Capítulo 54: Buscando otras salidas
CAPÍTULO 54: BUSCANDO OTRAS SALIDAS
Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo de agua.
Antoine de Saint-Exupery
—Bueno, pues ya tienes lo que estabas buscando, Irene —la voz cortante de Emma devolvió a Irene al pasillo de la Unidad de Antiterrorismo en el que se encontraban—. ¿Y ahora qué? ¿Cuál va a ser tu próxima locura, buscar al tipo ese y preguntarle si en su cadena hotelera ha metido a antiguos drogatas del CNDD? O mejor aún... ¿Por qué no le preguntas directamente si él o alguno de sus empleados están detrás del asesinato de Óscar y la explosión que ha volado por los aires la terminal T5 de Barajas? Yo creo que así nos ahorraríamos más de un quebradero de cabeza...
Solo fueron escasos segundos lo que tardó Irene en contestarle pero los suficientes para que se condensara en el silencio toda la incomodidad del ambiente.
—Ya me has ayudado en todo lo que estaba en tu mano, Emma. No te preocupes que lo que haga yo ahora no te va afectar a ti en nada —le respondió con suavidad, como si no hubiera escuchado el tono de reproche que había utilizado la agente. La muchacha continuó andando despreocupada mientras sacaba su móvil y abría el navegador para introducir el nombre de Alan Álvarez en él—. Puedes quedarte tranquila y volver de nuevo a tu investigación del atentado. No te molestaré más ni te pondré en ningún otro aprieto.
—Vamos, que piensas localizar a ese tío... —dedujo la agente soltando una pequeña risa aunque aquella situación no le hiciera ninguna gracia.
—Sí, pero ya te he dicho que...
—Me puedes decir todo lo que te de la gana, Irene, pero te recuerdo que Óscar me llamaba "La Mula" y no precisamente porque fuera fácil de domar... —le cortó Emma—. Y ahora dime dónde tiene el hotel el tipo ese. Me voy a encargar personalmente de que veas por tus propios ojos que te apresurarse sacando conclusiones con todo esto.
—No Emma, no puedes irte de aquí ahora. ¿Qué pasa con tu trabajo en la Unidad? No está la situación para que dejes tu puesto con toda la que hay montada en la ciudad.
—Irene... No soy una residente novata que necesita el permiso de su supervisor para mover una mano —le respondió la agente mientras la llevaba hacia uno de los ascensores de la Unidad—. Aunque me veas joven me he ganado aquí un nombre y ten por seguro que ninguno de mis compañeros se atreverá a dudar siquiera de mi buen trabajo para la Brigada 1.
La muchacha prefirió callarse para no seguir con aquella discusión con la que no iban a llegar a ninguna parte pero cuando vio que Emma ponía su pulgar para accionar la bajada al sótano del edificio decidió intervenir de nuevo:
—Yo he dejado mi coche fuera... Si quieres...
—No te molestes pero con el mío perderemos menos tiempo y, como tú misma has dicho, dada la situación, mejor darse toda la prisa posible —le explicó Emma sin darle ni siquiera tiempo a acabar la frase.
—Como prefieras —se limitó a responder Irene volviendo la mirada otra vez sobre la pantalla de su dispositivo.
—Y bien, ¿qué dice Internet de este hombre? —cambió de tema la agente mientras salían del ascensor con dirección hacia su coche.
—Poca cosa... Sólo que es el director de la cadena hotelera de gran lujo Costellation que tiene representación prácticamente en las principales capitales mundiales, incluida Madrid con el hotel Orión —le respondió Irene sin mostrar demasiado entusiasmo.
—Bueno, eso ya es bastante.
—Pues lo será para ti porque tú me dirás a dónde vamos a ir con esta información.
—Al hotel ese que tiene aquí en Madrid, por ejemplo. Por algún sitio siempre se debe empezar —le contestó Emma con decisión. La alarma del vehículo se desactivó al acercarse la agente a él y las dos jóvenes se introdujeron en su interior.
La pantalla del ordenador del coche hizo un intento de parpadear pero apenas un segundo después de encenderlo adquirió su apariencia normal de inicio con el logotipo de la marca que lo había diseñado, una de las más prestigiosas que había hasta la fecha. Emma era una auténtica fan de la velocidad y la electrónica, una combinación de gustos como aquella no podía conformarse con otro capricho que no fuera ese, aunque tuviera que pasar décadas para terminar de comprárselo con el limitado sueldo de una agente de Unidad de Emergencias.
