CAPÍTULO 5: Corazones lastimados

Lauren

Yo me quedo estática, Sofía no me dio tiempo ni de reaccionar, me dejó con la palabra en la boca. No sé si debo ir tras ella o…

Mejor me quedo aquí. Sofía está ebria, no se da cuenta de lo que hace… Pero sí que tenía la intención.

Nathaniel está en el mismo trance, no sabe si correr hacia Sofía para traerla y que se disculpe conmigo, o quedarse a consolarme por el mal momento pasado.

Yo recién empiezo a salir de mi aturdimiento cuando mi novio me abraza, al parecer decidió quedarse. Me siento un poco reconfortada, sus abrazos siempre son un mundo para mí, pero esta vez es diferente, solo… Siento que me asfixio en este lugar.

—Perdón, sé que no es mi culpa, pero me siento responsable —me dice Nathaniel mientras me abraza y me da un beso en la mejilla—. Si quieres la vuelvo a traer para que se dis… —Quiso decir y cumplir lo dicho, pero no lo dejo continuar.

—Sofía jamás se disculparía conmigo, ni ebria ni sobria. Solo… déjalo así, no te preocupes —quiero llorar, pero hago esfuerzos inmensos por evitarlo.

Como siempre Sofía arruinando nuestros lindos momentos como pareja. Ya debería acostumbrarme, pero no puedo ni nunca lo haré, no puedo evitar sentirme mal.

—Claro que me preocupo, ahorita Sofía no es dueña de sus acciones, solo fue el alcohol…

—Muy al contrario, como te dije, Sofía sobria o ebria sabe muy bien lo que hace, y siempre deja bastante en claro que no me soporta y que te quiere para ella —espero no haber sonado muy tajante, no quiero que Nathaniel note que estoy afectada.

—De verdad lo siento, sabes que siempre que sucede intento hacerla entrar en razón, pero yo sé que algún día lo va a comprender —al no recibir respuesta de parte mía pregunta—. ¿Cómo quieres que te compense? —a la par coloca su chaqueta encima mío, volviéndome a abrazar por la cintura y mirándome directamente a los ojos, con ternura; lo cual hace que me sienta peor, sin derretirme como siempre.

—Yo… —Quiero decir intentando mirarlo a los ojos también, pero rápidamente los desvío y me animo a hablar—. Yo, solo necesito estar a solas, voy al baño a secarme esta mancha y… Luego quiero irme, por favor. Si quieres puedes quedarte con Matías a disfrutar o te vas conmigo, no sé… —Solamente quiero estar sola y llorar, me siento bastante sofocada. Me incorporo cuando veo que no puedo continuar hablando.

—Lau, Lau, mi amor, sabes que no puedo dejarte ir así —me detiene Nathaniel agarrándome suavemente del brazo, pero firme.

—Por favor, de verdad lo necesito, al salir del baño y al irnos si quieres hablamos, ¿te parece? —le propongo con la voz queda y la cabeza gacha, para que no note que quiero llorar. Nathaniel duda unos segundos, pero acaba aceptando.

—Está bien, tómate el tiempo suficiente, llora para sentirte mejor pero prométeme que no te irás sin mí y que no te portarás esquiva conmigo cuando salgas, porque sé que estás mal, ¿de acuerdo? —me pide con suavidad en su voz, mientras me acaricia la mejilla.

—De acuerdo —acepto dándome media vuelta y de repente siento un efusivo y protector abrazo. Me tomó de sorpresa, así que me quedo estática, pero este abrazo logra reconfortarme tanto que… Ya no puedo evitarlo.

Me aferro a su pecho, lo abrazo como puedo y… las lágrimas se me escapan solas. Y sin darme cuenta en sí comienzo a llorar, en silencio, con algún sonido que otro casi imperceptible, pero lo hago.

Me desahogo, expulso mi frustración en esas lágrimas. Amo tanto a Nathaniel que no soporto, me lastima mucho el mero hecho que Sofía se le acerque, porque sé cuáles son sus intenciones con él. Me siento tan insegura, tengo tanto miedo de que… me deje por ella.

—Lo necesitabas —dice Nathaniel aferrándome más a él, y yo no pongo resistencia. Entonces descubro su estrategia, todo era una trampa para no dejarme ir y ser él quien me consuele—. Por supuesto que no iba a dejarte ir sola, ahora es cuando más me necesitas —me dice en voz casi queda, cerca a mi oído, yo solo oculto mi cabeza en su pecho. Él no se merece tanta inseguridad mía, Sofía es bastante segura de sí, tal vez…

No, no puedo ni pensarlo, ante la idea de esa posiblidad derramo más lágrimas.

