Capítulo 11.

—Esto es una pésima idea.

Charisma suelta un gruñido y estaciona el auto a un lado de la acera. Frente a nosotras se desplaza un alto edificio de apartamentos. El lugar se nota tranquilo y muy seguro pero no puedo confiarme. He estado muy intranquila todo el trayecto de la casa de Charisma hasta aquí y no sé sí todo se debe al hecho de que no quería venir o a la horrible realidad de ver la cara de Dave.

—Esto es una pésima idea —se mofa mi mejor amiga y me lanza una mirada cansada—. Con esta, han sido cinco veces que dices lo mismo. Cambia el chip, ¿vale? Sí quieres quejarte, cambia el discurso, Nat.

—Pero yo de verdad que no quería venir, Char. No conozco a nadie ahí.

—¿Cómo que no conoces a nadie? Dave, Rick y yo estaremos ahí.

—Pero ni siquiera conozco al chico de la fiesta.

—Vale, si no querías venir podrías habérmelo dicho.

Ladeo la cabeza para enviarle una mirada fulminante.

—Te lo dije, Charisma. Muchas veces.

—Pues no te oí.

Gruño en protesta y ella saca la llave del contacto con rabia. Me toma la mano y la deja sobre ella con brusquedad.

—¿Qué haces? —pregunto mirando desde la palma de mi mano hasta ella.

—Vete. —dice con simpleza— Si no quieres venir tanto como dices, vete a casa. Yo puedo volver con Rick y ya mañana puedo ir a buscar mi coche a tu casa.

—Ya, ¿y qué le voy a decir a mamá cuando me vea llega a las once de la noche?

Charisma se encoge de hombros —Dile que hemos peleado. Qué se yo, invéntale alguna excusa.

Me quedo en silencio mirando a la chica que está a mi lado. Su rostro está serio, sin ninguna expresión pero los ojos avellanas de Charisma brillan expectantes, esperando una respuesta de mi parte.

Suspiro y guardó la llave en el bolsillo de la chaqueta de cuero beige que ella me ha prestado. No puedo regresar a casa a esta hora porque mamá se volvería loca al darse cuenta que yo estaba rondando por las calles tan tarde.

—Bueno, ya estamos aquí. No es mucho lo que yo puedo hacer al respecto. —murmuro, resignada.

Charisma suelta un chillido y se lanza hasta llegar a mi lado y enrollar sus brazos alrededor de mi cuello. Ella besa mi mejilla repetidas veces, haciéndome reír.

—¡Por eso te amo! —me dice. Me suelta y se desabrocha el cinturón de seguridad— Vamos, entonces. Estoy segura que Dave muere por verte. Él realmente estaba muy ilusionado porque vinieras hoy.

Ignoro su comentario pero no puedo ignorar el retorcijón en mi estómago. Desabrocho mi propio cinturón de seguridad y me bajo de un sólo movimiento, maniobrando los primeros segundos en los altos tacones que ella me ha prestado. Maldición, tendría que haber rechazado estos zapatos y venir con mis propias zapatillas. Odio los tacones. Siempre he creído que los tacones lucen hermosos en las demás chicas pero en mí no. Me da miedo torcerme un tobillo o caerme frente a mil personas por culpa de estos zapatos del demonio.

Charisma Carpentier llega a mi lado y enreda su brazo con el mío. Ella comienza a caminar manteniendo perfectamente el equilibrio en sus tacones tipo Lady Gaga mientras yo intento no matarme en el intento.

Ingresamos en el edificio y mientras esperamos por el ascensor, saco mis pies de los tacones y los muevo en el aire, repitiéndome en mi interior que voy a tener que soportar estos malditos tacos gran parte de la noche.

Las puertas del ascensor se abren e ingresamos en completo silencio. Charisma presiona el botón ocho y antes de que las puertas se cierren nuevamente, un grupo inmenso de personas se introduce en el espacio. Mi espalda se adhiere al barrote de la pared y es doloroso. Intento ladear la cabeza para poder respirar y logro ver a mi mejor amiga desde la esquina, lanzándome una mirada de auxilio. Suelto una risa, nunca me había imaginado estar en estas circunstancias: siendo aplastada por un montón de desconocidos en un elevador. No pensé que iba a tener una muerte tan... patética.

Poco a poco, las personas comienzan a salir del ascensor y cuando Charisma y yo quedamos solas, soltamos un suspiro a la par. Reímos por un rato pero en la intercesión entre el piso siete y el ocho, siento un retorcijón en el estómago y no es precisamente por haber comido la cena con exceso de condimentos de la señora Carpentier. Mi mejor amiga toma mi mano y me arrastra por el pasillo, la música retumba en nuestro alrededor y de una puerta totalmente desconocida para mí, ingresan y salen personas como si estuvieran en su casa cargando vasos plásticos y botellas de cerveza.

Dios, estoy tan nerviosa.

Charisma empuja la puerta y al ingresar por completo, me asombró más de lo que debería. El departamento es de tamaño normal pero lo que más llama mi atención es que en su mayoría, los presentes son mujeres. Los pocos chicos que hay en el lugar se encuentran rodeados de chicas vestidas como las conejitas Playboy, intentando llamar la atención de los hombres.

