Capítulo único
No pretendas no conocerme
¿Por qué me inicié en esto? Buena pregunta, literalmente me quedé sola en este mundo en el peor momento. Mis padres, un accidente. Mis tíos y familiares cercanos estaban y siguen lejos. Nadie quiso apoyar, ni compadecerse de una chica de 22 años. No tengo hermanos mayores ni menores. Abuelos, nunca los conocí, muertos todos. Llevaba una carrera que me apasiona, informática, pero me resultaba algo complicada y por ello me retrasé en algunos ciclos y prácticamente estaba a tres cuartos de la misma sin contar la titulación.
Heredé la casa de mis padres, un departamento pequeño en un distrito no muy comercial, caso contrario lo vendería. No hubo una herencia monetaria considerable, salvo unos pequeños ahorros que servirían para completar un ciclo y cuanto mucho dos años de servicios si aprendía a racionar la comida. Era hora de trabajar.
Al tener nula experiencia los trabajos que conseguí eran cuanto menos cansinos. Empleos con turnos rotativos que muchas veces no tenían en cuenta mi horario de estudios. Laburos con horarios tan ridículos, imposibles de completar y tener que llevar a la par la universidad pese a que en sus publicidades para captar empleados resaltaban la flexibilidad como uno de sus valores.
¿Cuánto habré durado en ese vaivén? ¿Medio año? ¿Poco más? Trabajaba solo para pagar servicios y apenas quedaba para la universidad. Mi alimentación decayó. Solo comía chatarra y había días en los que estoy segura olvidaba tomar agua.
Esa noche, en el día en el que mi última renuncia se dio, volví a casa derrotada, quería morirme, estaba completamente sola, destruida. En casa solo había silencio. Un departamento pequeño de dos habitaciones se sentía como la mansión abandonada de un vampiro. Quedé seca, profundamente dormida, como hundida bajo el mar sin fuerzas ni ganas de querer nadar hacia la superficie. Me dejé llevar. Quizás mi subconsciente tuvo piedad de mí y decidió darme el mejor de los sueños.
Me llevó de vuelta a él, a mi último novio, un joven apuesto y aparentemente amable. Me llevó al mejor día que tuve con él. Toda una cita perfecta. ¿Qué no comimos ese día? ¿Qué lugares hermosos no me mostró? ¿Cuántas estrellas contamos caída la noche? ¿Por cuánto tiempo nos dejamos hipnotizar por la luna? Esos detalles que no recuerdo ya, pero que me hicieron inmensamente feliz. Fue entonces también donde me entregué a él en cuerpo y alma. Debo agregar que todo lo contado lo vivimos en un viaje con amigos, pero nos dieron la libertad de hacer lo que quisiéramos por nuestra cuenta. ¡Qué hermoso era ese cuarto de hotel, lleno de colores y temas propios de ese pueblo pequeño que visitamos! ¿Cómo negarse a dar todo de ti cuando estás tan enamorada y viviendo un sueño en la realidad? Lo quería tanto. Teníamos años juntos, estuvimos desde el colegio. ¿Por qué negarme después de tanto? Recuerdo que me repetí. Fui feliz. Y cuando dejó de ser incómodo, lo empecé a disfrutar, creo que tanto o más que él las siguientes veces pese a ser inexpertos.
Desperté llorando, lo peor de un sueño hermoso es cuando termina y te das cuenta que eso nunca pasó, mejor dicho, sí pasó, en un pasado lejano al cual no puedes volver. Es en la realidad donde todos tus recuerdos vuelven con más fuerza y recordé por qué terminamos. Le di todo de mí, sí. Lo amaba, sí. Conocía mi personalidad, sabía mis secretos, incluso los detalles más íntimos, creo que hasta podría decir cuantas pequeñas cicatrices tenía en todo mi cuerpo. Literalmente todo. ¿Y qué pasó? Al parecer, dejé de ser una chica interesante, porque su interés se transfirió a otra señorita que encontró en su universidad. ¿Cómo lo supe? En una de esas visitas a un hotel de paso, tras una sesión poco memorable ahora que lo pienso, mi amado fue a ducharse dejando su celular. Yo me quedé porque me enganché con una película que pusimos mientras lo hacíamos, entraría en un rato. De repente, su "amigo Carlos" le estaba preguntando dónde estaba, que necesitaba verlo, que extrañaba tenerlo dentro de ELLA y en suma una foto de su vagina completamente abierta. Mi queridísimo novio se había ido a bañar tras ver su celular y no lo había bloqueado correctamente al dejarlo en el velador.