—Tranquila, todo va a estar bien —me asegura el amor de mi vida mientras me acaricia la espalda—. Yo nunca te voy a dejar, te lo prometo, a quien amo es a ti —eso es exactamente lo que quería escuchar, esas palabras mágicas, que me inserte esa seguridad que me falta.

Soy tan tonta.

Poco a poco dejo de llorar, pero mi cabeza continúa hundida en su pecho, es como si el tiempo se hubiese congelado para nosotros. Y nos quedamos en silencio, yo no me atrevo a decir nada, y él solo me brinda sus reconfortantes caricias.

De repente ya no siento mis pies en el suelo, sino en el aire y siendo sostenida por unos fuertes brazos, es entonces que me cruzo con su dulce mirada. Dejo de llorar, pero mis ojos siguen brillando y una traicionera lágrima rueda por mi mejilla.

—Vámonos de aquí —dichas esas palabras, Nathaniel sale del establecimiento conmigo en brazos.

«Ahora solo somos él y yo».

***

Matías

No-es-posible.

No es posible que ni una morra guapa, o libre de asqueroso vómito o sin pareja haya por aquí. ¡Hasta una casi me vomita encima! ¿Es en serio? ¡Esto es una pinche discoteca, por Dios! ¿Adonde se fueron las morras guapas de la ciudad? Se supone que todo tipo de gente viene a parar aquí los viernes por la noche, y entre ellos morras atractivas y feas, pero al parecer hoy solo me topé con las últimas.

Creo que ya es hora de poner las gafas de sol sobre mi cabeza. Sí, ya sé que aquí no hace sol, pero me hacen ver más cool e interesante.

«Tanto que hasta algunas prácticamente se me abalanzaron encima».

Hasta otra en plena pista de baile me pidió que le hiciera el amor ahí mismo… Pero se estaba cayendo de borracha y era más fea que mi vecina con cara regordeta de tonalidad cera café, la muy hija de su mami me denunció cierta vez por no bajar el volumen de mi música por las noches.

Sí, también soy consciente de mi perfecto atributo físico.

En fin, creo que la única morra guapa que vi esta noche es una ojiverde con cabello castaño oscuro que tenía su vista fija en mí. Quise invitarla a bailar, pero acabé perdiéndola de vista y ahora no la encuentro, ¿dónde se habrá metido? Ya la voy buscando un buen rato y cada vez se hace más difícil con esta marea de gente y mis propios mareos debido al vodka que me bebí. Aunque no estoy tan borracho, tal vez solo mareado.

Luego la busco, primero tengo que ir al baño, necesito fumarme un cigarrillo en paz. Me dirijo tambaleándome un poco e ignorando a chicas desesperadas y ebrias que intentan llamar mi atención. Mis recientes fans.

«Uff, al fin llegué». Extrañamente el baño está vacío.

Me apoyo en la pared con una pose casual y relajada, luego saco mi cajetilla de cigarrillos y cuando tomo uno y estoy a punto de encenderlo, oigo unos sollozos.

Debe ser mi imaginación.

Sacudo la cabeza en negación a ello y otra vez estoy a punto de encender mi cigarro cuando los sollozos se intensifican. Y son de una mujer.

¿Pero qué coños…?

Intento descifrar de dónde provienen tales sollozos y entonces la veo.

Detrás de mí, en aquel rincón del baño, la que creía una frívola y sin sentimientos Sofía, llora sentada en el suelo, con una botella de tequila en la mano y en la otra sostiene una copa ya casi vacía.

Juro, que creía más factible que hubiese vida en Júpiter que verla así, parece tan… derrotada, frustrada, incluso tiene el maquillaje corrido, excepto por el pintalabios. Debe estar ebria y muy mal, porque la Sofía que conozco nunca, jamás se sentaría o bebería de esa forma.

Y por supuesto que ya me figuro lo que ha pasado. Hoy no vine solo, me costó horrores convencer a Lauren de venir, pero acabó cediendo. Sofía los debió de ver juntos, les hizo algún tipo de escándalo, Nathaniel la volvió a rechazar por millonésima vez y en frustración por no lograr su cometido, se desahogó en la bebida.

Por Dios, si la bebida debe ser motivo de alegría… Qué va, cuando estoy frustrado por algo hago lo mismo.

