Amigos
Llevaba diez minutos esperando a Matías en el café donde me pidió que nos encontráramos. Ya iba a llamarlo a preguntar si todo estaba bien cuando lo vi entrar. Ese día me pareció más apuesto que la última vez que lo vi. Era realmente atractivo, antes no me había dado cuenta, creo que no lo detallé mucho porque lo conocí en un ambiente de trabajo, pero ahí en el café me di cuenta que parecía un modelo retirado que conservaba muy bien su porte.
—Hola Sofi, disculpa que te haya llamado con tanta urgencia. ¿Ya ordenaste algo? —Se acercó y posó su mejilla sobre la mía para saludarme.
—Hola, no te preocupes, no, no he ordenado nada, te estaba esperando.
Un mesero que nos observaba atento llego a nuestro encuentro tan pronto Matías se sentó. Nos entregó la carta, pero yo hice mi pedido sin siquiera mirarla. Pedí un capuccino con una torta de banano, Matías solo pidió un café negro. Mientras nos traían el pedido, aproveché para ir directo al grano.
—Me sorprendió tu llamada. Se notaba la urgencia en tu voz.
—Lo siento de verdad Sofi, ahora entiendo que tal vez fue un error llamarte, pero no tenía con quien hablar y he encontrado tu tarjeta —Se notaba en sus ojos mucha tristeza—. No soy de muchos amigos ni de contar mis cosas personales, pero siento que es algo que necesito hacer ahora.
—No te preocupes —Extendí mi mano y tomé la suya. Me puse roja como un tomate y sentí el calor de la vergüenza subiendo por mis mejillas, pero no lo pude evitar. El miró mi mano y sonrió por un segundo, aunque luego se soltó.
—Escucha Sofi, he tenido unos días pésimos y me estaba sintiendo muy mal. Carolina y el Coach se van a casar. Creo que he entrado en un estado depresivo.
No supe qué contestar inmediatamente. Ese hombre, al que no conocía muy bien, que sólo me había contado una pequeña parte de su historia, había recurrido a mí y solamente a mí para sentirse mejor. Como si fuéramos amigos de toda la vida, él había encontrado en mí una persona en la cual confiar, pero yo no sabía qué decirle. No sabía ni siquiera aconsejar a mis amigas más íntimas, por lo que siempre terminaba abrazándolas cuando tenían un problema insignificante, librándome así de buscar alguna frase de consuelo que no sabía muy bien cómo armar. ¡Ni siquiera era capaz de solucionar mis propios dilemas sentimentales!
Un abrazo de consuelo no me sacaría de esta situación. Pero tenía que decirle algo, porque se notaba que estaba en una situación muy delicada.
—Matías, la verdad no sé qué decirte. Solo que cuentas conmigo para lo que necesites.
—Sofi, yo sé que no somos amigos, ni siquiera somos colegas de trabajo, pero el día que hablamos y te conté mi historia sentí algo. Fuiste accesible, me escuchaste, te interesaste por mí. Aunque no lo creas, soy un hombre muy solitario y me gusta, pero esta situación se salió de control. Sé que soy muy irresponsable por involucrarte en mis problemas, y no espero que me aconsejes o algo así, solo necesitaba alguien que me escuchara. Y te lo agradezco mucho.
—Mira, yo no puedo escuchar que alguien tiene un problema y quedarme tan campante sin hacer nada —En realidad sí podía, pero él me necesitaba, y para ser muy sincera, no podía ignorar los problemas de nadie tan atractivo—, así que a partir de ahora considérame tu mejor amiga. Cada vez que te sientas muy mal y necesites hablar, llámame. No tienes que contarme lo que te pasa si no quieres, solo podríamos ir al cine, o a tomar algo, distraer nuestras mentes hasta olvidarnos de nuestros problemas.
Matías no quiso profundizar mucho más en su situación esa noche. Hablamos durante horas de las cosas más insignificantes, de nuestros trabajos, nuestros amigos, de cómo habíamos crecido. En dos horas en ese café nos convertimos en los mejores confidentes.
♠️♦️♣️♥️
Los días pasaron y dejé que el tema de Antonio y Lily se enfriara. Por supuesto, me había negado a volver a salir con Antonio, pero él era insistente. Ahora hablaba muy poco con Lily y menos aun con su novio. Solo lo que fuera estrictamente necesario para el trabajo, pero él me buscaba más que antes. Como le había cancelado las citas del cine y del café cerca de la biblioteca, entre otras, creo que desperté su interés en él.
"Por tres meses de una increíble campaña, con resultados sorprendentes. Por ser la mujer que lo ha hecho posible".
La tarjeta con ese mensaje se encontraba en un ramo de rosas rosadas sobre mi escritorio. No decía quién lo había enviado, pero sabía que había sido Antonio. Cuando lo vi pensé que lo había enviado Matías, la verdad eso me emocionó mucho. Pero un ramo de rosas de Antonio no podía ser nada bueno para mi vida personal.
—Buenos días, hermosa, ¿te gustaron las rosas? —Antonio entró sonriente a mi oficina sin avisar.
