Capítulo 53: Nada es blanco o negro

CAPÍTULO 53: NADA ES BLANCO O NEGRO

Nuestras dudas son traidores que muchas veces nos hacen perder el bien que podríamos ganar si no temiéramos buscarlo.

William Shakespeare


—Y supongo que ese alguien que te acogió fueron Ellos, ¿me equivoco? —Pude decir después de haber permanecido unos segundos en silencio. La última intervención de Noa había conseguido anular drásticamente mi capacidad de reacción.

—Pues sí, te equivocas, Gabri —Sus ojos oscuros habían vuelto a mirarme con la misma intensidad que al comienzo de nuestra extraña conversación—. A diferencia de lo que puedas pensar, cuando fallecí, mi alma no recibió ningún trato especial. No había sido elegida guardiana como tú así que simplemente me tocó pasar por la Cuarta Dimensión como cualquier otro alma. Sin embargo, no tardé demasiado en ver La Luz y salir de allí.

—Tampoco tenías nada que te siguiera atando al mundo físico y eso te hizo evolucionar más rápido —supuse.

—Pues lo cierto es que no me separé en absoluto del mundo de los vivos, Gabri. De hecho paseaba continuamente por allí y fue así como descubrí que podía ayudar a gente que también estuviera sufriendo acosos, aunque estuviera muerta.

—Pero si eras solo un alma... No te podrían ver...

Noa esbozó una media sonrisa al ver mi más que evidente desconcierto.

—Digamos que, durante unos minutos, me convertía en una persona de carne y hueso —me contestó con lentitud, como si quisiera estudiar mi reacción en todo momento—. Me metía en el cuerpo de alguien cercano a la persona a la que quería ayudar y le daba esas palabras de apoyo, esa mirada de comprensión o una simple sonrisa para hacerle ver que no todo el mundo era tan cruel como las personas con las que le había tocado vivir. Le ponía en sus caminos a otra gente que también podía ayudarles y dejaba que fuesen ellos mismos los que consiguieran salir por su propio pie del bucle de desesperación en el que se encontraban metidos.

Una vez más el silencio se convirtió en mi respuesta. ¿De verdad era posible que un alma que acababa de llegar a la Cuarta Dimensión pudiera introducirse en un cuerpo y controlar su voluntad?

—No estaba orgullosa de lo que había hecho, Gabriel —continuó ella volviendo a bajar la voz al mismo tiempo que su mirada se dirigía también hacia algún punto en el suelo—, me había dejado arrastrar por la opción más sencilla, pero en ese momento era incapaz de seguir nadando contracorriente, soportando arponazos continuos sin saber ni siquiera qué era a lo que podía aspirar.

—Y eso era precisamente lo que querías evitar que esas personas hiciesen. Les mostrabas que sí había otras salidas y que también existían otras personas estaban pasando por lo mismo que ellos que no tiraban la toalla.

—Así es —me confirmó ella.

—Pero... ¿Cómo fuiste capaz de entrar en un cuerpo estando solo en la Cuarta Dimensión? ¿No se supone que ese control es característico únicamente de las almas que ya han alcanzado la Sexta?

—Ni yo misma lo sé aún. Solo recuerdo que la vida de la niña que cuidaba en ese momento corría peligro y sin pensármelo dos veces me lancé hacia el malnacido que quería pagar su ira con ella. Cuando quise darme cuenta estaba mirando a través de los ojos de aquel idiota descerebrado.

En ese instante fui yo el que no pudo evitar soltar una pequeña risa. Me resultaba algo chocante escuchar de su boca esos repentinos insultos pero me hacía gracia. Mi reacción consiguió que Noa alzara la mirada de nuevo hacia mí, con una nueva sonrisa también presente en su rostro bereber.

—¿Y esa risa? —Me preguntó frunciendo el ceño.

—Nada, nada... No sé si alguna vez te lo he llegado a decir, pero es curioso cómo suenas cuando insultas a alguien —le contesté sin dejar de sonreír.

Noa me respondió con una contagiosa carcajada tan peculiar que parecía ser imposible de olvidar si alguien no hubiera jugado a su antojo con mis recuerdos. En ese momento perdí la noción del tiempo y volví a dejarme llevar por aquella especie de sueño que parecía estar reviviendo. Entre una cosa y otra mi cabeza era un auténtico caos. Mi parte de guardián me alertaba constantemente de la búsqueda contrarreloj en la que me hallaba metido y de la que dependía tantas almas, pero mi lado más humano y carnal sólo deseaba que el mundo y sus amenazas desaparecieran al menos por un día para poder recuperar esa chispa de vida que había perdido con el paso de los años.

—Pues te resultará extraño ahora porque es la primera vez que me lo dices... Quizás porque cuando te conté esta historia tú ya me conocías como instructora y sabías de todo lo que era capaz de hacer si se cometía alguna injusticia —me recordó sin borrar del todo el rastro de aquella risa.