—¿Sofía? —soy idiota, por supuesto que sé que es ella. Y por primera vez me le dirijo con un tono preocupado, inusual en mí.

—¿Qhé haces, aquí? Este es… el baño de mujeres —afirma, pero no alterada, pretenciosa o altanera como siempre que se dirige a mí. Yo alzo las cejas en señal de sorpresa, de veras que parece muy ebria.

—Por si, todavía te diste cuenta, querida bruja, este es el baño de varones —intento parecer sereno, y para disimular mi repentino mini mareo me apoyo en la pared y pretendo mirarla con burla, porque eso no es lo que siento en realidad; pero ya saben, es para mantener la compostura, también me cruzo de brazos.

Sin embargo ella no responde nada, solo derrama más lágrimas.

—Ya deja de llamarme así —me pide entre lágrimas, toma otro trago, sobre su nariz y continúa—. ¿En verdad soy tan mala? ¿Tú crees eso? —me pregunta mirándome fijamente. Sus ojos ya brillan demasiado por tanto llorar.

—Pues, yo… —Quise responder, pero no me da tiempo ni de hablar, parece que quiere desahogarse y yo estaré aquí para escucharla hasta el final si es necesario.

—Todos lo creen —por poco exclama, pero tras una brevísima pausa continúa—. Y yo… no sé por qué, tan solo quiero ser feliz. ¡Es lo que quise siempre!

Entonces le presto aún más atención, esa declaración me tomó por sorpresa, yo desde que la conozco pensé que Sofía era de las mujeres que velaban solamente por sus intereses y no se detenían a pensar que siquiera existe la felicidad.

Toma otro trago antes de proseguir, pero antes de que logre continuar hablando le arrebato la botella y la copa de las manos. Aunque Sofía se incorpora rápidamente e intenta quitármelos.

—¡Dame eso! ¡Es lo único que me comprende en la vida, nadie lo hace! Al tequila si le importan mis problemas…

—Sofía, es un triste líquido que siquiera tiene vida, ¿cómo puede comprenderte? —creo que estoy tan ebrio como ella, es la conclusión obvia más absurda que hice en mi vida. A la par dejo la botella y la copa en el suelo, alejados de ella.

—Pues me gusta pensar que sí, y punto. Yo… estoy tan sola… — Confiesa derramando aún más lágrimas en ese rostro que ahora noto que es muy bello. Ignórenme, el alcohol me puso así de cursi, pero al verla tan partida siento unos tremendos impulsos por abrazarla. Sofía continúa hablando—. Tú no sabes lo frustrante que es despertarte sin nadie a tu lado, o sin el bullicio característico en un verdadero hogar… Tú, tú no sabes lo frustrante que es llegar a tu casa, revisar tu celular y no tener siquiera una triste llamada registrada ni perdida, las únicas que tengo… Son las que realizo para negocios o solo me buscan para eso, para hablar de los estúpidos negocios. Ni siquiera tengo una amiga o amigo para hablar de esto…

—¿Pero qué con las morras que te vi una noche en un evento?

—A ellas se les llama amistades, y quizá… quizá lo sean por conveniencia o costumbre, ya no sé —otra gruesa lágrima escapa por su mejilla—. Es por eso que me aferro a Nathaniel, es lo único realmente bueno que tengo, él me quiere yo sé que sí… pero no me lo demuestra —no la dejo continuar, pues ya no pude resistir mis impulsos por abrazarla. 

Ella se queda anonadada un momento, pero acaba por corresponderme y apoya su cabeza en mi hombro, derramando las últimas lágrimas, pues yo me encargaré de eso. La abrazo, aferrándola a mí por completo.

No sé cuánto tiempo pasó, pero Sofía al fin se anima a separarse, sorbiendo su nariz. Es entonces cuando nuestras miradas se cruzan. Sus ojos tienen una curiosa tonalidad miel, pero creo que se asemejan más a un tono beige, aunque de lejos parecen ser negros.

Y siempre los vi altaneros orgullosos, seguros de sí mismos… Todo lo contrario a hoy, pero ahora que me los encuentro, los veo como si se hubiesen quitado un peso de encima, como si sintiesen un cierto alivio, muy distintos a cuando me la encontré llorando.

—Ya no llores —le pido acariciando con ternura y detenimiento su mejilla, secando sus rastros de lágrimas. Dios, ¿cuando me volví tan cursi? —Los robles no lloran, menos las brujas —le aseguro con una media sonrisa que pretendo que sea arrogante, pero me es imposible quitar la mirada de ternura que le estoy dirigiendo.