—Bueno, pues vamos a ver qué nos depara el hotelito ese —murmuró Emma accionando el motor del vehículo y quitando el freno de mano—. Aunque sigo pensando lo mismo... Creo que estamos sacando las cosas de contexto y que queremos atar una cuerda con una hebra de hilo. Nada que ver una cosa con la otra.
Irene prefirió mantenerse callada mientras seguía buscando alguna pista de aquel Alan Álvarez que pudiera serles de más ayuda.
El vehículo azul eléctrico de la agente se unió a la circulación de la capital bastante poco densa para tratarse de una hora próxima al almuerzo. El navegador les indicaba que en menos de treinta minutos llegarían al punto de destino si mantenían la velocidad constante y no había ningún atasco que lo impidiera.
—Hoy debe de ser tu día de suerte —comentó Emma en voz alta—. Te está saliendo la jugada redonda. En cuestión de pocos minutos podrás quitarte de la cabeza todos esos complots que te has creado tú solita.
—Ojalá me esté equivocando y lleves razón —le contestó Irene sin apartar la atención de su móvil donde seguía leyendo las entradas que había publicadas en la red sobre ese hombre—. Te aseguro que nada me gustaría más que eso. Me quitaría un peso de encima si las teorías de ese chico del CNDD y las mías propias son sólo fruto de la paranoia.
—Irene, ahora mismo con lo de Óscar eres muy influenciable, las cosas como son. Es normal que quieras saber quién le asesinó, pero la regla fundamental en este tipo de investigaciones es evitar a toda costa cualquier implicación personal, algo que tú evidentemente no puedes cumplir. Ni siquiera yo misma... —Nada más pronunciar aquellas últimas palabras Emma se calló de inmediato pues sabía que no era el momento más adecuado ni estaba con la persona idónea para manifestar los sentimientos que durante tanto tiempo se había encargado de ocultar.
—No tienes por qué callarte conmigo, Emma —le dijo Irene levantando la mirada de su dispositivo hacia ella. Aunque las dos eran rubias no compartían ningún otro rasgo en común. A diferencia de su caótica melena rizada, la de Emma siempre le caía recta a ambos lados de su tez nórdica e impoluta, reflejando la luz del sol como si de un espejo se tratara. El azul de sus ojos era mucho más intenso que los verdosos de ella y precisamente por ese motivo, junto con su propio carácter, la mirada de la agente resultaba mil veces más intimidante. Lo único que Irene tenía en más cantidad eran las curvas, que contrastaban con el cuerpo esbelto y sin un resquicio de materia grasa de Emma—. Sé que la relación que te unía con Óscar no era estrictamente profesional, por mucho que te esfuerces en negarlo.
—Si lo niego es porque no quedó nada de esa otra relación que mantuvimos y porque fue algo pasajero que ocurrió hace muchos años. Te aseguro que sólo éramos compañeros de trabajo, Irene, nada más —la agente pronunció aquellas palabras con total frialdad, sin apartar la vista del frente, como si de verdad no sintiera nada por el que había sido su compañero de Brigada durante casi diez años.
—Está bien. No te voy a forzar a que me cuentes algo que no quieres pero que... —Un repentino volantazo interrumpió la frase de Irene haciéndola chocar contra su puerta—. ¡¿Qué haces Emma?!
La agente no le contestó de inmediato. Se veía lo mismo de sorprendida que la propia Irene, mirando alternativamente la pantalla del vehículo y las indicaciones de la carretera.
—¿Pero qué mierda le pasa a esto? —murmuró la joven mientras tocaba la pantalla del ordenador del vehículo para reajustar el programa.
El coche se había salido de la vía principal dejando las indicaciones hacia centro de la ciudad en dirección contraria.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué nos estamos desviando? —le preguntó Irene con cierto nerviosismo al darse cuenta de que Emma no había tenido nada que ver con el volantazo.
—Eso me gustaría saber a mí también —le contestó la agente intentando tomar el control del vehículo sin éxito alguno—. Parece que el sistema automático de conducción se ha bloqueado, pero tampoco me permite volver al modo manual. No sé qué ha podido...
