CAPÍTULO 2: Por culpa del beso

Nathaniel

Flashback

Hola Nathaniel —me saludó Sofía entre entusiasta y cordial mientras yo salía de darme un baño, suerte que estaba con una toalla cubriendo mi cuerpo.

¿En qué momento se había aparecido aquí?

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —le pregunté sorprendido obviamente y con reproche.

—Hice una pequeña travesura —respondió ella con un tono inocente que no le quedaba, mientras me presumía una copia de mis llaves y dejaba su bolso de mano en la mesa de la sala.

—¿De cómo…? —la interrogué y ella me interrumpió.

—No pierdo la cabeza del todo cuando discuto con alguien, debes estar más atento a tus cosas Nathaniel, así pueden robarte fácilmente.

—¿Qué quieres? ¿Seguir causando más problemas?

No, para nada. Quiero preguntarte si te gusta mi atuendo de hoy, elegí este vestido especialmente para ti —presumió Sofía con una «inocente» sonrisa, pero con una pose sensual, luego ladeó ligeramente su vestido de un lado a otro.

Sofía tenía puesta un vestido rojo vivo, elegante, que le llegaba poco más arriba de la rodilla. Es una mujer bella y atractiva, para qué negarlo. Luego de que me quedara sin palabras ella bajó un poco la cremallera de su vestido con lentitud, sin dejar de sonreír.

Admito que me vi tentado unos instantes, mientras ella se acercaba peligrosamente a mí. Pero la tentación pasó rápidamente a ser preocupación, el amor que siento por mi novia, Lauren, es más grande que cualquier tentación o deseo que pudiese tener hacia Sofía.

—Y dime, ¿te gustó? —me preguntó después de cerciorarse que hubiese admirado todo el panorama que ella me ofreció. Ahora nos separaban apenas unos milímetros, y Sofía acariciaba mi rostro con lentitud y delicadeza.

Al tenerla tan cerca mío y sin su característica actitud agresiva, me vi tentado otro instante, bajando inevitablemente la vista hacia sus labios, los cuales los tenía pintados de un rojo pasión. Pero con la misma rapidez que la tentación vino, así se fue, pues reconocí que eso estaba mal, yo no amo a Sofía; así que retrocedí unos pasos.

—Sofía, atrás. No quiero malos entendidos.

—Yo tampoco. Te dejo las cosas claras desde ahora —afirmó mientras volvía a acercarse a mí con pasos lentos, pero determinados y sensuales.

—Sofía no… —No pude retroceder más, mi espalda ahora estaba apoyada a la mesa de la sala.

—¿Qué, acaso no te atraigo? —indagó en una suave vocecilla, hablándome al oído, mientras con delicadeza posó su mano detrás de mi cuello.

—Sofía entiende que… —No pude finalizar la frase. Antes de darme tiempo de retirar su mano, ella la presionó más fuerte contra mí y me robó un beso.

Me quedé petrificado obviamente, sin saber como apartarla, no le correspondí el beso pero dejé que se posesionara más de mis labios, que los degustara a su gusto mientras su otra mano abrazaba mi cadera. Además cerré los ojos.

Ese beso no fue para nada lento y tierno, fue el más intenso y desesperado que una mujer pudo haberme dado en la vida. Aunque los labios de Sofía eran dulces y tentadores para morderlos, el beso lo sentí vacío, sin sentimientos; a diferencia de cuando beso a Lauren, mi novia me remueve toda célula de mi cuerpo, me instala las habituales mariposas y hace a mi corazón palpitar a mil por hora. Sus besos también son dulces pero no necesariamente por el pintalabios, como Sofía.

Pasaron unos segundos después del beso robado cuando reaccioné de mi estado de shock. Tenía que apartarla antes de que llegara más lejos.

Cuando quise apartarla queriendo quitar sus manos de mí, sentí otra presencia en la sala.

Abrí los ojos rápidamente y vi a Lauren frente a mí, llorosa y obviamente sorprendida, con la boca semi abierta.

Sofía también se me separó desconcertada, pero al ver a Lauren sonrió con satisfacción, de oreja a oreja.