No le reclamé, no hubo gritos ni peleas, me vestí, tomé mis cosas y me fui de la habitación. Al llegar a mi casa vi todos sus mensajes reclamándome, escuché todos sus audios. Al principio eran gritos enojados, pero se dio cuenta de su estupidez y los últimos fueron de él pidiendo perdón, llorando como el miserable que era realmente. ¿Le lloré? Obvio que sí, incluso más que a mis padres cuando murieron después. De todo eso ha pasado ya un año y medio. No le guardo rencor, ya que gracias a ese sueño y a ese recuerdo tuve la idea de entrar a este mundo. Los hombres pueden llegar a ser muy estúpidos cuando piensan con el pene.
Averigüé cuanto pude para hacer esto sin riesgos. Nunca me consideré una chica bonita ni voluptuosa, pero al parecer tenía algo que hacía que al menos los chicos giraran la cabeza al verme. Con un grupo de amigas decidí hacer lo que los marketeros llamarían un estudio de mercado. Gasté algo de lo que tenía y fuimos a una discoteca. No iba a acostarme con nadie. Lo que quería averiguar entonces era si podía hacer que me inviten los tragos con simples coqueteos. Por supuesto, ellas no sabrían lo que estaba haciendo. Me maquillé, me puse mis mejores trapos y salimos esa noche. Lo gracioso es que todo funcionó mejor de lo planeado. Entre miradas y coqueteos, logré que cinco chicos nos pagaran la ronda a mis amigas y a mí. Ellas ni enteradas. Alguno quiso acercarse con claras intenciones, pero solo me hacía la agradecida, los rechazaba y se iban. Otros, más caballerosos, solo esperaban sacarme a bailar y accedí, pero luego volvía a mi sitio. Otros, más atrevidos, venían a exigir que pasara algo más, tanto a mis amigas como a mí. Gracias a Dios, siempre había algún otro chico o incluso alguien de seguridad dispuesto a intervenir y a echar si fuera necesario a tipos así. Otra cosa que descubrí en este ridículo estudio es que no parecía tener la nacionalidad que tengo. Soy peruana, pero me hablaron preguntándome por cada país de Sudamérica, sin atinarle a mi nacionalidad real.
Continuando con mi investigación, descubrí una página de internet que literalmente era un catálogo de chicas y sus respectivos números de contacto, además de precios según el distrito. Por contraste, era la más popular de todas las que encontré y daba carta libre a "Independientes". Un "engaña muchachos" total. No había que ser un experto para darse cuenta de todos los filtros, Photoshop y demás arreglos/cirugías de esas chicas. Estoy segura que en edades y hasta en nombres mentían completamente.
Si iba a hacer esto, iba a hacerlo bien, con la dosis justa de mentiras para que nadie de mi entorno pudiera descubrirme. Con la liquidación de mi último trabajo hice una inversión más, compré un celular modelo antiguo con su respectivo número, prepago. En suma, todo tipo de lencería, desde los más tiernos hasta los más atrevidos, cambié mi look y por último compré un juguete al que llamé Ezer (Nombre de un personaje de mi novela turca favorita). Era un torso con... ya saben, no me hagan detallar por favor. Esto lo compré para practicar mi actuación y lo odié en principio por ser asquerosamente caro. Luego aprendería a amarlo. Dediqué varios días a esta práctica con Ezer, aprendí de categorías y de tipos de "servicios" que podría ofrecer. "Seré lo más clásica y elegante posible", recuerdo que pensé tras verlo todo.