—¿Dónde carajos nos vinimos a meter? —hablo en voz alta, casi gritando para que Charisma me escuche.

—No tengo idea pero esto no era algo para lo que estuviera preparada.

Ella me lanza una mirada y logro detectar chispas de celos en sus ojos claros. La idea de que Rick esté rodeado de chicas hace que mi estómago se apriete con fuerza. Charisma se va a enojar.

—Te juro que si veo a Rick coqueteando con una sola chica voy a darle un golpe en la entrepierna tan fuerte que se va a arrepentir de haberme conocido.

—Ya, pero no creo que sea para tanto... —intento quitarle importancia y ella me lanza una mirada furiosa que me advierte guardar silencio. No quiero su puño contra mis dientes. Oh, no— Vale, lo siento.

—Espérame aquí.

Yo no alcanzo a protestar antes de que ella desaparezca entre medio del desfile de conejitas. Suelto un suspiro y miro a mi alrededor, sintiéndome completamente fuera de lugar. Sinceramente, luzco como un esquimal al lado de estas chicas que están vestidas como si estuviéramos en la playa. ¿Alguna de ellas sabrá que afuera la temperatura supera los diez grados bajo cero?

Camino entre empujones por el estrecho espacio que queda en el pasillo, intentando buscar a alguno de mis amigos. Intento oír alguna voz conocida pero las risotadas me bloquean los oídos.

—¡Nat!

Miro hacia atrás y me encuentro a Dave. Él tiene una sonrisa en su rostro y sus brazos rodean los hombros de dos chicas. Alzo mi ceja.

—Hola.

—Es bueno que hayas decidido venir —él comenta y suelta a las chicas para acercarse a mí—. ¿Llegaste hace mucho?

—Uh, no. ¿Qué clase de fiesta es esta? Hay tantas... chicas.

Él ríe y se acerca más a mí hasta que rodea mis hombros con su brazo. Frunzo el ceño antes de mirarlo con las cejas alzadas.

—A mi hermano le gustan este tipo de fiesta —dice. El olor a alcohol que desprende de su boca me marea. Ew— Ven, vamos. Te quiero presentar a mi hermano.

Él no se disculpa con las chicas con las que estaba y me obliga a caminar por el departamento. Intento no mirar a mí alrededor porque el espectáculo que hacen las chicas ebrias es vergonzoso. Ellas humillan a toda la población femenina.

Mis pies comienzan a doler y apenas llevo unos pocos minutos sobre estos tacones. Ruego al cielo para que el hermano de Dave aparezca y poder quitarme los zapatos. No me importaría andar por aquí descalza sabiendo que mis pies estarán en paz.

Eventualmente, Dave me presenta a su hermano. Él me tiendee la mano y me saluda de forma amigable. Él se llama John y es bastante agradable, más de lo que me gustaría admitir. Él me ofrece cervezas cada dos segundos pero yo me niego las primeras veces. Luego, es Dave quien se encarga de ponerle un freno a su hermano mayor.

Cuando el Idiota me ve con una mueca en el rostro, me pregunta qué es lo que me sucede. Dudo un momento en decirle pero como no he visto a Charisma en todo el rato que llevo aquí, decido señalar mis pies.

—Estos tacones me están matando. —confieso como si fuera un secreto de Estado.

Él mira mis pies y hace una mueca —¿Quieres cambiarte? Yo puedo prestarte un par de mis zapatos si quieres.

—Dudo mucho que tus zapatos me queden buenos.

Él ríe y se gira para hablarle a su hermano al oído. John me lanza una mirada y luego asiente, respondiéndole a Dave. El menor de los hermanos se gira y me toma de la mano. Él comienza a arrastrarme antes de que yo pueda hacer el intento de apartar su mano de la mía. Tropiezo un par de veces y aferro mi mano libre a la pared con fuerza en la mínima oportunidad.

—Oye, para un poco. ¿Dónde diablos me llevas?

—Cállate y camina.

Suelto su mano de golpe —A mí no me hablas así, imbécil.

—Vale, lo siento —se ríe—. Sólo quiero pasarte un par de zapatos más cómodos.

—¿De verdad?

—Sí. No me mires de esa manera.

—¿De qué manera?

—Estrechando tus ojos como si quisieras leer mi mente. Ven, sígueme.

Sólo porque estoy harta de estos malditos zapatos yo lo sigo hasta el final del pasillo. Él saca una llave del bolsillo de su pantalón y abre la puerta. Ingresa primero y luego me hace señas para que lo siga. Lo hago. Con desconfianza pero lo hago igual.

—Toma asiento —señala encendiendo la luz—. Buscaré un par de calcetines.

Me quito los tacones y camino hasta la cama para sentarme en la orilla. La habitación es mediana, casi como del tamaño de la mía pero está mucho más ordenada. No hay posters ni fotografías en las paredes grises. Todo es bastante aburrido.

—¿De quién es esta habitación? —cuestiono, balanceando mi pie derecho en el aire de adelante hacia atrás.

