Confesiones
Nos encontramos con Thor en la playa esa noche. Tres empleados del hotel estaban organizando el licor, la comida y la fogata, y había una pareja acomodada en la arena; llegaron al hotel durante esa misma tarde y se quedarían dos días.
Lily estaba disfrutando mucho cada segundo del paseo y yo me sentí feliz por ella y por mí, nuestra amistad se estaba viendo beneficiada. Pero entonces me acordaba de la conversación que tanto estaba evitando y que tendría que enfrentar de una buena vez, y se me dañaba el paseo.
Thor nos sorprendió con una paca de cervezas que nunca habíamos visto. "Victoria Bitter" decía la etiqueta y cuando le preguntamos qué eran, nos dijo que había ido a una de las licoreras del centro de la isla, que vendía licor internacional y había conseguido su cerveza australiana favorita.
—No more cucarachos —nos dijo pasándonos una cerveza a cada una.
Era diferente a nuestras cervezas nacionales. Se sentía un poco más fuerte, más amarga, sin embargo deliciosas.
Al rededor de las ocho de la noche llegaron algunos amigos de los empleados del hotel y formamos un grupo de quince personas más o menos. Huéspedes éramos solo seis, pero nos dijeron que faltaba una persona por llegar.
Las cervezas de Thor estaban haciendo efecto más rápido de lo que estábamos acostumbradas, y teníamos que ir al baño constantemente. Para hacerlo debíamos regresar al hostal, lo bueno era que no estaba muy lejos.
Cuando ya se estaban acabando las cervezas, la vi de nuevo. Todo se me revolvió, porque presentí que esa noche descubriría por fin quien era aquella mujer que sentía que no dejaba de perseguirme. Y tenía razón.
Traté de ignorar el hecho de que no me quitaba la mirada de encima, pero era difícil; sentía un dolor físico cada vez que volteaba a verla disimuladamente y ella me estaba analizando con vehemencia.
Lily empezó a bailar con Thor una canción tropical que nunca había escuchado. Aproveché que estaban tan entretenidos para ir al baño, pues empezaba a sentir que ir cada cinco minutos al baño no era suficiente. Antes de entrar, intenté llamar a Matías, pero dos veces se fue la llamada al buzón de mensajes. Pensé que no había salido de la reunión que me dijo, así que le dejé un mensaje pidiéndole que me llamara cuando se desocupara, sin importar la hora.
Mirándome frente al espejo del baño después de hacer más campo en mi vejiga, me sobresalté un poco cuando vi a la mujer misteriosa acomodarse en el espejo del lavamanos que estaba junto al mío. Me miró de reojo por un breve segundo, mientras me secaba las manos para volver a la playa.
—Sofía Do Santos ¿verdad?
Voltee ante el llamado de la mujer.
—S sí, soy yo ¿la conozco? —Los nervios me hicieron tartamudear.
—Veo que no me recuerda. No pensé que tuviera tan mala memora... aunque puede que solo recuerde lo que le conviene. Soy Claudia Villa —Debió notar que el nombre no me fue familiar—, la esposa de Antonio.
Inmediatamente las cervezas perdieron su efecto. ¡Ahora sí podía reconocerla! ¿Cómo fui tan ciega? Una sensación extraña empezó a recorrer mi cuerpo y me sentí muy nerviosa. ¿Qué quería esta señora? ¿Cómo sabía en dónde íbamos a estar? Las preguntas que quería hacerle no podían salir de mis labios.
Antonio la había descrito como una mujer con problemas. Yo la recordaba muy diferente a cómo la veía ahora, y a pesar de llevar varios días encontrándola en todos lados, me parecía no haberla visto nunca.
—¿Qué quiere? —espeté.
—Quiero que tú y tu amiguita dejen en paz a mi marido. Sé muy bien lo que pasa entre ustedes tres.
—¿Quienes? No sé de lo que me está hablando —Estaba muy confundida, así que era verdad.
—Usted sabe perfectamente de qué le estoy hablando. No se haga la boba, que no le queda bien.
—Mire señora, yo...
—Escúcheme bien —interrumpió y se acercó a mí—, quiero que quede muy claro lo que voy a decir, porque yo no repito las cosas. Usted y su amiga van a dejar en paz a Antonio, no lo van a volver a llamar, a buscar o a respirar el mismo aire que él ¿me entendió?