—Idiota —es la primera vez que me dirige un insulto junto con una dulce sonrisa, y vaya que le hermosea más el rostro.

Sofía de veras es una bruja. ¡Decidió convertirme en un total y asqueroso cursi esta noche! Pero debo felicitarla, sus hechizos son efectivos. O es el alcohol que sacó a relucir la parte romántica de mí que estaba muy, pero muy oculta si es que de veras la tengo.

Y entre tanto divague, pensamiento y mirada, es entonces cuando no puedo resistir más, ni ella tampoco.

Ambos tomamos la iniciativa de besarnos con desesperación y frenesí.

……………………………………………
Canción de fondo: Te quiero, te quiero

«Te quiero, te quiero siempre en mis brazos, te quiero con tus locuras, te quiero sin cuestionarlo, te quiero. Te quiero»
……………………………………………

Sin duda ella es muy buena besando, es el mejor beso que una morra pudo brindarme alguna vez, uno desesperado pero sin embargo superior a otros. Sofía sostiene mi rostro con una mano y con la otra me abraza alrededor de mi cuello, y muerde mis labios de tal manera y yo los de ella que comienzo a excitarme, son tan carnosos y dulces, y a pesar del sabor a tequila que tiene su boca, su lengua no deja de ser dulce. Nos separamos unas milésimas de segundo por la falta de aire y entonces comienzo a depositarle besos al lado de sus labios, en las mejillas, luego bajo al cuello.

Ella empieza a jadear de placer y es entonces cuando comienzo a succionarle el cuello, sacándole un chupón, luego ella también empieza a depositarme excitantes besos por el costado de mi rostro y cuando está a punto de desabotonarme mi ahora un poco desaliñada camisa tiende a detenerse.

—Esto… no está bien. No estoy en mis cinco, Matías… No hagamos cosas que… de las que podamos arrepentirnos mañana —me pide entre jadeos, pero su cuerpo hace lo contrario, sus manos ya terminan por desabotonarme la camisa y comienza a depositarme besos desesperados por mi ahora torso desnudo, mordiéndolo unos instantes también, a la par que yo muerdo su hombro, haciéndole soltar un gemido de placer.

«Mi nombre se oye tan bien proviniendo de sus labios», de los que me di el placer de degustar.

—No creo… poder arrepentirme, estás tan buena… —Contesto casi sin pensarlo.

«Que no me interrumpa, que no me interrumpa». Esto se está poniendo muy bueno como para pararlo.

—Matías… es el alcohol. Me conozco y… la Sofía sobria no dudará en dejarte estéril —pensándolo bien, tiene razón. No por la amenaza, tampoco porque no esté bien. Ambos somos adultos, solteros y esto son cosas típicas que pasan en una discoteca, además ambos lo deseamos; pero ella cree amar a Nathaniel, quizá luego me odie por esto.

Con todas las fuerzas que me son posibles, me detengo, justo en el momento que comenzaba a emocionarme. Fue mejor a que nada, pero irónico, la morra que quería sacarme de la cabeza fue la que casi me hizo la noche.

—Está bien. Y no creas que es por la amenaza eh… —Le aclaro entre jadeos agitados, tendiendo a reirme.

—Eres un cobarde, esa es la verdad —afirma ella intentando sonar tajante, pero una risotada se le escapa y a la par yo me carcajeo con ella—. Eso fue… increíble, a pesar de que todavía casi nada sucedió. No besas nada mal, gusano —¿quien la entiende? Ahora me habla seductora y picarona, abrazándome con un brazo.

—Fue tu culpa, de seguro me hechizaste —me excuso con una media sonrisa.

—Gracias, en verdad lo necesitaba —me agradece Sofía con una sincera sonrisa.

—¿Tan necesitada estás? —le pregunto arqueando una ceja y con un tono falso de burla, entonces recibo un golpe en el brazo.

—¡No! Sabes que no hablo de eso… —repone con la voz ronca y una tímida y avergonzada sonrisa—. Por lo otro, por escucharme en silencio, por soportarme…

—Yo a ti no te soporto, no necesito hacerlo, disfruto de tu compañía, punto. Recuerda que si necesitas a alguien para hablar o alguien que te escuche o comprenda, recuerda que este miserable gusano está a tu entera disposición. En todo sentido —le afirmo sonando serio y suave, pero con la voz ahogada y exclamando un poco debido al alcohol. Yo también estoy ebrio, no tanto como ella pero lo estoy.

