CAPITULO 11: ESPANTOSO
NARRA HORTENSIA
Me quedé sentada, fuera de la habitación de mi niña: Aluvi.
No podía creer que por una simple limpieza en su habitación, su diario de la infancia ahora estaba en mis manos.
Tenía demasiado polvo, sí, y estaba con diversas hojas desprendidas y mayormente sin letra legible. Pero aquello me simbolizó el mejor de los recuerdos. Mis emociones se entrelazaron unas con otras; y mis ojos no iban a ir en contra. Sentí la humedad en mis pupilas, pero contuve las lágrimas mientras sonreía, pues ese pequeño fragmento, ese breve instante lo fue todo para mí.
Dentro de ese diario habían tantos dibujos de Aluvi, que en su inexperto intento de trazar e ilustrar los momentos más importantes y memorables entre familia, todo parecía una ola de recuerdos que me invadían.
En una página llegué a encontrar el dibujo que Aluvi hizo en el día de mi boda con Yaser. «Y pensar que en ese tiempo jamás se habría comportado como ahora».
Mis piernas temblaron y me llevé la mano a la boca en cuanto mi corazón se estrelló contra la infinidad de lamentos que mi conciencia gritaba.
«¿Por qué te casaste?, ¿no había un mejor hombre?, ¿éste es el ejemplo que quieres darle a tu hija?».
No sé si estaba siendo dura conmigo misma, pero lo que sí sé es que aquél diario era toda una reliquia para mi memoria y para mí.
Tomé un profundo respiro y proseguí con unas cuantas lecturas sobre los escritos de mi niña. Oh, Aluvi podrá haber sido una pequeña en ese tiempo, pero bien que se esmeraba por dejar todos sus sentimientos en los papeles.
Ese arte era lo que me hacía admirarla, hasta que paró y prefirió abandonarlo. Nunca supe por qué, ya que ni a sus mejores amigos se lo contó; o eso tengo entendido.
«¡Claro!, aquí debe haber una explicación para eso».
Tomé el diario con firmeza; abriéndolo de par en par, y me mantuve con un espíritu capaz de indagar hasta el más mínimo detalle. Oh, cuando las mujeres nos proponemos encontrar algo, a veces es tan sencillo que acabamos entre risas al saber lo nula mente complicado que llega a ser.
Mi sexto sentido me gritaba muchas cosas; quizás por ser su madre la conocía lo suficiente o quizás era simplemente una esperanza que me nacía en el pecho.
Mis manos se deslizaban con suavidad entre las hojas, y mis ojos estaban profundamente clavados en esas ilegibles letras; hasta que dejaron de serlo.
Llegué a la parte en la que Aluvi ya había crecido lo suficiente como para mejorar su ortografía y caligrafía. Lo que antes fueron mamarrachos y líneas sin sentido, ahora eran claros y profundos párrafos repletos de información.
Algunos eran sobre lo poco que le gustaba tocar el tema del jardín. «Ah, recuerdo que hasta yo me saturaba en un principio con ese temita, pero con el tiempo tuve que tomarle costumbre. Jah, lo que una hace por amor».
Y entonces, para mi sorpresa: mis ojos volvieron a percibir unos trazos sin sentido.
«¿Qué?, ¿qué es ésto?, no tiene forma»
Entrecerré los párpados para asegurarme de no estarme perdiendo de algún detalle. Incluso saqué mis lentes del bolsillo en mi blusa, pero aun así, esos trazos seguían sin tener sentido alguno para mí.
Volví a encontrarme con más dibujos, y pensé: «Oh, debe ser que las hojas acabaron mezcladas unas con otras»
Levanté el diario con ambas manos y lo sacudí para quitar todas las hojas desprendidas: todas proseguían siendo dibujos mal hechos... excepto unas cuantas que hasta llevaban impregnadas unas grapas de gran tamaño; hasta diría que parecían hechas a mano con algún material desgastado.
«¿Hasta en esto tiene talento mi niña?»
