Malestar | Ty Gwyn




Yo os juro que no quería repetir autor con tan poco tiempo de vida que tiene este libro de reseñas y recomendaciones. Una de las cosas que procuro hacer es no anclarme en los mismos géneros y estilo, conseguir amplitud para que todos podáis encontrar de todo, pero I.D.G.A.F. Esto que os traigo hoy es una joya de Wattpad y me OFENDE que tenga tan pocas lecturas.

Sintiéndolo mucho —en realidad, no. Ya me lo agradeceréis—os hablaré sobre una de las obras que más me han gustado y que se merecen todo el reconocimiento y más no solo en Wattpad, sino también más allá de la plataforma. Sí, queridos, aquí tenéis a TyGwyn con Malestar. De lo mejorcito que he leído por aquí.

No voy a comparar, porque no quiero desprestigiar nada de lo que ha hecho, pero si os ha gustado ¡Io, Saturnalia! solo puedo decir que entonces, Malestar os atrapará y convencerá para que sigáis amando a la autora, porque con esta sacada de lo que no tiene, se lo ha ganado.

***

Dicho pues, nos encontramos a uno de los personajes más carismáticos que os podréis echar en cara: Claude Fevrier, un actor de teatro y padre casi adolescente, separado y atormentado por el sistema, por su exmujer, por su familia, por sus compañeras de piso y amigas y por unos cuantos fantasmas que por casualidad se han vinculado a él, salvándole la vida o empeorándola, según como se mire.

Las preocupaciones de Claude son mundanas, algunas más graves que otras, eso desde luego. La primera en la jerarquía es conseguir que su ex, Margot, no le quite la custodia compartida de su hija Ophélie. El 16 de febrero creía que era posible tras el chivatazo de la agente social. El 17 de febrero, después de que su mejor amiga lo reciba en el piso compartido con dos ataúdes ocupados por dos cadáveres y que dicha agente crea que en su domicilio se ejerce la prostitución, empieza a ver el futuro mucho más negro.

Por si fuera poco, descubren que en el pecho inerte de Patricia, alguien ha guardado un tesoro muy valioso por valor de 500.000 euros. Convencido de que esa situación hará que le quiten a su hija para siempre, a Claude no le quedará más remedio que planificar su propia muerte junto a Maïa y Solène, secuestrar a Ophélie y poner rumbo a Argentina antes de que los jefes para los que Maïa trabajaba pasando droga los liquiden.

Con este punto de partida, no necesito argumentar el motivo por el que me ha parecido divertidísima y a la par digna. Lo digo porque no me gusta el humor fácil y las comedias románticas y demás vaina mediocre. El humor de Malestar es afilado, muy afilado. A veces sutil, a veces basto y negro o sarcástico e inteligente, fruto de haber observado y reflexionado mucho sobre la situación de la Humanidad actual.

De hecho, es la capacidad de la autora de observar el comportamiento humano lo que hace de Malestar algo diferente y memorable para los lectores. Ya he remarcado en otras ocasiones que un escritor no se diferencia mucho de un pintor o un fotógrafo y cuando esta habilidad es sobresaliente, pasamos de un breve esbozo a una obra con profundidad, como es el caso.

Por un lado, dicha capacidad enriquece la calidad de los personajes. ¿Es casualidad que Claude sea actor y se fije siempre en las expresiones tanto propias como ajenas y el lenguaje no verbal? Yo creo que no, habría que preguntárselo a la autora. Pero de todo el tema teatral y visual ya hablaré más adelante. Ahora lo que me importa es otra perspectiva desde la que abordar el tema de la observación en la literatura.

En clave de humor, Malestar nos presenta a personajes dispares, cada uno con su propia concepción de lo que es la vida del primer mundo occidental en Francia. Quizás, el que más nos llame la atención es el protagonista, aunque ya os digo que los demás no tienen desperdicio alguno, y quizás, nos parezca un imbécil y un excéntrico pero también, quizás, Claude no esté tan demente como pensamos.

