Antonio
Matías y yo no nos habíamos visto en más de dos semanas. Siempre que lo llamaba terminaba la llamada rápidamente alegando que estaba en una reunión, o conduciendo, o en cualquier actividad que le impedía hablar conmigo. Le escribí un mensaje preguntándole si estaba enojado conmigo por cualquier razón, pero me contestó con un frío No.
Como siempre que tenía problemas personales, me concentré en el trabajo más de lo que debía. No volví a buscar a Matías, decidí darle su tiempo y que fuera él el que me buscara si quería estar conmigo. Rogarle a un hombre no era mi estilo, ni siquiera a un hombre maravilloso como él.
El problema era que concentrarme en mi trabajo implicaba estar en contacto con Antonio, quien también me trataba fríamente después de esa noche en el bar, por suerte. Solo habíamos hablado dos veces para coordinar cosas de la campaña, la primera vez para hablar sobre la siguiente etapa de ventas del proyecto, y la segunda para concertar una reunión para una tarde de miércoles con el equipo de comunicaciones digitales.
El calor era tremendo en mi carro, ni el nivel más alto del aire acondicionado podía impedir que mi ropa se empapara de sudor. Iba cantando a todo pulmón, era una práctica que me ayudaba a liberar el estrés.
La culpa de todo era mía. Había dejado que lo de Lily y Antonio avanzara demasiado. Mi propia cobardía me había vuelto una amiga de mierda y ahora la culpa me estaba invadiendo. Había decidido contarle todo a Lily en las vacaciones que nos íbamos a tomar dentro de una semana, pero trataría primero de que Antonio entrara en razón y terminara su relación con ella. No tenía un plan muy claro pero sabía que mi amiga tenía el derecho a saber la verdad, además de que Antonio le debía el serle sincero. Muy en el fondo de mí sabía que Antonio no sería capaz de sincerarse con ella.
—Camilo, espero entonces el informe de marketing mañana temprano. Gracias a todos por el buen trabajo que están haciendo —Antonio termino rápidamente la reunión y todos menos él salieron de la sala de juntas, corriendo las sillas y haciendo tanto ruido que me sentí nerviosa y perdí mi concentración; el momento había llegado.
—Antonio ¿podemos hablar un momento? —me dirigí a él en el mismo momento en que la última persona salió de la sala de juntas.
—Estoy un poco ocupado, pero para ti siempre tengo tiempo —Su tono todavía hacía que me pusiera nerviosa.
—Mira, no pretendo meterme en la vida privada de nadie, pero quiero hablar de tu relación con Lily.
—¿Vamos a volver a hablar del tema? Entiendo que Lily es tu amiga, pero no tienes que protegerla.
—¿Que no tengo que protegerla? ¿Sabes lo que va a sufrir cuando se entere de que eres casado?
—Sin contar con lo que pasa entre tú y yo —Antonio bajó el tono de su voz acercando su rostro al mío.
Una extraña sensación se apoderó de mi estómago. Fue similar a cuando te subes a una montaña rusa y de repente inicias la caída a toda velocidad. Odiaba sentir esos nervios, ese vacío y por eso hace muchos años había dejado de subirme a esos aparatos.
—Entre nosotros no pasa nada —Traté de sonar relajada, pero una pequeña falla al final de la última frase que dije no lo permitió.
—¿Nada? ¿Estás segura? —Sonaba cada vez más seductor. La descripción que me dio Matías de lo mujeriego que era resonó en mi cabeza—, ¿quieres que te recuerde lo que pasó en tu oficina el otro día?
—¡Nada! ¡Entre nosotros no pasó y pasa nada! Me acorralaste, me tomaste desprevenida ese día, eso es todo —La frustración ante su cinismo me hizo levantar el tono de voz.
—Síguelo negando, si quieres.
Su mirada penetrante estaba fija en mis ojos. Mi espíritu desafiante se apoderó de mí y decidí verlo también sin apartar la mirada en ningún momento. No sé cuanto tiempo duramos observándonos de esa manera, pero el calor empezó a hacerse desesperante ahí también, a pesar de que el aire acondicionado del edificio era más potente que el de mi carro. Sentí de nuevo el sudor resbalando por mi piel; una gota grande bajó desde mi cara hasta mi cuello para refrescarme, de repente la mirada de Antonio pasó de mis ojos a esa diminuta gota de sudor y siguió todo su trayecto hasta el interior de mi escote.
Su mirada se detuvo en mis pechos un momento y luego regresó a mis ojos. Estábamos tan cerca que pude notar cómo se dilataban sus pupilas. Acercó su mano a mi rostro y me acarició la cien, luego con su otra mano, siguió el trayecto de la gota de sudor había dejado en mi piel. Noté que se acercaba para besarme, pero esta vez pude reaccionar suficientemente rápido y me aparté.
—Antonio, por favor dile la verdad a Lily. Termina tu relación con ella antes de que sufra más —diciendo esto tomé mi bolso y salí de la sala de juntas dando un portazo.
