Capítulo 15.
Mi mirada viaja una y otra vez desde mi hermano mayor hasta Dave una y otra vez, totalmente nerviosa, deseando convertirme en un avestruz para esconder la cabeza bajo la tierra. Esto es muy vergonzoso y para ahorrar un mal rato como este, yo cité a Dave en este lugar pero pasé por alto que media cuadra más allá está el almacén donde mamá siempre nos manda a comprar alguna cosa que le falta para la cena. ¿En qué diablos estaba pensando? No estaba pensando, ese es el problema. Y ahora, tengo que pensar en una muy buena excusa para darle a Evan y explicarle más o menos qué está sucediendo.
Sin embargo, agradezco que haya sido sólo Evan quién me descubrió. Cuando yo tenía quince años, tuve la primera cita con un chico que me había gustado desde hace mucho tiempo; estaba muy ilusionada y nerviosa a más no poder. Quería que esa "cita informal" saliera lo mejor posible para que así él me volviera a invitar a salir a una cita verdadera. Pero Dylan y Evan tuvieron que aparecer en ese momento y arruinar la única oportunidad que tuve con Logan. Demás está decir que mis hermanos lo espantaron y Logan no volvió a dirigirme la palabra nunca más.
—¿Quién eres? —Evan corta el hilo de mis pensamientos y me lanza con fuerza a la realidad otra vez. Su voz se oye dura, demandante y yo me estremezco.
Dave guarda silencio y por la postura que tiene me da a entender que no tiene intenciones de responder la pregunta de mi hermano.
Respiro profundo y digo:
—Él es...
—Tú no hables —me interrumpe, mirándome de forma asesina—. Se lo pregunté a él.
Avergonzada, le lanzo una mirada a Dave, queriendo decirle de esa manera que lo mejor es que le responda a Evan.
—Soy Dave. —dice al final, con un tono aburrido— ¿Y tú?
Mi hermano lo ignora porque toda su atención está puesta en mí. Hay una pequeña vena notándose en su frente y me asusta. Su mirada verde viaja por mi torso hasta detenerse en mi mano. Intento esconder la bolsa detrás de mi espalda pero es tarde porque Evan ya la ha visto y sus ojos chispean furia.
—¿Qué tienes en la mano, Natalie? —demanda y se acerca a mí. En un movimiento rápido él me arrebata la bolsa y ve su contenido. Rechina los dientes y mira a Dave— ¿Le estás haciendo regalos a mi hermana, idiota? ¿A cambio de qué? ¿A cambio de sexo?
La sangre fluye hasta mi rostro tan rápido que me mareo.
—¡Evan! Demonios, no digas tonterías, por favor. Él no estaba regalándome nada.
—No te quieras hacer la valiente conmigo sólo porque está tu bonito novio aquí, Natalie.
Dave está a punto de agregar algo pero la bocina del coche se vuelve a oír y los gritos de la novia de su hermano se hacen presente. Él aprieta los labios y deja escapar un suspiro por la nariz.
—Lo mejor será es que me vaya. —dice, tenso.
—Sí, es lo mejor. —ataca Evan.
Miro a Dave e intentó explicar lo inexplicable pero él sólo niega de forma sutil. Siento su mirada intensa proyectaba sólo en mí y sé que Evan tiene que este hirviendo de la rabia por eso. Él odia que no le tomen atención y más cuando se trata de un chico que estaba conmigo.
—Nos vemos, Natalie.
No encuentro mi voz así que sólo alzo mi mano. Una parte de mí no quiere que se vaya porque en cuánto él suba a ese coche, el interrogatorio comenzará y será horrible.
Evan y Dave comparten un saludo de despedida que suena más como un gruñido y el Idiota se marcha, dejándome con toda esta situación. Cuando lo veo subir al coche, cierro los ojos con fuerza y me armo de valor. Mis pies vacilan antes de hacerme girar, mis ojos se encuentran con la mirada verde de mi hermano que ahora está mucho más oscura.
—¿Quién era ese idiota? —escupe Evan en voz baja. Su falsa serenidad me atemoriza.
Trago saliva —Un amigo.
—¿Un amigo? —repite con sarcasmo— ¿Tú realmente me estás viendo la cara de idiota, Natalie? Quiero que me digas en este preciso momento quién diablos era ese chico.
