Capítulo 22.
Los nervios que siento son tan intensos que los ojos se me empañan por completo y tengo que quitarme los anteojos para secar la humedad de las lágrimas. Respiro profundo, intentando regular el latir de mi corazón pero es inútil. Miles de escenarios se recrean en mi cabeza y por un momento me reclamo por haber leído tantos libros. Me aterra pensar en qué le estará diciendo Dylan a Dave. Me aterra también la reacción que tenga Dave porque él suele ser un poco inmaduro y si se llega a reír por algo que le está diciendo mi hermano, hará que se vuelva loco. Me los imagino discutiendo a ambos con las caras rojas por la cólera y las personas, alrededor, haciendo apuestas. Los imagino peleando como hombres de las cavernas por una mujer. Imagino a mi hermano convertido en un gigante muy poco amistoso, gritándole a Dave que no lo quiere ver cerca de mí otra vez y a David convertido en un insignificante ratón que lloriquea porque le han pisado la cola.
Estoy tan absorta en mis pensamientos que cuando veo a Dylan caminar hacia mí, retrocedo un par de pasos, temblando un poco.
Él viene solo. No hay rastro de Dave ni de sus amigos. No hay rastro tampoco de la media sonrisa que vi en su rostro antes de que se diera cuenta de mi presencia en el patio de comidas. Su rostro muestra neutralidad y un poco de fastidio. También una serenidad espeluznante.
—Vamos.
Es lo único que dice y yo lo sigo a trompicones, manteniendo un poco la distancia. Sé que mi hermano no es así pero me aterra pensar que en algún momento se va a girar y me va a plantar una bofetada en pleno rostro.
—Sube. —ordena cuando ha desactivado la alarma del coche de papá.
Le hago caso en completo silencio. Me subo en el asiento del copiloto y me coloco el cinturón de seguridad, tratando de producir el menor ruido posible, como sí eso ayudara a desvanecer mi presencia y me convierta en alguien completamente invisible.
Dylan pone en marcha el coche y la incomodidad es tan tirante que me cuesta respirar. Abro la ventana para que llegue un poco de aire a mis pulmones. Miro a mi hermano de soslayo, tratando de leer su lenguaje facial pero él está demasiado tranquilo y me asusta. Tengo unas horribles ganas de arrancarme los pelos de raíz.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi pantalón pero no lo saco de ahí. Cualquier movimiento de mi parte puede gatillar la explosión de mi hermano.
—¿No me vas a decir nada? —susurro. Mis cuerdas vocales tiemblan.
—Daremos un paseo. —informa Dylan, sin mover un músculo de su rostro más de la cuenta.
En vez de doblar hacia la derecha, que es el camino directo hacia nuestra casa, dobla a la izquierda. Los más horrendos pensamientos pasan por mi cabeza y trato de aferrarme a la idea de que él es mi hermano mayor y no sería capaz de asesinarme o lanzarme desde un puente.
—Dylan, yo...
—Estoy conduciendo —me interrumpe de forma brusca—. No me distraigas, ¿quieres? Ya hablaremos. Sólo... guarda silencio.
Asiento —Está bien.
El resto del viaje me la paso mirando mis manos, retorciéndome los dedos por los nervios y mirando de vez en cuando por el parabrisas, viendo que él está conduciendo por una parte de la ciudad que desconozco por completo.
Creo que pasan quince minutos cuando él detiene el auto. Alzo la mirada y veo una especie de mirador desde donde se puede observar gran parte de la ciudad.
Quiero preguntar qué estamos haciendo aquí pero me muerdo la lengua. Dylan se desabrocha el cinturón.
—Sal del auto. —dice sin mirarme y se baja del coche.
Me bajo porque, vamos, no tengo otra alternativa. Estoy en medio de la nada con mi hermano que me da más miedo que los monstruos bajo la cama. Cuando cierro la puerta, doy una rápida mirada a nuestro alrededor, buscando algún paradero que indique que sí pasan autobuses por aquí pero nada. Lo único que veo a mí alrededor es nada.
Me acerco a Dylan y me afirmo en el coche, manteniendo un poco la distancia.
—Cuando las cosas se ponen feas en la universidad, vengo aquí a relajarme, ¿sabes?