Aprendí a fingir orgasmos, a decir lo que ellos esperan que diga, a ser sexualmente atractiva. Ya era coqueta naturalmente, por lo que serlo a propósito debía ser más contundente. Posiciones, hice ejercicios para mantenerme flexible y mil cosas más que tardaría en detallar. Como si de un trabajo normal se tratara, decidí comenzar un lunes.
Fue en la mañana de ese día donde creé mi primera identidad, me puse Zoe. Me subí la edad a 24 años. Puse unos horarios que no coincidieran con mis estudios. Me cambié la nacionalidad, podía fingir el más ligero de los dejos de casi cualquier país. Me ubiqué en el distrito más acaudalado de la ciudad. Me puse de precio el doble de aquellas ubicadas en distritos comerciales. ¿Encuentros? Siempre en hoteles, nunca en departamentos propios. Reglas: Todo con protección y no hago adicionales. No iba a conceder fetiches raros, pero si le podía entrar a juegos de rol que no conlleven maltratos. Las fotos que subí me las tomé en una pared blanca que tenía en mi departamento, un color neutral que, según vi, tenían el 90% de las viviendas en mi ciudad. Usé una de las tantas lencerías que conseguí. Por supuesto, difuminé mi rostro y solo dejé visible mi cuerpo y mis labios. Cero tatuajes y cero lunares que podrían delatarme, borrados totalmente.
Pensé que tardaría mucho en conseguir al primer cliente, pero recibí mi primer mensaje apenas 5 minutos después de posteado el anuncio. Por la foto de perfil era un hombre maduro, no más de 45 años. Quedamos en un lugar de cuatro estrellas. Al llegar me hizo la conversación, pero por sus gestos notaba que quería hacerlo de una vez, se avergonzó al notar que llevaba el anillo de casado. No me sorprendió y seguí con lo mío. Ya había practicado mi sonrisa, mi trato y todo lo que este "oficio" trae consigo. No tuve miedo, no sentí nada, grité como si estuviera con un actor de Hollywood para motivar, al final quien perdió fue él, porque tras veinte minutos de sesión no pudo continuar con una segunda. Quiero creer que la conciencia pudo más.
Después de él vendrían más y más. Algunos más amables que otros, pero todos con la misma consigna de pasar un rato agradable, aunque no lo fuera para mí. No negaré que pude enamorarme de algunos y que llegué a sentir placer con otros, difícilmente encontraba a alguien que cumpliera con ambas condiciones. A ellos, como recompensa, les daba besos de verdad. Todos en su mayoría querían principalmente hablar, los escuché, los aconsejé en muchos casos, pero todos me decían que volverían a llamarme pronto. Fue eso lo que me dio miedo, por lo cual, una vez conseguido el cuádruple de un sueldo mínimo en apenas un mes, borré el anuncio.
Pagué mi universidad, mis servicios básicos, todo iba bien por un tiempo, pero recuerden que no tenía un ingreso fijo. Por lo que tomé mi calendario y me programé para volver al ruedo en etapas con sus respectivos tiempos fuera para que me olviden y a su vez tener tiempo de cambiar de look y de número. Fue así durante todo el tiempo que faltaba para completar mi carrera. Habrá sido un año y medio. Ya tenía lo suficiente para mi titulación. Durante ese tiempo, de Zoe, pasé a ser Michelle, Fanny y la más reciente Estefanía. Todas con distintas nacionalidades.
Siendo Estefanía, en esa página fui considerada A1 pese a no tener historial. Luego entendí que se guiaban de mi IP pero que no pasaba nada. La clientela había bajado, pero con uno bastaba para solventar dos semanas ya que subí mi tarifa. Ya estaba en mis últimos días y tenía pendiente varias entrevistas para finalmente dedicarme a mi carrera y volver a mi apariencia natural cuando recibí un mensaje. Su foto no me decía nada, era el dibujo de un emoji sonriente. Hablamos y acordamos en un lugar humilde a comparación de los grandes hoteles de lujo que solía frecuentar. Un lugar de no más de dos estrellas, pero elegante a la vista según el mapa. Accedí y me dijo que avisaría cuando llegase, que estaba muy emocionado por verme. Le seguí el juego, era la primera vez que alguien expresaba sus ansias de esa forma con tanto icono, me pareció hasta infantil su forma de escribir.