—¡Un amigo!
—¿Y un amigo te está regalando tacones?
—Esos tacones no son míos —refuto y le arranco la bolsa de la mano. Él sostiene la bolsa de compra otra vez con sus brazos tensos—, son de Charisma.
Sus ojos se estrechan en mi dirección, desconfiado.
—Bien, haré como si te creo —dice y se acerca un paso a mí. Mi mano libre sujeta la correa de mi mochila con fuerza, queriendo desintegrarme hasta desaparecer—. Si ese par de tacones son de Charisma, ¿por qué él te los estaba entregando a ti?
Muerdo mi lengua y le sostengo la mirada. No sé qué diablos decirle porque no se me ocurre una mentira convincente en este momento. Ni loca puedo decirle que he salido una fiesta con Charisma porque él es capaz de llevarme de vuelta a la casa tomada de una oreja.
—Deja ya de hacer tantas preguntas —escupo, fingiendo indignación—. Te estás pareciendo a papá.
—Soy tu hermano mayor.
Ruedo los ojos y comienzo a caminar siendo seguida por mi hermano quien no se cansa de reclamar. Asiento en algunas partes pero realmente no lo estoy escuchando. Es más, mi cerebro ha bloqueado por completo mi sentido de la audición.
Evan me alcanza, sus pasos van a la par con los míos mientras que sigue reclamando. Respiro y cuento hasta diez para no alterarme pero mi hermano es esa clase de personas que logra sacarte de quicio y conseguir la información que quiere oír sólo con su jodida insistencia.
—Déjame en paz, Evan —le pido con los dientes apretados—, por favor.
—¿Por qué estás saliendo con ese tipo, eh? Dímelo, Natalie.
Me detengo y lo miro —No estoy saliendo con él, ya te lo dije.
—Él te estaba mirando como...
—Él ni siquiera me estaba mirando, Evan —lo corto y río—. ¿Estás escuchando lo que dices? Él estaba usando unos malditos anteojos de sol, era imposible que te dieras cuenta de la manera en cómo me estaba mirando.
—Soy un chico.
—¿En serio? Si no me lo hubieras dicho, no me habría dado cuenta. Gracias, Evan. He vivido toda vida engañada pensando que eras una chica.
—No juegues conmigo, Natalie Hoffman. Estás en graves problemas conmigo, jovencita —me regaña y siento casi como si estuviera siendo regañada por mi padre—. Además, lo que te quería decir, es que yo soy un chico y sé cómo piensan los chicos. No hace falta mirarlos a los ojos para saber qué es lo que están pensando.
—Guarda tus hipótesis para alguien que sí le importen, ¿vale? Yo no estoy saliendo con Dave. Ni siquiera me gusta.
—Eso espero —advierte en voz baja— porque si veo que te está tocando otra vez, yo voy a romper todos sus huesos.
Ruedo los ojos para hacerle pensar que su amenaza no me importa pero es mentira. Me da terror volver a ver a Evan pelear con algún chico por mi culpa.
Cuando él estudiaba en mi escuela, no me tomaba mucho en cuenta. Es decir, todos sabían que él y yo éramos hermanos pero no nos hablábamos en el colegio porque tanto Evan como yo pensábamos que teníamos suficiente de nosotros mismos en casa como para estar hablando en la escuela. Pero, había un chico que le gustaba molestarme. Siempre encontraba una excusa para burlarse de mí. Hasta que Evan se enteró, por supuesto. Desde ahí no volvió a mirarme a los ojos por miedo de que mi hermano mayor le diera otra golpiza y le terminara de deformar el asqueroso rostro que tenía.
Las manos de Evan son enormes. Evan mide casi un metro noventa y cinco y Dave... bueno, él se convertiría en papilla si algún día mi hermano lo golpea.
Llegamos a casa y antes de que Evan abriera la puerta, lo detengo por el antebrazo. Sus ojos claros me miran y por un momento me siento desnuda. La mirada de Evan es tan penetrante que me aterra el pensamiento de que él esté leyendo mi mente en este momento.
—No le digas a nadie sobre esto, ¿sí?
Sus ojos se estrechan —¿Sobre qué?
—Sobre lo que viste. —relamo mis labios y me acerco un paso más— Quiero decir, él y yo no estábamos haciendo nada malo, sólo estábamos conversando pero... ya sabes cómo son los chicos.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, Natalie.