El repentino acelerón del vehículo interrumpió durante unos segundos la frase de Emma. La joven pisó el pedal del freno pero, tal y como temía, aquello no aminoró en nada la velocidad que había alcanzado.
—¡¿Es que se ha vuelto este coche loco?! —Irene no sabía qué era lo que le asustaba más, el descontrol del coche o que una auténtica experta en la locomoción estuviera lo mismo de desconcertada que ella.
—Irene, alguien ha debido hackear el sistema de conducción automática y tiene el control completo del coche —le comunicó de repente Emma mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad.
—¿Y a dónde se supone que nos quiere llevar?
—Yo no creo que nos vayan a llevar a un sitio en concreto, Irene. Me atrevería a decir que lo que quieren hacer más bien es matarnos —le soltó la agente sin andarse con rodeos.
—Genial, me dejas mucho más tranquila —le respondió Irene moviéndose incómoda en su asiento. Sentía los latidos de su corazón en cada centímetro de su cuerpo y la respiración se le detenía en seco cada vez que se aproximaban peligrosamente a alguno de los vehículos con los que compartían vía. Por suerte, Emma podía advertirles con el claxon a tiempo para evitar una colisión.
—Necesito que te sigas encargando tú de avisar a los coches que nos vayamos encontrando —le pidió la agente mientras se metía con dificultad debajo del volante.
—¿Pero qué es lo que piensas hacer? Deberíamos salir del coche antes de que sea demasiado tarde.
—Saltar con esta velocidad y en mitad de una carretera con circulación no es una opción que reduzca mucho nuestras posibilidades de morir, Irene, créeme —le dijo Emma mientras se quitaba la chaqueta para ganar algo más de movilidad.
—¿Y cuál es tu plan entonces a parte de avisar como posesas a todo aquel que se cruce en nuestro camino? —le replicó Irene sin ser capaz de controlar el estado de nervios que se había adueñado de ella.
—Desactivar el circuito electrónico del coche —La agente activó la luz de su dispositivo de muñeca para facilitarle la visión en la parte superior de la cavidad sobre la que se encontraba el cuadro de mandos.
—¿Y eso te permitirá controlar de nuevo el coche?
—Por nuestro bien, esperemos que sí.
***
Entre tanto caos, humo, sirenas, heridos y escombros no le resultó difícil a Shen salir de allí sin que nadie reparase en ella. Aunque los equipos de emergencias trabajaban a pleno rendimiento, las dimensiones del atentado los superaba a todos ellos dificultando en gran medida las tareas de rescate y atención sanitaria.
"El tiempo juega en vuestra contra" se lamentó la joven sabiendo la gravedad de la mayoría de personas que se encontraban atrapadas entre los amasijos de hierro y cemento. Cada vez eran más las almas que notaba cruzar a la Cuarta Dimensión, pese a los esfuerzos de todos los allí presentes, incluyendo a los propios supervivientes. Aquello era una auténtica pesadilla. Aún le parecía increíble que hubiera un motivo que pudiera justificar esa barbarie y todas las que se habían producido en otras ciudades. Algo organizado a tan gran escala no podía recaer sobre una sola persona y, en el caso de que hubiera una única cabeza de mando, tampoco se podrían haber perpetrado tantos ataques simultáneos en lugares tan distantes si no se contara con muchos colaboradores. A la fuerza debía haber un gran número de personas implicadas en todo aquello. No eran solo cómplices sino también responsables de esas explosiones.
El sonido de su melodía de llamada la sacó de sus pensamientos. Entre la explosión, el secuestro de Javier Santillán y la marcha de Óscar se había olvidado por completo de comprobar si su dispositivo móvil había conseguido sobrevivir también al golpe que habían tenido en el coche.
Cuando la joven sacó el aparato del bolsillo de su pantalón pudo ver que la pantalla era la única que parecía haber recibido la peor parte del accidente por la grieta que la cruzaba en su totalidad pero, por lo demás, el móvil funcionaba perfectamente.