—¿Y si no lo hacemos, qué? —respondí altivamente, con el poco coraje que había sido capaz de reunir en esos pocos minutos.
—Los accidentes pueden ocurrir...
Sentí que iba a desmayarme. Me negaba a creer que esta señora fuera tan agresiva y enferma como para hacernos algo.
Después de unos segundos en los que me paralicé, Claudia soltó una sonora carcajada, muy parecida a la de un ser salido de los mismos infiernos. Esta señora no estaba bien de la cabeza, y estaba asustándome.
—Por ahora solo voy a volver a mi habitación y mañana a primera hora regresaré a Bogotá, con mi esposo, como debe ser. Y ustedes terminarán de disfrutar sus vacaciones y cuando regresen, seguirán con sus patéticas vidas sin entorpecer mi matrimonio. ¿Sabe por qué nuestro matrimonio ha durado tanto? Porque yo me he encargado que ninguna "mujercita" se interponga y he tenido que hacer cosas de las que no estoy orgullosa. Por él soy capaz de todo. Además conozco a Antonio perfectamente y solo yo sé lo que él necesita; nadie más puede dárselo.
Me miró de pies a cabeza con desdén y salió del baño. Un último escalofrío recorrió mi cuerpo y tuve que salir corriendo a un inodoro para devolver todo lo que tenía en el estómago.
Nunca había sentido tanto pánico en mi vida; nunca había recibido una amenaza. Quería gritar, quería que mis manos dejaran de temblar, correr, olvidarme de todo. Desee nunca haber conocido a Antonio, sólo me había traído problemas.
Cuando pude calmarme un poco, volví a intentar llamar a Matías. Era el único que podía entenderme y darme un buen consejo en ese momento, después de todo, él conocía a Claudia y de pronto podía decirme si teníamos algo que temer en realidad, pero seguía sin contestarme.
♠️♦️♣️♥️
Ahora sí era hora de hablar con Lily. Sí teníamos que enfrentar a una esposa psicópata era mejor que ella estuviera enterada de todo. Me sentí muy triste por haber esperado a que algo como esto pasara para sincerarme con mi amiga, pero ya no podía hacer nada. Sabía que me odiaría.
Lily y Thor estaban muy ebrios cuando regresé a la playa. Me acerqué a ellos y le di un largo trago a la cerveza que tenía Thor en las manos. Ambos me miraron como si me hubiera vuelto loca.
—Lily, necesito hablar contigo de algo urgente —le dije agarrándola del brazo para ir a hablar a un lugar más privado.
—Uy ¿quién se murió? —dijo la borracha soltando una carcajada.
No sabía por dónde empezar.
—Mira, yo...tú...
—Nosotros, vosotros, ellos...
—Por favor no me interrumpas —Si no me dejaba hablar, no iba a poder contarle todo, me iba a acobardar—, ¿sabes que eres mi mejor amiga, cierto?
—Claro que sí, ¿quién más sería capaz de aguantar que me alejaras de la rumba? —No podía parar de reírse al final de cada frase.
—Y sabes que quiero lo mejor para ti ¿verdad?
—Amiga, me estás asustando.
—No te asustes, pero hay algo que he debido contarte hace mucho. Hace unos meses...
El celular de Lily me interrumpió.
—Hola, mi amor, ¿cómo estás? —Perfecto, Antonio había arruinado el momento otra vez; como arruinaba todo últimamente.
Lily me hizo una seña para decirme con quién hablaba y se alejó de mí unos cuantos pasos buscando privacidad. Mientras tanto, yo pensaba en la mejor manera de contarle la situación y la extraña conversación con la mujer de Antonio en el baño.
Después de unos minutos, Lily volteó a verme y su cara me preocupó. Tenía su "expresión de las malas noticias", la cara que ponía cuando no sabía cómo decirme algo. Estaba pálida y cuando se acercó a mí noté que una lágrima estuvo a punto de salir de sus ojos.
—¿Qué pasa Lily? ¿Le pasó algo a Antonio?
Hizo silencio un momento.
—No amiga. Matías tuvo un accidente.
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