Detrás de todas sus locuras, sus pensamientos retorcidos y sus acciones medio estúpidas medio inteligentes, existen unos pilares colocados por la persona que lo ha creado para incluir mucha, mucha crítica social de forma muy elegante y sobre todo, muy casual. Y esto es importante, porque la hace apta para todo tipo de público y con esto no me refiero a las restricciones de edad.

A mí me encanta la crítica social, tanto escribirla como leerla, lo sé, pero no os preocupéis; me molesto en ser todo lo objetiva posible y sé que en la mayor parte de los casos, a los lectores les da pereza que durante su tiempo de ocio le digan que el mundo es una mierda. Aunque yo sostengo que es necesario, sé que solo un pequeño porcentaje coincide conmigo y a los demás les da pereza enfrentarse a obras que te terminan catapultando a la espiral del querer desperdiciar tu juventud para dejar un precioso cadáver antes de tener que integrarte en una sociedad que odias.

No os preocupéis. Porque por eso Malestar está abordada desde la perspectiva humorística. Porque el humor siempre ha sido la defensa del ser humano para tratar temas delicados, complejos y deprimentes, el eterno salvavidas que hace que no nos hundamos en el pozo. La vida de Claude es desgraciada. Ha nacido con la maldición de ser demasiado inteligente, consciente y empático pero aunque él viva atormentado y recurra al tequila como medida inmediata de consuelo, su propia mente se burla de él para que nosotros podamos observar todo desde la barricada.

Con una narrativa en tercera persona que nos proporciona lejanía para no contagiarnos e inmiscuirnos demasiado en su desastrosa vida pero subjetivo para conocer al detalle todos sus pensamientos con los que reírnos. ¿Qué nos hace felices? Saber que hay alguien en el mundo más jodido que nosotros. Pues eso.

¿Cómo se consigue? Observando y pasando muchas jornadas a oscuras, comiendo techo, pensando en quiénes somos, hacia dónde vamos y de dónde venimos. Claude es pobre. Es pobre porque dona parte de su sueldo, compra productos de mercado ecológico y en general, posee cierta conciencia que le extenúa hasta el agotamiento mental. Y eso se puede incluir, porque la autora ha observado las distintas reacciones de la gente que se enfrenta a la sociedad en la que vivimos y porque se ha parado a pensar en nuestro papel social y es algo peligroso a lo que no todo el mundo se atreve. Hay mucho debajo de la superficie atractiva y vistosa que nos hace pasar un buen rato, pero solo apta para los valientes que se atreven a nadar sin salvavidas.

A mí toda la historia en sí me recuerda a las típicas de los hermanos Coen. Una historia de perdedores que tienen golpes de suerte y de desgracias, porque esos son los altibajos que suceden en la vida real y que deben aprender a dejarse llevar por sus vapuleos, porque es imposible nadar a contracorriente, cuando la marea tira de ti con tanta fuerza.

Poco a poco, se crea un microcosmos de inmundicia emocional, psicológica social y física de una forma tan magistral, que cuando acompañamos a Claude a lugares que no son cementerios ya cerrados o una casa con cadáveres y fantasmas, nos resulta incluso extraño y fuera de lugar. Poco a poco, nos introducimos en el mundo del actor de forma tan profunda que la casa de sus padres, las peticiones de su exmujer y la vida de sus hermanos nos repele porque son normales.

¿Os dais cuenta del juego que se ha hecho aquí? Se ha roto las reglas con previo conocimiento, se ha hecho lo inverosímil verosímil y viceversa para poder envolver la historia de Claude de forma atractiva y que enganche, desde la perspectiva con la que fue concebida sin que quede forzado o nos parezca ridículo. Tal es así que incluso algunas coincidencias se justifican en la propia diégesis y ni llegas a pensar que pueden tratarse de un deus ex machina. Así sí.

Cada personaje es más extraño que el anterior y Malestar los une y separa por causas comunes y a capricho, añadiendo además de forma natural la inclusividad sin que sea descarado. Hay personajes homosexuales, bisexuales, creyentes, no creyentes, discapacitados, incluso necrófilos y se trata con una familiaridad propia de la vida. Ya está, no hay nada que remarcar, se ve por sí solo sin que quede forzado porque son personajes bien hechos y profundos.

