Capítulo 16.
No sé en qué momento me quedé dormida en la habitación de mi hermano pero, cuando despierto, veo a través de la ventana el sol escondiéndose. Aparto el edredón que cubre mi cuerpo con ayuda de mis pies y me levanto, estirándome a un lado de la cama. Camino hasta la puerta con un poco de dificultad por todas las cosas que hay tiradas en el suelo. Al salir al pasillo, todo está levemente oscuro pero logro escuchar las voces de mis hermanos desde el primer piso así que, antes de bajar, decido pasar al baño.
Con el rostro lavado y un rodete desordenado, bajo la escalera sintiendo la fría madera contra mis pies descalzos. El estómago me ruge por comida pero cuando estoy doblando para ingresar a la cocina, mi cuerpo se detiene en el umbral y frunzo el ceño al ver a mis hermanos reunidos alrededor de la mesa conversando muy a gusto. Con mi mejor amiga.
—¿Hola? —saludo, ladeando la cabeza, sin comprender— ¿A qué se debe esta reunión?
Evan se coloca de pie para ir hasta el refrigerador y dice:
—Charisma vino a verte pero como estabas durmiendo, prefirió esperarte hasta que despertaras en vez de volver a casa.
Miro a mi mejor amiga y ella asiente, asegurándome que lo dicho por mi hermano era verdad. Poco a poco, mis hermanos comienzan a salir de la cocina hasta que Charisma y yo quedamos solas. Me preparo un pan con mantequilla de maní y jalea, me sirvo un poco de soda en un vaso y me siento frente a Charisma.
—¿Cómo estuvo la siesta? —me pregunta y estira su brazo para dejar un pequeño apretón en mi mano— Nat...
—No lo sé, creo que aún sigo dormida. —confieso y río— ¿Llegaste hace mucho?
—Quince minutos más o menos.
Le doy un mordisco al pan y mastico, mirando a mi mejor amiga. Estamos en silencio por los próximos minutos hasta que yo termino de comer. Me levanto de la silla y le hago una seña.
—Sígueme. Vamos a mi habitación.
Nos dirigimos a mi cuarto y mientras Charisma cierra la puerta y se sienta en mi cama yo enciendo el estéreo. Me acerco y me siento frente a ella, subiendo una pierna en la cama.
—Tengo que contarte algo.
Ella se endereza, toda su atención está puesta en mí.
—Soy toda oídos.
Tomo una respiración profunda y cuando abro la boca para comenzar a contarle lo que pasó esta tarde con mi hermano y Dave, mi cerebro recrea todo dentro de mi cabeza haciendo que mi rostro se caliente por la vergüenza. La expresión de Charisma cambia por completo, me señala y sonríe de forma casi maniática.
—No es nada de lo que estás pensando. —le digo antes que saque conclusiones erróneas. La sonrisa en su rostro desaparece.
—Pensé que había pasado algo emocionante.
—Pasó —rectifico. Charisma ladea la cabeza sin entender—. Evan nos vio conversando e hizo un escándalo que ni te imaginas.
—No juegues... —murmura, boquiabierta—. ¿De verdad?
—Dios, sí.
—¿Y qué pasó?
Le cuento todo lo ocurrido esta tarde en el parque a unas cuadras de aquí, haciendo hincapié en la vergüenza que me hizo pasar mi hermano mayor al preguntarle a Dave sin tapujos si me estaba ofreciendo sexo a través de regalos.
Charisma ríe y yo también lo hago porque ahora, que han pasado horas de lo sucedido, es chistoso recordar la reacción de mi hermano.
Sin embargo, le menciono la actitud que había tenido Dave ante tal acusación y me doy cuenta, a través de mi relato, que él en ningún momento detuvo las malas acusaciones de Evan para contradecirlo.
—Bueno, tienes que agradecer que tu hermano se preocupa por ti —me dice Charisma y yo asiento porque realmente siempre estaré agradecida de que Evan me cuide de esa manera.
—Lo sé y yo hago pero, hay veces que él opta una actitud sofocante.
—Sí pero tienes que tener en cuenta de que tanto Evan como tus demás hermanos sólo se preocupan por ti.
La miro con los ojos entrecerrados —¿Desde cuándo estás del lado de mis hermanos? Si mal no recuerdo, eres tú quien critica la mayoría de las veces las actitudes de mis hermanos.
