Capítulo 8.
Cuando llego a casa, me doy cuenta que mamá y papá están de regreso porque el coche está aparcado a un lado de la acera. Por un momento yo había pensado en que podría estar sola en casa un par de horas pero ahora me doy cuenta que no será posible y se me revuelve el estómago.
Introduzco la llave en la cerradura la que previamente había sacado de mi mochila y el clic que produce la puerta al abrirse me tensa los nervios. Ingreso a casa en completo silencio y sólo es cuestión de segundos para que mamá salga de la cocina con un paño de cocina entre sus manos y alce las cejas de forma interrogativa al verme llegar a casa tan temprano.
—Hola, Nat. ¿Qué haces aquí a esta hora? —cuestiona. El olor a comida cosquillea en mi nariz— ¿No deberías estar en la escuela?
—No. Sí. Quiero decir, no —río de forma nerviosa. No me gusta mentirles a mis padres pero no creo tener cabeza para soportar sus regaños—. Hemos salido temprano hoy porque... los maestros tenían consejo o algo así.
—Ah. ¿Has venido con Charisma?
—Uh-oh —niego con la cabeza y reanudo mi camino por el pasillo. Cuando llego a su lado le beso la mejilla—. Ella se ha ido con Rick.
—Ay, esa pequeña diabla... —mamá murmura con una pequeña sonrisa— ¿Quieres esperar a que la merienda esté lista? En un par de minutos le serviré a tu padre antes de que se vaya al trabajo.
Arrugo mi nariz —No tengo hambre, mamá. Gracias. Iré a mi cuarto. Me duele la cabeza y me gustaría dormir un rato.
—Vale, pero no te excedas —su dedo índice me apunta— porque después no podrás dormir en la noche.
Mi cabeza se mueve de forma mecánica y subo la escalera con un rápido trote. En la segunda planta me encuentro con papá y lo saludo con un beso fugaz, excusándome de que me duele la cabeza y necesito dormir un rato.
Cuando la puerta de mi cuarto es cerrada, yo puedo botar todo el aire que había estado conteniendo en mis pulmones. Lanzo la mochila sobre la cama y me deshago del maldito uniforme para reemplazarlo por mi cómodo y querido pijama de invierno. Dejo los anteojos sobre mi mesa de noche, enciendo el estéreo en una estación radial donde sólo colocan indie rock, saco el teléfono de mi mochila y lanzo mi cuerpo sobre la cama.
Aprieto el botón y la pantalla se ilumina de inmediato. Cuando la señal de Wifi llega, los mensajes hacen que el móvil vibre con insistencia entre mis manos. Siento un pequeño nudo en el estómago al darme cuenta que el idiota me ha enviado algunos mensajes.
Cierro los ojos por un segundo mientras intento encontrarle alguna explicación a mi propio comportamiento de hace un rato. Entiendo que mi rechazo contra Dave me hubiera hecho enojar pero la forma en que se había acercado a mí, el tono tan suave de su voz contra mi oído, el cosquilleo que me produjo su respiración en el cuello y en la oreja me descolocó por completo. Nunca había esperado que él se comportara de esa manera tan osada, ignorando todas las veces que le pedí —de buena y mala manera— que se mantuviera alejado de mí. Él hizo caso omiso a todas mis advertencias y aun así había quebrado la distancia que nos separaba para jugar al chistoso.
Suelto un gruñido y pataleo sobre mi cama como lo hacía cuando Evan o Dylan me molestaban y se salían con la suya. Me siento tan estúpida. Fui tan débil, Dios. Él ya sabe cuál es una de mis debilidades y apuesto cualquier cosa que no dudará ni un instante en usarlo en mi contra.
El teléfono vuelve a vibrar en mi mano y yo dejo el ataque de histeria para otro rato. Rápidamente desbloqueo mi teléfono y veo que no es más que El Idiota quien me ha mensajeado por WhatsApp, otra vez.