—No es lo que piensas… —Le dije a mi novia lo primero que se me ocurrió, ya saben, la excusa cliché; pero Lauren retrocedió unos pasos, interrumpiéndome.

—Sé perfectamente lo que ha pasado —afirmó con la voz ahogada. De inmediato se acercó a Sofía y le brindó una cachetada, esta no fue muy fuerte, pero sí lo suficiente como para dejar a Sofía en shock un momento.

—¡A mí no me tocas maldita! —gritó Sofía directo a abalanzarse sobre Lauren, pero pude ser más rápido que ella y la aparté empujándola poniéndome delante de mi novia, para evitar que Sofía le hiciese daño.

—Vete Sofía, tengo que arreglar un problema que tú provocaste —la corrí.

—O sea, ¿ahora yo soy un problema? —repuso la bruja indignada, o sea Sofía—. No sabía que nuestro primer paso juntos, nuestro primer beso era un problema —alegó alterada.

—Este no fue ningún primer paso juntos y aquel beso fue un fiasco. Por favor, vete, tengo que arreglar este malentendido.

—¿Estás seguro? Porque a mí me gustó, bastante —aseguró Sofía, con una pícara sonrisa y volviendo a reducir el espacio entre nosotros, mientras se volvía a acomodar el vestido; pero de un momento a otro Lauren la empujó.

—Eres una zorra —le dijo mi novia, no alterada, sino con decepción y molestia en la voz.

—Te dije que no me tocaras… —Reaccionó Sofía volviendo a intentar agredir a Lauren, pero volví a intervenir empujándola.

—¡Basta Sofía! Ya fue suficiente —le puse un alto alterándome, mirándola con ira.

—No, no fue suficiente. ¿Por qué te sigue preocupando lo que piense Lauren? Ya déjala, nos besamos, ¡así que ya eres libre! —exclamó en un agudo grito. Mi novia soltó mas lágrimas, la abracé para que se sintiera reconfortada, pero ella se hizo a un lado.

—Sofía, la que está libre eres tú. ¡Matías! Qué bueno que llegaste, sácala —le ordené a mi mejor amigo señalando a la susodicha, no sabía en qué momento había llegado o entrado, dado a que tiene una copia de las llaves de mi departamento.

Hubiese sacado yo mismo a Sofía, pero tenía que aclarar las cosas con mi novia.

—Con basto placer —respondió mi amigo y procedió a sacarla.

Sofía se resistió a salir, pero Matías logró sacarla, cargándola.

—Mi amor, ahora sí podemos hablar las cosas con calma —alegué intentando tomar las manos de mi novia, pero ella las esquivó.

—No, no podemos —negó ella llorando y con la voz ahogada.

—¿Por qué no? Si dijiste que sabías perfectamente lo que había pasad… —inquirí con la voz calma, pero temerosa. Lauren me interrumpió.

—Sí lo sé, Sofía te sedujo, tú te resististe al principio, pero te acabó gustando —afirmó ella agachando la cabeza y cerrando los ojos mientras más lágrimas eran las que derramaba.

Odio verla así, y en parte fue por mi causa.

—¿Qué? No, ¿de dónde sacaste eso? Si nos viste debes saber muy bien lo que pasó, por favor confía en mí… —le pedí intentando volver a tomarla de las manos, pero volvió a esquivarme, interrumpiéndome.

—No era necesario ver para deducir lo que pasó —repuso seca y cortante. Lauren jamás había hablado así conmigo, me daban punzaditas al corazón con cada palabra que decía, con cada lágrima que derramaba, afligiéndome más.

—No es lo crees… —me excusé, pero de vuelta no alcancé a terminar la frase. La típica frase de excusa.

—Sofía es una mujer muy hermosa y persuasiva. Sé que posiblemente al principio la rechazaste, puesto que soy tu novia; pero al besarte ella… Te tentó, no me lo niegues, quisiste abrazarla —aseguró Lauren intentando dejar de llorar, pero no lo conseguía. Se refería al momento en que intenté apartar a Sofía, eso sí que lo vio y lo tomó como un intento de abrazo.

