ESPECIAL 5K LECTURAS!!

Queridos lectores de NQV,

Aquí os traigo lo prometido. Me fue difícil conseguir que Gabriel aceptara y creo que aún me odiará por lo que le hice, pero quería regalaros algo especial a los que hacen mis días especiales cuando veo sus comentarios, votos y lecturas. Es un apoyo tremendo el que me dais y por el que siempre os estaré eternamente agradecida.

Es curioso que este "Especial 5k lecturas" sea a día de hoy el capítulo más largo de NQV. Tendría gracia que fuera el que os haya resultado más aburrido y tedioso. ;) Espero que no sea así, me lo pasé genial viendo tan peculiar escena y ojalá disfrutéis vosotros también de esa conversación con nuestro querido Frontera.

Como más de uno notaréis, no he dejado nada en la zona multimedia, ni imagen ni música. Quiero que me pongáis en los comentarios vuestras opciones para completar este capítulo. Al fin y al cabo ha nacido de vuestra participación también y creí justo que el apartado multimedia también fuera configurado a vuestro gusto. ^^

AVISO: SI AÚN NO HAS LEÍDO HASTA EL CAPÍTULO 18, SE RECOMIENDA NO SEGUIR LEYENDO. PUEDE CONTENER FRASES DE ESCENAS ANTERIORES.

Y si más dilación aquí os dejo el resultado:

El carácter es una voluntad fuerte, dirigida por una conciencia tierna

 Aldous Huxley

Miraba al fondo de mi taza de café vacía intentando no pensar en todo lo que se me venía encima. ¿Cómo había podido acceder a hacer aquello con todos los problemas que ya tenía yo entre manos?

—Maldita seas Pau —dejé escapar sin fuerzas ni siquiera para quejarme como era debido.

—Venga Frontera. No nos vendrá mal un poco de diversión —trató de animarme Shen mientras se sentaba en mi sillón a esperar a nuestra visita. 

Levanté la mirada de la taza hacia ella. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y sus ojos grises habían recuperado aquella picardía aparentemente innata en ella. Se forzaba por mostrar una apariencia relajada y despreocupada, pero se veía a legua que estaba de los nervios.

—¿Sabes cuánta gente va a venir? —se atrevió a preguntarme al final.

—Mucha, supongo. Pau solo me ha hablado de algunos que piensan acribillarme a preguntas —le contesté evitando darle la mayor importancia, aunque en el fondo aquello me preocupaba más que volver a encontrarme a Lázaro de nuevo.

—Frontera famoso, ¿qué se siente? —se burló ella descaradamente extendiendo su mano con lo que parecía ser un micrófono ficticio.

La quise fusilar con la mirada, pero lo único que conseguí fue arrancarle una carcajada.

"Te odio Pau" pensé para mis adentros. Sin duda la culpable de todo aquel lío.

El sonido del timbre nos sobresaltó a los dos. Impulsada por una especie de resorte, Shen se levantó con agilidad y corrió hacia la puerta. Yo, en cambio, quizás fui demasiado descortés con mis "invitados". Ni siquiera me molesté en salir a su encuentro y saludarles. Me limité a sentarme en un taburete de los que tenía en mi cocina y traté de mantener la calma lo mejor que pude.  Al principio escuché jaleo en la entrada, pero después me di cuenta que se había formado un repentino silencio.

Alcé la cabeza y me di cuenta que un grupo de muchachas se habían quedado paralizadas en la entrada a la zona de la cocina y obstruían el paso de los que venían detrás. 

Las miré con curiosidad y ellas a mí. 

Shen tuvo que hacerse paso entre la multitud y solucionar aquel bloqueo:

—Venga, chicas, que aunque al principio imponga mucho, luego no es para tanto —las tranquilizó guiñándoles un ojo, como si yo no estuviera viéndola.

Aquella frase consiguió dibujarles una sonrisa y al final se atrevieron a entrar. Habíamos sacado algunas sillas y habíamos dispuesto los sofás en forma de media luna para que así todo el mundo pudiera verme sin problema. Todo idea de Shen. Como si yo fuera la persona más importante del mundo. En fin, sin comentarios.

En cuestión de pocos minutos mi ya pequeño apartamento  se quedó bastante ajustado para la gente que comenzaba a entrar allí. Shen dio prioridad a aquellos que venían con una tarjeta de Pau para sentarse en la primera fila de asientos. Sus edades diferían, su género también, solo había una cosa común en todos ellos: su mirada fija en mi persona.

