamientos.
No pude evitar reír por la respuesta que había dado, estaba más que claro que ella aún se quedaría con esos cuentos —que según ella son aburridos— y con eso de sufrir por no poder salir a la calle a jugar.
—No esperaba que entendieras —Niego con la cabeza y dirijo mi mirada a la enfermera que se acercaba a nosotras, era hora de la quimioterapia de Chloe.
Una vez la mujer llega a nosotras nos regala una sonrisa de boca cerrada y comienza con el procedimiento para insertar el catéter en la mano de la pequeña. Fue inevitable no ver el rostro de Chloe, quien no mostró ni una señal de dolor. Era bastante admirable.
—Aunque no entendí muy bien, por lo que logré captar hay un chico. Así que ve por él, nuestra vida es demasiado corta como para no arriesgarnos e ir por el amor —replicó con un tono sabio en su voz. No podía negar que me había sorprendido su respuesta, era... Muy madura.
— ¿De aquí a cuando das consejos de amor, pequeña Chloe? —interviene la enfermera cuyo nombre no recuerdo.
—Eso lo saqué de una telenovela, mi mamá suele ver bastantes conmigo —responde y se encoge de hombros a lo cual la enfermera y yo reímos, ya sabía yo que tenía que haber una explicación para esa respuesta.
Aunque si quitaba el tema de la telenovela, de alguna u otra forma ella tenía razón y no pude evitar estar agradecida con la vida por haber puesto a esa pequeña en mi vida.
—Gracias —susurré en respuesta y luego salí del lugar, no sin antes despedirme.
Caminé en dirección a la salida, sabiendo que probablemente me estaban esperando, aunque mi sorpresa fue evidente cuando noté que Alessandro caminaba por el pasillo en mi dirección.
—Eileen, aun no nos vamos. Tus padres dicen que el proceso de la salida está tardado, así que tendremos que esperar un poco. —Informa cuando llega a mí.
—No hay problema, yo... —Antes de poder continuar fui interrumpida por el moreno.
—Bueno... En realidad no es cierto. Yo les pedí un poco de tiempo porque creo que tengo que decirte algo importante. —Su confesión provocó que esta vez sonriera sin pudor alguno, aunque lo que fuera a decir me aterraba un poco.
—Así que... —Nuevamente fui interrumpida y en ese momento quise tirarle un zapato a Alessandro por no permitirme continuar.
—De verdad es importante, Eileen... Jamás creí decir esto pero... —Lo interrumpí antes de que continuara. ¡Toma esa, Alessandro!
—Alto, no sé si lo que dirás será bueno o no y no creo estar en las condiciones para saberlo —expliqué y bajé mi mirada.
—Alto tú, deja que hable por favor. Eileen yo, es que mira —hizo una pausa y por sus movimientos supe que estaba nervioso—. No sé cómo ni por qué, pero creo que me... —Lo frené con la mano antes de que terminara su oración.
—Alessandro, no sé si después tendré la valentía de decirlo, por eso debo hacerlo ahora. Pero antes de eso, debo decir que a veces las niñas de ocho años dan buenos consejos. —Expliqué y él rio, sin interrumpirme, así que continué hablando.
»En nuestra vida suceden cosa que no logramos entender del todo. Yo tampoco sé cómo, ni por qué, solo sé que sucedió. No quiero que mi vida se base en lamentaciones por cosas que no hice, es por ello que debo decirte: Alessandro, sé mi novio, ¿sí? Mira, yo soy un desastre y tú también lo eres, así que podemos ser un desastre juntos ¿Quieres? —terminé y luego mordí mi labio inferior, ansiosa por una respuesta. Alessandro se mantuvo en silencio, analizando mi confesión y no pude evitar sentir un poco de miedo, sin embargo luego me miró y respondió:
—Me pagarás el no haberme dejado hablar, Eileen... Aun así me odiaría si no digo que sí. Así que, Eileen Calwell, seamos un hermoso desastre junto.
Nota de autora:
Holis *La linchan por no haber aparecido en mas de dos semanas*. Pido perdón por eso, la única excusa que puedo dar es que no tenía mucho tiempo, así que nada, espero disfruten el capítulo y procuraré actualizar mas seguido.
Los quiere, Paulina.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top