La Ira de la Diosa
La dimensión de bolsillo donde Arceus mantenía a Ash era un paraíso idílico, diseñado para ser un hogar perfecto para su amorcito. Un cielo sin fin, praderas infinitas y un aire puro que no pertenecía a ningún lugar del mundo real. Sin embargo, en ese momento, una sombra de tensión envolvía el paraíso.
En el centro de la gran sala principal, un inmenso salón de mármol dorado y blanco, todas las Pokémon que alguna vez fueron de Ash estaban reunidas. Pikachu, Bayleef, Glalie, Greninja, Goodra, Lycanroc, Dragonite y muchas más. Todas eran hembras, y todas compartían algo en común: un amor absoluto y obsesivo por su entrenador.
Arceus apareció en medio de la sala con una presencia imponente, sus ojos dorados brillando con una mezcla de furia y frustración contenida. Su sola presencia hizo que todas las Pokémon se inclinaran instintivamente, reconociendo su autoridad absoluta.
—Escuchen bien… —comenzó Arceus, su voz resonando en la sala como un trueno divino—. Ash ha escapado.
Un silencio sepulcral cayó sobre la sala. La noticia golpeó a todas con la fuerza de una tormenta.
—¡¿Q-qué?! —Pikachu fue la primera en reaccionar, sus orejas erguidas en total shock.
—No… eso no puede ser… —murmuró Bayleef, su liana temblando de nervios.
—Él… él nos dejaría… —susurró Dragonite, abrazándose a sí misma con las alas.
Arceus las miró a todas con severidad.
—Él intentó dejarnos. Pero no se lo permitiremos.
Las emociones en la sala comenzaron a agitarse. Algunas Pokémon se veían ansiosas, otras enfurecidas, otras al borde del llanto. Greninja mantenía la cabeza gacha, sus puños apretados. Lycanroc gruñía en silencio.
—Ash es nuestro —continuó Arceus, su voz implacable—. Mi amorcito. Nuestro amorcito. Y no podemos dejar que siga con esta fantasía de libertad. Él nos pertenece.
Las Pokémon comenzaron a murmurar entre ellas. Algunas asintieron, otras parecían demasiado aturdidas para hablar.
—¡Debemos traerlo de vuelta! —exclamó Pikachu de repente, con los ojos brillando de determinación—. ¡Él es nuestro entrenador! ¡No podemos dejarlo solo!
—Exacto. —Arceus sonrió con satisfacción.
Bayleef golpeó el suelo con su pata.
—No importa dónde esté, ¡lo encontraremos!
Greninja finalmente levantó la mirada, su expresión oscura y determinada.
—Si intentó escapar, significa que todavía no entiende cuánto lo amamos.
—Entonces lo haremos entender. —dijo Dragonite con una sonrisa dulce pero inquietante.
Arceus alzó la cabeza con orgullo.
—Usaremos todos los medios necesarios. Buscaremos en cada rincón del mundo. Hoopa rastreará cualquier rastro dimensional. Las que puedan volar, patrullarán los cielos. Las que puedan nadar, explorarán los mares. No importa cuánto huya, lo traeremos de vuelta.
Un rugido de aprobación estalló en la sala. La desesperación inicial se transformó en fervor. En obsesión.
Arceus dio un paso adelante, su mirada ardiendo con poder.
—Recuerden esto: Ash es nuestro. Y nunca lo dejaremos ir.
Las Pokémon asintieron con fervor, listas para hacer lo que fuera necesario.
La cacería había comenzado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top