No pude evitar sentirme incómodo ante aquel montón de ojos, algunos de los cuales ni siquiera parpadeaban, como si fueran a desperdiciar preciados segundos con ese simple acto reflejo.

Bajé la vista y empecé a juguetear con los dedos para tratar de mostrarme lo más relajado posible. Ya estaba acostumbrado a acaparar la mirada de las almas, pero había olvidado lo que se sentía al tener a tantas personas de carne y hueso delante de mí.

Escuché cómo la puerta principal se cerraba y supuse que ya estaban todos. Emití un pequeño suspiro y miré de nuevo al frente:

—Bueno, creo que sobran las presentaciones —intenté bromear para suavizar aquel tenso silencio—. Antes de nada me gustaría daros las gracias por haber venido hoy. Supongo que si estáis ahora aquí es por algún motivo de peso.

—Frontera, déjate de rollos, al grano, que estos chiquillos se mueren por hablar ya contigo —me cortó Shen entre risas.

Tenerla allí de organizadora no es que me facilitara mucho las cosas, pero en pocas personas más podía confiar en aquel momento.

—Está bien, solo quería dejar claro que os estoy muy agradecido por vuestro apoyo y que valoro mucho que hayáis querido compartir hoy conmigo este tiempo.

—Nos queda claro, Frontera. Estás muy agradecido —Shen quizás estaba más desesperada que cualquiera de los asistentes. Al fin y al cabo ella también podría escuchar las respuestas que yo iba a darles y, aunque lo disimulaba bien, estaba deseando saber más de mí—. ¿Quién quiere comenzar?

Me acomodé de nuevo en aquel taburete evitando pensar en las preguntas que se me venían encima. "Tú solo escucha las preguntas y tómate tu tiempo en responder. Si no quieres contestar, pues no lo hagas. Estás en todo tu derecho. Que después le echen las culpas a Pau" me dije para mis adentros en esos segundos críticos antes de que alguien decidiera tomar la palabra.

Una muchacha se levantó de repente de su asiento con una enorme sonrisa de felicidad en la cara:

—¡Yo! —gritó en mitad de todos los allí presentes—. Me llamo Diana y tengo un montón de preguntas.

—Una por turno, Diana —le advirtió Shen viendo que aquella se podía envalentonar tanto que dejara al resto sin poder participar.

—Ufff —resopló disgustada—Pau me dijo que…Bueno, a ver… No, esta no…Bueno… Pues vayamos a lo importante, sin rodeos: ¿te ha dicho Pau que me quiero casar contigo?

Creo que la cara que se me quedó ante aquello fue la de un completo idiota. Se montó un revuelo casi instantáneo y yo quise morirme de nuevo. Si ese era el tipo de preguntas que me esperaban andaba listo… Agaché la cabeza tapándome con una mano la cara en señal de disgusto.

—¿Siguiente por favor? —pregunté con calma, para no perder los nervios a la primera de cambio.

—Vale, vale. Fui demasiado indiscreta, solo quería confirmar lo evidente —contestó de nuevo la tal Diana—Como esa pregunta no valía te hago otra y ya me callo. ¿Cómo te sentirías si de repente te dijeran que ni tu mundo es real ni tú lo eres ya que eres un personaje de un libro?

El revuelo anterior cesó de inmediato.

—No me los creería —afirmé con seguridad—. Vosotros mismos estáis aquí y podéis ver lo real que esto. ¿Por qué debería pensar que eso?

Estaba claro que Diana tenía ganas de seguir debatiendo aquella respuesta, pero por fortuna para mí, Shen le dio el turno a otra muchacha:

—Es todo un placer concerte, Gabriel —empezó diciendo y yo rogaba porque no fuera a sacar el mismo tema que su compañera—. Me llamo Isa y también me es complicado quedarme con una sola pregunta de todas las que tenía preparadas, pero me gustaría saber si te hubieran dado la opción de decidir, ¿hubieras aceptado realizar tu trabajo actual o preferirías estar muerto?

"Menuda preguntita" pensé. O tener este trabajo o estar perdido en un limbo a la espera de ver la Luz. No me gustaban ninguna de las dos opciones.

—Encantado también de conocerte, Isa —le respondí tratando de ganar algo de tiempo para poder responderle—. Si nada más me das esas dos alternativas, tendré que decantarme por seguir con este trabajo. Fallecí muy joven y siempre quise ayudar a la gente a vivir mejor, de ahí mi razón de estudiar medicina, pero lo cierto es que, sin esa oportunidad que me dieron, hubiera pasado al purgatorio sin preocuparme nada más que por mi alma. No es que me encante este trabajo, nada más lejos de la realidad, pero sí es cierto que me va a permitir seguir ayudando a gente, aunque sea a sus almas.

