Preocupación


El plato se veía delicioso. El jugo de naranja estaba muy fresco, el omelet estaba sabrosísimo y las tostadas francesas ni se diga. Definitivamente Matías tenía un gran dote culinario, entre muchos otros que poco a poco iba conociendo.

—Te dije que mi especialidad era la cocina —dijo orgulloso de sí mismo después de que halagué el delicioso desayuno que me preparó.

—Y tenías toda la razón, amor —aseguré.

—Bueno mi Sofi, quiero que te arregles pronto pues tengo todo un día planeado para los dos. Ahora sí celebraremos tu cumpleaños como tú querías.

Auch. Eso me rompió el corazón. Esa mañana me había despertado más despejada y, con menos concentración de alcohol en mi organismo, decidí hablar con Matías de lo que había pasado con Antonio y quería hacerlo antes de que pasáramos un día que ninguno olvidaría.

Lo poco que había logrado dormir, había sido un tiempo desperdiciado en pesadillas. Veía a Lily y a Matías besándose, luego se separaban y se decían cosas al oído, para terminar mirándome y burlándose de mí.

Me levantaba con náuseas y acudía al baño para mojarme la cara. No me gustaba sentirme tan mal, pero no sabía si era el licor, el miedo o la culpabilidad.

Por suerte el desayuno había conseguido calmar un poco mi estómago.

Me levanté del comedor y tomé a Matías de la mano. Sin decirle nada, lo llevé hasta el sofá y le pedí que encendiera la chimenea. Él me miró un poco sorprendido pero entendió que tal vez sólo quería acurrucarme un momento junto a él, así que sonrió y lo hizo. Sabía que partiría su corazón y no estaba preparada para eso, pero tenía que enfrentarlo tarde o temprano.

Se sentó nuevamente a mi lado y me pasó un brazo por encima. Metí mi mano entre su bata y empecé a acariciar su torso desnudo. «Dios, extrañaré estos pectorales» pensé. 

—Matías, ¿qué sientes por mí? —Sabía lo estúpida que era esa pregunta pero no podía evitar dar vueltas cuando no sabía cómo abordar un tema.

—Te amo —Su respuesta fue simple pero directa—, ¿y tú?

—Yo también te amo, soy muy feliz contigo, creo que nunca he sido tan feliz...

Mi voz empezó a quebrarse porque sabía que esa felicidad estaba a punto de acabar.

—¿Qué pasa, amor?

Matías se giró para quedar frente a mí y me tomó la cara con ambas manos. Ese gesto tan dulce solo hizo que las lágrimas salieran sin control.

—Tengo algo que decirte, pero no sé cómo...

—Sofi, lo que me digas estoy seguro que tendrá solución, no te preocupes.

Me abrazó fuerte y luego acercó su rostro al mío para callarme con un beso.

Las lágrimas me ahogaban. Yo no era así de llorona, pero ante la posibilidad inminente de perder mi felicidad, no podía reaccionar de otra manera.

Matías se separó de mí y me vio con preocupación, aunque no dijo nada. En silencio le agradecí que no lo hiciera. Quería calmarme y si él me presionaba no sería capaz.

—Soy una estúpida...

—No digas eso Sofi, eres la mujer más inteligente que conozco.

Suspiré.

—Tengo algo que contarte, y... no te va a gustar.

—Sofi, me estás asustando —Tomó mi mano y continuó—, por favor no le des más vueltas al asunto.

Aunque lleváramos poco tiempo conviviendo, ya me conocía bien.

—Matías, en estos días he tenido problemas con Lily, y verla ayer aquí me afectó bastante —Hice una pausa para organizar mis ideas.

—¿Qué tipo de problemas? —preguntó.

—Eso no tiene importancia ahora. El tema es que su presencia en la fiesta no me gustó y decidí beber para soportarla. Lo importante fue que se me pasó la mano, y cometí un gravísimo error.

—Por favor no me digas que te acostaste con alguien... —dijo entre risas para reducir un poco la tensión del ambiente.

Mis ojos se quedaron fijos en él, delatándome.

—Sofi... esto ya no es gracioso.

—No, no, obviamente no me acosté con nadie —Hice una nueva pausa—, pero Antonio y yo nos besamos.

—¿Qué?

Sabía que estaba partiendo su corazón, y el mío junto al suyo.

—Antonio dice que está... enamorado de mí —aseguré.

—¡¿Qué?! —Vi cómo la expresión de su cara cambió por completo.