Fue en ese momento, que solté de golpe aquél grupo de hojas, pues al voltearlas para ver la primera página, encontré algo mousntruoso.
Ahora, eran mis manos las que temblaban, y mi corazón tuvo un corto pero fuerte sobresalto.
Mis labios se separaron y mis cejas se alzaron.
—¿Qué ha sido eso? —musité entre titubeos.
Mi miedo a retomar esas hojas fue inmenso e inimaginable. Juro por mi vida que jamás había visto algo tan espantoso, escalofriante, horrendo.
La respiración me fallaba, al igual que mi cuerpo, debido a mi estado de shock. Pará alguien de mi edad, supongo que no es sencillo afrontar cosas de éste estilo con tanta facilidad.
—Tranquila, no pasa nada. No lo vas a volver a tocar. —mentí convencida de poder olvidarme de lo sucedido.
Me levanté con dificultad y fui directamente hacia la ventana del pasillo. El aire que sopló en mi rostro, fue lo que logró calmarme; hasta que di la vuelta.
Inesperadamente, aquella ráfaga de viento me estampó varias de las hojas que estaban en el suelo. Hice lo que pude para safarme de la mayoría, pero entonces, esas hojas con grapas volvieron a mis ojos.
Grité.
—¿Mamá?
Mis ojos se cruzaron con los de mi niña, quien salió enseguida de su habitación; en pijama y con el pelo desordenado.
—¿Y ahora por qué el ruido? —Aluvi se llevó la muñeca al párpado, pues parecía tener sueño aun.
—Regresa a tu habitación —ordené—, tu padre no debe verte fuera. Te llevará al manicomio a la fuerza si te ve.
—Bueno, bueno, tranquila, por lo menos déjame ayudarte con el chiquero. —Aluvi me extendió su mano en señal de que le entregara las hojas con grapas; que estaban en mi poder.
—He dicho que entres a tu habitación, o no me haré responsable por lo que tu padre haga.
—¿Disculpa? —Aluvi se quedó unos instantes mirándome fijamente a los ojos; parecía estarse preguntando muchas cosas en la cabeza—, pensé que no querías enemistades como mi padre.
—Baja la voz, te va a oír.
—Creí que estabas de mi lado.
—Yo creí que me eras sincera. —respondí entredientes.
—¡¿Qué?!
—¡A tu habitación!
—Ah, ya veo. Es el diario lo que te pone así.
—¡¿Me harás reaccionar a la mala?!
—Quiero verte intentarlo. —Aluvi tomó las hojas con grapas. Pero evidentemente no se la dejé tan fácil, pues no pensaba soltarlas por nada del mundo.
Usamos la fuerza por unos cuantos minutos, hasta que ella misma tropezó entre las hojas de su diario en el suelo.
—Bien, castigada —afirmé—, levantarás esas hojas ya mismo y más te vale que lo hagas rápido. Si tu padre te lleva a donde sea que te lleve, ni pienses que le detendré o que iré a por ti. ¡¿Entendido?!
—¡Hija de...
Oí perfectamente aquél murmullo que salió de los labios de Aluvi, quien todavía proseguía en el suelo. La dejé así porque mi corazón de madre se reprendía a sí misma por la dureza de mis palabras. En mi interior quería correr a abrazarla y pedirle que me perdonara, pero de no ser estricta, todo habría acabado peor. Además, así tenía oportunidad de ir a la sala para terminar de examinar esas... espantosas hojas con grapas.
Dejé ese esperpento en el sofá y me centré en preparar el desayuno; únicamente para mi esposo y para mí.
«Aluvi no podrá desayunar frente a su padre, tendré que llevarle todo al cuarto»
—¡Cariño!
Volteé la cabeza y volví a exhaltarme levemente.
—¿Es que acaso hoy es el día de las sorpresas? —pregunté sarcásticamente al ver a Yaser con algo de repudio.
—¿Hoy es tu cumpleaños?
