Póquer
Después de contarle a Matías el horrible mal entendido que había destrozado mi mundo y reconstruirlo en menos de una hora, recibimos al doctor Martínez. Estuvo más o menos media hora disculpándose con nosotros por la equivocación, aunque no había sido su culpa. Nos explicó que, además de que la enfermera era nueva y joven, el error se produjo porque el difunto y Matías compartían el mismo apellido.
Matías no pudo evitar una carcajada cuando escuchó toda la historia. Quise matarlo en ese momento.
—Lo siento, Sofi, sé que no es divertido, pero no sé por qué no puedo dejar de reirme.
—Debes tener una contusión cerebral —espeté— ¿Sabes la angustia que pasé?
—Lo sé, perdóname. Yo en tus zapatos, estaría en este mismo momento con mi abogado para demandarlos.
—Respecto a eso —interrumpió el doctor— sé que están en su derecho pero me gustaría que lo pensaran con calma. No solo harán pagar a la clínica, sino también a la enfermera que cometió un error que había podido cometer cualquiera. Seguramente su hoja de vida quedará marcada y no le será fácil encontrar otro trabajo.
—Mejor aún, no volverá a cometer el mismo error. —Me sorprendí ante la dureza de mis propias palabras. Matías me miró sorprendido y luego puso su mano sobre la mía.
—El doctor tiene razón, Sofi. Un error lo puede cometer cualquier ser humano. Además estoy seguro que es la rabia la que está hablando. Si hay algo que me encanta de ti, es el enorme corazón que tienes, capaz de perdonar.
Tenía razón, yo no era así, sin embargo no quise que el doctor se sintiera demasiado confiado.
—Vamos a tener que pensarlo con calma, pero lo importante es que esto no se vuelva a repetir. Nadie se merece sentir en vano lo que he sentido hoy. —Me dirigí al doctor.
—Claro señorita DoSantos, la comprendo. —Nos miró apenado.
—¿Podemos hablar ahora de mi recuperación, doctor? —preguntó Matías para suavizar un poco la conversación.
—Claro que sí, a eso he venido. Señor Lopera, ha sido un verdadero milagro que su columna no haya sufrido ningún daño grave, sin embargo, tendrá que hacer terapias intensas antes de retomar sus actividades normales. Pero le advierto: tiene que ser constante en sus ejercicios, no será un proceso fácil o indoloro.
—Usted solo dígame lo que hay que hacer; creo que tendré a alguien que se encargará de que no me salte ninguna cita. —Me miró, sonriendo. ¡Cuánto había extrañado esa sonrisa!
—¡Pues claro! —exclamé devolviéndole el gesto.
Antes de marcharse, el doctor nos dejó algunos folletos explicativos con los cuidados en casa que tendríamos que tener para la recuperación de Matías. Nos indicó que dependiendo de lo que dijera el fisioterapeuta, le darían una pronta salida de la clínica.
Lily entró tan pronto como salió el doctor de la habitación. Me hizo una mueca que inmediatamente entendí que significaba que su encuentro con Carlos había sido espantoso, por lo que no le pregunté sobre el tema.
—No sabes cuánto me alegra que estés mejor, Matías; digo, porque sé lo mucho que te quiere Sofi.
—Gracias. —Matías era todo sonrisas esa mañana. Lily le devolvió el gesto y una punzada de celos se hizo sentir en mi estómago.
«Estoy siendo bastante inmadura. Debo calmarme, solo ha venido a acompañarme, y también se ha asustado con el error de la mañana... »
—Bueno, como llevamos algún tiempo sin hablar, quiero que me cuenten cómo les fue en San Andrés. —Disimuladamente me paré detrás de Lily para que no me viera, y le hice señas a Matías de que no tocara el tema en ese momento.
—No te preocupes, Sofi, el tema no me incomoda. —Se me olvidaba que soy tan sutil como un elefante ninja.
—¿Segura? —Me aclaré la garganta. Matías rió al contemplar la escena, luego hizo un gesto de "Ups"
—Para que los dos lo sepan, Antonio y yo hemos aclarado todo, ya no estamos juntos, y yo soy una persona muy feliz.
Nos miramos atónitos ante esa franqueza.
—¿Y si se vuelven a ver? Digo, van a tener que encontrarse en algún momento. Hoy, por ejemplo, si viene a visitar a su hermano.
—Ya lo superé. —Sonrió.
—Wow —murmuró Matías.
—Déjame dudarlo —murmuré.
—Tengo cosas más importantes en las que enfocarme ahora —contestó Lily, volteándome los ojos.
♠️♦️♣️♥️
Pasé toda la semana acompañando a Matías en su habitación. Conocí a sus padres y a su hermana, quienes no se cansaron de agradecerme que estuviera junto a Matías; cuidándolo mientras ellos tenían que regresar a su casa por trabajo. La verdad hicimos muy buenas migas, son personas muy amables y cariñosas, ahora sé por qué Matías es así. Lo que nunca entendí es si Antonio es adoptado.