Es lo único que él me dice antes de ingresar a casa. Suelto un suspiro, sabiendo que no podré escaparme de él e ingreso también, cerrando la puerta a mi espalda con cuidado. Arrastro mis pies por el corredor y saludo a mamá que está en la cocina. Subo la escalera con paso lento y sólo alzo la mano para saludar a los mellizos que están en su habitación. Abro la puerta de mi cuarto e ingreso, dejando caer mi mochila y la bolsa de papel que me ha entregado Dave al suelo. Me quito los zapatos, la chaqueta y lanzo mi cuerpo a la cama.
La red de Wifi se activa en mi teléfono y el apartado vibra en el bolsillo de mi pantalón. Lo saco de ahí y sostengo mi peso con mis codos para leer el mensaje.
Idiota: ¿Llegaste bien? ¿Él no te hizo nada?
Él es bastante dulce así que decido cambiar su nombre. En vez de llamarlo "Idiota", reemplazo aquél seudónimo que yo misma le otorgué por simplemente "Dave".
Natalie: Estoy viva, si es eso lo que te preocupa.
Como él está en línea, me responde de inmediato.
Dave: Qué bueno. Pensé que las cosas se habían salido de control.
Natalie: Si estás pensando que él me golpeó, quita de inmediato esa idea de tu cabeza. Evan no sería capaz de golpearme.
Dave: Es muy intenso.
Natalie: Lo sé pero él no sería capaz de golpearme. Nunca.
Dos pequeños golpes me hacen apartar la mirada de mi teléfono y voltear hacia la puerta. Scott abre la puerta y alza las cejas.
—¿Qué haces? —pregunta, ingresando con cuidado.
—No mucho, ¿por?
Alza su mano derecha, mostrándome un cuaderno —Reprobé lenguaje y el lunes tengo una prueba a primera hora. ¿Puedes echarme una mano?
—Está bien.
Le envío un mensaje a Dave diciéndole que debo irme y dejo mi teléfono a un lado. Mi hermano se sienta a mi lado y me entrega su cuaderno. Intento descifrar lo que ha escrito pero su letra es horrible y yo creo que sería menos complejo descifrar los Jeroglíficos egipcios.
Le entrego el cuaderno de vuelta y lo miro.
—No entiendo lo que dice así que tendrás que explicarme qué necesitas.
Scott suspira —Bien. Lo que pasa es que la maestra quiere que escriba un ensayo donde yo tengo que interpretar un texto dramático o algo así entendí.
—Ya y ¿cuál sería el texto dramático? —cuestiono y su rostro se contrae. Yo contengo las ganas de golpear mi frente— A ver, primero que todo, ¿sabes qué es un texto dramático?
—¿Sí?
—Dime qué es.
—El texto dramático... es un texto... que es, ya sabes, dramático...
Suelto una carcajada y me quito los anteojos para restregar mis ojos con mis dedos. Tengo mucho sueño.
—Ya sabemos que el texto dramático es dramático. Su nombre lo dice —le hablo con un poco más de simpatía mientras limpio mis anteojos con mi camiseta—. Lo que yo te estaba preguntando era la definición. ¿Sabes la definición?
—Ah, no.
—Bueno, querido hermano, el texto dramático es aquél que representa algún conflicto de la vida a partir del diálogo entre los personajes. El fin del texto dramático es la interpretación de sus contenidos frente al público. Algo así como una obra de teatro.
—Entiendo...
—Algunos ejemplos de textos dramáticos son: Romeo y Julieta, un clásico; Nuestros hijos de Florencio Sánchez y El Alcalde de Zalamea —indico. Me coloco de pie y busco en mi portafolio de lenguaje una guía que me han entregado en la escuela y se la entrego—. Toma.
—¿Qué es esto? —pregunta, hojeando la guía.
—Una guía de estudio donde sale todo lo que tienes que saber del texto dramático. Léelo.
Él suelta un quejido —Pero no me gusta leer.
—¿Quieres que te ayude? —farfullo y él asiente— Pues entonces tendrás que leer.
El mellizo faltante aparece en el umbral de la puerta de mi cuarto y carraspea su garganta.
—¿Qué están haciendo? —pregunta Noah, ingresando. Lo miro boquiabierto, pensando si en algún momento hemos acordado vernos en mi cuarto.