—De mi hermano —dice Dave y se gira con violencia en dirección a la puerta ya que ha sido abierta y un chico a quien desconozco nos mira con los ojos bien abiertos—. ¡Sal de aquí!

El chico desconocido sale corriendo por el pasillo y el Idiota cierra la puerta con fuerza antes de activar el pestillo. Se gira para mirarme y me sonríe de forma coqueta.

—¿Por qué?

—¿Porque qué? —trago saliva. Me siento incómoda porque él me mira como si fuera un psicópata.

—¿Por qué me preguntas de quién es esta habitación? ¿Quieres conocer la mía? —pregunta y sus cejas se mueven sin parar.

Todo mi rostro arde —Cállate.

—Oye, si quieres conocer mi habitación yo no tengo ningún problema en mostrártela. No está tan ordenada como esta pero la cama es muchísimo más cómoda. Incluso, puedes usarla si quieres para que des tu propio veredicto. 

Suelto el aire de mis pulmones y agito la mano cerca de mi rostro en busca de aire. Dios mío, hace demasiado calor aquí. ¿Por qué rayos estoy tomándole el doble sentido a lo que él está diciendo? Jodidas hormonas.

—¿Ya encontraste los calcetines? —cambio de tema radicalmente.

Dave frunce el ceño y luego asiente. Vuelve a la cómoda donde había estado hurgando y se acerca a mí con un par de calcetines blancos y unas zapatillas azules. Intento quitárselos pero él me aparta la mano con un golpe suave.

—Puedo hacerlo yo.

—Quiero hacerlo. —contrarresta él. Afirma una de sus rodillas en el suelo y toma mi pie antes de reírse— Tus pies son muy pequeños.

Empujo mi pie izquierdo y golpeo su torso haciéndolo reír. Y, antes de lo que puedo darme cuenta, estoy riendo junto al Idiota. Él desliza los calcetines con demasiado cuidado por mis pies y ríe cuando se da cuenta que me quedan grandes. Luego, procede a colocarme las zapatillas y ajusta las agujetas con cuidado.

—Bueno, no son zapatos de cristal pero las zapatillas calzan perfecto para la cenicienta moderna del siglo XXI.

Afirmo mis manos en la cama y esbozo una pequeña sonrisa.

—Gracias, de verdad. Esos tacones me estaban matando.

Él frunce su nariz. Se sienta en el suelo y toma los tacones que descansan a su lado.

—No entiendo cómo es posible que las chicas caminen usando estas cosas sin perforarse los pies. Lucen incómodos.

—Son incómodos —rectifico y una imagen pasa de forma fugaz por mi cabeza que me hace reír. El Idiota me mira con las cejas alzadas, preguntándome de esa manera de qué me estoy riendo—. Pruébatelos.

—Por supuesto que no —ríe—. Aquí no me entra ni la mitad del pie.

—No importa, hazlo de todos modos.

Dave masculla algo que no logro entender pero me obedece sin embargo. Él desliza el cierre de sus botines y los quita dejándolos a un lado sin ningún cuidado. Se quita los calcetines también y se coloca de pie.

Compartimos una mirada antes de que él intente introducir su pie en el tacón. Su altura aumenta unos centímetros más. Los tacones son demasiado pequeños y la mitad de su pie está colgando fuera del zapato. Le cuesta mantener el equilibrio sobre las agujas y su risa es tan ruidosa que crea ecos en la habitación. Mi estómago duele por las carcajadas y apenas puedo respirar. Dave tiene el rostro rojo por la falta de aire y apuesto a que yo estoy en las mismas condiciones.

—¡No puedo creer que me hagas hacer esto! —me grita entre risas.

—Intenta... —trato de respirar y encontrar mi voz—. Intenta dar unos pasos.

—No porque me voy a matar si lo hago.

—Claro que no —mi voz suena ronca por el exceso de risa—. Si caes, lo harás sobre la cama. No seas gallina.

Dave relame sus labios. Él da un paso de forma insegura y me mira con los ojos brillantes. Me indica que lo ha conseguido y cuando está afirmando el pie izquierdo adelante para dar otro paso, su pie resbala hacia el lado. Suelto un chillido al ver que su cuerpo caer sobre mí y en menos de dos segundos, su frente impacta contra la mía en un golpe seco, todo su peso se cierne sobre mí y nuestras respiraciones se entrelazan.

Siento como mi corazón deja de palpitar y me horrorizo. ¿Me voy a morir? No, soy muy joven para morir pero estoy tan rígida bajo el cuerpo de Dave que pareciera que realmente estuviera muerta. Intento encontrar mi voz para pedirle que se aparte pero nada coherente quiere salir de mi boca. Mis anteojos se han pegado tanto a mi rostro que me molestan al pestañear.

—Nat...

Su voz me agarrota por completo los músculos. En el momento en que Charisma estacionó su coche junto a la acera supe que ésta sería una pésima idea pero nunca me imaginé que venir a una fiesta en la casa de Dave significaría terminar con él tirada en una cama con su anatomía sobre la mía.

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