Capítulo 7.

Después de que los chicos desayunaran, nos dedicamos a dar vueltas por los alrededores esperando a que abrieran el centro comercial. Yo me compré un café y estuve con cara de perro porque Dave insistía en acercarse a mí y no se alejaba ni siquiera cuando le enviaba malas miradas. Cada vez que yo le decía algo, tanto Charisma como Rick reían a carcajadas porque ellos realmente disfrutaban mi desgracia. Dave no se quedaba atrás, sin embargo. Él compartía miradas cómplices con mis amigos y yo sentía un estúpido sentimiento de traición por parte de ellos.

Cuando el centro comercial abrió finalmente, ingresamos y a Charisma se le ocurrió la brillante idea de ir a ver una película. Como a Rick le gusta hacer feliz a su novia, él se ofreció a comprarnos las entradas y Dave, en un intento asqueroso de galantería dijo que podía comprar las palomitas y los refrescos. Ew.

—¿Puedes cambiar la cara? —me pregunta Charisma mientras sostiene dos labiales que a mi punto de vista lucen exactamente iguales.

—Ésta es la única que tengo.

—No, no es cierto —me contradice—. ¿Cuál crees que se me vea mejor? ¿El rojo ruby o el rojo pasión?

Rasco mi frente —¿No son ambos rojos?

—Éste —ella me enseña el labial que sostiene en su mano derecha—, es rojo ruby. Y éste —enseña el otro— es rojo pasión. ¿Cómo no vas a notar la diferencia?

—No sé. Para mí son exactamente iguales.

Mi mejor amiga me lanza una mirada de reojo y abre ambos labiales. Crea dos líneas separadas por escasos centímetros y me enseña su mano. Ella trata de que yo entienda la diferencia entre ambos labiales pero para mí es igual. Uno es rojo claro y el otro es oscuro. Punto.

—No me estás ayudando mucho, Natalie. —gruñe Charisma a punto de enojarse conmigo. Lo sé porque ella suele utilizar mi nombre de pila cuando está enfadada.

Suelto un suspiro y le señalo el rojo ruby —Ese me gusta.

—Genial.

Ella deja el labial rojo pasión en su antiguo lugar y se acerca a la caja para pagar su nuevo cosmético. Salimos de la tienda luego de unos minutos y se me revuelve el estómago cuando veo que Dave y Rick vienen caminando en nuestra dirección.

—Por favor, no seas tan borde. —me pide mi mejor amiga— Si yo organicé esta salida es para que lo conozcas y te des cuenta que no es tan idiota como crees. Dale una oportunidad.

—Bien. —musito en un bufido.

Cuando los chicos llegan a nuestro lado, Rick abraza a su novia y le besa la cabeza, enseñando las entradas.

—La primera función comienza en treinta minutos —nos informa—. Yo iba a comprar cuatro para la última de Rápido y Furioso pero, mi colega aquí presente, me dijo que la mejor opción sería Sí decido quedarme, teniendo en cuenta que las chicas aman el romance y esas cosas.

—Ay, eso fue muy lindo, Dave. ¿Verdad que sí, Nat? —me pregunta la rubia y yo me quedo en silencio— Nat...

—Sí. Muy dulce. —digo entre dientes.

A pesar de mi mal tono, él me mira y me regala una sonrisa que parece genuina. Intento devolvérsela pero no puedo así que sólo lo observo por unos segundos.

Yo no entiendo qué es lo que le sucede a él pero, si yo estuviera en su lugar y alguien me tratara de la misma manera en que yo lo trato, yo le daría una paliza antes de mandarlo al demonio.


*


La película ha comenzado hace unos cuarenta minutos aproximadamente y yo estoy súper incómoda. No sé sí es porque Charisma y Rick se comen la boca a besos a mi lado derecho o porque Dave está sentado a mi lado izquierdo lanzándome miradas cada cinco minutos.

En un intento de ignorar toda la incomodidad, estiro mi brazo para tomar un puñado de palomitas y mi mano choca con la suya porque él ha hecho el mismo movimiento.

Jesús, necesito mi gel desinfectante ahora mismo.

—Lo siento... —él se inclina un poco hacia mí, su voz se escucha cerca de mi oído y me causa escalofríos—. Puedes comer todas las que quieras. Las compré para ti.

Ésta vez, le lanzo una mirada furiosa. ¿Quién demonios se cree que es? No estamos en una maldita cita. Además, ahora las chicas podemos comprarnos perfectamente un cartón de palomitas sin depender de los hombres.

—No, gracias. Ya no quiero.

Miro hacia el frente y suelto un suspiro. Me cansa ser tan mala onda con las personas pero Dave tiene el poder de cambiar mi estado de ánimo en un segundo. Sinceramente, lo soportaba más cuando estábamos hablando por mensajes.

En los próximos minutos me concentro tanto en la película que cuando siento un movimiento a mi lado izquierdo doy un pequeño brinco sobre mi butaca. Miro hacia el lado por el rabillo del ojo y puedo ver a Dave moviendo su brazo.

¿Intenta hacer lo que estoy pensando?

—Ni siquiera lo pienses. —lo detengo antes de que su brazo rodee mis hombros.

—¿Y qué es lo que pienso según tú?

—Tú sabes perfectamente de lo que hablo. —lo acuso.

—Estoy un poco incómodo aquí, ¿sabes? Sólo quería estirar el brazo.

—Claro. Y yo soy la hija de Obama.

Él ríe por mi sarcasmo y, con unas agallas inmensas, estira su brazo sobre el respaldo de mi butaca. Siento cómo el calor sube hasta mi rostro cuando la punta de sus dedos tocan mi hombro.