—No, no es lo que piensas, en serio; eso que viste fue cuando intentaba apartarla.

—¿Entonces por qué no la apartaste antes?

—Me quedé en shock, Sofía me tomó desprevenido.

—Y no sabías que hacer —Lauren creyó haber completado la frase.

—No, claro que no.

—Cuando te quedas en shock es por eso. ¿Sabes? Yo te entiendo, como te dije, Sofía es muy hermosa y te viste atraído por ella. Creo que ninguna mujer que conoces le llega siquiera a los talones —afirmó Lauren, con decepción y tristeza.

—Tú, tú eres esa mujer.

—No, no la soy… —afirmó Lauren entre lágrimas—. Necesito pensar Nathaniel, todo es tan confuso, tengo que irme —cuando hizo el ademán de irse la detuve agarrándola del brazo.

—No puedes irte así, por favor, no en ese estado; tenemos que hablar —ahora el que estaba lloroso y con la voz ahogada era yo.

—Lo siento —dijo ella con al parecer una sincera culpabilidad por dejarme así—. Pero necesito estar a solas, por favor —me pidió con la voz casi queda.

—Prométeme que no harás ninguna locura —le pedí resignado, si insistía mas podría empeorarlo todo, Lauren necesitaba su espacio y lo comprendía.

—No te preocupes —ella me regaló una sonrisa tranquilizadora, pero breve.

—¿Regresarás? —le pregunté ansioso cuando ella ya cruzaba el umbral de la puerta, pues Lauren y yo vivimos juntos, a pesar de ser solo novios.

—Te aviso, si no es así iré a casa de mis padres, cuídate —me deseó mi novia a modo de despedida, con voz triste y una agobiante lentitud cerró la puerta, retirándose así.

Fin del flashback

Obviamente le conté esto a Matías con menos drama y con palabras más resumidas, pero el pendejo hace el ademán de querer llorar, burlándose. Cómo se hubiese burlado si le narraba todo con pelos y detalles.

—Oh, voy a llorar.

—No seas idiota —aún cabizbajo como estoy le lanzo un cojín.

—En serio, ¿este es un triste final digno de película? O ya sé, mejor te pinto un barco, un iceberg y un océano, para que te hundas a lo profundo profundo, ante los ojos de tu amada que llora des… —Decido por fin interrumpir a este idiota, quien ya se está emocionando con sus ironías.

Matías es así, cero romanticismo. Tampoco es que yo sea el ser más romántico del mundo, pero el amor me enseñó otras perspectivas.

—Con amigos así para qué enemigos —alego lanzándole otro cojín. Él me lo lanza de vuelta a medida que habla.

—Créeme, aún así me adoras —afirma Matías con una presuntuosa sonrisa—. Y además te recuerdo que me debes una grande, resulté maltratado por tu culpa. Tú ordenas la pizza esta noche, y una grande porque ten en cuenta que somos tres —determina tranquilo, yo lo miro con incredulidad. Aclarar que Matías no vive con nosotros, pero nos visita seguido.

—Matías amigo, me preocupas —le confieso con sinceridad—. Te acabo de decir que Lauren me dejó, posiblemente no vuelva.

—Volverá bro, no te hagas drama. Sabes como son las mujeres, especialmente en este tipo de situaciones, necesitan su espacio —Matías dice esto último tendiendo a sonar irónico, luego prosigue—. Regresará, no te preocupes —me asegura sonando ya más serio, mientras me palpa el hombro en señal de apoyo.

—¿Cómo puedes afirmarlo? No eres Lauren.

—No, pero Lauren es la persona más tranquila y calma que conozco, verás que más tarde aparece para aclarar las cosas, se reconciliarán y ya está, su cursi beso de telenovela y entonces dejarás de fastidiar —asegura Matías con un despreocupado tono de voz; él es así de indiferente casi siempre a las cosas y situaciones, pero sé que su intención es apoyarme—. ¿Cuánto apostamos a que Lauren vuelve hoy?

—¿En serio lo crees? —le pregunté con esperanza.

—Lo creo. Ya, cuánto apostamos.