Sin que se diga de forma específica, se muestran atributos a medida que las tramas avanzan, se conocen rasgos de forma tan lógica que a veces, uno no se da cuenta de las cosas hasta que no ha llegado el clímax y eso es la excelencia en sí misma, de verdad os lo digo. De la trama principal ya hablaré pero es que las subtramas son redondas, maravillosas.

Sí es cierto que yo siempre destaco a Ty Gwyn por su habilidad con los diálogos y al ser contemporánea, en este caso, Malestar delega mucho peso de su calidad en ellos, así que ha sido todo ventajas. Son subtramas que se desarrollan con una fluidez increíble, sin un solo tirón. No fue hasta el momento clave en el que me di cuenta de la toxicidad que Maïa había ejercido siempre en Claude. Después de ese clímax tuve que recapitular, pensar en todo lo que había leído con anterioridad y darme cuenta de la pedazo subtrama de amistad que hay aquí.

Porque esta subtrama de amistad no es una al uso, no. Ayudada por el narrador subjetivo, nos engaña, se proyecta un guion, nos creemos que su mejor amiga es su mejor amiga y la queremos y después, zasca. Nos damos cuenta de que nos han engañado como engañaron a Claude y todo esto sin ninguna pistola que haga las cosas más interesantes. Drama del bueno, del que sale de dentro. Pero a la vez, también nos damos cuenta de que no se han hecho daño, porque ambos son adultos que toman decisiones. Real como la vida misma.

Y en esta línea de esas subtramas también nos encontramos las demás pero ¿sabéis lo mejor? que no se acaban todas en tropel. Típico de Juego de Tronos: "¡Venga chicos, cerrando tramas que nos queda una temporada, a matar se ha dicho!". Lo dejan todo para el final y no les da tiempo. Es uno de los errores más comunes. A veces no tiene que salir mal necesariamente pero es un indicio de mala organización en la estructura. Con Malestar esto no pasa.

Se abren y se cierran tramas continuamente con personajes más efímeros que otros y eso siempre añade altibajos porque sus clímax suponen peripecias en la trama principal que añade picos de tensión a una historia contemporánea donde no hay epicidad ni dragones escupiendo fuego. Pero luego están las tramas secundarias importantes que sostienen a la principal y la obligan a avanzar.

Se terminan poco a poco, dejando espacio para su anticlímax, encadenadas y en un momento donde procede y sobre todo, que colaboran para hacer la travesía de Claude más interesante. A mí no me parece fortuito que la subtrama con Maïa y Soléne se cierre en el momento en el que se cierra, dejando a Claude solo con su hija para que reflexione solo sin la influencia de nadie y siga su camino.

Todo, además, enriquece al mundo interior del protagonista que es quien tendrá la llave para llegar a la resolución final: ¿se lleva a su hija o no se la lleva? Una de las cosas que más he apreciado es que hasta el final, no sabes qué decisión se va a tomar, en parte porque me da la impresión de que la autora tampoco lo supo durante mucho tiempo y ese riesgo es divertido. Una de la ventajas de saber escribir historias es poder asumir el peligro de no planear el final para que tus personajes te sorprendan. Se puede hacer con conocimiento de causa y es genial tanto de escribir como de leer.

Antes de hablar sobre la consecuencia de eso, que es la tensión y encadenado a ello, el misterio, voy a seguir con las subtramas para terminar con los dramas familiares, otra cosa en lo que es experta Ty Gwyn, ¿o no? Como la mayoría de los que me leéis ya lo sabéis por ¡Io, Saturnalia! no voy a perder demasiado tiempo aquí. Los que la descubrís con esta reseña, id ahora mismo a leer la reseña que le hice a la obra mentada y ya sabréis de qué estoy hablando.