Idiota: Oye, realmente lo siento si te incomodé allí adentro. Sólo estaba jugando contigo 😕
Idiota: Natalie, en serio lo lamento. ¿Estás muy enfadada? 😥
Idiota: Bueno, supongo que tu silencio debería ser suficiente para aclarar mis dudas. 😔
Idiota: La culpa me corroe, Nat, en serio. Lo siento muchísimo si te hice sentir incómoda 😭
Miro su conexión y veo que está en línea. Mis dedos pican por responderle pero decido no hacerlo por el momento. En vez de escribir mi mensaje, digo:
—Si supieras lo mucho que te detesto no estarías intentando caerme bien.
Salgo de su chat y me dedico los próximos minutos a leer como una acosadora los mensajes que han enviado mis compañeros de curso al grupo que tenemos. No me gusta hablar en grupos y normalmente lo silencio apenas me agregan pero me gusta leer todo lo que dicen porque así me mantengo informada.
Para mi desdicha, Dave el idiota me envía otro mensaje. Intento esconder las notificaciones pero mi movimiento es muy brusco y la ventana de su chat se abre de inmediato, revelando que he leído su mensaje.
Idiota: Puedo verte en línea, genio. Estás leyendo mis mensajes, ¿por qué no me respondes? 🌚
—Porque no quiero. —le respondo a la pantalla de mi móvil, mirando el pequeño círculo donde aparece su foto.
Amplío la imagen y alzo mis cejas; él es bastante guapo pero todo su atractivo físico no sirve de nada cuando abre la boca, qué puedo decir al respecto. Dave tiene ese efecto en las personas: a simple vista es bastante guapo y podría ser considerado encantador pero cuando abre la boca y un montón de idioteces salen de ella, te das cuenta que la estupidez es algo que predomina en él.
Idiota: ¿Qué pasó con la chica educada que pensé que eras, Nat?
Respiro profundo. Él sólo quiere provocarme. Es lo único que le hace y a Dave Franco le encanta sacarme de las casillas.
Idiota: Rezpondeme ho io mizmow ire a tu kaza. io ze dond bibez.
Mis dedos se movimientos antes de que yo pudiera darme cuenta.
Natalie: Escribe bien, pedazo de retrasado.
Idiota: ¡Ja! Sabía que si escribía así terminarías por responderme. 😁
Idiota: Estoy comenzando a conocerte, ¿ves? 😏
Idiota: ¿Otra vez vas a comenzar a jugar a "Dejemos en visto a Dave"?
Natalie: Veo que tú no entiendes las indirectas.
Idiota: ¿A qué indirectas te refieres? 😨
Natalie: Si no te respondo es porque no quiero hablar contigo, Idiota.
Idiota: Ahora estás hablando conmigo.
Natalie: No es porque quiero hacerlo sin embargo.
Idiota: Auch, eso sí que fue un golpe bajo. 💔
Natalie: Como sea, ya me voy. Adiós.
Idiota: ¡ESPERA!
Ruedo los ojos. Él es más insistente que mi Scott cuando quiere que le haga los deberes de lenguaje. Suelto un bufido y tecleo un simple y tosco "¿qué?"
Idiota: Lamento lo que sucedió hace un rato en el cine. Realmente no quería incomodarte 😟
Muero de ganas por decirle que aunque no esperaba hacerlo, lo hizo de todas maneras pero me contengo. No es muy buena idea decírselo ya que yo sabía que él no dudaría en sacarle provecho a aquella información.
Natalie: Está bien. Ahora, adiós.
Apago el teléfono y lo lanzo sobre la mesa de noche. Con un golpe lanzo al suelo mi mochila y me arrastro por la cama antes de cubrirme con el edredón lista para tomar una merecida siesta.
*
No sé qué hora es cuando despierto pero creo que es el año 2087. Todo está en silencio y yo tengo que frotarme los ojos con insistencia para aclarar mi visión. Me siento en la cama y miro a través de la ventana viendo que el cielo está casi oscuro. Mierda, había dormido todo el día. Mi estómago ruge y yo me levanto rápidamente. Voy hasta el baño para poder orinar y cuando estoy lavándome las manos me doy cuenta que estoy más despeinada que de costumbre; la trenza se ha desarmado casi por completo y mi cabello negro cae en diferentes direcciones. Suelto mi pelo por un momento antes de amarrarlo en un rodete a la altura de mi nuca y salgo del baño.