—Ahora que mencionas lo de la medicina, te quería preguntar otra cosita más, será corto, lo prometo —se apresuró a decir Isa— ¿Qué especialidad te hubiera gustado ejercer si hubieras trabajado como médico?

—Neurología. Siempre me gustó ponerme retos, así que sin duda esa disciplina hubiera sido cada día una manera de enfrentarme a situaciones difíciles y complejas —le contesté esbozando una sonrisa al recordar aquellos tiempos de estudiante, cuando había decidido tomar esa decisión de la que nunca me pude o no arrepentir.

—Bueno, dejemos que hablen algunos de los chicos que tenemos hoy por aquí —intervino Shen mirando a los dos jóvenes que también ocupaban los asientos de la primera fila.

Ninguno de los dos fue capaz de resistirse a los ojos grises de mi compañera y por un momento olvidaron que en realidad habían sido yo el que los había llevado hasta allí. Pero no me molestó, me divirtió incluso. Fue gracioso ver que cuando carraspeé un poco en señal de que estaba esperándoles, ambos se giraron hacia mí, intentando en vano disimular su admiración hacia la muchacha asiática.

—Mi nombre es Jameson y quería saber si te gusta vivir en la época en la que estás —preguntó con rapidez uno de los chicos.

—Hay cosas que se echan de menos de las épocas pasadas como las comidas que mi madre y mi abuela solían preparar, los libros en papel y en general esa falta de cosas que no hayan sido informatizadas o digitalizadas. Puede que no sea muy amante de lo tecnológico, pero sí es cierto que ha habido grandes avances con los que hoy en día sería incapaz de vivir.  Así que sí, podemos decir que sí, me gusta vivir en el 2063. Soy de los que aún creen en el ser humano y piensan que cada año se irá progresando y nos harán imposible pensar una vida sin los avances que ya se hayan alcanzado.

—Como al final te han ido haciendo dos preguntas, a mí también me gustaría preguntarte otra cosa más: ¿qué piensas de Vera? —se atrevió a decir el muchacho con seriedad. Se le notaba que él estaba tan preocupado como yo mismo acerca de mi vecina.

—Aún es pronto para poder responder a esa pregunta. Como alguien me advirtió ya una vez, no debería prejuzgar a la gente con unas pocas evidencias —desvié mi mirada hacia Shen, pues ella era la que había pronunciado esa frase —. Yo diría que Vera es una persona completamente normal y que la casualidad la ha puesto en mi camino. Pero mis ojos han visto ya tanto, que no creen en las casualidades. Estoy convencido que hay un porqué detrás de su presencia aquí. Pero repito que aún estoy tratando de descubrir más cosas sobre ella y,  de momento, las pruebas que tengo no son muy favorables que digamos. Todo apunta a que Lázaro y ella están relacionados. Dame un poco de tiempo y espero resolver mejor tu duda.

Dirigí mi mirada hacia el otro chico, que inmediatamente captó mi indirecta de que era todo oídos e intervino:

—Soy Riccardi y siempre me he preguntado cuál sería tu peor miedo y cómo lo intentarías vencer.

Emití un largo suspiro y bajé la vista al suelo durante unos segundos sin pronunciar una sola palabra.

—No hace falta que me imagine un miedo. Llevo casi cincuenta años soportando su compañía y he tenido que aprender a convivir con él. Mi miedo se llama "Olvido". No recuerdo nada de mi etapa en la que me estuvieron formando como guardián. Tengo el presentimiento de que algo sucedió en ese lugar y que mis superiores se encargaron de que olvidara. Puede que sea solo una locura mía o que esté en lo cierto. Nunca lo podré saber y eso me come por dentro. Cada día y cada noche durante todos estos años el que hayan podido modificar mis recuerdos atormenta mi descanso. La forma que tengo para controlarlo, si se puede llamar así, es que antes de dormir siempre traigo a mi mente los últimos momentos de mi anterior vida. Intento agarrarme a ellos para que me permitan llegar a ver unos minutos más de lo que sucedió después de morir. Suena extraño, lo sé, pero en este momento es todo lo que tengo en mi mano para poder vencer a esa sensación de "olvido".

—¿Es esa una de las razones por las que siempre tienes un enfado monumental? —interrumpió de repente otra de las chicas sentadas en primera fila y que aún no habían hablado —Y, por cierto, me llamo Salem.

No pude aguantarme una sonrisa ante tal comentario y ella no tardó en responderme de la misma forma. 