—Llevas razón, supongo que ahora que no me acuerdo de ni una sola de tus clases ni de otra cosa que tenga que ver contigo, volveremos a ser dos desconocidos que acaban de ponerse a hablar —le respondí sin poder evitar que mi voz reflejara la rabia que sus últimas palabras me habían hecho recordar. Aún me resultaba increíble saber que mis superiores se habían encargado de controlarme de aquella forma, hasta el punto de borrar algo que forma ya parte de mí. ¿Y todo para qué? ¿Para que fuese un buen guardián y no les diera el más mínimo problema?

—No creo que lleguemos al punto de ser dos desconocidos, Gabri. Al fin y al cabo, yo no he olvidado nada y no me importará hacerte recordar —Si solo con esa mirada de ébano ya conseguía removerme por dentro, no me quedaba la menor duda de que podría darle algo de color y forma a esa maraña gris que me habían dejado por memoria—. Además, estoy convencida de que sólo te han bloqueado parte de esos recuerdos y que existe alguna manera de poderlo revertir. Mira cómo has podido acordarte de algunas frases de nuestra despedida... En realidad todo lo que viviste en tu etapa de formación sigue dentro de ti.

—Quiero hablar con Ellos, Noa —le solté de repente sin mostrar ningún tipo de ilusión por lo que me acababa de decir. Podía llevar razón, sí, pero seguía rebelándome a pensar que aquella era la única forma de conseguir algo que era mío y que no habían tenido ningún derecho de arrebatarme. Necesitaba respuestas a mis innumerables preguntas y si querían seguir contando conmigo tendrían que aceptarlo.

Noa bajó de nuevo la vista al suelo con lo que parecía ser una media sonrisa dibujada en su cara:

—Sabes que ese no es el sentido de las comunicaciones con Ellos... Tienen que ser Ellos los que se quieran poner en contacto contigo... —me contestó arrastrando cada una de sus palabras, como si a ella también le molestara aquel hecho.

—Eso es absurdo. Tiene que haber alguna forma... No puede ser que sólo cuando a Ellos les de la gana puedas contar con su "valiosa" presencia —Una vez más la rabia volvía a hacerse con el control de mi voz. El Gabriel impasible, que sabía controlar todos sus sentimientos parecía que había pasado a mejor vida, me gustase o no.

—En realidad sí que existe una manera de que vuelvas a verles —me confesó Noa sin apartar su mirada del suelo, como si este la hubiera hipnotizado por completo.

—¿Cuál? —le pregunté de inmediato sin saber si alegrarme o preocuparme por aquella inesperada revelación. El tono con el que Noa había pronunciado su respuesta no me daba buena espina.

—Matando al nuevo cuerpo que te dieron cuando fuiste elegido como guardián —me soltó con completa naturalidad.

Por suerte aún seguía con la cabeza inclinada hacia bajo y no vio el gesto de sorpresa que se adueñó de todos mis músculos faciales, pero tampoco fue muy difícil de intuir cómo había reaccionado cuando el silencio fue la única respuesta que le pude dar.

—Sí, Gabri, has oído bien —me confirmó Noa sin volverse hacia mí en ningún momento—. No es lo normal, como ya te he dicho antes, pero existe esa opción.

—La verdad es que no sé de qué me sorprendo si ya me esperaba algo así...

—No es que te lo esperaras sino que tu subconsciente recordaba esa información que Ellos te dieron antes de que comenzaras tu trabajo de guardián —puntualizó ella levantando la mirada del suelo y dirigiéndola de nuevo hacia mí—. Pero no tienes que olvidar que esa decisión es la misma que toman los guardianes que quieran renunciar a su cargo.

—¿Y? ¿Qué quieres decirme con eso?

—Que no tienes la seguridad de que puedas volver al mundo físico de nuevo una vez decidas matarte para hablar con Ellos —me explicó clavando sus pupilas negras en las mías.

—En resumen, que por querer comunicarme con Ellos puedo matarme definitivamente si consideran que mi labor como guardián no está a la altura —le contesté dándole a entender que conmigo no hacía falta que diera rodeos.

—Ellos siempre buscan que haya los menos perjudicados posible, Gabri —les defendió Noa. A mí me seguía costando creer que ella formase parte de aquel grupo, más aún después de saber que habían acabado con nuestra relación, pero era evidente que, por algún motivo, los lazos que la unían a Ellos eran mucho más fuertes—. Es cierto que se os elige guardianes sin vuestro consentimiento, pero en todo momento está en vosotros tomar la decisión de renunciar a vuestro cargo. Por eso si acabáis con el cuerpo que se os proporciona se considera como una señal de renuncia y, aunque en realidad solo hayas seguido esa vía para contactar con Ellos, serás tratado como un exguardián a no ser que les demuestres que de verdad quieres seguir con tu cargo, que ya ha dejado de ser una obligación para ti.