«¡¿Me estás jodiendo?!»
—¿Y ahora qué dije?, ¿a qué viene esa cara? Deja los corajes.
—¿Enserio ya ni de mi cumpleaños te acuerdas?
—Ay, no me hagas drama, por Dios. A ver, ¿me preparas el desayuno tú o lo hago yo?
—¡Ni me hables!
—Al fin, sin gritos es ésta casa.
Yaser se dirigió a la cocina, pero yo me dirigí al comedor: justo donde estaba la enorme mesa de vidrio. «No te rompo la cara con ésto por respeto a la mesa»
—¿Qué clase de amor apache es éste? —interrogué para mí misma mientras tomaba una sucia taza que se encontraba en la mesa.
Caminé hasta el lavadero, donde me aseguré de dejar aquella taza como la más reluciente de todas. Después, regresé a la mesa a servirme agua hervida de la jarra. Finalmente, mezclé el café y el azúcar hasta que se hicieran uno sólo. «Es una pena que seas un café demasiado amargo, Yaser. Habríamos seguido siendo la pareja feliz de siempre».
Bebí un sorbo de café que me hizo recuperar las energías y espabilar enseguida; ese sabor era milagroso.
Me llevé la taza hasta el sofá, donde tomé asiento y clavé una vez más la mirada en esas hojas con grapas.
—¡Vaya!, ahora las mujeres leen el periódico.
Ante esa burlona frase de Yaser, sólo me giré para quedar de espaldas ante él, y así quedar completamente recostada en el sofá.
—Espera, ¡¿qué es eso?!
Mis labios se sellaron por completo, excepto para tomar un nuevo sorbo de mi café, aunque no fue fácil, ya que las manos me temblaban de sólo tener esas hojas frente a mí.
—¡¿Enserio no vas a hablarme?!
Rodé los ojos y conté hasta diez mentalmente. Mis intenciones eran sólo encontrar paz, porque de encontrar fuerzas... le partía el rostro.
—¡Dime qué es eso o te lo quito!
—¡¿Puedes callarte, Yaser?! Ni los loros son tan molestosos.
—¡Explícame qué es esa atrocidad!
—¡Ni yo misma lo entiendo!, ¡¿ok?!
—Trae aquí. —Yaser, efectivamente logró quitarme esas hojas de las manos.
—¡¿Pero qué te estás creyendo?! —bramé y recuperé lo perdido.
—¿De dónde lo sacaste?, ¡eso no puede estar aquí en mi casa!, ¡quémalo!
—No hasta que lo haya revisado y comprendido.
—Estás enferma.
—Ay, mira, habló el sano.
—¡No me vengas con tonterías y quema esa cosa!
—Te voy a quemar a ti si no te callas.
—¡Ay, Dios, dame paciencia u otra mujer, porque con ésta no puedo!
El estruendo de mi palma en la mejilla de Yaser, retumbó en toda la sala; y aquella marca roja que se formó en segundos, me dejó cierta satisfacción.
—¡En cuanto los psiquistras vengan por Aluvi, haré que te lleven a ti también!
—¡Pues nos llevarán a todos!, pero yo estaré feliz de no volver a verte.
—¡Jah!, ¿ahora resulta que no quieres ni verme?, ¿estás segura de eso?
—¡No me toques! —exclamé y frené las manos de mi esposo, a quien de la nada le nacieron lascivas intenciones.
Yaser soltó una queja entre dientes que no entendí y añadió:—Y luego por qué las cambian.
—Pues a ver quién de allá afuera sí me da lo que merezco. —contraataqué y lo barrí con la mirada para no volver a dirigirme a él.
No obstante, percibí su mirada detrás de mí mientras yo volvía a mi posición inicial; recostada en el sofá.
Yaser obviamente no estaba enfocado en mí, sino en aquellas hojas.
Ambos queríamos saber tanto; y por ello empecé mi profunda investigación.