Una vez confirmada su llegada con una foto de la llave del lugar, fui de inmediato. El lugar en cuestión quedaba al límite del distrito acaudalado con otro de menor posición económica, tenía sentido, pero no por eso el lugar era feo. Por el contrario, era aceptable, cómodo, hasta hogareño. Claramente no podía pedirme lujos. Dejé mis documentos en la recepción y fui a la habitación. Toqué y quién me aguardaba era un jovencito, o al menos eso aparentaba. Se me hizo curioso y no pude evitar preguntar su edad como primer tema de conversación. Me dijo que era su cumpleaños y que cumplía 20 años. Lo felicité con otro abrazo. Su nombre era Isaac. Me preguntó si de verdad me llamaba Estefanía y si tenía 19 como decía el aviso. Le mentí, le dije que sí.
El muchachito era... ¿Cómo decirlo? Raro. Al llegar, además del típico beso de saludo en la mejilla, me abrazó como si de una vieja amiga se tratase y cordialmente me invitó a sentarnos en la cama. Me ofreció unas bebidas que me había comprado, le dije que las tomaría luego. Antes que pudiera decir algo, él ya estaba contándome lo nervioso que estaba ante esa situación. Luego se puso serio y me dijo que tenía el dinero para la hora, pero que estaba dispuesto a pagarme por una sesión más completa. Es decir: Besos reales, oral sin protección y oral a mí. Intenté asustarle diciendo que si no temía contraer una ETS. Y él respondió con algo que no me esperaba: "No si has venido siguiendo las reglas de tu anuncio, por favor, solo esta vez". Accedí, me gusto su determinación, menos a los besos reales.
Al ser un lugar más lejano que a los que suelo ir, terminé algo sudada y le dije que tomaría una ducha rápida. Solo dijo que esperaría. Entré al baño, me desvestí y comencé a ducharme con agua helada. Grande fue mi sorpresa al abrir los ojos tras la primera caída de agua que él estaba ahí, observando totalmente embobado. Se disculpó, estaba demasiado nervioso y apenas podía hablar. Salió del baño a esperar. Le dije que, si gustaba, podíamos empezar duchándonos. Tras confirmar nuevamente que sí, que podíamos comenzar así, él entró desnudo, cubierto con una toalla. Me causó gracia y casi como jugando se la quité para hacerle entrar conmigo.
Entre manoseos y besos leves él siguió hablando. Esa era su primera vez, por ello la solicitud de adicionales. Había tenido la mala suerte de nunca tener novia. Me costaba creerlo, parecía extrovertido pese a sus nervios. Quiso comenzar ahí mismo, pero entre el estrés del viaje y el poco frío que comenzaba a sentirse pese al sol engañoso de ese entonces, quería estar cómoda por lo que fuimos a la cama. Debo mencionar que él me secó tras bañarnos como si fuera su mascota o algo así.
Una vez cómodos comenzamos. Me puse coqueta con él, su reacción más que excitarme me causaba gracia y no quería reírme, debía mantenerme en mi personaje de chica A1. Le puse su protección entonces tras muchos previos. Cuando entró en mí puso la cara que pondría cualquier persona al comer chocolate dulce por primera vez. Su respiración se hizo más fuerte, sabía que si comenzaba a moverme todo acabaría pronto. Me mantuve ahí hasta que se calmó y le di la bienvenida a la vida sexual activa. Dicho esto, finalmente me di el gusto de moverme, me dejó tener el control en todo momento y preso de la emoción no dejaba de describirme todo lo que sentía con lujo de detalles. Poco a poco tomó la iniciativa y pudimos cambiar de posiciones, hasta terminar una vez pasados unos pocos diez minutos. Él se reía mientras recuperaba el aliento, supuse que vendría una media hora de charla aburrida, pero me sorprendió al ver que sus ánimos no habían decaído. Aún no se recuperaba del todo y ya quería hacerlo de nuevo. En lo que aguardábamos él me abrazaba, me daba besos en la espalda, se acurrucaba conmigo y hasta me dedicaba palabras bonitas. No estaba segura de qué responderle realmente. Había estado con varios antes, todos tenían una suerte de guion sobre la belleza femenina, el buen sexo, sus propuestas económicas para "sacarme de esta vida" entre otros. Se tomó muy literal el "trato de pareja" de mi anuncio y por algún motivo no quise decepcionarlo. Le correspondía a sus halagos, cosa que no solía hacer para evitar enamoramientos. Hablándonos de esa forma supe un poco más de él, me decía la verdad, al menos eso parecía. Yo también empecé a soltar pequeños pasajes de mi vida real, que estudiaba y que pronto dejaría de hacer lo que hacía. Esperaba que él dijera lo que dicen todos, que esperaba más adelante repetir conmigo y no debería pensar en un retiro tan pronto, pero no dijo nada, solo que era una lástima pero que era lo mejor para mí.