—Aja... —modulo, sin entender—. Pero, no creo que me hayas traído aquí sólo para contarme eso, ¿no?
Me mira de soslayo y sonríe. Sí, señoras y señores, mi hermano me está sonriendo y no sé si responderle la sonrisa o salir huyendo porque no entiendo qué mierda significa esto.
—Exacto. Pero no quiero estar en un lugar caótico cuando me expliques todo, ¿entiendes? Me conoces desde que naciste, Natalie, sabes que yo... no tengo el mejor temperamento de todos.
Alzo las cejas, suspirando —Ni que lo digas.
—Por eso hemos venido hasta aquí. Estaba demasiado enojado en el coche, por eso te pedí que te callarás. No pretendía comenzar una discusión mientras venía conduciendo y exponernos de esa manera. Sencillamente, podríamos haber tenido un accidente.
Esa es una de las facetas que yo tanto admiro de Dylan: él siempre piensa en todo. Antes de hacer algo o tomar una decisión importante, piensa en los pro y los contra de su actuar. No se le escapa nada y aunque sea demasiado controlador la mayor parte del tiempo, me encantaría ser así de perfeccionista y cautelosa como él.
—En la mañana, mientras dormías, escuché a Noah y Scott —comienza, con la vista al frente. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho pero su postura es relajada. Me relajo también—. Estaban hablando de un chico. Les pregunté de quién estaban hablando pero, por supuesto, Noah no quiso decirme nada. Y, a que no adivinas quién me soltó todo el chisme.
Aprieto los dientes, guardando en mi interior todos los insultos que tengo para Scott. Maldita sea, ¿es que no puede mantener su bocota cerrada?
—Scott. —respondo, con la mandíbula tensa.
—Exacto. Sólo tuve que cerrar la puerta y él soltó toda la información. Lo hubieras visto —ríe, moviendo la cabeza—. Casi se pone a llorar como cuando éramos pequeños. Pero, ¿sabes lo que no entiendo?
—¿Qué?
Él me mira. Sus ojos oscuros brillan con suspicacia.
—¿Por qué no nos dijiste que estabas saliendo con él?
—Oh, por Dios, no estoy saliendo con él.
—¿Ah, no?
—Por supuesto que no, Dylan. Sólo fue un mal entendido que Evan se encargó de distorsionar. Se lo expliqué varias veces pero tú conoces como es él. Siempre va a pensar lo que él quiere pensar.
—Lo sé. De todas maneras, tendrías que habérnoslo contado.
Esta vez soy yo la que ríe con ironía.
—¿Para qué? ¿Para qué se pusieran de esta manera, vueltos locos? No, gracias.
—¿Estás saliendo con él sí o no?
—¡No! —exclamo. Me aparto del coche para pararme frente a mi hermano. Me acomodó los anteojos y lo miro fijamente— No estoy saliendo con él, Dylan. Te lo juro.
—¿Por qué mentiste, entonces? ¿Por qué nos dijiste que irías al cine con una amiga a mamá y a mí?
—Porque no quería que empezaran con el interrogatorio una vez más. No quise decir la verdad porque estaba asustada. Además, ya sabes lo que opina papá de los novios.
Mi hermano se queda en silencio y la espera de saber lo siguiente que va a decir me mata por dentro.
—Eso no fue lo que él me dijo.
—¿Eh? Dios mío, cualquier cosa diferente que Dave te haya dicho, es mentira. Nosotros no estamos saliendo. Sólo somos amigos.
Dylan me mira serio y, de un momento a otro, rompe en carcajadas que me hacen dudar de mi cordura. ¿Realmente está riendo y no es mi imaginación?
—Sólo bromeaba, tonta. —confiesa, alborotándome el pelo— Quería ver qué cara ponías.
—Idiota —farfullo, ordenándome el pelo—. ¿Qué fue lo que le dijiste a Dave?
—Eso queda entre él y yo.
—¿Por qué eres así?
Dylan bufa —Sólo le dije que no te hiciera daño a no ser que quisiera terminar con ambos brazos rotos.
—Qué vergüenza —chillo en susurros, mirando hacia el cielo nublado.
—¿Cuantos años tiene él?
Trago saliva.
—Veintiuno.
