Capítulo 9: Como pez fuera del agua

CAPÍTULO 7: COMO PEZ FUERA DEL AGUA

La vida no es un problema a ser resuelto, sino una realidad a experimentar.

Soren Kierkegaard

  

Cuando Vera entró en la sala de los residentes de 2ª no encontró a nadie. Supuso que ya se habían incorporado a sus puestos.  Posiciones que, por cierto, no eran más que provisionales, a la vista de lo ocurrido aquella tarde. 

Con este cambio lo único que van a lograr es que parezcamos más novatos de lo que ya somos”—pensó la joven con enfado. No le caía bien el nuevo director, pero tampoco estaba entre sus planes ir a contracorriente.  Lo único que conseguiría con aquello sería que la pusieran de patitas en la calle y nada más lejos de su intención. Era una más cuestión personal que por cumplir con normas establecidas, pero en aquel momento no tenía otra alternativa.

Vera depositó la mano en la superficie de su taquilla personal y el escáner dactilar se activó al contactar con su piel emitiendo un rápido destello azulado. La puerta se deslizó hacia dentro sin emitir ruido alguno. Ella extrajo el uniforme que guardaba en su interior y se dirigió a los vestuarios. Cinco minutos después, abandonaba la sala y salía en busca de Carlos Ferreira.

El ajetreo del centro era realmente agobiante. Aquella ciudad parecía no parar un momento y ellos no eran más que el reflejo de la multitud de incidentes que surgían a cada momento.

La voz computarizada de los altavoces se entremezclaba con el bullicio de los empleados, que se movían de un sitio para otro. Por esa razón y porque la sección de rescates se encontraba casi en el extremo opuesto del pabellón, Vera tardó varios minutos hasta llegar a su destino. El motivo de tan alejada ubicación era debido a que aquella zona comunicaba con las cocheras y la pista de aterrizaje. Y es que cuando se trataba de rescates, todo segundo importaba, de ahí el situarse en un puesto privilegiado dentro de las instalaciones.

Vera no sabía muy bien qué le iba a decir al tal Carlos Ferreira. No es que llevara una buena carta de presentación por parte del director…

Tras atravesar la puerta acristalada que los mantenía separados del resto de secciones, la joven descubrió un mundo invadido principalmente por hombres. Las otras especialidades se encontraban más equilibradas en cuanto a género, pero en aquella…el número de mujeres no llegaba al diez por ciento. 

Rápidamente su presencia volvió a acaparar miradas curiosas. La chica intentó mostrarse lo más íntegra posible, pero cuando se cruzó con una mujer que rondaba la cuarentena no dudó un segundo en pararla:

—Perdone, busco a Carlos Ferreira —le comunicó sin titubeos.

—¿Vera Lozano? —le preguntó bruscamente la mujer de rostro pecoso.

—Sí, soy yo —asintió ella sin dar crédito a que ya supieran de su incorporación.

—Acompáñeme —le soltó con autoridad comenzando a andar a paso ligero.

Vera trató de alcanzarle caminando también rápido, pero le fue prácticamente imposible. No pudo evitar quedarse unos pasos rezagada.

La mujer lucía una figura musculosa aunque solo la superaba en una cuarta de altura. Su cabello pelirrojo iba recogido en un moño  alto muy desaliñado que contrastaba bastante en comparación a su aspecto casi militar. 

Vera pudo comprobar que aquella sección era totalmente diferente al resto. La única zona que se asemejaba más a las otras especialidades era una de las primeras salas que cruzaron. Se encontraba ocupada casi en la totalidad por inmensas pantallas de grafeno, en las que aparecían y desaparecían mapas de la ciudad, puntos de coordenadas e infinitos collages de los incidentes que se iban registrando.

Pero el resto de salas eran completamente diferentes, la mayoría dedicadas a la preparación física. La que consiguió captar la atención de la joven fue una gigantesca habitación acristalada. Solo había un único individuo en ella que se movía rápido de un sitio para otro como si hubiera perdido la cabeza. Llevaba un casco negro con una visera que le tapaba más de la mitad del rostro. Cuando pasaron por lo que parecía la entrada a la sala, Vera pudo leer de pasada el luminoso que decía: “En simulación. No entrar”. Había escuchado de oídas las famosas simulaciones de incendios y otros desastres naturales con las que contaba aquel centro, pero nunca pensó que estaría tan cerca de ellas. Ahora hasta le podría tocar a ella pasar por aquella desagradable experiencia.

—Me sigue, ¿por favor? —la voz de aquella mujer y su mirada severa le dio a entender que entre sus virtudes no estaba la paciencia.

Sin darse cuenta, Vera se había retrasado unos metros más y ahora, la que había actuado como guía, la estaba esperando ante una puerta de registro. La chica aceleró el paso, mientras la mujer accionaba la entrada con su huella e introducía un código en el panel de control.

Entraron en un pasillo donde a un lado y a otro se encontraban los despachos de los jefes de cada distrito de acción. Y es que todas las unidades del centro, independientemente de la especialidad, habían sido divididas en los llamados distritos de acción, asignando a cada uno de ellos diversas zonas de la capital. Solo cuando se producía un accidente de grado 5, se requería de la actuación conjunta de más de un distrito.

La mujer pelirroja, se paró a mitad de aquel pasillo y tocó la puerta con decisión.

A Vera le pareció escuchar una voz grave desde el interior, pero en cualquier caso, la empleada no dudó en entrar pasados escasos segundos.

—Jefe, ha llegado Vera Lozano —le comunicó al hombre que estaba oculto tras la pantalla del ordenador.