Me dejó boquiabierta, lo admito. La segunda sesión la sentí diferente, más placentera, no tenía necesidad de fingir, de verdad la disfruté y al dejarme llevar mandé a la mierda mi propia regla y lo premié con besos de verdad. Aclamaba su nombre con cada movimiento, le pedía que me nalguee, que me hiciera suya, ¿Qué carajos había pasado conmigo entonces? Ni idea. Recordé muchas de las veces que lo hice con mi ex, algunas cosas que solo había hecho con él, lo hice con este muchacho y para cuando terminamos, sentía que podía quedarme a dormir con total confianza. Si, tuve un orgasmo de verdad, incluso antes de que él se viniera. No sé cómo logré disimularlo. Me sentí como en el cielo por un instante, la nostalgia me embargaba, no por el tipo con el que estuve, sino por lo que sentía en aquel entonces. Me di cuenta que anhelaba volver a enamorarme y tener una vida normal. Lo gracioso de todo fue que él mismo me devolvió a la tierra con una expresión de sorpresa.
—¡Oh, vaya! —dijo casi gritando y asustado— ¿No me vas a cobrar más o sí? Llegué al límite de mi presupuesto.
—¿Eh? ¿Qué dices? —respondí aún alucinada.
—Es que... nos pasamos de la hora hace 15 minutos. Perdón, debí estar más atento.
Aquí si no pude evitar reírme a carcajadas, este chico era o muy inocente o muy considerado. Otra en mi posición ya le habría cobrado hasta las nalgadas recibidas, pero no fue mi caso y para tranquilizarlo le di un beso. Le invité a tomar una última ducha antes de irnos. Caliente esta vez. Accedió. No hubo tercera ronda, pero si muchos cariños que corrieron por mi cuenta. Se lo tuve que decir para que se dejara llevar y esté tranquilo de nuevo el muy tonto. Hice que lo considerara un regalo de mi parte por su cumpleaños.
Una vez vestidos y relajados, opté por acompañarlo a la salida del lugar, otra de las cosas que no solía hacer. Siempre me iba sola sin dejar que vieran hacia dónde me dirigía, por muy bien que me cayeran, pero con Isaac me sentí en confianza y seguimos conversando hasta llegar al paradero. Grande mi sorpresa que tomaría el mismo vehículo que yo, aquí si no tenía de otra, dejé que se fuera primero y tuve que comerme otros veinte minutos hasta que apareció el siguiente. Tomó la misma ruta y rogaba que no fuera alguien cercano a mi vecindario. Decidí no hacerme bolas y volver a mi apariencia normal a la mañana siguiente, para seguir con mi vida y de una vez ver los frutos de mi esfuerzo tras concluir la carrera.
Dormí como un bebé esa noche. Su forma de tener sexo no fue extraordinaria, tampoco tenía el miembro más grande de todos, pero de algún modo caló en mí y creo que soñé con él. Desperté renovada, sentí que fue una buena forma de dejar atrás a Estefanía y seguir siendo yo. Fui a la peluquería, me di mis lujos con tratamientos faciales, de uñas e incluso unos masajes. Me lo merecía. Aún tenía lo suficiente para los próximos meses. Sólo quedaba aguardar a que una de las dos entrevistas que tuve surgiera efecto. En ese tiempo fui a otras dos más. Esperaba que alguien me tuviera en cuenta.