—Lo sé —ríe y pasa un mechón grueso de cabello detrás de su oreja—, pero hay que reconocer que es un gesto lindo.
—¿Lindo? Yo más bien diría exagerado. Así nunca voy a conseguir un novio.
Sus cejas saltan hacia arriba.
—¿Estás insinuando que quieres tener un novio?
Gruño —¿Cuál es tu afán de distorsionar todo lo que digo?
—Yo no estoy distorsionando nada. —se defiende. Aprieta los labios para no reír.
—¿Ah, no? Pues yo creo que sí. Siempre estás poniendo palabras en mi boca.
—Eso no es verdad. —refuta— Lo que yo hago es decir en voz alta lo que estoy segura que tú piensas cada noche antes de irte a dormir. O dime que después de ver a todas esas parejas en la calle no te dan ganas de tener un novio.
Me encojo de hombros y, finalmente, asiento un poco dudosa.
—Sí, más o menos. Quiero decir, me gustaría tener un novio a veces.
—¿Por qué a veces?
—Porque de sólo pensar que tendré a alguien sobre mí todo el tiempo me asquea.
—Bueno, eso tiene solución —dice y sus labios se curvan en una sonrisa maliciosa—. Él también puede estar abajo.
—¡Charisma! —le grito en reproche antes de golpear suavemente su brazo. Ella ríe por la insinuación indecente que ha hecho y a mí no me queda más remedio que unirme a su risa— Tú sabes a lo que me refiero.
Respira profundo y asiente —Lo sé. Pero, también sé que sí tú no le rayas bien la cancha al chico obviamente él va a estar encima de ti todo el tiempo.
—Además, tiene que cumplir una serie de requisitos.
—¿Sabes quién cumple todos esos requisitos?
—¿Quién?
—Dave.
—¿Dave?
—Dave.
Río —Tú estás loca.
—¿Por qué?
—Porque sí —me coloco de pie y me empiezo a mover de forma nerviosa por toda la habitación—. No entiendo cuál es tu afán de querer emparejarme con ese chico.
—Porque eres mi mejor amiga y él me cae súper bien. No puedes negar que es simpático.
—Un poco, sí. —respondo dudosa.
—Y es guapo.
—Me gusta su sonrisa.
—¡Te gusta! —exclama casi como una niña pequeña y aplaude.
—Dije que me gustaba su sonrisa.
—Eso es un gran avance viniendo de ti.
Como ella va a comenzar a fantasear con todo esto, decido ponerle un alto.
—Pero, así como me gusta su sonrisa, hay un sinfín de cosas que no me gustan de Dave. Por ejemplo, su actitud. Él se toma demasiada confianza. Su risa es demasiado escandalosa y esas cejas... Jesús, me dan ganas de sacarle un poco.
—Oye, a mí me encantan las cejas de Dave.
—¿Tu novio sabe que te gustan las cejas de otro chico?
—¿Qué tiene que ver Rick en todo esto? No mezcles peras con manzanas, Natalie Hoffman. Que yo esté saliendo con Rick no significa que no podré admitir que algunos chicos me parecen guapos.
—Lo sé —dejo que el aire salga de mis pulmones con fuerza y dejo caer mi trasero en la silla de mi escritorio— pero es que...
—Te gusta, ¿verdad?
Frunzo el ceño —¿Quién, Rick?
—Dave, estúpida.
—¡No! —le grito para convencerla y también convencerme a mí misma— No me gusta. Es sólo que... ocho de cada diez veces me cae mal, ¿sí? Es molestoso, irritante, confianzudo. Sin mencionar que bebe un montón y me carga el vicio del alcohol en los hombres.
Mi mejor amiga se cruza de brazos y me mira de la distancia. Sus ojos mieles lucen desafiantes.
—Pues yo creo que tú le gustas a él.
Niego con la cabeza —Yo no sé quién te metió esa idea en la cabeza.
—Nadie —espeta—. No hay que ser un genio para darse cuenta. Imagínate que hasta Rick lo ha notado. Y eso es impresionante porque ya lo conoces; siempre anda de despistado por la vida.