Mis cuerpo percibió una suave brisa que venía del exterior, que incluso se sentía fría y así me aliviaba.
Mis ojos percibieron los diversos trazos en las hojas, que a simple vista hacían notar que se trataba del dibujo de una enorme ventana.
Ésta ventana estaba completamente cerrada, pero tras ella había una escalofriante y deforme silueta. Era de un hombre, sin duda, pero no parecía conservar una figura humana en sí. Sus ojos eran del tamaño de sus cuencas y estaban hechos con un rojo sangre.
Su rostro era alargado y sin cabello alguno. Sus brazos eran igual de delgados que los alambres, pero más deformes que ellos, y sus dedos parecían garras. En lugar de tener dientes, parecía tener colmillos afilados y su barbilla tenía ciertos pelos.
Éste hombre se veía sólo a medio cuerpo, ya que estaba prácticamente abalanzado sobre ésta ventana; acechando una presa.
«¿A quién mira?, ¿quién es?, ¿es algún actor?, ¿será de alguna película?»
—Yaser. —dije sin girar la cabeza.
—¿Sí?
—¿Recuerdas haber visto ésto en alguna película con Aluvi?
—Por favor, mujer. Aluvi moriría de sólo ver algo tan... tan...
—Necesito que recuerdes bien. —interrumpí.
—No, no, no recuerdo nada en absoluto. En mi vida había visto a ese tipo; ¿o sí?
—¿A qué te refieres con eso?
—Es que siento que sí lo he visto en televisión, pero no en películas.
—¿Alguna serie?
—¡Déjame recordar!
Ignoré esa última frase de Yaser y seguí indagando.
Pasé a la segunda hoja; con cuidado de no romperlas por las grapas. Encontré la misma escena, pero ahora con una blanca cama, que llevaba encima a mi pequeña.
«¡¿Aluvi?!, ¡¿está viendo a Aluvi?!, ¡¿por qué?!»
—Yaser, ¿dónde viste exactamente a éste tipo?
Mi esposo abrió los ojos al igual que yo, por la sorpresa de ver que Aluvi estaba incluida en las ilustraciones.
—¡Déjame recordar!, te juro que lo tengo en la punta de la lengua.
Continúe pensativa mientras observaba la figura de Aluvi. En el dibujo se mostraba dormida, pero justamente debajo de ella está la frase: "No sé por qué desperté".
Pasé a la tercera hoja, donde ahora Aluvi estaba de espaldas ante la ventana y la silueta detrás de ella; por alguna razón, tenía las garras muy cerca de su espalda.
«¿Alguien entró a su habitación por la ventana?»
Pasé a la cuarta hoja, donde vi el jardín de la casa, y allí mismo se veía al hombre con la ropa desgarrada, el rostro aun más deformado y hasta ensangrentado. Tenía un tamaño demasiado alto como para verse realista.
—¡Nuestro jardín, sabía que le gustaba!, Aluvi se merece un premio por haberlo dibujado tan bonito.
—¡¿Es que no te das cuenta?!, ¡hay un hombre ensangrentado aquí!
—Cierto, cierto, ¡¿quién será ese descarado?!
—¿Pero no que lo conoces?
—¡Que estoy tratando de recordar!, sí lo conozco, pero no recuerdo de dónde ni nada. Esa faceta me es más que familiar.
—Ush, hombres.
Rodé los ojos una vez más y pasé a la quinta página. Ahora, Aluvi estaba en medio del suelo; entre la tierra y las flores.
—¿Crees que si borramos la parte fea y vendemos los dibujos, ganemos bastante dinero?
—¡Yaser, que no actúes como niño!
—Por favor, los niños no piensan en un negocio tan visionario como el mío. Con esos dibujos hasta podríamos hacer que nuestros vecinos nos envidien más. ¿Sabes qué?, ya no los quemes, guardarlos bien.