Él también pasaba todos los días a visitarlo. Le traía libros y chocolatinas, que escondía de mí porque yo no dejaba que se llenara de calorías vacías que no lo dejaban recuperar su fuerza. Me empezaron a llamar "la detective chucherías" porque siempre encontraba los escondites donde trataban de proteger sus pecaditos. La verdad me enorgullecía pillarlos siempre. Me sentía como Sherlock Holmes.
Lily también iba de vez en cuando, sobretodo a traerme cosas a mí, y a llevarse mi ropa a la lavandería, ya que yo no quería separarme ni un momento de él. No se quedaba mucho rato, pero siempre llegaba muy contenta y sonriente; nos hacía reír mucho con sus ocurrencias. Matías y ella parecían llevarse muy bien, se estaban convirtiendo en buenos amigos.
Cuando se nos acababan los temas de conversación, jugábamos Póquer. Yo no tenía ni idea, pero a Matías le encantaba y era muy buen profesor.
Una mañana, estábamos jugando una partida cuando llegó Lily con más ropa para mí y un regalo para Matías. Éste la miró sorprendido pero no podía disimular su ilusión, parecía un niño chiquito. Lily le entregó una bolsa de papel de la que Matías sacó una almohada en forma de U.
—Para tu cuello. Por ahí leí que estas almohadas son muy buenas para acomodarte cuando estás leyendo. —Su voz era toda dulzura y su mirada pura ilusión.
—Muchas gracias, Lily. —Y mi novio era todo amabilidad.
Y yo era toda celos.
—Sí, Lily; qué linda. Gracias. —Tomé la almohada y la bolsa y las guardé en el armario de la habitación.
—¿Quieres jugar póquer con nosotros? —le preguntó Matías.
—¡Me encanta el póquer!
—Ja, ¿desde cuándo? —pregunté con desdén.
—Desde siempre, por supuesto.
—Pues yo te conozco desde siempre y no lo sabía. Vaya, vaya.
—Nunca dejo de sorprenderte, ¿verdad? Admítelo, te hago la vida más interesante.
No sé si con interesante quería decir solitaria, pero me imagino que lo decía sin mala intención. Matías se emocionó y empezó a explicarle cómo se jugaba. Lily lo miraba embelesada ¿De verdad le gustaba tanto el póquer?
Cuando Lily aseguró que había entendido todo el reglamento, nos acomodamos para jugar nuestra primera partida. En ese momento Antonio entró en la habitación. Matías y yo intercambiamos una mirada de ligera preocupación, y luego miramos a Lily, quien alzó la vista en dirección al recién llegado pero rápidamente la regresó a su juego de cartas.
Antonio se acercó a mí para darme un beso en la mejilla, luego estrechó la mano de Matías y se paró junto a mí, saludando a Lily en voz alta.
—¿Y para mí no hay un besito? —Le dijo ella.
—Lo siento —exclamó él acercándose y dándole un beso en la mejilla—, no quería incomodarte.
—No lo haces, ¿quieres jugar con nosotros? Estoy aprovechando mi suerte de principiante para darle una paliza a este par.
Al parecer Lily no había mentido cuando dijo que se estaba tomando todo con calma. Cualquiera que no los conociera habría pensado simplemente que son buenos amigos.
Antonio se acomodó en una silla auxiliar y volvimos a repartir las cartas. Estuvimos toda la tarde jugando, riéndonos y olvidándonos de todo con las cartas en la mano. Matías y Antonio eran quienes más ganaban, al parecer su padre les enseñó todos los juegos de cartas de la historia cuando eran niños.
Antonio se fue más o menos una hora más tarde y Lily unos quince minutos después de él. Creo que después de todo, parece que sí podrían llevarse bien. El problema iba a ser cuando estuvieran en el mismo espacio con su esposa. Decidí no preocuparme por ese asunto aún; ya atravesaríamos ese puente al tenerlo en frente.
—¿Qué te parece? —preguntó Matías con una mirada muy curiosa.
—¿La actitud de este par? —Lo pensé un momento— No sé, no creo en unicornios.
Matías rió ante mi comentario.
—Lily es muy madura ¿No?
—¡Ja! Para nada, eso es lo que me preocupa...
—Pues a mí me lo pareció.
—No la defiendas —Me molesté.
—¿Defenderla? ¿De qué?
Okey, estaba exagerando. Traté de relajar el ambiente y calmar mis malos pensamientos para no comenzar un problema por una estupidez. Simplemente no quería que Matías admirara a Lily por cualquier motivo. No podía arriesgarme tanto.
¿Inmadura? Sí. ¿Insegura? Obviamente. Cuando tu mejor amiga te ha robado un prometido y es posible que vaya por el segundo ¿cualquier mujer sería tan confiada como había sido yo hasta ese momento?
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