Sin embargo, esto no fue así. Pasaron algunos meses más, seguía en entrevistas, pero ninguna me contrataba y ya estaba a nada de chocar con el dinero que tenía ahorrado. Ya que no tenía la universidad de por medio decidí volver a los trabajos esporádicos, los de medio tiempo para poder renunciar sin remordimientos y tener espacio para volver al otro negocio cuando fuera necesario. Del cual solo hacía una publicación por no más de dos días y ganaba lo suficiente, mi historial como A1 pese a ser nueva cada vez seguía intacto y me permitió subir mi tarifa un poco más.
Nunca volví a sentir la emoción que tuve con Isaac.
En una de esas que iba de camino al trabajo, con muchísimo tiempo de sobra ya que estaba aburrida en casa, pasé por una tienda departamental para ver qué ropas podría comprarme para el verano que ya se aproximaba. Mientras veía y una señorita amable buscaba un pantalón de mi talla, a lo lejos, vi a un joven que se me hizo familiar. ¡Era él! Estaba segurísima. Era Isaac, trabajaba ahí en el apartado de ropa para hombres. Mi primera reacción fue esconderme ¿Por qué? No tenía la apariencia de Estefanía, no había forma de que me reconociera, de igual forma me escondí discretamente y hasta me puse unos lentes que tenía en mi bolso, los cuales normalmente usaba para leer.
Tras salir del probador y pagar en caja, lo observé una vez más. Ahí estaba, sonriente como lo recordaba. Hablaba con unos clientes con ese histrionismo y nerviosismo que recordaba. Era un tonto, nada extraordinario a mi parecer. Seguramente era un don Juan camuflado. Una chica se le acercó entonces, le tomó del brazo y comenzaron a jugar un rato de manos. "Eres del departamento de perfumes ¿Qué haces con él?" recuerdo que pensé. Quise quedarme un tanto más, pero se acercaba mi hora de ingreso. Decidí no darle importancia e irme.
Pasó uno o dos meses más, no recuerdo exactamente. Tenía programada una nueva entrevista relacionada a mi carrera, justo a tiempo ya que había quitado mi último anuncio. No me percaté de que había usado toda mi ropa formal en las últimas sesiones por las fantasías de los empresarios que me tocó. Las lavé, pero dudaba que se secaran, por lo que usé eso de excusa para volver a esa tienda departamental. No tardé mucho en escoger unos tres conjuntos de ropa formal y otros dos para cualquier ocasión. Me sorprendió no ver a Isaac mientras paseaba por los anaqueles y miraba casualmente el área de hombres. Grande mi sorpresa al verlo llegar cuando me disponía a ir a la caja, tomado de la mano precisamente con la misma mosca muerta que le coqueteaba meses antes del área de perfumes. Los vi entrar al área de empleados y no tardaron en salir ya uniformados con los colores de la tienda. Al parecer hubo cambios, ya que el chico fue al área de zapatos y la señorita a la de colchones, las cuales no estaban tan alejadas entre sí y hasta les daba la facilidad de poder verse cada tanto para seguir coqueteando descaradamente. No me hice de muchos líos, tomé mis bolsas, pagué por mis prendas y me fui. No sin antes darle un último vistazo a la parejita. Él era tal cual lo recordaba, alegre. Ella en cambio al parecer muy mosquita no era porque sabía mantenerlo contento. Esa noche no pude dormir, algo me tenía intranquila y solo el recuerdo de nuestro encuentro sumado a mis habilidades con las manos pudo calmarme lo suficiente para dormir.