—Nat me está ayudando a estudiar para mi prueba del lunes.
—¿Qué estás haciendo tú aquí? —pregunto yo.
Noah se sienta en mi cama y me mira —Evan te está llamando. Dice que vayas a su habitación.
Mi estómago se revuelve y bajo las ganas de vomitar con una respiración profunda.
—Muy bien, salgan de mi cuarto —les digo a los dos y los obligo a ponerse de pie—. No quiero intrusos aquí. Ve a leer la guía a tu cuarto, Scott y después yo voy para explicarte un poco más.
Los empujo fuera y una vez que yo salgo también, cierro la puerta. Los mellizos caminan en dirección contraria y yo me armo de valor para atravesar el pasillo. Estoy demasiado nerviosa, maldición.
¿Por qué diablos estoy nerviosa de todos modos? Yo no hice nada.
Golpeo la puerta y no espero a que Evan me indique que pase cuando estoy abriéndola. Ingreso y lo encuentro tendido en su cama, lanzando una pelota de béisbol al aire una y otra vez. Mi mirada recorre rápidamente su cuarto y arrugo la nariz. Esto es un desastre.
—Toma asiento.
—¿Dónde? —pregunto, asqueada— ¿En la montaña de tu ropa sucia?
—En la cama, estúpida.
Paso por alto el hecho de que me dijo estúpida y dejo caer mi trasero en la cama, sobre sus pies. Él se queja y me empuja por el costado, haciéndome reír. Luego de unos segundos, recupero la compostura y lo miro.
—¿Qué querías?
—Tú sabes lo que quiero —me dice y se sienta. Enrolla sus piernas y apoya los antebrazos en sus rodillas—. Quiero que me digas quién es ese chico.
Suspiro —Ya te lo dije, Evan.
—Quiero que me lo digas de nuevo.
Ruedo los ojos —Él no es nadie, Evan. Ni siquiera es mi amigo. Es... un simple conocido.
No sé por qué pero siento un leve pinchazo en el pecho luego de decir eso. Evan sigue con las preguntas y yo decido contarle toda la verdad. Bueno, no todo en realidad porque él se volvería loco si supiera que anoche no estuvimos en casa de Charisma sino que en una fiesta llena de conejitas. Le digo que Rick le había pasado los tacones de Charisma a Dave para que se los entregara pero como él y yo vivimos relativamente cerca (cosa que es mentira), me los entregó a mí. Me odio por estar metiendo en esta mentira a mis amigos pero no me queda más remedio.
Finalmente, luego de que Evan ha escuchado toda la historia distorsionada a mi beneficencia, suspira y estira su mano para tomar la mía.
—Escucha, Nat —comienza, serio—: tal vez estás pensando que yo soy un idiota exagerado y que te sobreprotejo demasiado pero, soy tu hermano mayor y ese es mi deber: protegerte.
—Lo sé... —murmuro.
—Yo soy un chico y la mayoría de mis amigos son hombres también. Yo sé cómo se refieren los chicos de las chicas lindas como tú. He oído como se expresan los chicos y yo soy igual. Puede ser que yo sea un idiota pero no voy a querer que mi hermana pequeña se relacione con idiotas como yo, ¿me entiendes? —asiento, conmovida por lo que él está diciéndome— Si los chicos y yo te protegimos de esta manera tan... exagerada, es porque no queremos que te suceda lo mismo que a las demás chicas. Eres nuestra única hermana y no queremos que te relaciones con chicos estúpidos. Además, ese chico, Dave, se nota que es mayor que tú y no quiero que, porque él tenga un poco más de experiencia, pueda pensar que se puede pasar de listo contigo, ¿me sigues?
—Sí, Evan.
—Así que, ahora, tú me vas a prometer algo.
Sonrío —¿Qué cosa?
—Que si ese chico, o cualquier otro, se llega a pasar de listo contigo nos lo vas a decir de inmediato. A cualquiera de nosotros. ¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.
Él me devuelve la sonrisa y me alborota el cabello. Intento apartar sus manos pero él me agarra de las muñecas y me tira sobre su cuerpo, haciéndome reír.
Tal vez Evan es un estúpido exagerado, como él lo ha dicho, pero lo amo y le agradezco infinitamente que se preocupe de esta manera por mí.
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