Cuando voy bajando la escalera, escucho murmullos desde la cocina y mi ceño se frunce. No hay nadie en la sala así que ingreso de inmediato en la cocina y me encuentro a mamá y papá junto a Evan.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto de sopetón.
—Yo también me alegro de verte, hermanita. —se burla él.
Lo ignoro y camino hasta el refrigerador realmente extrañada por la aparición entre semana de mi hermano. Evan no debía regresar a casa hasta el viernes por la noche y hoy recién estamos a martes. ¿En qué lío se habrá metido?
No es por dejar mal a mi hermano mayor pero él siempre se metía en problemas en la escuela cuando estudiaba. Para mi mala suerte, estudió en la misma escuela donde yo estoy inscrita ahora y todos me conocían por el chico que destrozaba el laboratorio todos los años. No sé si él lo hacía por gusto o realmente era un completo idiota a la hora de mezclar los químicos. Peleaba mucho y constantemente se metía al baño de mujeres a hurtadillas; todo el mundo lo conocía y a mí también por el simple hecho de ser su hermana.
Después, mamá había tomado la brillante decisión de matricular a Dylan allí. Evan y Dylan no se llevaban bien en sus años de adolescencia y más de alguna vez se pusieron a pelear en el patio del colegio. Hasta que, por supuesto, la directora se aburrió de Evan y lo expulsó entonces sólo Dylan y yo quedamos en la escuela.
Los mellizos siempre estudiaron en colegios sólo para chicos y ahora también lo hacen. Creo que ellos son los que les dan menos problemas a mis padres. Yo no me cuento porque yo siempre me porto bien. Bueno, quizás no siempre. A veces hago excepciones sólo por mi mejor amiga.
—Suspendieron las clases de Evan hasta mañana. —me informa mamá.
Mordisqueo el apio que he sacado y tomo un yogurt para preparármelo con avena.
—¿Por qué? —indago más, tomando un pocillo mediano. Le lanzo una mirada a mi hermano y alzo las cejas.
—No sé quién pero alguien le dijo al decano que había una bomba en el gimnasio. Nos evacuaron a todos y nos dijeron que las clases seguirían mañana. No podían dejarnos estar en el campus a menos que se cercioraran cien por ciento que la alarma de bomba era falsa.
Suelto un quejido de dolor —Ojalá algo así pasara en mi escuela.
—Natalie. —me reprende papá.
—¿Qué? —le pregunto riendo— Todo es muy aburrido desde que Evan se fue.
Mientras yo como mi yogurt con avena, escucho lo que mamá y papá conversando junto a Evan. Doy mi opinión de vez en cuando hasta que mamá le dice a mi hermano mayor:
—Tendrás que dormir con Natalie.
—¡¿Qué?! —pego el grito de la vida— ¿Por qué va a dormir en mi habitación?
—La habitación de tu hermano no está ordenada.
—No —digo tajante—. Me niego rotundamente a compartir mi habitación con él.
Evan sonríe de forma burlona —¿Por qué? ¿Acaso no recuerdas cuando compartíamos la habitación cada vez que tenías pesadillas? "Por favor, hermanito, duerme conmigo. Tengo miedo, tengo miedo. Tengo mucho miedo".
Aprieto mis labios cuando mis padres y el tonto de mi hermano mayor se ríen de mí. Bien, lo admito. Cuando era pequeña siempre sufría de pesadillas y Evan era el único que me recibía en su habitación porque su cama era la más grande.
—¿No puedes dormir en la habitación de Dylan?
—Tú sabes que él deja la puerta de su habitación cerrada con llave. —me explica él.
—¡Pero mamá tiene una copia!
—Hey, no grites, Natalie. —me reprende papá— Tu hermano dormirá en tu habitación y se acabó la discusión. Si quieres, y eres buena hermana, lo dejarás dormir allí y tú te irás con Noah y Scott.
Suelto una carcajada sarcástica. Ni hablar. Esa habitación es asquerosa.
—Puedes dormir en mi cuarto —apunto a mi hermano con mi cuchara con avena—, pero ni sueñes que te cederé mi cama.
—¿Quién dijo que me cederás tu cama? —él cuestiona con tono burlón— Dormiremos los dos ahí como en los viejos tiempos.
Dios Santo, ésta será una noche muy larga.
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