Se puso de pie y su mirada se dirigió hacia la chimenea.

—No lo puedo creer... —susurró.

Se giró para quedar frente a mí y yo no fui capaz de sostenerle la mirada.

—¡¿En qué estabas pensando?! ¿Sabes a cuántas mujeres les ha dicho lo mismo? Eres una tonta si crees sus cuentos.

No pude contestar nada porque se me hizo un nudo en la garganta. Sabía que tenía razón, pero aún así sus palabras me dolieron mucho.

Iba a continuar su discurso cuando su teléfono sonó. No evitó mirar la pantalla y su expresión cambió.

Contestó y salió hacia el jardín. Quedarme sola en ese sofá me hizo darme cuenta de nuevo de la magnitud de la equivocación que había cometido.

No sé cuánto tiempo pasó pero ahí estaba yo, sintiéndome de lo peor, llorando como una niñita y arrepintiéndome de haber arruinado así mi cumpleaños.

Aunque la verdad fue que me liberé de un peso. Por lo menos tenía el orgullo de haber sido capaz de sincerarme con Matías, pues no hacerlo era una traición peor que haber besado a su hermano.

Matías entró a la casa como alma que lleva el diablo y me ignoró por completo. Pasó de largo hasta nuestra habitación así que decidí seguirlo.

Al entrar al cuarto vi que se estaba cambiando. Tomó un jean de su armario y un buzo negro; se los puso con afán. Yo no quería que reaccionara mal si le dirigía la palabra, pero tenía que saber qué estaba pasando. La angustia en su cara decía que no era nada bueno.

—¿Qué pasa? ¿Quién llamó? —pregunté con un hilo de voz.

—Me llamaron del hospital. Carolina ha tenido un accidente.

—¿Carolina, tu ex? —Escuchar su nombre me sorprendió.

—Así es —contestó secamente, tomando su chaqueta de cuero y metiéndose las llaves del carro al bolsillo.

—Espérame un momento, te acompaño.

—No —La simpleza de su respuesta y la expresión en su rostro me confirmaron que todo había acabado.

Salió del cuarto cerrando la puerta con fuerza. La soledad me permitió tirarme sobre la cama y ahogar mis gritos de rabia con el edredón acolchado.

Era una imbécil. Era la primera vez que sentía algo tan fuerte por alguien que me correspondía de la misma manera y lo había tirado todo a la basura por un caprichito de niña tonta y unas cuantas copas de licor.

Acababa de cumplir treinta y un años, pero me sentía como una niña de diez, dudando de todo y dejándome llenar la cabeza con ideas idiotas.

♠♦♣♥

A pesar de mis errores y de que sabía que la posibilidad de ser rechazada era alta, decidí acompañar a Matías en este difícil momento.

—Hola Antonio, soy yo —Era a la última persona que debía llamar, pero solo él podía ayudarme a encontrar el hospital donde se encontraba Carolina.

—Hola Sofi, no esperaba que llamaras, pero me alegra. Quería hablar contigo sobre...

—No, no, no. Olvídate de eso en estos momentos. Necesito encontrar a Matías, ¿Sabes dónde está?

—¿No estaba contigo?

«Maldita sea». Su repuesta me confirmó que había sido un error llamarlo.

—Hace un momento recibió una llamada porque Carolina sufrió un accidente; él salió para la clínica pero no me dijo dónde estaba y estoy angustiada. Quiero estar con él en estos momentos.

—Te llamo en cinco minutos, averiguaré dónde está.

Colgué el teléfono y busqué algo de ropa. Después de ponerme unos jeans, una camiseta y la primera chaqueta que encontré, agarré mi celular y salí.

Me cepillé los dientes en el baño que estaba junto a la sala. Tenía la peor cara que recordaba haberme visto pero no me importó. No tenía tiempo para maquillarme.

Llamé nuevamente a Antonio pero no me contestaba. Insistí varias veces sin respuesta alguna. Maldije para mis adentros; ya habían pasado más de quince minutos y mi cuñado no me tenía ninguna razón. Le escribí un mensaje probando si de esa manera tenía más suerte.

Antes de pulsar "Enviar" escuché el timbre de la puerta.

—Hola Sofi. ¿Estás lista? Vámonos —Antonio llegó en su carro a recogerme.

Sin contestarle nada ni meditarlo demasiado, tomé mi bolso y salí de la casa.