—Gracias y… —era un milagro que sonara tímida, pues recibo otro golpe en el brazo—. ¡Eres un pervertido! En eso solo piensas… Aunque, creo que se me antoja darte otro beso —afirma picarona y con la voz ronca, mirando detenidamente mis labios.

—¿Qué? ¿Después de que me detuviste ahora…?

—Dije un beso, no sexo. O como dirían los nacos como tú: Ya ándale —me pide Sofía con una pícara sonrisa.

—Este favor no te lo puedo negar —dicho esto me lanzo otra vez a sus deliciosos labios y nos besamos con mucha frenesí.

Todo lo que sucedió con Sofía fue totalmente improvisado, pero me encantó.

—Y quiero que sepas, querida bruja, que en una noche de discoteca todo puede suceder.

……………………………………………
Canción de fondo: Me gustas tú.

«Me gustas tú, tú, tú, así me gustas tú. Te quiero así tal como eres, y así también me quieres tú. Me gustas tú.»
……………………………………………

***

Sofía y yo salimos de la discoteca corriendo, ambos carcajeando escandalosamente y casi sin poder parar.

—Te daría, mi chaqueta pa' cubrirte del frío. ¡Pero ya ves, no traigo ninguna! —exclamo carcajeando.

—¡Yo tampoco! Creo que dejé mi chaqueta allá dentro ¡sólo traje esto! —afirma Sofía también riendo, señalando su bolso de mano.

—Ni modo. Ahora solo queda el calor humano, pero eso, en cuanto salgamos de aquí.

Ahora me dirijo al estacionamiento para sacar mi moto, mi preciada Yamaha Tracer 900.

—No me digas que vamos a conducir ¡borrachos! como estamos —exclama Sofía, lo irónico es que protesta aún riendo, entonces le hago señas para que se calle.

—Shhh, nadie tiene por qué saberlo —le susurro en voz baja.

—No, quiero que me arresten (hic) por tu culpa. Imagínate, solo imagínate, la prestigiosa empresaria Sofía Carolina Altamirano Bellerose, detenida por, beber y conducir con un gusano. No, no. Eso mancharía mi honorable reputación…

—El que va a conducir —la coloco encima la motocicleta mientras hablo—, soy yo, no tú. Además —me apoyo en la moto, pues el equilibrio me falla—. ¿No quieres una aventura de carretera?

—Está bien. Pero si mañana despierto en una celda fría será tu fin, acabaré contigo…

—Ya, ya —ahora soy yo quien se monta—. Agárrate fuerte de mí, porque vamos a partir.

—¿Y no vas a pagar el estacionamien…?

—Solo sujétate —ella obedece aferrándose con fuerza a mí— ¿Lista? —volteo hacia ella y asiente en respuesta, mordiéndose los labios del nerviosismo, entonces vuelvo la vista al frente—. En sus marcas, listos… —susurro, para luego exclamar—. ¡Ahora! —y mi motocicleta sale disparada a toda velocidad. Oigo los gritos del que cuida y cobra el estacionamiento pero me valen.

Ahora somos el viento, Sofía y yo. Me encanta disfrutar de la velocidad.

—¡¿Adonde vamos?! —pregunta ella en voz alta, debido al ruido de la moto.

—¡¿A tu depa?! —la verdad ni sabía adonde íbamos, eso no lo había pensado; pero dada la oportunidad, ¿por qué no?

—¡Está bien! ¡Solo… solo ve más despacio, así nos vas a matar! —me pide asustada. Mujeres, nunca disfrutan de lo emocionante.

—¡Cállate y solo disfruta! —le ordeno. Pero no me obedece puesto que disfruto al máximo, me cuelo entre los autos, paso del semáforo en rojo y ahora voy por curvas peligrosas.

—Nos vas a, ¡matar! ¡¿No puedes ir un poco más despacio?!

—¡Así ya no hay emoción, solo relájate!

Y vamos bien, excelentemente bien. Pero la vista se me nubla por un momento y no sé si frené a tiempo, pues lo único que escucho es a Sofía gritando e instantáneamente después un fuerte impacto.

N/A:

¿Creen que Sofía y Matías se hayan accidentado? ¿Despertarán en un hospital? ¿O qué pasará?

¡Si quieren saberlo no se pierdan el siguiente capítulo!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top