Capítulo 26: Intercambiando impresiones

CAPÍTULO 26: INTERCAMBIANDO IMPRESIONES

El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente.

Gustave Flaubert


—Te doy cinco minutos —le advertí al tipo que había seguido antes de entrar en el coche y que no era ni más ni menos que el propio Lázaro—, aunque no sé muy bien para qué quieres que hablemos si todo lo que te tenía que decir ya lo tratamos la otra noche.

—Quizás prefiera mantener una charlita conmigo —intervino Óscar con brusquedad desde la parte trasera del vehículo—. Al fin y al cabo gracias a su colega y a él estoy asistiendo a mi propio velatorio y créeme que no es algo demasiado agradable.

Lázaro se acomodó con tranquilidad en el coche y emitió un breve suspiro apoyando la cabeza en el respaldo del asiento con una actitud relajada:

—Bueno, bueno, que no cunda el pánico. Para todo hay una explicación —nos dijo con parsimonia, como si saboreara la escena. En ese momento ya no parecía incomodarle la presencia de Óscar o al menos lo disimulaba bastante bien—. En primer lugar, quiero decirte que siento mucho lo de tu muerte, Óscar. Te puedo asegurar con toda la sinceridad del mundo que no fue nada intencionado. 

—Estupendo. Me dejas mucho más tranquilo sabiéndolo —le soltó el pelirrojo con ironía—. Ya pensaba que te habían absorbido el cerebro, pero ahora que dices que no fue a propósito ya podré descansar a gusto.

Nos quedamos en silencio solo durante unos segundos pues Óscar volvió a tomar la palabra:

—Pero ahora dejemos las bromas a un lado y vayamos al grano. ¿Por qué no empiezas contándonos qué narices hacías huyendo de la Brigada con el hombre que nos había dado un aviso de bomba?

Mi mirada se volvió casi de manera simultánea hacia el destinatario de aquella pregunta. El muchacho no se molestó ni siquiera en cambiar de posición, seguía con la vista fija en algún punto del techo del vehículo.

Por un instante me alegré incluso de haber aceptado mantener esa conversación. Ya empezaba a intuir por qué Madrid había sido la excepción al resto de capitales europeas así como quiénes podían estar detrás de aquellos atentados. Alguien había sido capaz de traicionarles y había provocado un cambio de estrategia por su parte impidiendo así que se produjese esa mañana el esperado ataque a la ciudad. De manera automática las palabras de Shen se me vinieron a la mente: "Nuestro querido Santillán ha decidido ayudarnos desde dentro". Solo era una mera teoría, pero conociendo la fría determinación del Veterano hubiera puesto en ese momento la mano en el fuego por él.

—Solo estaba cumpliendo con mi trabajo, lo mismo que tú hacías el tuyo —le dejó caer sin darle mayor importancia.

—Eres un maldito mentiroso —le incriminó Óscar con furia— y no voy a permitir que sigas jugando con Vera e Irene a tu antojo.

En lugar de que aquella amenaza le provocara algún tipo de preocupación, la reacción de Lázaro fue la opuesta, atreviéndose incluso a sonreír.

—¿Conoces esa expresión de "No muerdas la mano que te da de comer"? —le preguntó girando la cabeza hacia él—. Pues te diré que aún no lo tienes todo perdido y que soy precisamente yo el que puede conseguir que vuelvas a vivir de nuevo con Irene. Pero en cuanto a Vera, mejor será que la dejes al margen. Y eso también va por ti, Frontera.

Cada día me sorprendía más aquel Lázaro y también me sacaba más de mis casillas. ¿Pero cómo podía tener la desfachatez de presentarle su propuesta delante de mí, precisamente uno de los que trabajaban para evitar que las almas erraran en su elección? 

—¿Perdona? —Se notaba a legua que Óscar no daba crédito a lo que acaba de oír—. Espera, espera, ¿me estás diciendo que puedes hacer que vuelva a la vida?

Todos mis sentidos se pusieron inmediatamente en alerta. No me podía permitir una baja más y menos aún que fuera algo tan descarado como aquello.

—Conozco personalmente a quien es capaz de hacerlo —le respondió Lázaro con toda la naturalidad del mundo.

—Interesante estrategia para ganarte seguidores —intervine enfatizando mi más que evidente sarcasmo—. Pero Óscar, yo que tú miraría la letra pequeña del contrato. 

—Contrato que, dicho sea de paso, él nunca ha querido ni mirar —puntualizó mi oponente con esa voz melosa que cada vez empezaba a odiar más—. Los resultados son más que evidentes. Yo mismo soy prueba de ello.

