Descuido

—Eso depende de ti —susurró Matías, muy cerca de mis labios.

—Me encantas, y no quiero ponerle etiquetas a esto, pero necesito saber si soy importante en tu vida.

Mis ojos lo miraban expectantes ante su respuesta. Inhaló profundamente y tardó unos segundos en contestar mis inquietudes.

—En este momento, eres lo único que me importa. Perdóname por darme cuenta tan tarde —Se separó un poco de mí para poder ver la expresión de mis ojos, como si mis labios fueran a mentirle—, ¿Ya es demasiado tarde?

—Acabo de bajar seis pisos corriendo y casi muero atropellada, ¿tú que crees?

Sonrió y lentamente volvió a besarme. Yo estaba tan feliz de volver a verlo, de saber que era importante en su vida y de entender que esto podía ser el principio de una historia muy bella, que olvidé por completo que había dejado a Antonio encerrado en mi habitación.

—Matías...

—Dime, preciosa —Cuando decía esas cosas me derretía por completo, al punto que me hacía sentir muy cursi, pero en el buen sentido.

—¿Te molesta si subo por mis llaves y mi celular?

—Para nada. Vamos, te acompaño.

—No es necesario, regreso en seguida.

—¿Todo está bien? —Era evidente que mis nervios se notaban más de lo que deberían.

—Sí, está todo bien, solo que no creo necesario que subas —Mentir se me daba terrible.

—Sé que no es necesario, pero me gustaría que me prestaras tu baño.

Oh, Dios mío. Si Matías se daba cuenta de que Antonio estaba en mi habitación, no lo volvería a ver nunca. Rápidamente traté de pensar en una buena excusa para que Matías se quedara justo donde estaba, pero cuando estaba nerviosa me ponía torpe y poco ocurrente. Así que solo pude respirar profundo y rezar mentalmente para que las cosas salieran lo mejor posible.

Cuando entramos a mi apartamento, todo se veía tal cual como lo había dejado. No sabía si Antonio seguiría ahí, pero no creía que se hubiera ido así no más. Lo primero que decidí hacer fue indicarle a Matías que podía usar mi baño social que se encontraba en el pasillo, mientras yo me cambiaba y me arreglaba un poco en mi cuarto. Era algo arriesgado, Matías podía entrar en cualquier momento a mi habitación y todo se arruinaría. Me sentía como Tom Cruise en una clase de Misión Imposible.

Mientras Matías estuvo en el baño, rápidamente entré a mi habitación revisando cada rincón en busca de Antonio, cuando sentí que alguien me agarró la mano y me sobresalté.

—¿Matías va a quedarse acá? —El susurro de Antonio sonaba más grave de lo normal.

—No, vamos a salir a comer. La puerta principal tiene un problema, solo abre con llave, así que la dejaré entre abierta para que puedas irte.

—No vayas a comer con él. Quédate conmigo. Por favor.

—¡¿Qué?! ¿Estás loco? Deja de decir estupideces y por favor deja todo como estaba cuando te vayas. Ahora voltéate que voy a cambiarme, no puedo seguir demorándome más acá; Matías podría entrar en cualquier momento.

—Cerré la puerta con seguro. Por favor Sofi, dime que no lo estábamos pasando de maravilla hasta que llego el inútil de mi hermano.

—Ya no más, Antonio. En serio. Entre tu y yo jamás sucederá nada —Mi pulso se aceleró un poco al decir esto. Temía que mi felicidad se arruinara por culpa de un hombre que jamás podría estar conmigo.

Antonio se separó de mí para que yo pudiera cambiarme. Le hice una seña y él giró para quedar de espaldas, a regañadientes. Busqué las prendas que más tuviera a la mano y elegí un vestido que consideraba muy favorecedor para mi cuerpo y apropiado para la ocasión. La verdad es que todo lo bueno que pude llegar a sentir con el beso de Antonio desapareció por completo cuando recordé que Matías había vuelto y que la noche pintaba muy prometedora. Al pensar en esto decidí que también tenía que cambiarme de ropa interior, quería ser sexy con Matías y estaba muy lejos de poder sentirme así con el top deportivo que llevaba y los pantys de abuelita, que siempre usaba para salir a correr o estar en el apartamento perdiendo el tiempo.

