Apasionado

Luego de que Lily nos dejara solos, le ofrecí a Matías un poco de vino y me senté en mi sofá junto él, dispuesta a averiguar si era un romántico o un acosador por llegar en la noche de viernes a mi casa sin decirme nada y sin explicarme cómo había conseguido mi dirección.

—Estás realmente sorprendida de verme acá ¿verdad? —dijo esto con un brillo poco usual en sus ojos.

—La verdad, sí. No es que me moleste la sorpresa, pero estoy más que segura que no te dije donde vivía.

—Lo averigüé con Cristina, la verdad sacarle información es muy fácil.

«Nota mental: despedir a Cristina el lunes a primera hora» 

—Okey, entonces no eres un acosador —dije sonriéndole de una manera tan descarada que hasta me sorprendí yo misma.

—Bueno, lamento haber arruinado tu noche de chicas... pero la verdad, no parecía que se estuvieran divirtiendo mucho. ¿Quieres salir a tomar algo?

—Sinceramente no me apetece salir, ¿te parece bien si nos quedamos aquí? Te prometo que tengo bastante vino.

Matías me miró y disimuló una sonrisa.

—Me parece perfecto —Su voz casi susurrada se le oyó muy sexy.

De repente, caí en cuenta de que estaba horriblemente presentada. Tenía mi cabello largo recogido en un moño desordenado sobre mi cabeza, una camiseta deportiva gris y una sudadera oscura que la verdad ya no era tan negra, el maquillaje era casi nulo y no me había cepillado los dientes.

—Muy bien don acosador, entenderás que no esperaba visitas masculinas hoy, así que te pediré que me des diez minutos para arreglarme un poco mejor; la verdad no quiero echar a perder el encanto de tu sorpresa con esta pinta.

Matías soltó una carcajada. Nunca lo había visto tan relajado y feliz, lo que me sorprendió y me contagió su felicidad, luego se puso serio y su mirada se volvió intensa.

—¿Sabes? Estás hermosa como estás, no necesitas diez minutos. ¿Puedo poner música en tu equipo de sonido?

Me ruboricé inmediatamente, nunca lo había sentido tan seductor. Le indiqué dónde podía poner la música y me relajé. Aunque no estaba acostumbrada, decidí no prestarle atención a mi look, después de semejante piropo, me sentía como la mujer más hermosa del planeta.

Matías sacó su iPhone y lo conectó a mi equipo de sonido, buscó en el aparato y luego empezó a sonar una canción relajada y sexy en todo mi apartamento.

—¿Conoces a Massive Attack? —preguntó Matías.

—Creo que he escuchado algunas canciones de ellos; son muy eclécticas.

—Son la mejor banda sonora para hacer el amor.

Me quedé sorprendida. ¿Quién era este hombre seguro y confiado de sí mismo, tan seductor como atractivo? En las anteriores ocasiones que habíamos salido, lo había visto más como un amigo que como un conquistador. Me había hecho una imagen de él como un hombre deprimido que no había superado una decepción amorosa muy grande. ¿Porqué había cambiado? ¿Por qué estaba en mi casa, de sorpresa, con música para hacer el amor?

—Mira Sofi —continuó después de una intensa pausa—, llevo mucho tiempo buscando una mujer que me motive a salir nuevamente, que me recuerde que no debo temerle a los sentimientos, y cuando ya me había dado por vencido porque ninguna mujer me despertaba ningún tipo de pasión, apareciste tú en mi oficina y me tienes totalmente fascinado —dijo, adivinando mis pensamientos, como siempre.

Yo no sabía qué contestar, estaba muy nerviosa, hacía mucho tiempo que nadie me hacía sentir tan especial y bella. Los acordes de la canción acariciaban mis oídos al mismo tiempo que el vino hacía cosquillas en mi lengua; Matías tenía razón al decir que con esas notas debería ser fantástico hacer el amor.

—¿Quieres más vino? —Fue todo lo que fui capaz de decir.

Él dejó su copa de vino casi llena sobre la mesa, me quitó de las manos la mía y se acercó mucho a mí. Mi respiración se volvía más rápida. A pesar de ser una mujer adulta, exitosa y con mi vida más o menos planeada, me sentía tan nerviosa como una adolescente. De repente volví a mis épocas más sencillas, cuando no conocía el placer del sexo y mi mente era inocente.

De repente me besó. Suavemente al inicio, acelerando a medida que sus manos tocaban mis mejillas y me acariciaba dulcemente. Mis manos buscaron su cara por instinto, mis brazos se enroscaron en su cuello y mi cuerpo se acercó más a él. Pero era muy tierno, yo quería acelerar las cosas, así que me subí sobre él y empecé a besarlo con más pasión. Él respondió con emoción a la intensidad de mis besos y caricias.

Empezó a quitarme la camiseta, mientras yo comencé a desabotonar su camisa, pero mis dedos se enredaban, estaba muy nerviosa. Mi boca recorría su cuello, pasaba mi lengua por sus orejas mientas él exhalaba con fuerza y decía mi nombre con una voz que me excitaba cada vez más.

Cuando lo despojé de su camisa, él desabotonó mi brassiere con habilidad y empezó a besar mis senos, yo sentía que me iba a morir de la emoción y el placer.

—Eres tan sexy, Sofi —Cada vez que decía cosas así era como si nunca las hubiera escuchado, como si nunca nadie hubiera visto mi belleza o sentido mi cuerpo, era como estar en el cielo.

No sabía si era él o la música, pero esa noche fue la más increíble que había tenido en mucho tiempo, por no decir que en toda la vida.

Cansados, sudorosos y desnudos, no podíamos dejar de mirarnos, tirados en el piso, sobre mi alfombra mullida. Y yo no podía dejar de pensar mil cosas negativas. Ahora me tenía en sus manos; podía jugar conmigo, utilizarme, romperme el alma de muchas maneras. Mis inseguridades habían vuelto frágil mi corazón.

—¿Qué fue esto Matías? —Me animé finalmente a preguntar. Era mejor conocer de una vez cuál era el terreno que pisaba.

—Esto, querida Sofi, fue algo increíble que hace mucho tiempo no experimentaba, y que espero que se repita pronto —Parecía sincero.

—No me estoy quejando, no me malinterpretes, pero... pensé que aún estabas enamorado de tu ex esposa, y quiero saber si me estoy metiendo en una camisa de once varas.

—No Sofi, no estoy enamorado. Lo de mi ex es cosa del pasado, ella siguió con su vida y yo estoy haciendo lo mismo.

—Por favor no trates de olvidar a tu esposa conmigo —susurré, aún desconfiando de sus motivos, rogando internamente que no me hiciera daño.

Él notó mi impaciencia y se acercó a mí, me besó dulcemente y me prometió que sería siempre sincero conmigo.

Luego volvimos a encender la música en el iPhone, y al son de Paradise Circus de Massive Attack, nos dejamos llevar nuevamente.

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