—Buenos días Antonio, las rosas siempre son bonitas, pero no entiendo por qué me las enviaste.
Traté de mostrarme lo más fría posible; lo que yo más quería era mantener una distancia más que prudente de un hombre como él, sin importar lo guapo, inteligente o interesante que fuera.
—Creí que la tarjeta estaba muy clara, me encanta trabajar contigo.
—Sí entendí, pero me niego a creer que le envías rosas a todas las mujeres con las que trabajas.
Antonio soltó una risa tan fuerte que varias compañeros voltearon a verlo. Y tan de repente como se rió, su ceño se frunció, se acercó a mí y me separó un mechón de la cara.
—No a todas, solo a ti.
Yo contenía la respiración, el roce de sus dedos por mis mejillas me hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo y me dio mucho calor. Rápidamente me retiré y traté de mostrarme calmada y hablarle serenamente.
—Pues no entiendo por qué soy especial, simplemente hago un trabajo que me encanta y soy perfeccionista, trato de esforzarme al máximo y eso rinde sus frutos. Te agradezco el detalle pero te pido que no lo vuelvas a hacer, por favor.
—¿Por qué? No sabía que unas flores eran tan ofensivas.
—No lo son, pero tú eres el novio de mi mejor amiga, además me da pena con tu esposa—Traté de decir esto último con un énfasis especial para que supiera exactamente que teníamos esa conversación pendiente.
—¿Mejor amiga? Lily me ha contado que llevan más de un mes sin hablar, no creo que eso sea amistad verdadera.
—Pues como tienes tan buena comunicación con Lily, deberías contarle que ya tienes una familia, creo que es un detalle importante ¿No? Además si no hablo con Lily es porque últimamente he tenido tanto trabajo que no hablo con nadie. Y tampoco tengo por qué darte explicaciones. Ahora por favor déjame trabajar, y llévate las flores porque me deprimen.
Esperaba haber tocado unas cuantas fibras sensibles en esa conversación, y él se quedó viéndome como preguntándome con los ojos ¿te deprimen? Antes de que dijera algo yo me adelanté.
—Matar unas flores inocentes para que una dama insegura de sí misma se sienta feliz hasta que se marchiten, es demasiado deprimente como para recordarlo mientras trabajo, así que por favor te las llevas.
Él estaba con la boca abierta. Le pasé las flores y me senté en mi escritorio, ignorándolo por completo. Creo que por primera vez en el tiempo que llevaba de conocerlo lo había dejado sin palabras, y yo estaba feliz.
Él se quedó viéndome como si nadie nunca le hubiera hablado así. Sin decir una palabra, fue hasta la puerta de mi oficina y la cerró con llave. Luego se acercó a mí y antes de que yo pudiera reaccionar, me levantó de la silla y me besó muy apasionadamente.
Yo traté de soltarme pero sabía tan bien como que mi segundo nombre era Valentina, que empecé a notar la aceleración de mi corazón, el toque de sus dedos sobre la piel de mi espalda me producía un hormigueo insoportable pero que no quería que terminara. Nunca algo tan equivocado se había sentido tan bien. Aunque hice mi mejor esfuerzo, traté de pensar en Lily, en lo que sabía de Antonio, en Matías, en que en la noche me arrepentiría de esta pasión llorando sobre mi cama por haber traicionado a Lily.
De repente mi cerebro perdió toda conexión con mis miembros y ya ni mis manos ni mis piernas me hacían caso. Mi mente gritaba ¡Aléjate, piensa en Lily! pero cada una de mis células ignoraban dichos pensamientos. Ellas solas buscaban a Antonio y lo empujaban más y más hacía mí, y eso que ni llegué a pensar en que el idiota era casado.
Nuestra respiración se aceleró tanto que sentí que íbamos a morir ahogados y lo iban a tener que reportar como un accidente laboral. Antonio besaba increíble, sabía increíble, y yo no podía separarme, hasta que mi mente, que fue la única parte de mi que seguía sin rendirse ante el encanto de la fantasía que tantas veces había imaginado, volvió a mostrarme imágenes de Lily, de la esposa de Antonio, de Matías, como en una película a la que no podía darle stop.
Con toda la fuerza que mis brazos pudieron reunir, empujé a Antonio para separarnos. Él me miró a los ojos, sorprendido por un momento, pero entendiendo claramente por qué había decidido parar esa locura.
—¿Qué fue eso? —Mis labios ardían, mis piernas temblaban y mis ojos lo miraban fijamente.
—Solo algo que quise hacer desde que te conocí, y cómo no has aceptado ninguna de mis invitaciones, pensé que esta era la única oportunidad que tendría, y soy un hombre que sabe aprovechar las oportunidades.
—Pero tú estás saliendo con mi mejor amiga, además eres casado, ¿acaso no tienes autocontrol?
—Lo siento Sofi, pero no lo pude evitar, discúlpame.
Y así como llegó de repente, se fue, dejándome más confundida de lo que estaba.
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