Casi olvido que no me encontraba sola en la habitación; miré de reojo a Antonio, que seguía dándome la espalda, y empecé a desnudarme, hasta quedar solo en pantys. Debí haber buscado primero el conjunto de lencería que debía ponerme, pero quedé ahí, casi desnuda y sin encontrar ninguna prenda. De repente sentí una mano sobre mi muñeca, Antonio me acercó bruscamente hacia él y me besó con pasión y desesperación.

No respondí a su beso, lo único que quería era estar afuera con Matías. Traté con desesperación de soltarme, pero él me apretaba con fuerza y no quería hacer demasiado ruido.

—Sofi, ¿está todo bien? Tengo hambre —gritó Matías desde la sala de mi apartamento, a donde por fortuna se había ido a esperarme.

—¡Suéltame! —susurré, empujando a Antonio para recuperar mi espacio —Dame un momento por favor —grité para responderle a Matías.

—No puedo separarme de ti, Sofi, ¿no lo entiendes? Por más que trato de no involucrarme contigo no lo puedo evitar, ¡Por Dios! Soy un idiota.

—¡Ya basta Antonio! ¿No te basta con tu esposa y con Lily? ¡¿Acaso estás enfermo?!

—Si estuvieras conmigo, tú serías más que suficiente.

—¡No digas tonterías por favor, déjame terminar de vestir! —dije tratando de sonar fría y desinteresada, pero la rabia que llevaba por dentro ante su descaro hizo que mis palabras sonaran como un gruñido gutural.

—No son tonterías. Creo que nunca he dicho nada más sensato en mi vida.

—¡YA.BAS.TA! —resalté cada sílaba para dejar muy clara mi posición —Antonio, estoy saliendo con Matías. Tu hermano. Él me gusta y no quiero arruinarlo, además no podría hacerle tanto daño a Lily saliendo contigo, nunca podríamos ser felices juntos. Saca esas ideas de tu cabeza.

—¿Lo amas? —me preguntó en un susurro, mirándome fijamente en la penumbra, con mi cuerpo aún medio desnudo entre sus brazos.

—No tengo por qué responderte eso.

—No debería ser difícil de responder.

Quise terminar con esa conversación en seguida, así que me aparté de él y me vestí rápidamente. Salí de la habitación y me dirigí directo hacia Matías, lo tomé de la mano, agarré mi bolso y fuimos hasta la puerta principal con más velocidad de la que hubiera tenido si no estuviera tan molesta.

—Wow, tienes prisa ¿eh?

—También tengo hambre.

  ♠️♦️♣️♥️  

Aunque no podía comprobarlo, estaba segura de que mis pupilas se dilataron tan pronto probé el mousse de chocolate que el mesero insistió que probáramos cuando recogió los platos de nuestra cena. Si había algo que me gustara más que el chocolate, no podía recordarlo en ese momento. Bueno, tal vez sí.

—Me encantan los soniditos que haces cada vez que tomas un bocado de chocolate —dijo Matías, con la más amplia de sus sonrisas.

Me ruboricé como una cereza y no pude evitar reír en voz alta.

—Lo siento, no sabía que estaba haciendo ruido al comer. 

—No te disculpes, me encanta ese ruido, me recuerda a una noche que ahora parece muy lejana.

—Tú la hiciste lejana —Le reclamé por todo el tiempo en que no estuvo en mi vida.

—Sí, lo sé, ¿ya te dije que lo siento?

—Creo que sí —Dije sonriendo, no podía enojarme con él—, pero quiero que me expliques por qué te desapareciste.

—Sé que te debo una explicación, pero no puedo dártela.

Eso no me gustó. Si algo me habían enseñado tantas relaciones fallidas hasta ahora, era que los secretos o las cosas que no se pueden contar no son buenas para una relación.

—Sabré entender lo que tengas que contarme, pero por favor no me guardes secretos, así nunca podré confiar en ti.

—Lo sé y lo siento, de verdad —Parecía sincero—, pero ahora no puedo explicarte muy bien el motivo de mi ausencia, pero prometo que lo haré. ¿Confías en mí? Hazlo por favor.

Lo que Matías me pedía era muy difícil para mí. No era fácil confiar en la gente, menos en los hombres, después de todo lo que había pasado en mi vida, pero quería confiar en Matías.

Solo esperaba no equivocarme nuevamente.

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