Mi corazón latía desbocado, sentía la boca seca y la ropa empapada. ¿Desde cuándo hacía tanto calor en Bogotá? Caminé torpemente hasta el ascensor, apretando desesperadamente el botón para bajar, temiendo que Antonio saliera detrás de mí para decir algo más. La puerta se abrió de repente y entré a toda velocidad, ignorando a una secretaria que venía a preguntarme algo.
♠️♦️♣️♥️
Ya más relajada en el sofá de mi apartamento, pude analizar con más detalle lo que había pasado en la sala de juntas. ¿A qué se refería Antonio cuando hablaba de lo que pasaba entre nosotros? Para mí había sido solo un beso que se transformó en una situación caliente, pero gracias a Dios no trascendió a escena de película porno barata. ¿Qué quería él de mí? ¿qué quería de Lily? ¿Qué iba a pasar entre él y su esposa? Cuando Lily y yo descubrimos que mi papá engañaba a mi mamá, decidí que lo mejor era enfrentarlo y preguntarle por qué lo hacía. Él me pidió perdón y me dijo que en un momento la mayoría de matrimonios duraderos se enfriaban y uno de los dos empezaba a extrañar aquella pasión, ese nerviosismo que se sentía antes de conocer todos los aspectos de otra persona; antes de la intimidad. Era mi padre quien había extrañado primero aquel sentimiento, pero no quería lastimar a mi madre separándose de ella; además a su manera, todavía la amaba. Por eso decidió abrir su mente a nuevas experiencias sexuales con otras personas pero me juró que sería incapaz de hacerle daño a mi mamá. Ese día entendí que el matrimonio era una cárcel llena de grilletes de la que muchas personas no querían salir. Así como Claudia, la esposa de Antonio, se negaba a ver la verdad que tenía ante sus ojos, mi mamá se había negado a reconocer las infidelidades de mi padre, pero yo sabía que eso no la hacía feliz.
¿Qué podía pedirle a Antonio entonces? ¿Que abandonara a su mujer y se casara con mi amiga? Si eso pasaba, la iba a condenar a una vida de encierro en una nueva cárcel que con esmero construirían los dos. En realidad ni siquiera yo sabía lo que quería, solo esperaba que de alguna forma mi amiga no saliera herida. La quería mucho como para ver que eso pasara.
Di el último sorbo a mi copa de vino y revisé mi celular. Ni un mensaje de Matías. Nada. Después de la noche en el club había desaparecido del planeta. Abrí mi aplicación de fotos y vi una selfie donde estábamos los dos, abrazados en un parque al que habíamos decidido ir a caminar. Era la única foto que teníamos juntos. Me quedé mirándola un largo rato, nos veíamos bien; felices en esa posición. «Qué falsa puede ser la felicidad en las fotos», pensé. No puede llamársele felicidad a una relación si de un momento a otro uno de los dos desaparece como por arte de magia. Tal vez yo era una ilusa y lo que había entre Matías y yo no era tan importante. Quizá estaba comportándome como aquellas mujeres cursis y tontas que tanto detestaba en secreto; creando una relación importante de algo que solo había contado como sexo.
«Él fue muy especial contigo, no menosprecies lo que tuvieron» me dijo una voz en mi interior. Mi cerebro se negaba a creer que había sido solo sexo. La ternura en sus caricias, sus palabras, los momentos maravillosos no podían relegarse solo a la carne. Pero ya no estaba. Su ausencia hablaba más fuerte que los recuerdos.
¡No más, Sofi! Era momento de dejar de pensar en tanto drama y despejarme un poco, estaba cansada de Matías, Antonio, Lily y toda la telenovela en que se había convertido mi vida, así que me puse mi chaqueta deportiva, me serví un poco más de vino, lo bebí de un solo sorbo, tomé mis llaves y salí a correr por las solitarias calles que rodeaban mi apartamento.
Llevaba más o menos media hora de trote que me hizo quemar rápidamente cualquier rastro de vino y despejó mi mente, cuando empecé a sentir pequeñas gotas de lluvia. Decidí volver a mi apartamento, pero faltando una calle para la entrada de mi edificio, doblé la esquina y tropecé con alguien.
—Correr con los ojos cerrados no es buena idea, por segunda vez casi me dejas sin nariz —Antonio me sostuvo cuando tropecé con él. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara cuando recordé el incidente de la noche en que nos conocimos, pero se borró tan pronto caí en cuenta de que estaba frente a él.
—Discúlpame Antonio. ¿Qué haces aquí? —Su presencia me tomó completamente por sorpresa, sentía como si lo hubiera invocado con el pensamiento.
—Quiero hablar contigo. ¿Me invitas a tu apartamento?
—No creo que sea buena idea —Si en algo era yo experta era en evitar meterme en situaciones comprometedoras. Por lo menos hasta ahora.
—Te prometo que me portaré bien, solo hablaremos.
—Es mejor que no...
—¡Por favor! Te juro que me portaré muy bien.
Lo pensé por un momento y aunque sabía perfectamente el riesgo de aceptar, decidí darle una oportunidad. Además, tal vez era una buena idea el plan de hablar; teníamos muchas cosas que decirnos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top