el engaño de un falso héroe
Galar – Ciudad Puntera
Las luces de neón parpadeaban en las calles mojadas por la lluvia. El aire nocturno estaba impregnado del aroma del alcohol y el tabaco. Go salió del bar tambaleándose un poco, con una mueca de fastidio en el rostro. Había bebido más de lo habitual, intentando ahogar su frustración.
—Maldita sea… —murmuró, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
Estaba harto de escuchar siempre lo mismo. En cada conversación, en cada reunión, el mismo tema: Ash Ketchum.
Desde hacía años, las regiones habían estado invirtiendo recursos en buscar al supuesto "héroe desaparecido". ¡Era absurdo! En su mente, Ash no era más que un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, un obstáculo que él había eliminado para tomar su lugar.
Él era el que merecía la atención.
Él era quien debía ser el rostro de Kanto, el verdadero "Elegido".
Sin embargo, a pesar de todo lo que hizo, la sombra de Ash seguía persiguiéndolo.
—Pff… —rió con desprecio, pateando una lata en el suelo—. Idiotas… todos ellos.
Por un tiempo, todo había salido bien. Con Ash fuera de la ecuación, él había heredado su fama. Las regiones lo reconocían como el nuevo prodigio, el entrenador más prometedor. Incluso se había quedado con lo que más deseaba: las Pokémon de Ash.
Pikachu, Bayleef, Dragonite, Greninja… todas eran suyas ahora. Había trabajado para ganarse su confianza, había manipulado sus emociones, y poco a poco las había convertido en sus esposas.
Las Pokémon que antes adoraban a Ash ahora eran de él.
O al menos, eso pensaba.
Porque, en el fondo, sabía que ninguna lo miraba de la misma forma en que miraban a Ash. No importaba lo que hiciera, no importaba cuánto intentara llenar el vacío que dejó su "antiguo amigo". Nunca lo aceptaron por completo.
Y eso lo volvía loco.
—Seis años y siguen buscando a un fantasma… qué desperdicio de recursos.
La idea de que todavía hubiera personas buscando a Ash lo enfurecía. Red, los líderes de las regiones, algunos campeones… incluso ciertos Pokémon legendarios parecían estar envueltos en su búsqueda.
Era ridículo.
Ash estaba acabado.
Él se encargó de eso.
Go sonrió con autosuficiencia, sintiendo que la embriaguez le daba una falsa sensación de triunfo.
Pero entonces…
Un escalofrío recorrió su espalda.
Se detuvo en seco.
El callejón por el que caminaba estaba en completo silencio. Demasiado silencio.
Las luces parpadearon por un segundo y la temperatura pareció descender.
—¿Qué…? —Go frunció el ceño y miró a su alrededor.
Y fue entonces cuando sintió una presencia.
Una mirada.
Muchas miradas.
Go giró lentamente la cabeza, y su cuerpo se congeló.
Allí, en la oscuridad del callejón, varios pares de ojos brillaban en la penumbra.
Ojos familiares.
Ojos llenos de rabia.
Y en el centro de ellos… una silueta imponente se materializó con un aura dorada que iluminó la calle con un resplandor divino.
Go sintió que la sangre se le helaba.
—No… no puede ser…
Arceus.
La diosa de la creación estaba allí, rodeada por las Pokémon de Ash.
Y sus ojos lo miraban con puro odio.
Go sintió cómo su respiración se volvía errática.
Por primera vez en su vida, sintió verdadero terror.
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