♠♦♣♥

—¿Averiguaste dónde están? —pregunté cuando nos subimos en su carro. Antonio insistió en que fuéramos en él; yo estaba demasiado alterada para manejar.

—Sí, Sofi, no te preocupes, llegaremos a lo sumo en diez minutos —aseguró Antonio.

—¿Puedo poner música? —No me gustaba el silencio, y en los momentos de tensión, era insoportable.

—Claro, en la guantera hay unas memorias con distintos géneros, pon lo que más te guste.

Agradecí que pudiéramos hablar de otra cosa; quería olvidarme por un momento de todo lo malo que pasaba en mi vida. Rebusqué en la guantera como él me indicó, solo encontré una memoria con una etiqueta de papel que decía "Trip-hop".

—¿Qué clase de música es el trip-hop? —Nunca antes había visto ese término.

—Es algo medio indie, medio rock, medio electrónico. ¿Conoces a Massive Attack?

No pude responderle. Escuchar el nombre de la banda con la que le encantaba a Matías hacerme el amor me hizo un nudo en la gartanta. Algo me decía que esa situación no se volvería a repetir.

Disimulando mi tristeza, seguí buscando y encontré una memoria que decía "Baladas Rock" así que esa fue la que conecté al equipo de sonido.

Nos detuvimos en un semáforo y Antonio aprovechó la oportinidad para mirarme. Como era de esperarse, vio las lágrimas en mis mejillas, a pesar de que rápidamente traté de ocultarlas.

—¿Qué te pasa, Sofi? Estoy seguro de que Carolina se pondrá bien. No imaginé que te afectara tanto lo que le pasara —preguntó mi acompañante.

—No me pasa nada, no te preocupes.

—Aunque no lo creas, te conozco. Si quieres hablarlo, puedes confiar en mí.

Estaba muy confundida en ese momento. Cualquier otro día habría estado convencida de que hablar con él de mis asuntos personales no era una buena idea, pero en vista de que mis problemas también lo involucraban, decidí abrirme un poco.

—Le conté a Matías lo que pasó anoche —afirmé.

Guardó silencio un momento. El semáforo nuevamente cambió a verde y arrancamos lentamente. Unos metros más adelante, Antonio encontró una bahía donde parqueó el carro y apagó el motor.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque ocultarle algo así me parecía traicionarlo —respondí.

—¿Y besarme no lo es?

—Bajo las circustancias en las que pasó, no.

—No te engañes Sofi, un beso es un beso. Además de que has involucrado tu corazón. ¿Qué te dijo mi hermano cuando le contaste?

—Que no podía confiar en ti.

La mirada de Antonio se quedó fija sobre lo que teníamos en frente. Mantuvo el silencio por unos segundos, para luego cerrar sus ojos y suspirar profundamente.

—Tiene razón, no soy una persona de fiar.

No entendía lo que quería decirme. Esperé que se defendiera, o que guardara silencio si no sabía qué contestar, no que dijera eso.

Puso nuevamente el vehículo en marcha y retomamos la carretera. El trayecto que faltaba para llegar hasta el hospital se me hizo muy corto, aunque el silencio en el que lo recorrimos lo hizo parecer eterno.

♠♦♣♥

El frío de la clínica me caló hasta los huesos. Antonio amablemente se ofreció a traerme un café caliente mientras la enfermera me indicaba en qué habitación se encontraba Matías.

—No creo que pueda hablar con él —Le confesé a Antonio cuando me trajo la bebida.

—No lo hagas —Lo miré inquisitivamente pues no entendí a qué se refería—. Este no debe ser un buen momento para él. A pesar de lo que Carolina hizo, mi hermano la aprecia mucho y se preocupa por ella, por lo que estoy seguro que esto es difícil. No lo hagas aún más hablando de lo que pasó, solo déjale saber que viniste a acompañarlo, porque lo amas; así como yo lo acompaño porque es mi hermano.

—¿Crees que se moleste al vernos juntos? —Fue un temor que se manifestó desde que me subí al carro.

—Tal vez, pero sería peor si sintiera que alguno de los dos no quiere darle la cara.

Me tomó suavemente de la mano y me llevó hasta donde nos indicó la enfermera. Como era hora de visitas, lo más probable es que Matías se encontrara dentro de la habitación. Antonio se disponía a tocar, cuando escuchamos una voz conocida detrás de nosotros.

—Ustedes.

Esa palabra me heló la sangre aún más que el frío del hospital y del gélido clima que ese día envolvía a Bogotá.

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