La relación paternofilial es lo que condiciona toda la trama maestra y no perdáis de vista esa trama maestra de huida, a la que también le ha dado una vuelta de tuerca en pos de la originalidad. El motor de vida de Claude es Ophélie, porque ha encontrado un resquicio de esperanza en un mundo podrido en el que ya no cree. Por eso, todos sus movimientos están condicionados por esa niña pequeña que no es consciente de lo que sucede. Sin embargo, no todo es tan fácil.

¿Cómo es posible que diga que la quiere tanto si Margot asegura que un día se olvidó de ella en el colegio? ¿O que tenía cuarenta de fiebre y no la llevaba al médico? Pues porque no es una relación normal, porque Claude no es, desde luego normal y allá cada uno para pensar si la normalidad es algo bueno o algo malo. En cualquier caso, lo que importa es que con esta relación se muestra a un protagonista extremadamente gris.

Es un capullo, luego no, luego sí, luego no. Incluso lo entiendes y aunque sabes que está cometiendo un delito, quieres que siga adelante, aunque también sabes que Ophélie va a estar mejor con Margot que con él, que no hace una sola cosa bien más que interpretar las líneas de Shakespeare. Esto no se podría mostrar con tanta eficiencia de no ser por una relación como la que tiene con Ophélie pero es que además, incluye originalidad en la subtrama.

Y en la trama principal me voy a centrar ahora, porque es la que avanza gracias a la niña que apenas tiene peso literario pero sí emocional y psicológico. Nos encontramos ante una trama de una huida que nunca se llega a ver y que en ningún momento sabes si lo va a conseguir o no lo va a conseguir, porque lo que importa son todos los problemas morales y logísticos que se le puede presentar a una persona de clase media corriente en una situación como esa. Más divertida aún si es alguien como Claude.

El misterio está muy bien dispersado, en los momentos justos para ir conociendo la historia. Aquí la autora ha sabido diferenciar a la perfección, de hecho, esa historia de la narración y gracias a tenerlo tan claro, se ha podido trocear y diseminar para mantener la tensión en todo momento, habiendo picos altísimos, como la escena en la que Claude se encuentra con la Nacional.

Os juro que soy una persona que está muerta por dentro. No me emociona nada, ni siento ni padezco. Es muy difícil, que no imposible, que yo me identifique con alguna historia o película en parte porque necesitaba aprobar mis clases de Lenguaje Audiovisual y Narración Audiovisual y tal y es imprescindible saber separarse, así que os garantizo que la mayor parte de lo que leo me es indiferente, no me apego a ello, solo lo analizo. Pues la escena a la que me refiero me tuvo conteniendo la respiración de lo bien escrita que está.

Y con bien escrito no me refiero en exclusiva a que se respete las normas gramaticales y ortográficas de nuestro idioma, sino que la sucesión de hechos, la elección de palabras y en general de estilo, es increíble. Es lo que complementa a Malestar para hacerla tan recomendable.

No solo es una buena historia, sino que también está bien escrita pero lo más destacado y personal que la diferencia del resto es que es muy visual. No en vano Claude es actor de teatro; aquí retrocedo unos párrafos para abordar el otro lado de la capacidad de observación de la autora.

En primer lugar, el contexto es intachable. Está ambientado en Francia y yo no sé si Ty Gwyn conoce el lugar del que habla o cercanías pero si no lo conoce más que por Google Maps, ni se nota. Ha sabido colocar a los personajes en un espacio tiempo correcto e idóneo para la historia que busca. En segundo lugar, las descripciones me han dejado con la boca abierta y no solo las físicas, sino las de acciones, como la huida de Claude por el ventanuco de una discoteca de mala muerte. Qué grande y qué épico. ¿Puede calificarse como épico que el protagonista se llene de orín y hable con un borracho con el pene fuera? Pues en Malestar sí.

Yo ya sabía que ella es buena en las metáforas y las descripciones, ya lo he comentado en la reseña de ¡Io, Saturnalia! De hecho, la descripción que hace Indibilis del protagonista me sorprendió muchísimo para bien y aquí, aunque es diferente por lo obvio, no solo no me ha defraudado, sino que me ha demostrado otro tipo de faceta en este ámbito. Porque si en su otra obra la escena final de la lucha de los hermanos fue para quitar el hipo, aquí las escenas grotescas a la par que morbosas (no desde un sentido sexual) y divertidas son otro estilo completamente distinto pero con la misma calidad. Un saludo a Patricia fumando.