—En todo caso tú estarías apostando para que mi novia vuelva, yo no quiero apostar porque suceda lo contrario, pues yo soy quien quiere que ella regrese.

—Es que la penitencia es lo que cuenta, si ella al final no vuelve tienes que ponerte las pilas; a ellas les encanta ser el centro de atención, sentirse valoradas y esas cursilerías de mujeres, deberás hacerle sentir eso —mirándolo desde ese punto de vista, el idiota de mi amigo tiene razón, así que le hago un gesto con la cabeza para que prosiga—. Así que si ella no vuelve te irás a arrodillar ante ella besándole los pies y diciéndole desesperadamente que la amas. Y en un lugar público conste.

—¿En qué momento se invirtieron los papeles de apuesta?

—En el momento que desististe de ella o cuando dijiste ni quiri apistir piri li cintriri —Matías agudiza su voz para burlarse.

—¿Sofía te maltrató bastante, no? —le pregunto con un burlón sarcasmo mientras le acaricio la cabeza como a un perro—. Pues si mi novia vuelve irás a casa de la bruja, y la pintarás como tal en la pared que está al lado de la puerta de su departamento, ¿va?

—Va, será el primer retrato pintado de la bruja —dice Matías entre breves risas—. Viéndolo así, me conviene ganar, o perder —afirma pretencioso, pero al notar mi fulminante mirada se intimida un poco.

—Y gracias —le agradezco con un apretón de hombro.

—Recuerda que tu idiota favorito está siempre aquí para ti —me asegura irónico, pero sé que lo dice de corazón. Con una sonrisa plantada en el rostro le lanzo un cojín, él me responde y así iniciamos la guerra de cojines. Tengo que reconocer que este idiota me levantó el ánimo, aunque no del todo, pero lo hizo.

Solo espero que tenga razón.

***

Lauren

En este momento voy caminando sin rumbo por la calle, intento dejar de llorar; pero me es imposible, las lágrimas me salen por sí solas.

La gente me mira extraño, incluso una señora de la tercera edad se acercó a preguntarme si estaba bien.

«Bien lastimada» me contuve de decirle, pero en lugar de eso le respondí que no se preocupara, que todo ya estaría bien. Agradecí que su taxi ya hubiese aparecido, pues la señora tenía que irse.

Lo que necesito en este momento no son consejos de que no debo desperdiciar mis lágrimas en un hombre, o que existen peores cosas en la vida y no debo desmoronarme por esto. No, nada de eso. Me duele, lo amo a pesar de todo, ¿qué puedo hacer? Lo único que necesito es ahora es estar a solas, analizar a profundidad lo que pasó, decidir que es lo que voy a hacer… Y una buena taza de café.

Cuando estoy triste o ansiosa no busco refugio en el alcohol o en las pastillas, ni en el trabajo o estudio, sino que tengo una extraña adicción a todos los derivados del café. Creo que además de mi taza de café iré a tomarme dos capuchinos. Sí, mi refugio es la cafetería.

Tomo un gran suspiro, me obligo a calmarme y me dirijo a la cafetería.

Lo primero que hago al llegar es ordenar mi taza de café, dos capuchinos, una pequeña tajada de pastel de café y almendras y una galleta grande también de estas; mientras pienso, me obligo a hacerlo sin llorar.

Debo intentar tener la cabeza fría.

Pillé a Sofía y Nathaniel justo en el momento del beso, sí, noté que realmente mi novio tenía cara de estar en shock pero, ¿qué tal si le acabó gustando? Porque hizo el ademán de querer abrazar a Sofía.

Y si, ¿y si en realidad quería apartarla? Pero, ¿por qué lo haría? Se hubiera apartado antes.

Sofía es muy hermosa, muy atractiva, lo contrario a mí. Yo soy una mujer común y corriente, sin nada de especial, todo lo contrario a ella; y si hay algo que no le falta es el don de persuasión, pues me lo demostró. Y con lo que pasó hoy noté que no tiene pinta de rendirse de conquistar a mi novio.

Mi novio.

¿Realmente me querrá? ¿O solo cree hacerlo?