Ignoré por completo esas palabras, ya que mi atención fue captada por la figura de mi hija en el dibujo, aquello se veía bastante detallado. El pijama de Aluvi estaba arrugado, y lo estuvo más en cuanto el hombre del jardín la tomó por la fuerza. Según los dibujos: la fue acercando a sus colmillos con la intención de devorarla.
Entonces, en la última página, encontré un fragmento que decía:
"Ésta pesadilla la tengo desde los cinco años; desde entonces se repite una y otra vez, pero a pesar de ello, mi miedo sigue intacto. Sigo teniendo el mismo temor cuando lo veo. Cuando está tan cerca de mí, quiero gritar, pero no puedo.
Jamás conocí a ese hombre, es el más grande de los desconocidos para mí. Sin embargo, después de tanto tiempo, lo he vuelto a soñar.
Ya no soporto más el terminar despertando entre lágrimas, al saber que nadie puede salvarme de estar tan cerca de algo tan horrible.
Su voz ronca me atormenta, no me deja dormir, mis sueños ya no son los de antes.
He dejado de ver la ventana de la misma manera, ahora cada vez que la veo, sólo me imagino sus manos sobre el vidrio. Lo imagino golpeando con todas sus fuerzas, lo imagino pegando hasta los ojos a mi ventana. También imagino que a veces golpea la cabeza contra el vidrio. No cabe duda que esos ruidos son los que me despiertan. Ahora que estoy con los ojos abiertos lo entiendo, son esos horrorosos ruidos de sus garras contra el vidrio, los que me despiertan una y otra vez para volverlo a ver.
Siempre es lo mismo, él me saca al jardín por la fuerza y se acerca a mí mientras cojea. Quiero moverme, pero no puedo; mi cuerpo pesa... y por eso le es tan fácil alcanzarme.
Le tengo miedo.
Porque durante todas las noches, tengo la seguridad de que... NO PUEDO DORMIR. "
—Oye, tu café se enfría, mujer.
Para variar, vuelvo a exaltarme de golpe. Mi corazón ya no puede más con tantos espantos.
—Yaser, dime ya mismo quién es éste.
Mi esposo se tomó su tiempo para beberse parte de mi café, y ofendida grité:—¡Ladrón!
—¡Oh, sí! —Yaser chasqueó los dedos—, ¡es el ladrón!
—¿Qué?
—El hombre de las noticias. El hombre del dibujo es el mismo que salió en las noticias; ese al que acusan de ser asesino, caníbal, acosador, ladrón, invasor, demente y hasta frenético.
—No es cierto.
—Cierra la boca, te entrarán moscas.
—Yaser, escúchame. Nuestra niña ha soñado con ésto.
—Sí me imaginé que fuese de Aluvi por el estilo de dibujo, pero... ¿éstas segura de que lo soñó?
—Aquí lo dice, es la pesadilla que la ha estado persiguiendo todo éste tiempo.
—Mujer, ¿qué te pusiste en el café?
—¡Que me escuches!, ¡Yaser, nuestra niña soñó con ese hombre de las noticias!
—¿Estás suponiendo que lo conoce y que la debemos entregar a las autoridades?, bueno al menos de eso serviría esa loca. De paso hasta las autoridades nos pagarían.
—¡Deja de hacerte el tonto, por favor!, ¡aquí dice que Aluvi no conoce para nada al hombre!
—¿Entonces es vidente?
Me llevé la mano a la frente en señal de decepción.
—Yaser, hay que llevarla al psicólogo y con los psiquiatras también. Ésto debe tener alguna explicación.
—Pues, que está traumada.
—Entonces habrá que darle los medicamentos que necesite.
—¿Invertir mi dinero en esa escoria?, ¡ya dije que ni la escuela le pagaré!
—¡Se la pagas o te destruyo ahora mismo el jardín!
—Ay, que agresiva.
—Bien, dónde están Keyla y Thassel.
—No, no, no, no, espera. —Yaser me tomó del brazo para frenarme y me abrazó—, espera, espera. Respira, no hace falta llegar a ésto, ¿sí?
