Capítulo 13: ¿Realidad o ficción?
CAPÍTULO 13: ¿REALIDAD O FICCIÓN?
Es ignorancia no saber distinguir entre lo que necesita demostración y lo que no la necesita.
Aristóteles
Traté de mantener la compostura lo mejor que pude, volviendo a retomar mi papel de tipo frío y de pocos amigos que había permanecido demasiado olvidado desde el encuentro con mi nueva vecina. Quizás ese fue el fallo que desencadenó todo aquello. El abrirle la maldita puerta cuando tocó al timbre, el acudir a su grito, el ofrecerme a guardar sus pertenencias en mi casa…e incluso el escribirle una nota para tomar café juntos. Sin duda alguna había perdido el juicio y no me quedaba otra más que aguantarme con todo el lío desencadenado por mis propios actos. De nada me valía quejarme más, solo tenía una opción delante de mí: no cometer el mismo error.
Durante unos segundos fueron nuestras miradas las que combatieron en silencio. Sus ojos eran demasiado grandes como para tener ascendencia únicamente asiática. Además, aunque nos separaban un par de metros, podía jurar que no eran tan oscuros como su pelo. Sin embargo, su efecto al mirarlos era el mismo que si fueran dos pozos sin fondo; por mucho que los contemplase no podía encontrar las respuestas que su dueña se negaba a darme.
—No sé quién eres ni por qué tienes otra Reina en tu poder—comencé a decir sin mostrar emoción alguna en mi voz—, pero lo cierto es que poco me importa. Esta es mi jurisdicción y tu presencia aquí está demás, por si no lo has notado.
“Reina”. Así era como llamábamos a aquellas pistolas de acero divino que podían acabar con el alma de los difuntos. Solo nos eran concedidas a los vigilantes elegidos para volver al mundo de los vivos con nuestra nueva condición. Pero lo cierto era que no tenía certeza alguna que me impidiese creer que aquella joven no fuera más que una impostora, que de una forma u otra se hubiera hecho con una pistola como aquella. No era lo más normal, pero a esas alturas de vida y día temía descartar cualquier opción, por disparatada que pareciese.
Además, su apariencia y actitud no me ayudaban demasiado a verla como una de los nuestros. Parecía una sicaria sin escrúpulos con esa vestimenta de cuero negro ultra repegada, mirándome como si quisiera estrangularme con sus propias manos o como si de repente me fuera a empujar contra la pared para besarme frenéticamente. Ninguna de las dos alternativas eran muy tranquilizadoras, pero por suerte, ni una ni otra cosa fue lo que sucedió a continuación.
La muchacha bajó el arma y la volvió a esconder. Esta vez en un hueco entre el pantalón y su cintura.
—No perdamos más el tiempo, Frontera. Ambos sabemos que no podemos matar a nuestros iguales—. Me recordó mientras se arreglaba el resto de capas de ropa y se sentaba con toda la confianza del mundo en la silla del puesto de control sin apartar la mirada de las pantallas de las distintas cámaras de seguridad.
Aquello era completamente cierto y por esa misma razón me extrañó que alguien ajeno a los de mi condición pudiera saber ese detalle. Aún así, preferí no confiarme demasiado.
—Parece que ese Lázaro le está cogiendo el gusto a pasearse por eso a lo que tú llamas "tu jurisdicción” —me soltó con una media sonrisa.
—No creo que se atreva a poner de nuevo un pie aquí —le respondí aun sabiendo que aquel tipo era imposible de predecir.
La chica soltó una risita al tiempo que activaba el teclado de la mesa donde se encontraba.
—Lázaro hará lo que le salga de la real gana, compañero. O mejor dicho, lo que le ordenen que haga —matizó ella mientras sus dedos recorrían con agilidad las teclas del dispositivo.
En las pantallas, antes ocupadas por imágenes de las distintas secciones del cementerio, empezaron a aparecer una infinidad de símbolos y líneas de código.
Intenté hablar pero, al verla tan concentrada en lo que hacía, decidí esperar a que finalizara, aunque no tenía la menor idea de lo que estaba tramando.
Solo tuve que esperar un minuto escaso. De repente, aquellas pantallas se convirtieron en un inmenso mapamundi. Predominaban las tonalidades azules, aunque había determinadas regiones del planeta de color blanquecino.
La chica dejó de teclear y volvió a mirarme fijamente.
¿Debía entender qué significaba todo aquello? Ella parecía esperar una respuesta por mi parte.
—Frontera, este es el mundo en el que hoy en día vivimos —si aquello era una pista para ayudarme, se había quedado a gusto. No había que ser muy listos para saber que aquel mapa correspondía a nuestro planeta.
—¿En serio? Cualquiera lo diría… —le respondí con sarcasmo.
—No es asunto sobre el que se pueda bromear, Frontera —me cortó con brusquedad.
—Pues si tanto te molesta mi actitud, suelta ya lo que has venido a decirme y déjate ya de hacerme perder el tiempo ¿quieres? —le contesté con un tono bastante intimidatorio.