—Puede ser, pero ten en cuenta también que esta vida no la escogí yo. Puede sonar como una simple excusa, pero no lo es. Tener este trabajo y haber estado casi cincuenta años así queman a cualquiera. Pero sobre todo, ahora que ha llegado Lázaro y sus secuaces, me han complicado más aún la existencia y no es que esté pasando por mi mejor momento que digamos. Espero que sepas comprenderme. 

"Y si no pues nada. Esto es lo que hay" completé para mis adentros.

Shen le cedió la palabra a otra jovencita que se removía en la silla deseando que llegara su turno.

—Hola Gabriel —empezó a decir—. Me llamo Dylan y te adoroooo.

Preferí guardar silencio y me limité a mirarla. Ella suspiró sin borrar la sonrisa de su cara y viendo que callaba no le quedó otra opción que realizar su pregunta:

—¿Qué sientes al llevar una responsabilidad tan grande como la que tienes ahora?

—Me preocupa no hacer bien mi trabajo. No es una cuestión personal, ni nada por el estilo. No busco ninguna recompensa, ni subida de sueldo, ni alcanzar un puesto más importante. Solo siento que si fallo se romperá un equilibrio tal que me horroriza pensar en las consecuencias que este podría tener. Esa es la responsabilidad que me inculcaron cuando que comencé esta nueva vida y que ahora ya se encuentra incrustada en lo más hondo de mi ser. Hay días en los que me lo tomo mejor y otros en los que ese peso me va desmoronando por dentro. No es una sensación nada agradable, la verdad.

Por un momento me di cuenta de que Shen tenía la vista fija en mí, al igual que todos los presentes. Pude incluso percibir un disimulado asentimiento de cabeza en señal de haber coincidido en esa respuesta conmigo. Ella no tardó en reaccionar y volvió a dirigirse hacia los asistentes de la primera fila:

—Y mi segunda pregunta es si Shen te pone nervioso —completó la tal Dylan antes de que le quitaran la oportunidad de hablar.

La muchacha asiática no pudo evitar soltar una pequeña risita y le dirigió un guiño de complicidad a la chica.

—Por supuesto que no —mentí con la mayor seguridad que pude. Lo último que quería era que Shen se aprovechara de aquello para hacerme la vida más imposible —¿Siguiente?

Posé mis ojos sobre una joven que no había parado de mirarme embelesada durante el resto de intervenciones. Aún ella no había hablado, pero no parecía luchar con las demás por ganar el turno de preguntas.

—¿Quieres preguntar algo? —le dije dirigiéndome a ella.

La chica parpadeó un par de veces y se empezó a sonrojar, aunque aquello no le impidió contestarme:

—¿Es extraño comunicarte con las almas de las personas? ¡Ah! y mi nombre es Mara. 

—Al principio sí que me resultó difícil, la verdad. Son algo etéreo que pueden ir y venir a su antojo. Puedes estar hablando con ellos y que de repente desaparezcan y te dejen con la palabra en la boca. Tuve que ganarme su respeto y aún hoy, después de todo este tiempo, pienso que no lo he conseguido del todo. Es complicado describir la sensación, hay veces en las que sientes que hablas con vivos y otras en las que solo parecen espíritus que lo único que hacen es vagar entre las tumbas, sin escuchar lo que les estás diciendo.

—¿Y de verdad serías capaz de disparar el gatillo de esa pistola contra alguno de ellos? —preguntó de nuevo la muchacha mirando hacia la pistola que tenía enganchada en mi cinturón.

—¿Quieres que probemos? —la desafié sacando la pistola y apuntando en su dirección.

La tal Mara se quedó pálida y más de uno también se encogió ante aquel ataque de agresividad por mi parte. Incluso Shen me miraba con incredulidad.

Mi propia carcajada fue la primera en romper aquel tirante silencio.

—Venga, podéis respirar tranquilos. De momento no noto ningún alma corrompida por aquí —bromeé—. Pero, respondiendo a tu pregunta, Mara, te diré que sí, pero tendré que estar seguro de que no me vaya a arrepentir después de la decisión tomada. No es un juego en el que se pueda volver atrás. Es algo más serio y complicado que todo eso.

—Yo tengo una pregunta relacionada con eso —dijo de repente otra chica que aún no había intervenido—. Me llamo Musa y quería saber si crees que fue fruto de la casualidad el que tuvieras aquel accidente o si todo estaba planeado desde un principio.