—Estupendo, Jess, puedes volver tu puesto —la despidió sin interrumpir lo que estaba haciendo.

La tal Jess salió sin pronunciar palabra alguna y Vera se preguntó cuánto tiempo prudencial debía esperar para presentarse. Para su suerte, el que iba a ser su tutor se percató de la incómoda situación para ella y le dijo:

—Toma asiento por favor, en un momento estoy contigo.

—Sí, no se preocupe. Si lo prefiere puedo venir en otro momento —se apresuró a contestarle.

—En absoluto. Me llevará solo unos minutos acabar esto.

Vera no supo si el subconsciente le estaba jugando una mala pasada, pero quiso distinguir un cierto matiz afable en su voz. A lo mejor no iba a tener mala suerte después de todo.

La joven aprovechó para recorrer con disimulo el despacho. Una de las paredes estaba prácticamente llena de placas conmemorativas y de diplomas por méritos. Eran los únicos detalles que personalizaban aquella habitación. El resto podía resumirse con una sola palabra: desorden. Infinidad de papeles se amontonaban por toda la parte que dejaba libre la pantalla del ordenador, varios vasos de café de para llevar aún sin tirar, etc.

—Acabado —le hizo saber el hombre quitándose unas gafas de pasta bastantes pasadas de moda.

Varias canas aclaraban su pelo castaño y su bigote desaliñado, pero su mirada le transmitió la tranquilidad que tanto ansiaba Vera en aquel momento:

—¿Tú eres la famosilla Vera Lozano? —bromeó con una media sonrisa.

—Sí, señor Ferreira —le confesó intentando que la vergüenza no se viera reflejada en sus mejillas.

—Mal empezamos, Vera —le espetó bruscamente borrando la sonrisa de su cara.

La joven se sorprendió por aquel repentino cambio de actitud.

—¿Qué es eso de SEÑOR Ferreira? ¿Tengo pinta de abuelo o algo por el estilo? —le contestó sin perder la seriedad.

—Por favor no me malinterprete —le pidió Vera sin saber si reirse por el comentario o si disculparse más por algo tan banal como aquello—. Es mi superior ¿cómo quiere que me dirija a usted?

—Lo primero de todo, estaría bien que dejaras de hablarme de usted. Y lo segundo, dejémoslo en un simple “Sí, Charlie” —le aclaró volviendo a recuperar su primera actitud—. Jess, también me llama “jefe”, pero aquí todos me conocen como Charlie, excepto el nuevo señor director. En fin…mejor no que no me tires de la lengua.

Vera no pudo evitar sonreír. Parecía que este director no había conseguido hacerse con demasiados adeptos aquel día.

—Bueno Vera, finalizadas las presentaciones, quiero que me confieses qué le has hecho al señorito Andrés Pereira para que te mande aquí, con el prometedor futuro que tienes en la unidad de emergencias médicas —le soltó sin contemplaciones clavando sus pupilas azules en ella.

—No es nada personal —se apresuró a responderle—. Ya le has oído esta tarde, quiere que los residentes vayamos pasando por todas las especialidades.

—Una suprema idiotez, todo sea dicho —apuntó Charlie—. Se supone que los que llegáis aquí tenéis claro para lo que valéis y para lo que no. Pero bueno, esperemos que se marche lo antes posible. Lo que no entiendo es que tú ya hayas sido informada y el resto no.

—Supongo que mañana hará el comunicado oficial. Decírmelo a mí ha sido más bien una llamada de atención personalizada por haber llegado tarde a la reunión de hoy.

El hombre frunció el ceño marcando más aún las líneas de expresión que surcaban su rostro.

—Sin comentarios —masculló, intentando contener su lado más rebelde—. Pero, dime Vera. ¿Qué pretenden que haga contigo? Porque la notificación que he recibido es que te trate como a cualquier miembro más. ¿Sabes lo que eso significa?

Vera, intentó responderle pero prefirió guardar silencio. La verdad era que lo único que sabía de rescates era las pinceladas que le habían dado en la universidad.

—No dudo de tu formación ni de tu predisposición, pero lo que pide este hombre es una locura —la indignación de Charlie iba en aumento—. ¿Cómo puede pretender que os mandemos a cualquier rescate que surja como otro miembro más? ¿Estamos todos locos o qué pasa aquí?

—No quiero marcharme, Charlie —le contestó Vera sin rodeos. Ella misma se sorprendió de la seguridad con la que pronunció aquellas palabras. Verdaderamente lo sentía así y si no cumplía con las exigencias del director, no tardaría en ser expulsada.

El hombre asintió levemente con la cabeza, mientras jugueteaba con las patillas de sus lentes.

—Os lo han puesto complicado, pero trataremos de que esta situación termine lo más pronto posible. Al fin y al cabo soy yo el que va a hacer tus informes, ¿no?

Y diciendo esto le guiñó un ojo en señal de complicidad. Ella le recompensó con una amplia sonrisa:

—Muchas gracias.

—¿Gracias de qué? Que yo sepa tú has venido para presentarte y yo solo te he dicho que hay trabajar como uno más…Nada más que eso —le aclaró colocándose de nuevo las gafas.

Vera captó la indirecta de que aquella conversación debía quedarse entre ellos dos, pero le estaba súper agradecida por la confianza que le había transmitido.

—Y ahora, deja que te presente al resto de la plantilla —le comunicó levantándose rápidamente, dejando todo el despacho con aquel desorden que dañaba la vista.

Todo un personaje” pensó la joven, pero sin duda alguna aquello iba a ser más llevadero si contaba con él.

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