Sin darme cuenta me encuentro lagrimeando nuevamente, y saboreando mi pastel. ¿En qué momento llegó? Bueno, eso no importa.

De que le tentó Sofía, debió hacerlo, pero, ¿y si no lo hizo? ¿Si en realidad quería apartarla como me dijo? ¿Por qué Nathaniel me mentiría?

Estoy tan confundida, en señal de eso me pongo una mano sobre la cabeza mientras mastico con parsimonía mi pastel, bebiendo un sorbo de café después.

De lo que estoy segura es que la bruja de Sofía no nos dejará en paz fácilmente, pero si Nathaniel realmente me ama como siempre me lo asegura, ¿por qué tendría que dejarlo? Nathaniel es el amor de mi vida, y primordialmente tengo que pensar en su felicidad, incluso antes que la mía, porque lo amo demasiado.

Si él no corresponde a mis sentimientos tengo que dejarlo ir, no puedo atarlo a mí por mero capricho, yo no soy Sofía. Pero si él también me ama, ¿por qué alejarnos? Más que nunca tendríamos que estar juntos.

Pero por más que lo ame yo no soy Nathaniel, no puedo saber qué es lo que pasa por su mente.

De repente siento que alguien toca mi hombro.

—¡Hola, hola! Laurafé, te llaman —escucho la entusiasta voz de Candela, la alegre administradora de esta cafetería y una buena amiga, sacándome de mi ensimismamiento y haciéndome reaccionar.

El apodo de Laurafé se debe, como les dije, a mi rara adicción por el café y sus derivados; aún cuando estoy felíz y tranquila, solo que ahí ya no en demasía, sino como un gusto matutino.

—¿Qué, quién? —pregunto con el corazón latiendo a mil por hora. Será, ¿será Nathaniel?

—Te llaman al planeta tierra, querida, llevo unos buenos ratos intentando llamar tu atención, pero namás no me haces caso —explica Candelalegre fingiendo estar ofendida.

El apodo que yo le puse a ella es por su característica alegría y entusiasmo, casi nunca la vi triste, irritada o enfadada.

—Ay perdóname Candela, en serio no te sentí —me disculpo regalándole una breve sonrisa tranquilizadora.

—Na, no te preocupes —esta vez es ella quien me sonríe—. Si pediste tanta mercadería es porque algo malo pasó. Cuéntame —me pide con voz dulce.

—¿Mercadería? Dios Candela, son alimentos —la corrijo con una breve risilla.

—Son mercadería porque son los que dan ganancias a esta cafetería. Pero ya, cuéntame.

—Sofía besó a Nathaniel —le suelto de golpe, pero esta vez ya sin lágrimas, sino con expresión serena.

—¿Y cómo puedes estar tan tranquila? —exclama—. Pero déjame que le lanzo una bola repleta de manteca a la cabeza de esa zorr… —repone Candela enfadada, yendo directo a cumplir su amenaza, pues sé que es capaz; así que la detengo.

—No, Candela, no es necesario.

—Lauren, sé que tienes un gran corazón, pero no puedes tomarte las cosas con tanta calma, esa zorra está detrás de tu hombre —repone Candela indignada.

—Candela, Nathaniel no es mi hombre, nadie es propiedad de nadie —alego mientras le doy otro sorbo a mi taza de café.

—Ay, es un decir. ¡Pero te lo va a quitar! —insiste gritando en voz baja.

—Candela —la miro fulminante.

—Bueno, ya lo sé. Pero lo que te digo es que luches por tu relación con Nat, a leguas se ve que ustedes dos se aman —afirma con una picarona sonrisa.

—No te preocupes, ya me sé cada consejo de memoria. Además ya sé qué es lo que voy a hacer —aseguro intentando mostrarme confiada, pues me da temor lo que pueda suceder después.

—¿Qué harás? —me pregunta Candela curiosa.

—Ya te contaré luego, todo es depende de lo que pueda suceder —respondo dándole un gran mordisco a mi galleta, pues ya acabé el pastel.

Inexplicablemente siento más seguridad, tal vez solo todo haya sido un mal entendido, Nat y yo somos felices.

¿Por qué eso tendría que cambiar?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top