—Buena pregunta —le confesé—, porque ni yo mismo lo sé. Es algo que siempre está rondándome la cabeza. Al fin y al cabo, solo era un muchacho de veintidós años que simplemente estaba estudiando para formarse como médico. No era especialmente creyente ni había sido un héroe urbano. Independientemente si muriera por causas normales o provocadas, también siempre me queda la pregunta de ¿por qué me no me dejaron como un alma más en el purgatorio? Siento no poder responderte mejor, pero aún necesito tener una charlita seria con mis superiores.

—Y la segunda pregunta es si consideras a Lázaro como una verdadera amenaza o si solo es aversión y molestia lo que te produce —continuó hablando la muchacha.

—Aparte de la molestia y aversión que ese tipo me pueda causar, como tú bien mencionas, sí es cierto que Lázaro es en estos momentos una amenaza. Les está metiendo ideas erróneas a las almas y les hace creer que está de su parte cuando en realidad solo está cumpliendo órdenes. Sin duda lo que más me preocupa es precisamente que no sea más que una marioneta de ese alguien que aún no ha dado la cara. Si Lázaro tiene toda esa influencia siendo solo un mero peón, ¿qué cosas podrá hacer su superior?

Los rostros de los allí presentes se marcaron por esa misma preocupación y por un momento lamenté haberles metido aquel miedo. Quizás me estaba yendo demasiado de la lengua.

—Bueno…—dijo Shen al final para tratar de cambiar de tema— Solo nos queda una última participante. Querida, el turno es tuyo.

—¿Qué crees que pasará ahora, Gabriel? —habló con voz firme la muchacha—. Puedes llamarme Daphne.

—No quiero asustaros demasiado, Daphne —comencé a decir—. Pero creo que tendremos que luchar muy duro para que el mundo no se venga abajo. No podemos permitir que haya más almas vivientes que propios vivos. Nunca antes se había roto ese equilibrio y las consecuencias, aunque desconocidas, no pintan ser demasiado alentadoras. Prefiero no hablar más, solo estaría basándome en meras suposiciones y predicciones y no en algo seguro.

—Bueno, cambiando entonces un poco de tema, volvamos a retomar un poco una cuestión que antes se ha quedado demasiado en el aire —salió al paso la chica—. ¿Serías capaz de empezar una relación de índole romántica con Shen o tienes en mente a otra persona?

Sentí como si me hubieran dado una bofetada sin mano. Sin duda ya me había olvidado de esas preguntitas con dobles intenciones con las que habíamos comenzado al principio de la charla.

Shen se tuvo que aguantar la risa, quizás por la propia pregunta o quizás por la expresión de mi cara. No me quedó otra que salir de aquello lo mejor que pude:

—De momento no creo que sea la ocasión más adecuada para andarse con romances ni amoríos —contesté con seriedad—. Además, no entiendo por qué tendría que ser con Shen, si hace solo unos días que nos conocemos. No estoy tan desesperado. ¿Ya está?

Varias manos más se levantaron ansiosas para poder preguntar aquello que había quedado pendiente, pero Shen fue capaz de retomar la formalidad y les dijo:

—Lo tenemos que dejar aquí. El tiempo se nos ha echado demasiado encima y aún hay mucho trabajo que realizar. Os agradecemos muchísimo el haber venido y el haber participado con vuestras preguntas. Hemos pasado un buen rato y eso de vez en cuando no viene nada mal.

—Sí, gracias, de verdad —reincidí yo también con una sonrisa. Le tenía que dar razón a Shen en eso de que había sido divertido, obviando algunas preguntas, claro. 

La gente comenzó a aplaudir y yo me quise morir de nuevo. ¿En serio aquello era necesario? Se podían haber marchado sin más, no les hubiera echado en cara nada.

Poco a poco la gente se fue levantando de sus asientos y pude ver con horror cómo la tal Diana, aquella que había empezado con aquella pregunta sin lógica alguna, se acercaba a mí:

—Otra de mis preguntas era si podía darte un achuchón. Pero tranquilo, a esa no hace falta que me contestes, ya sé yo la respuesta— Y tras decir esto se lanzó hacia mí y me rodeó con sus brazos sin el menor reparo.

Me quedé rígido como una estaca y no supe cómo reaccionar ante aquello. Pero, por desgracia para mí, más de una vio aquello y no dudó en unirse al abrazo. "Oh, Dios mío" pensé al ver aproximarse a una avalancha de jovencitas hacia mi posición gritando: "¡Abrazo colectivoooooo!"

"Pau, te la verás conmigo" fue lo último que atiné a decir antes de verme sumergido en un sinfín de brazos.

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