"Quien faltaba..." se dijo al leer el nombre de la persona que la estaba llamando. Se habían intercambiado sus números de teléfono antes de salir de su apartamento pero no esperaba que fuese él el primero en llamarla. Al fin y al cabo los dos eran muy individualistas y si alguno de los dos conseguía averiguar algo no iban a dudar en seguir las pistas sin necesidad de contarle sus revelaciones a nadie. Aquella llamada solo podía significar una cosa, se había encontrado con dos hilos de los que se podía tirar y no le quedaba otra opción que la de recurrir a ella.
—Debo confesarte que no esperaba esta llamada, Frontera. ¿Tanto me echas de menos? —le preguntó con acidez nada más descolgar.
—Venga Shen, deja tus bromas para otro momento —le cortó Gabriel—. ¿Pudiste localizar a Santillán?
—¿Por quién me tomas? Por supuesto que pude localizarle, ¿qué te creías tú? Y es más, tuvimos hasta un par de conversaciones —La joven intentó ocultar con aquel tono engreído el verdadero sentimiento de fracaso que sentía al no haber podido evitar el nuevo secuestro de Santillán. Le habían arrebatado su única pista importante justo delante de sus narices y aquello le dolía más que el propio desgarro que se había hecho en la pierna.
—Genial, ¿y has conseguido averiguar algo?
—Oye, Frontera, si me has llamado para que te de toda la información que he obtenido y puedas seguir adelante por tu cuenta, te convendría mejor colgar el teléfono y emplear tu tiempo en otra cosa que te pueda proporcionar más beneficio —le soltó Shen sin el menor miramiento.
—Perfecto. Quédate con todas tus averiguaciones, si eso es lo que quieres. Pero te recuerdo que fuiste tú la que me dijiste que únicamente nos teníamos el uno al otro para buscarle a todo esto una solución. Si prefieres que trabajemos los dos a ciegas, adelante. Quizás mañana haya aún alguna vida que poder salvar.
—No he conseguido averiguar nada importante, Frontera, si eso es lo que querías saber —le confesó la muchacha dándose cuenta de que su afán por ser readmitida como guardiana le estaba haciendo actuar de forma equivocada—. Seguí aquel coche que vimos hasta el aeropuerto de Barajas y allí conseguí ponerme en contacto con Santillán. Sea quien sea quien se encuentre detrás de todo esto le gusta poner a prueba a las almas que le sirven y a nuestro sujeto le había pedido nada más y nada menos que hiciera saltar por los aires la terminal T5. En un principio logré sacarle de allí pero alguien hizo estallar la bomba en su lugar y nos pilló a él y a mí de por medio.
—¿Una bomba en el aeropuerto? —Se sorprendió Gabriel—. ¿Esta gente está mal de la cabeza o qué?
—En realidad está bien pensado si lo que quieren hacer es bastante pupa.
—¿Y estáis los dos bien?
Shen tardó unos cuantos segundos en responder. Había llegado a la peor parte de la historia.
—He estado otras veces mejor, la verdad, pero al menos puedo caminar por mi propio pie —reconoció—. En cuanto a Santillán... Él ... Él ya no está conmigo.
—¿Ha muerto? —La joven pudo apreciar la sorpresa en la voz de su compañero. "Ojalá hubiera sido eso. Así no tendría que estar pasando por esta humillación" pensó.
—Lo que hayan hecho con él lo desconozco. Hasta donde yo sé, unos tipos vinieron a buscarle y se lo llevaron en un coche sin yo poder hacer nada así que sí, le hemos vuelto a perder...
—Bueno, no te preocupes, volveremos a por él más tarde —le respondió Gabriel—. Ahora necesito que vayas inmediatamente al cementerio.
—¿Al cementerio? Frontera... No creo que sea... —comenzó a decirle.
—Shen, acaba de llamarme una de las almas que aceptó el pacto de Lázaro. Quiere colaborar con nosotros así que quiero que te reúnas con ella y que te cuente todo lo que sabe sobre esa organización. Puede servirnos de gran ayuda.
—¿Y tú? Aún no me has dicho ni siquiera dónde estás ni qué es lo que piensas hacer mientras —le soltó la joven con brusquedad.
—No puedo contártelo ahora pero te lo explicaré todo en el cementerio en menos de una hora, ¿de acuerdo?
—Qué remedio... —le contestó Shen sin estar del todo convencida con la respuesta de su compañero—. Ah, por cierto, también tengo otra noticia de última hora... Es respecto a nuestro querido Óscar...
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