—¿Veintiuno? —repite y yo afirmo— Vaya, es mucho más mayor que tú.
—Lo sé, lo sé. Pero, es simpático.
—¿Estudia?
—Fotografía.
—¿Tiene hijos?
—No que yo sepa.
—No me mires con esa cara —me reprende—. Hoy en día, la mayoría de los chicos mayores de diecisiete tienen hijos.
—Bueno, pues yo no sé sí Dave tiene hijos o no. De todas maneras, no me importa. No es como sí yo estuviera interesada en él de esa manera.
—¿De qué manera?
—¿Amorosa? Ew, no —finjo una arcada que lo hace reír—. Sólo me cae bien, nada más.
—Qué lástima.
Arrugo la frente —¿Que lástima de qué?
—Qué lástima que tú lo veas sólo como un amigo.
—No estoy entendiendo nada.
—Claro que entiendes —me señala—. Sólo quieres que lo diga en voz alta.
—No. —miento.
—Bueno, si quieres escucharlo, aquí va: Si mis instintos de hombre no me fallan, creo que ese chico ve todo esto —mueve la mano haciendo énfasis entre Dave y yo— como algo más que una relación amistosa.
Mi rostro arde —¿Tú crees?
Mi hermano asiente, soltando un suspiro. Mira hacia el frente y yo imito su acción, pensando y partiéndome la cabeza con lo que ha dicho. ¡Por supuesto que yo no le gusto a Dave!
Pero, ¿y si le gusto aunque sea un poquito? Mi estómago se contrae y no puedo diferenciar sí es por algo bueno o malo. Nunca he pensado eso tan detalladamente.
—¿Si le gusto, estaría mal?
Dylan me mira con el entrecejo fruncido.
—¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? Por supuesto que no. Es sólo que él es un poquito mayor que tú.
—Lo sé...
—Y los chicos mayores buscamos otras cosas.
—Lo sé...
—Que no toda chica de dieciséis años está dispuesta a dar.
—Ya, basta —me tapó los oídos—. No quiero que comiences con esas charlas de educación sexual. Además, no me gusta saber que mis propios hermanos sean así.
—Que seamos hermanos no quita el hecho de que seamos hombres —dice tan calmado que me causa cierta gracia—. Lo que quiero decir es que... El hecho de que él sea mayor que tú no significa que va a poder obligarte a hacer cosas que no quieres. ¿Alguna vez lo ha hecho?
—No. ¿Y tú?
Niega —Tampoco. Pero he visto a chicos que sí lo han hecho y no me he metido porque no es asunto mío. El problema aquí es que eres mi --nuestra-- hermana y tengo que cuidarte. Obviamente, habrá episodios que tienes que vivir obligatoriamente para que vayas teniendo experiencia en la vida pero los chicos y yo queremos ahorrarte la mayor parte de malos ratos.
Enredo mi brazo con el suyo y apoyó la cabeza en su hombro. La cabeza de Dylan descansa sobre la mía por unos segundos antes de dejar un beso en mi frente.
—Lo sé y te lo agradezco. Se los agradezco a los cuatro.
—¿Ya vas entendiendo las desventajas de ser la única mujer entre cuatro hermanos hombres?
—Sí, señor.
Nos quedamos ahí en silencio por los siguientes minutos. Ninguno de nosotros tiene la intención de decir algo hasta que, claro, yo rompo el silencio.
—Pensé que hablar esto contigo sería un poco más terrible.
Dylan se aparta del coche, entrelaza sus manos y estira sus brazos sobre su cabeza, ronroneando como un gato que se estira plácidamente después de una larga siesta. Cuando bajas los brazos, saca las llaves del coche y las agita en el aire.
—Eso tienes que agradecérselo a tu amiguito. —me dice, caminando hasta la puerta del piloto.
Copio su acción y me subo al asiento de al lado —¿Qué quieres decir?
—Él me súper juró que cualquier cosa que sucediera contigo, sería su responsabilidad. Si tenía que darte alguna especie de castigo, prefería recibirlo él. —introduce la llave en el contacto y hace rugir el motor. Antes de comenzar a retroceder y emprender el viaje de regreso a casa, agrega: —Si eso no es gustar, no tengo idea de qué puede ser.
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