—¿Desde cuándo he podido yo decidir con Ellos? —le repliqué con brusquedad—. Todo esto que me cuentas suena muy bonito, pero las almas que a mí me recibieron cuando fallecí no tenían las palabras "perjudicado" y "elección" en su vocabulario. Eran poco más que seres sin sentimientos así que, sinceramente, no creo que tengan la más mínima intención de preocuparse por lo que yo opine o lo que decida. Lo solucionarán todo con un nuevo bloqueo de recuerdos, ¿no te parece?

Mi respuesta no pareció agradarle a Noa por cómo me miró en ese momento, aunque no supe interpretar si era decepción lo que veía en ella o más bien tristeza.

—No digas eso, Frontera... —Sólo al pronunciar el apodo que Ellos me habían dado, sentí tambalear las emociones que su presencia había despertado en mí. Pocas cosas recordaba, pero cada vez me convencía más que nuestra relación no significaba ya nada para ninguno de los dos. Al fin y al cabo, me resultaba imposible creer que pudiera enamorarme de alguien que también formaba parte de ese grupo que todo lo controlaba—. Es cierto que nadie es perfecto, pero la labor que realizan esas almas que tú conociste es fundamental para salvaguardar el equilibrio de las Dimensiones. Eso que nunca se te olvide. "Ellos" no son sólo unos pocos jefecillos que se creen superiores al resto y que mandan órdenes a sus subordinados. "Ellos" somos muchas almas que nos hemos entregado a esta causa y que seguiremos trabajando para que todo el mundo pueda acceder a la Sexta Dimensión, al verdadero descanso.

Antes de que pudiera abrir la boca para contestarle el tono de llamada de mi dispositivo intervino en mi lugar. Noa apartó su mano de las mías para que pudiera buscar el móvil y sentí como si acabara de perder una parte de mí. Sin darle mayor importancia bajé la vista hacia la pantalla de mi dispositivo una vez lo pude sacar del bolsillo de mi pantalón.

"¿Y qué narices quiere este ahora?" me pregunté cuando leí el nombre de mi compañero Ernesto. Tardé varios tonos en contestar hasta que finalmente decidí descolgar la llamada.

—¡Frontera! —Me gritó una voz que obviamente no era la del otro vigilante del cementerio sino la de una mujer a la que en absoluto le podía poner cara—. Necesito tu ayuda urgentemente...

—Perdone pero creo que se ha confundido —la interrumpí poniendo a prueba a aquella desconocida, aunque ya por saber cuál era mi nombre del trabajo se había ganado parte de mi interés.

—Maldita sea, Frontera, Gabriel o como quieras que te llames, sáltate el numerito del sorprendido porque hemos compartido muchos años juntos, aunque yo haya sido sólo un alma más de las muchas que tenías a tu cargo —me soltó con un más que evidente tono de reproche.

—¿Quién eres? —Me limité a preguntar.

—Como si de verdad conocieses a cada uno de los que habitamos en las tumbas que vigilas cada noche... No me hagas reír, Frontera... —Era curioso cómo una voz tan cálida como aquella podía resultar tan irritante con menos de un minuto de conversación.

—Mira, no sé quién eres, ni cómo has conseguido llamar con el teléfono de uno de los guardas, pero no tengo tiempo ahora para lecciones de cómo convertirse en un buen vigilante de cementerio. O vas al grano o...

—Soy Julia Márquez Valderrama —me cortó la mujer—. O si lo prefieres, la de la tumba 459F.

La imagen de la tumba que había visitado la noche que me encontré por primera vez con Lázaro apareció en mi mente tan nítida como si la tuviera frente a mí en ese mismo instante:

"Julia Márquez Valderrama (1983-2024) Los tuyos no te olvidan".

Aquella lápida sellada con la firma de Lázaro, ese código que coincidía con uno de los que Javier Santillán me había proporcionado... El simple recuerdo de aquella fatídica noche en la que cuatro almas habían decidido abandonar la Cuarta Dimensión conseguía erizarme la piel.

Debía tratarse de una broma de mal gusto. No podía estar hablando con la verdadera Julia... Había cruzado la raya. ¿Para qué quería entonces que le ayudase si había cambiado de bando?

De forma instintiva, levanté la mirada hacia Noa pero no me encontré con su rostro canela sino con el de mi vecina Vera de nuevo, que me observaba con el ceño fruncido.

¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? ¿Es que acaso me querían volver loco?

—Frontera, sé hacia dónde se dirige Lázaro y, aunque no lo creas, él es la única opción que tenemos para detener todo esto —la voz de la tal Julia Márquez requirió de nuevo mi atención y lo cierto era que en ese momento lo había conseguido completamente.

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