—Está bien, creo que ya he recibido bastante información por hoy. Seguro que mañana me despertaré y me reiré de lo lindo de esta extraña pesadilla —concluyó el pelirrojo evitando darle mayor importancia, aunque se podía apreciar claramente un matiz de desconcierto en su voz.

—No eres el primero que se siente así, ni serás el último. —Lázaro dejó de mirarle y volvió a dirigir la vista hacia el frente con esos aires de superioridad que conseguían exasperarme— Lo creas o no, todo el mundo ha pasado por esa desconfianza que tienes ahora mismo. Pero desgraciadamente lo único a lo que puedes aspirar si permaneces aquí será a despertar dentro de ese recinto —continuó diciéndole mientras señalaba hacia el cementerio—. Aunque eso mejor que nadie te lo podría confirmar nuestro Frontera.

Nuestras miradas se cruzaron de nuevo durante escasos segundos. 

—Solo se trata de seguir la Ley Dimensional, nada más que eso —respondí yo—. Cuando tu cuerpo muere, tu alma regresa con él hasta la tumba. Allí debe aprender a desprenderse de él y de todos los lazos que le unen al mundo físico. Una vez lo ha conseguido, la entrada a la Sexta Dimensión le queda abierta.

—Lo que yo te decía, un largo camino lleno de renuncias y sacrificios que ha encadenado a muchos a un limbo inmaterial durante décadas. No es cosa de un día o dos el saber desprenderse de una vida para poder alcanzar otra que ni siquiera sabes si existe —recalcó mi oponente.

—¿Es que estamos ya todos locos? —Óscar no parecía del todo convencido de lo que estaba escuchando, ni por parte de Lázaro ni por la mía—. Primero uno diciendo que me puede devolver a la vida cuando en realidad él mismo estuvo implicado en mi muerte y ahora otro hablándome de leyes del más allá...¿Qué diantres es eso de las dimensiones?

—Son los distintos estados del alma —le contesté recordándome su reacción a la que yo mismo había tenido cuando me reclutaron como guardián—. Digamos que son las fases por las que va evolucionando. Durante la primera dimensión se produce la creación del alma al mismo tiempo que también se van formando el resto de órganos de nuestro cuerpo en el vientre materno. La segunda etapa normalmente transcurre desde que nacemos hasta que alcanzamos los dos años de vida. Es cuando se toma consciencia del mundo que nos rodea y el alma se nutre de toda esa información. La tercera dimensión es la que justo acabas de abandonar. La llevamos durante el resto de nuestra vida y se puede decir que comienza en el instante en el que empezamos a darnos cuenta de nuestra propia persona, de nuestras experiencias, de nuestras relaciones y de lo que sentimos. Es cuando el vínculo con el mundo físico se hace más fuerte pero también es cuando el alma se va alejando más de su esencia inicial. 

—Entonces, ¿en qué maldita dimensión estoy ahora mismo? —me interrumpió con impaciencia el pelirrojo. Tampoco me sorprendía que tuviera esa actitud. La impaciencia era un rasgo característico de los recién llegados. Aún no se daban cuenta de que tiempo precisamente era lo que más les sobraba.

—En la Cuarta —le respondí—. Cuando morimos, al perder el soporte del cuerpo se alcanza la siguiente fase de manera inmediata. Es el momento de ir soltando los amarres que te fijan al mundo físico para así poder llegar a la Sexta Dimensión en la que se consigue finalmente el descanso eterno. 

—¿Qué hay de la Quinta? Has pasado directamente de la Cuarta a la Sexta. —Siempre evitaba mencionar aquella dimensión, pero con determinadas almas, como la de Óscar, terminaba hablándoles de esa fase "prohibida". 

—Es la opción que te ofrezco yo —le contestó Lázaro antes de que yo pudiera intervenir.

—Tú me decías que podías devolverme a la vida y eso, si lo he entendido bien, sería retomar la Tercera Dimensión que tiene el alma dentro de las personas vivas. ¿No es así?

—Eso sería si pudieras volver a tu anterior cuerpo —le aclaré—. La Quinta D es cuando tu alma regresa al mundo real metida en otro vehículo distinto al original. Es la única etapa que no se tiene que pasar para alcanzar la siguiente dimensión. De hecho, nunca se os aconseja que vayáis por ella. Son muchos los que quedan atrapados en ese nuevo cuerpo y acaban muriendo con él. Y permíteme advertirte que si tu nuevo soporte fallece, tu alma es incapaz de abandonarle y acaba desapareciendo con él.

No me anduve con rodeos. Esa era la simple realidad y, aunque hubiera preferido hablar de aquello a solas con Óscar, las circunstancias eran esas y también debía jugar bien mis cartas.

