Cuando era adolescente en mi casa solo había un pequeño espejo sobre el lavamanos del baño. Era todo lo que necesitaba, solo para maquillarme un poco y revisar que mis dientes estaban totalmente limpios.

Nunca había sido una mujer orgullosa de mi belleza, con mi cara demasiado larga y mi nariz imperfecta, no me consideraba una persona con un gran atractivo físico, pero sí con una gran capacidad intelectual.

Desde que estaba en el colegio y en mi paso por la universidad sobresalía en mis notas, participaba en clubes de matemáticas, lenguaje, ajedrez y cuanta actividad extracurricular pudiera aprovechar para hacer un buen curriculum y mejorar mis opciones profesionales.

Hombres hubo pocos. Romance menos. Eso se lo dejaba a Lily, con todos sus novios tenía más que suficientes líos de pantalones en mi vida.

Verla a ella y a sus parejas era el espejo que necesitaba para darme cuenta de que así como te enamoras, te olvidas del otro, y muy pocas historias de amor valen la pena, porque nunca es un amor desinteresado; la otra persona siempre busca en ti lo que le hace falta, poco le importa qué tanto puede compartir contigo.

Sin embargo el amor llegó a mi vida. No me di cuenta en que momento fue, solo sé que se demoró más de lo que se consideraba normal y llegó en un momento en el que no estaba preparada, por eso fue tan destructivo.

Solo espero que Lily, Antonio, Matías, y todo el que lea mi historia comprenda que a veces la misma flecha con la que te apunta Cupido, es la flecha con la que le haces daño a los demás.

Oh, que fácil puede ser destruir lo que tocas.

Bienvenid@, espero esta historia te encante, te haga sufrir, rabiar, reír y amar, pero sobre todo perdonar.

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