Pero por otro lado, también es buena eligiendo qué describir. Si no la habéis leído, no lo sabréis pero hice referencia a esta historia en la entrada de "Cupo de personajes guapos" cuando hablé de la perspectiva tercera persona subjetiva. Margot es china y no se dice de forma explícita porque Claude la conoce desde hace años, ¿para qué va a hablar sobre sus ojos rasgados? Si él sabe de sobra cómo es. Prefiere fijarse en su sonrisa o la forma en la que cae su pelo sobre sus hombros. Detalles que otorgan calidad no solo a la profundidad de los personajes y el estilo, sino a la obra como un todo general.

Por todas estas cosas, Malestar es una obra muy visual que se podría convertir incluso en película y para nada exagero. Al encontrarnos con un protagonista que es actor, este se fija mucho en las expresiones, los gestos y en definitiva, cosas en las que ninguna otra persona se fija. De hecho, otorgarle la estética teatral ha sido como el toque final para darle una homogeneidad que junto al significado del título, hace aún más especial y atractiva la historia. Logra marcar diferencia, desde luego.

Aquí tenéis una obra que no es para nada lo que parece al leer la sinopsis, que evoluciona y no se estanca en una sola cosa. Cuando creemos que ya sabemos qué va a pasar porque lo hemos leído en la presentación y llevamos dos o tres capítulos, de repente, las cosas cambian al completo y te quedas descolocado, sin saber qué va a pasar. Si no es la aparición de varios fantasmas, es darte cuenta de que lo habíamos visto todo desde la perspectiva de Claude, que no tiene que ser necesariamente la verdadera, porque es subjetiva. Los personajes también pueden mentir o creer teorías no válidas.

Una situación extraordinaria en la vida de personas más normales de lo que nos gustaría creer que se enfrentan con torpeza a algo para lo que no están preparados. En Malestar no hay ficción y se equivocan, son inexpertos, como cualquiera; eso es algo que se puede ver muy bien cuando explican la confusión del recibo de los 500. 000 euros del tesoro.

Si hay algo que no me termina de convencer es no el final, sino algunos hechos puntuales hacia el cierre de la historia que los veo algo forzados para apelar a las casualidades. No porque lo crea imposible, porque no creí imposible lo de su sueldo para toda la vida, pero sí lo del pederasta, por ejemplo. A veces eché en falta algunas frases que explicaran con más detalle lo fortuita que puede ser la vida para atarlas con más fuerza y que no tambalee tanto.

Esto es polémico, porque quizás otra persona reflexiona más y da por hecho las cosas, depende de la perspectiva y los gustos de cada uno, por eso digo que es algo personal. Se puede ver desde distintas perspectivas y por eso no hablaré del epílogo que es polémico. Habrá gente que piense que es adecuado, otros dirán que irreal, quizás demasiada casualidad o puede que tachen de benevolente a la autora. Quién sabe, eso depende de cada uno y lo divertido es ver qué dicen los lectores.

En todo caso, se puede salvar con una pequeña reflexión sobre los altibajos de la vida que a gusto de la autora puede incluirla o dejar que lleguemos nosotros a ella: recordad que si el pulso de un ser humano es plano significa que está muerto. Los golpes de suerte y la casualidades forman parte de esa escisión de la existencia que no podemos manejar. No olvidéis que no podemos nadar a contracorriente muchas veces. A mí me gusta dejar todo muy atado, también porque me encantan las reflexiones existenciales poéticas, pero allá cada uno. Tendréis que leerlo para saber qué opináis cada uno.

Lo mejor: las relaciones humanas en un microcosmos de lo más inverosímil que se convierte en verosímil entre otras muchas cosas.

Lo peor: se me han hecho un poco débiles las últimas casualidades de la historia y el epílogo.

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