Simulo una sonrisa pero mi cerebro viaja a gran rapidez. No quiero hacerme ilusiones al pensar que le gusto a un chico. Pero, ew, estamos hablando de Dave Franco. El chico molesto como una pulga en el trasero que me sacó una horrenda fotografía en contra de mi voluntad. Estamos hablando de Dave, ese chico inmaduro que cuando va a fiestas comienza a subirles la falda a las chicas sólo para molestarlas.
Cuando estoy a punto de decir algo, dos golpes se escuchan en la puerta y esta se abre segundos después revelando el rostro de Noah.
—Hola. —saluda. Me contengo de rodar los ojos por su patética forma de ocultar su atracción por mi mejor amiga.
—¿Qué necesitas?
Él aparta la mirada de la rubia y la fija en mí —¿Eh?
Dios, dame paciencia porque sí me das fuerza olvido que él es mi hermano y lo mato.
—Te pregunté qué necesitabas.
—Ah, sí, uhm, Scott dice que vayas a la habitación un momento.
—¿Me esperas? —le pregunto a la chica que está sentada en mi cama.
—Yo no me moveré de aquí.
Salgo de la habitación llevándome a mi hermano. Una vez que cierro la puerta de mi cuarto, le reclamo por ser tan obvio y él sólo se encoge de hombros.
Nos separamos porque Noah va en dirección a la escalera y yo recorro los cortos metros hasta ingresar a la habitación de los mellizos. Scott está sentado en su escritorio en una postura bastante abatida. Sus hombros están caídos y tiene la cabeza entre sus manos.
—¿Qué pasa? —le pregunto una vez llego a su lado.
Me mira entre sus pestañas y suspira —Ya termine de leer toda la guía que me pasaste.
—Muy bien. —sonrío.
—Espero que no te moleste que la rayara en algunas partes. Es que estaba aburrido.
—Bien, como sea. ¿Entendiste todo?
—Más o menos.
—Bueno, ahora tienes que crear un texto dramático. Nada de usar la computadora —digo antes de que él me lo pregunte—. Una vez que lo termines, vas a mi habitación y me lo enseñas. Si te equivocas en algo, lo hacemos juntos otra vez, ¿vale?
—¿No puedes ayudarme ahora?
—No, lo siento —camino hasta la puerta y lo miro desde allí—. La idea es que tú aprendas a redactar un texto dramático. Si tienes alguna duda, puedes consultar la guía pero nada de computadora.
Por un momento esto se siente como si yo fuera la hermana mayor. Scott es un desastre en Lenguaje y le cuesta más que al resto de nosotros concentrarse para leer un libro. Él es el tipo de persona que se distrae hasta para ver como vuela una mosca.
Salgo de su cuarto y cierro la puerta. Me dirijo al mío y cuando ingreso, arrugo el entrecejo al ver a Charisma sentada de forma recta en mi cama con una sonrisa que me pone los vellos de punta.
—¿Qué hacías? —le pregunto con desconfianza.
—Nada. —se coloca de pie— Mamá me ha enviado un mensaje y quiere que vuelva a casa para cenar. ¿Dónde están mis tacones?
Recojo la bolsa que está en el suelo y de la entrego. Intercambiamos unas últimas palabras antes de que ella se despida.
Intento acompañarla hasta la puerta pero ella se rehúsa, diciéndome que se sabe el camino de memoria.
—¿Te paso a buscar mañana? —me pregunta desde la puerta, su mano izquierda sostiene la manilla lista para cerrarla.
—Sí, por favor.
—Nos vemos mañana entonces, mejor amiga. Hablamos por WhatsApp.
—Seguro. Adiós.
Charisma me lanza un beso antes de desaparecer por completo de mi habitación. Me quedo un rato en silencio, pensando en absolutamente nada. La casa se siente tan pacífica que es casi imposible creer que tres de mis hermanos están aquí.
Como no tengo nada más que hacer, comienzo a revisar mis cuadernos y tarareando Bad Things de Camila Cabello y MGK realizo mis deberes para mañana.
Media hora más tarde, Scott llega a mi habitación y me enseña su texto dramático. Le corrijo algunas cosas y juntos lo arreglamos hasta que queda perfecto. En compensación por mi ayuda, él me promete que hará mi desayuno por toda la semana y yo no me niego. Hay que aprovechar esto porque no es algo que suceda todos los días.
Tomo una ducha después de eso y ya vestida con mi pijama, bajó a cenar junto a mis padres y mis hermanos.
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