Quiero apartarlo, tirarle el refresco contra el rostro y largarme de aquí. No me importa que mamá me reclame por haber faltado a la escuela sin permiso. Pero no puedo porque sería demasiado para Charisma y ella se enfadaría conmigo y no quiero que se enoje. Así que, sólo aprieto los puños e intento disminuir mi ritmo cardíaco tomando largas respiraciones.

Dave vuelve a reír y se acerca a mí, casi puedo sentir su nariz rozando los mechones de cabello suelto que se han desprendido de la trenza.

—Relájate... Apuesto a que en un par de días más vas a desear que yo esté a tu lado.

Esta vez no lo puedo evitar y suelto una gran carcajada. Las pocas personas que están en la sala me hacen callar.

—Lo único que estoy deseando ahora es que quites tu maldito brazo antes de que te quiebre los huesos, idiota.

Él alza una ceja, desafiante —¿En serio?

—Sí.

Osando de su valentía, él apoya toda su mano en mi hombro y su dedo pulgar acaricia por un segundo mi cuello. Desesperada, golpeo su torso con mi codo haciéndolo gruñir. Sin embargo, su mano se aferra con más fuerza a mi hombro.

—No seas tan amargada, Nat.

—Me sorprende que tus padres puedan soportarte.

—No tengo padres. Ellos murieron el año pasado.

—¿De verdad? —hablo antes de poder frenar mi lengua.

Él suelta una risilla maliciosa —Eres más ilusa de lo que pensaba.

—Idiota.

Él se vuelve a inclinar cerca de mí. No sé si es la oscuridad que nos rodea o el hecho que yo haya estado derrochando amor por culpa de la película pero no puedo apartarme. Mi cerebro intenta enviar órdenes a mi cuerpo para que se aleje por completo de Dave pero se rehúsa a obedecer. Mi respiración se hace irregular cuando siento el cosquilleo que me provoca su cercanía contra la oreja. Dios mío, por favor haz que este idiota se aleje de mí antes de que cometa una locura.

—Relájate, Nat... —me dice y su voz se oye casi como un ronroneo—. Me gusta cuando estás enfadada pero luces mucho más guapa sin ese ceño fruncido.

—¿A qué diablos estás jugando? —logro articular, mi voz escapando débilmente fuera de mi boca.

—Yo no estoy jugando a nada. ¿Tú quieres jugar a algo?

De forma mecánica, miro hacia el lado y veo que una de sus cejas gruesas se curva hacia arriba. Él se ríe entre dientes y eso es lo único que me hace falta para salir de mi trance.

Enfadada con él y conmigo misma, doy un manotazo al cartón de palomitas haciendo que ellas caigan sobre su torso y su regazo. Él se aparta de inmediato de mí y yo me coloco de pie escuchando de inmediato unos silbidos en protesta y gruñidos.

—Si vuelves a tocarme un pelo juro que te mato.

Pateo el pie del Idiota y salgo de la hilera de butacas sintiendo todas las miradas sobre mí. Tengo que aferrarme al barandal para no caer por las escaleras y cuando estoy caminando por el pasillo que me conecta con la puerta de salida escucho unas pisadas apresuradas bajar la escalera. Como sea ese imbécil yo juro que patearé sus bolas.

Empujo la puerta y salgo de allí respirando con dificultad. Una mano se aferra a mi brazo y yo lo aparto con brusquedad, mirando de forma asesina a la persona que se ha atrevido a acercarse a mí cuando estoy a punto de explotar.

—¿Qué diablos, Nat? —me pregunta Charisma. En sus ojos puedo ver real preocupación pero nada de esto habría sucedido si ella no hubiera planeado esta estúpida salida— ¿Qué es lo que te sucede? ¿Por qué saliste así de la sala?

—¿Sabes lo que me sucede? —gruño entre dientes, mis puños se aprietan por la rabia— Lo que me sucede es que estoy hasta la mierda con ese chico.

—¿Por qué? Él no estaba haciendo nada.

—Tú no sabes porque te estabas traspasando gérmenes con Rick así que no hables. Y te agradecería que no volvieras a organizar una de estas salidas porque no estoy interesada en Dave.

—Pero...

—Quiero irme a casa, Charisma. —le digo y respiro profundo, buscando un poco de serenidad para aferrarme a ella y no perder los nervios— Necesito mi mochila.

—Nat...

—En serio, Charisma. Quiero irme.

Ella guarda silencio por un momento hasta que finalmente asiente. Acaricia mi brazo y susurra un pequeño "lo siento" antes de que emprendamos nuestra marcha de regreso al coche. Ella me tiende la mochila y en cuanto la tengo en mis manos acomodo las correas en mis hombros.

—Lo siento mucho —se vuelve a disculpar. Ella cierra la puerta y apoya su anatomía en ella—. Pensé que esto daría resultado.

—Está bien.

—¿Tienes dinero para llegar a casa?

Asiento, recordando que había echado un par de dólares al bolsillo secreto de mi mochila la noche anterior.

—¿Te veo luego? —me pregunta Charisma, abrazándome.

—Sí, nos vemos luego.

—Adiós, Nat.

Me despido con su saludo de mano y arrastro mis pies por el asfalto hasta llegar a la parada del autobús. Miro el horario que está pegada en una de las paredes del paradero y dejo caer mi trasero sobre la fría banca de metal. Y, cuando estoy completamente segura de que no hay nadie cerca de mí, me quito los anteojos para pasar mis dedos por los ojos humedecidos.

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