—Solo por curiosidad...—empezó a decir Lázaro—. Ese tal Javier Santillán que se unió a nosotros la otra noche ¿cuántos años estuvo vagando en la Cuarta Dimensión? ¿Sesenta? ¿Setenta?

Ni siquiera me extrañé de que sacara ese tema. Al fin y al cabo sabía que podía utilizarlo como otro argumento más para convencerle.

—Estarás de broma... —Óscar se adelantó a mi respuesta—. ¿Sesenta años esperando sin más? 

—Ya te lo dije, Óscar. No es nada fácil. En cuanto entres en el cementerio lo podrás ver por ti mismo —le anticipó Lázaro.

—Podrá comprobar que no siempre la espera es tan larga —puntualicé.

—Bueno, pues ahora está en ti el arriesgarte o no. Como puedes ver, Frontera no puede intervenir en tu decisión así que eres libre de escoger tu futuro —Lázaro volvió a mirar al pelirrojo. Yo preferí seguir manteniendo la vista hacia el frente. En esos momentos deseaba con todas mis fuerzas que me hubieran dado más libertades para poder actuar de una forma más efectiva, como por ejemplo sacar la pistola y acabar con mi adversario allí mismo—. Puedes regresar a la vida, con tus seres queridos y darte una segunda oportunidad o permanecer a la espera de una promesa de descanso eterno.

El silencio se hizo de nuevo en el interior del vehículo. 

—Quizás algún día me arrepienta de esto pero a la vista de los hechos creo que me estaría traicionando a mí mismo si escojo la otra opción —habló finalmente Óscar.

Por la conversación que habíamos mantenido en la capilla y por su reticencia a alejarse de Irene supuse que había acabado de perder a otra alma de mi jurisdicción. 

—Está bien, Lázaro. Mis cinco minutos iniciales han sido más que superados y no voy a perder más el tiempo con esta conversación —le solté con brusquedad sin esperar ni siquiera a que el pelirrojo terminara de dar su respuesta—. Solo te advierto una cosa, si tu gente está detrás de los atentados que ha habido esta mañana en otros países europeos, ten por seguro que vuestra estancia en la Quinta Dimensión será más corta de lo normal y no será precisamente por haber alcanzado la Sexta.

—No sé de qué me estás hablando —me contestó Lázaro con un cierto tono de sorpresa en su voz que rápidamente asocié a otro aspecto más de su actuación teatral.

—Mejor así entonces —le dije aunque supiera que aquello solo era una mentira más de las suyas.

Abrí la puerta del coche pero antes de que pudiera salir la voz de Óscar me detuvo:

—¿No quieres saber cuál es mi elección?

—Ya sabes dónde encontrarme. No tiene pérdida —le contesté sin más.

Los dejé solos y me dirigí hacia mi lugar de trabajo con paso decidido. Al menos me había enterado de por qué aún Madrid no estaba en la lista de ciudades atacadas. Eso sin olvidar que Lázaro fuese la pareja de mi vecina, una casualidad nada desdeñable.

Cuando llegué al cementerio me di cuenta de que el coche de Ernesto ya no estaba. Supuse que el cansancio de una larga jornada laboral había sido más fuerte que sus ganas por hacer de guía de mi peculiar compañera. Eso o Shen le había parado los pies sin reparo alguno.

Cerré la cancela detrás de mí y me fui hacia el puesto de control para coger una botella de agua. Podría ser tan solo una sugestión personal, pero lo cierto es que aquella conversación me había dejado la boca seca. Abrí el pequeño armario metalizado en el que se almacenaban  y le di un par de tragos a una de ellas. Aún con la botella en la mano me dirigí hacia las pantallas de seguridad y las recorrí rápidamente con la mirada con la esperanza de que me dieran alguna idea de en qué zona del recinto se encontraba mi compañera.

—Todo está en orden, Frontera —habló de repente una voz a mis espaldas. 

Aquella mujer tenía la manía de pillarme siempre desprevenido.

—Veo que Ernesto ya se ha marchado. Supongo que te ha costado poco trabajo librarte de él —le respondí girándome hacia ella.

—Ha sido gracioso. Cuando llegamos a la red de tumbas y comencé a hablar con las almas perdí toda mi credibilidad. Deberías de  haber visto la cara que puso —rió Shen.

—Menudo personaje...

—¿Tu compañero o yo?

—Los dos —le contesté sin pensármelo.

—Ya claro —me dijo poniendo los ojos en blanco—. ¿Y tú qué? ¿Cómo te ha ido en el velatorio?

—Será mejor que nos sentemos —le sugerí mientras le pasaba una de las sillas del despacho.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top