—He tomado mi decisión, Yaser.
—No, a ver, estás molesta, lo sé. Pero eso no sirve de nada, ¿sí, preciosa?
—Ahora soy preciosa.
—Ay, cariño, tú siempre estás más preciosa que nunca. Mi bella Hortensia.
—¿Mi fecha de cumpleaños?
—¿Me estás hablando enserio?
—¡Keyla!
—No, no, no, ya, espera.
—¿Y bien?
—Eh...
—¿Yaser?
—Sí, sí, sí me acuerdo, espera un poco.
—No, Yaser...
—Que sí me acuerdo, espera.
—No, Yaser, es que...
—¡Que sí me acuerdo, carajo!
—¡Que mires detrás tuyo!
En cuanto Yaser se dio la vuelta, se percató de que en realidad no había nada, y yo tuve la oportunidad de decir:—Eso es todo lo que siento por ti en éste momento.
Acto seguido, derramé las últimas gotas de café hirviendo que quedaban en mi taza; todas y cada una cayeron sobre Yaser, quien gritó en cuanto me alejé:—¡Pero ni que tú te acordaras de mi cumpleaños!
—¡Cada maldito trece de Enero, animal!
Mis lágrimas querían brotar en cuanto crucé la esquina que me llevaría a las escaleras, las cuales subiría para encontrar a mi niña en su habitación.
NARRA ALUVI
Mi madre tocó mi puerta. Me pidió perdón desde la puerta. La escuché tan arrepentida, que no pude soportarlo y le abrí sin más. En cuanto entró, la abracé y pensé que en verdad se había dado cuenta de sus errores.
Me aseguró que papá volvería a pagarme la escuela, y que a cambio debería hacer una cosa.
Sentí que el alma me regresaba al cuerpo, pues así como si nada, ya tenía de nuevo todo lo que en su momento me fue arrebatado.
Me pareció raro, pero el momento fue tan emotivo que no quise arruinarlo.
Dejé pasar las horas mientras estudiaba y ordenaba mis cosas para volver mañana mismo a clases. Por Dios que me sentía tan contenta y le agradecí a la vida por ésta sensación tan preciada que en verdad anhelaba con todo mi corazón.
Mi felicidad era más potente y mis ganas de volver a esforzarme en todo habían vuelto. Me sentí segura de poder con todo; fue uno de esos momentos en los que puedes estar pasando por mil problemas, pero ya no te importan en absoluto, porque la felicidad es tanta... que te olvidas de lo que duele.
Mi madre fue quien le dio la alegre noticia a Ehnalo. Fue así como volví a ver a mi gran amigo del alma en mi casa.
La rutina se repitió: pasamos absolutamente toda la tarde estudiando; y más porque al parecer tendría muchísimos exámenes por rendir. Estaba convencida de querer regresar con más fuerza que antes y demostrarle al mundo mis capacidades.
Me sentía como una diosa, capaz de lograr lo imposible; quizás bastante inmaduro para mis dieciocho años, pero... ¿qué puedo decir?, estaba con la euforia a tope.
Y, sin darme cuenta, llegó una vez más la madrugada. La misma en la que yo trataba de conciliar el sueño y no podía.
—Ese muchacho sí que te quiere.
«¡¿Qué?!»
Me incorporé en la cama y para cuando mis oídos reconocieron esa voz, dije:—Ugh, sólo eres tú, demente.
—¿Puedes dejar de llamarme así?, empieza a ser molesto.
—¡Hey, no te he conocido aún!
—Bah, ¿enserio me harás preguntas ahora?
—No creo que tengas algo mejor que hacer allí sólo en el jardín. Debe ser aburrido estar encerrado.
—Más aburrido es una niña preguntona.
—Pues te aguantas, porque no consigo ni pegar los ojos.
—Bah, como quieras. Aquí vamos.
NOTA DE LA AUTORA: Hoy sí los dejé sin banner, mis más sinceras disculpas 😭
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