—¿Y si te dijera que este mapa refleja el número de almas que han vuelto de nuevo a la vida? ¿Y si te dijera que los colores azules que prácticamente invaden la imagen corresponden a esas almas? ¿Conseguiría así que prestases algo de atención?
***
El fuego había llegado prácticamente a todos los rincones del edificio. El ruido de las sirenas rompían el silencio de la noche, aunque ella apenas podía escucharlas. Sabía que estaban ahí fuera y eso le transmitía algo de tranquilidad. “Podrán rescatarme a mí también” pensó. El humo espeso y negro engullía la luz que emitía su dispositivo y amenazaba con asfixiarla de un momento a otro.
—Agente, informe de posibles supervivientes —una voz procedente de sus auriculares le recordó que hacía varios minutos en los que no había emitido ninguna valoración del terreno.
—El humo no facilita la tarea de rescate, señor —le respondió.
—¿Tiene el dispositivo en el modo adecuado, agente?
—Por supuesto, señor —le contestó intentando contener su enfado por tal muestra de desconfianza hacia su trabajo.
—Está bien, si encuentra… —La voz se fue entrecortando y la comunicación se cortó de golpe.
—¿Señor? ¿Me escucha? —empezó a preguntar la joven intentando ajustarse los auriculares de otra forma por si era algún problema del dispositivo y no de cobertura. Pero la respuesta fue negativa.
No tuvo tiempo para maldecir su suerte. Escuchó un fuerte crujido del techo y pequeños fragmentos cayeron sobre ella, sin causarle demasiados daños. Trató de correr para alejarse de aquella zona lo antes posible. No terminaba de salir de aquella estancia cuando todo el techo de la anterior habitación se vino abajo con un gran estruendo.
“¡Oh, Dios mío!” pensó la muchacha al ver lo ocurrido. Si hubiera permanecido allí un segundo más, no hubiera vivido para contarlo.
Un quejido la sacó de su estado de shock. Parecía que por fin había encontrado a algún superviviente.
—¡Unidad de Rescates!, ¡¿hay alguien aquí?! —gritó con todas sus fuerzas para que su voz se pudiera imponer sobre el crujido de la estructura del edificio.
Le pareció oír algo como “Aquí, por favor”, pero tampoco podía asegurarlo con firmeza. De todas formas trató de esquivar lo mejor que pudo las llamas que consumían los muebles de la habitación para acercarse al sitio del que parecían provenir las palabras de auxilio.
El calor era realmente asfixiante y el humo le irritaba tanto los ojos que no sabía si veía borroso por él mismo o por las lágrimas que le estaba provocando.
Trató de gritar para hacer notar su presencia allí, pero sentía que el oxígeno de sus pulmones era cada vez menor y lo único que consiguió fue un ataque de tos.
¿Cómo había permitido estar haciendo una misión para la que ella no había sido formada? Aquello iba a ser su fin.
Sin embargo, al ver una figura tendida en el suelo, dejó de pensar en ella misma y se dirigió rápidamente a socorrerla.
Sintió cómo el corazón se le detenía al ver que aquella persona no era otra que su nuevo vecino. Sus ojos verdes avellana aún seguían entreabiertos pero parecían apagarse poco a poco.
Vera trató de probar de nuevo suerte con las comunicaciones con el centro de mando, pero la emisión seguía sin haberse recuperado. No le quedaba otra que cargar con él y buscar una salida lo más pronto posible.
—Venga Gabriel, vamos a salir de aquí, pero necesito que me eches una mano, ¿vale? —le dijo pasando uno de sus brazos por su cuello para tratar de levantarlo.
La joven pudo ver con horror cómo su cabeza caía inconsciente hacia atrás. Aquello iba a ser más complicado de lo que pensaba. Intentó cargarlo a su espalda para poder así transportarlo mejor. Le costó bastante trabajo, pero cuando finalmente lo consiguió un gigantesco estruendo y un temblor bajo sus pies le indicó que ya era demasiado tarde…
***
Vera se despertó bruscamente, bañada en sudor y aún con la respiración agitada. Miró el reloj y vio que solo eran las cuatro de la mañana. La casa estaba en completo silencio y el ruido del exterior también era prácticamente nulo.
Se levantó y fue a la cocina para ponerse un vaso de agua para tratar de calmarse un poco. Se lo bebió todo de un tirón y emitió un largo suspiro, con la esperanza de recuperar así un ritmo cardiaco más tranquilo.
“Solo ha sido una pesadilla, Vera. No tiene por qué pasar algo así. Ya oíste a Charlie. No va a permitir que se te asignen operaciones de mucha importancia. Además, hoy en día los equipos de prevención de incendios acaban con cualquier atisbo de fuego en apenas unos segundos. ¿Desde cuándo no se produce un desastre de gran envergadura?”.
Con esas palabras aún en su mente, la joven se dirigió de nuevo a la cama para tratar de descansar algo más antes de que comenzara a amanecer. Aunque para su desgracia, cada vez que cerraba los ojos unas inmensas llamaradas aparecían de nuevo.
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