Unos meses más pasaron, era una nueva estación. Para entonces ya tenía el trabajo que tanto anhelaba. Lo admito, tuve que exagerar mi experiencia en el área para que me contraten además de ser más risueña de lo normal, algo a lo que no esperaba tener que llegar. Solo esperaba que mis conocimientos universitarios fueran suficientes para estar a la altura de lo prometido, estaba dispuesta a dar todo de mi parte. El horario obtenido era de ensueño. Entraría a las 9 am y salía a las 5 pm. No trabajaba ni sábado ni domingo. No podía pedir más a la vida. Comenzaba en dos semanas Tras una capacitación remota de 3 horas al día. Tras este logro, ya no volví a usar la página. Ganaría lo suficiente y lo que sobró de esa etapa quedaría como un ahorro de emergencia. Tenía mi apariencia natural y toda persona nueva que conocí a partir de entonces ya sabía mi nombre real. No tenía pareja, pero sentía que no la necesitaba por lo pronto.
Un día de aquellos que paseaba por un parque de regreso a casa me di con una nueva sorpresa. Otra vez él, mejor dicho, ellos. La parejita de la tienda departamental. Típica escena donde los tortolitos se juntan en un parque para vivir el idilio del amor. Me dio arcadas. Sin embargo, mi curiosidad fue más grande y tomé asiento donde no pudieran verme. Fingí que leía un libro que de hecho sí leía en mis tiempos libres. Casi me hago notar, porque puse el libro al revés cuando lo saqué, me di cuenta porque las iniciales C.S. de la autora estaban al revés en el separador.
Nada fuera de lo común pasaba, solo conversaban, se compartían videos con el celular, se reían juntos. A todo esto, no tenía nada qué hacer ahí en realidad. Me sentía una voyerista. No tuve pena sobre eso hasta pasados unos veinte minutos. En un punto me aburrí, guardé mi libro y me disponía a irme, pero mientras lo hacía, la señorita se levantó del asiento y por sus gestos deduje que se disculpaba por algún imprevisto y que tenía que irse. Al parecer dejó al pobre chico con la palabra en la boca, ya que le dio un beso y se fue. Aquí fui muy débil, no resistí la tentación y me dispuse a seguirla. ¿Qué era tan importante como para dejar plantado al pobre muchacho? Tomé un taxi para que siguiera al bus que tomó.
Menuda sorpresa la que me llevé. Primero ingresó a un centro comercial, más pequeño que aquel donde ella trabajaba, se metió a los baños y al salir llevaba otra ropa. Una suelta por no decir sexy. Era verano, por lo que vestir mostrando todas las piernas, parte del abdomen y los hombros parecía normal. Acto seguido, la seguí a su siguiente destino a pocas cuadras: Un hotel no tan barato. Nadie la esperaba en la puerta, por lo que deduje que el susodicho ya estaba dentro. Busqué un lugar cómodo en una cafetería cercana con vista a la puerta y esperé. Media hora y poco más vi que salió, llamaba mucho la atención por su ropa y el cabello mojado, la acompañaba un viejo cincuentón, no fue difícil darme cuenta que le dio un billete antes de despedirse con un beso en la mejilla. El abuelo tomó un taxi y ella dejó a un lado esa sonrisa que tenía, por una cara seria. Acomodó sus cosas en su cartera y volvió al centro comercial para cambiarse a su ropa anterior. Más discreta. Me di cuenta que se dedicaba a lo mismo que yo, solo que lo hacía evidente. La vi hablar por teléfono mientras esperaba un transporte público, seguro que con Isaac por sus movimientos coquetos.
La seguí por unos días, calculaba el tiempo de su salida del trabajo en la tienda departamental. De cinco días que la seguí, dos de ellos no acompañó a su novio y se encaminaba siempre al mismo hotel, pero al salir la acompañaba un hombre distinto cada vez. Por los gestos del chico, los días que sí lo acompañaba, deduje que él no sabía nada. Fue justo el quinto día donde dio la casualidad que caminando pasaron por dicho hotel, la expresión de ella era para retratarla, sin embargo, me hirvió la sangre que se le insinuara para entrar. Y lo hicieron. "¿Hasta dónde podía llegar la estupidez?" pensé. No me quedé a esperarlos, me estaba hartando y volví a casa de inmediato.
Esa noche no pude dormir, le daba vueltas a todo lo que había visto. La busqué en los anuncios, pero me era difícil saber cuál de todas era ella. Nada de lo visto era de mi incumbencia en realidad. Si el pobre Isaac era engañado, era él quien debía descubrirlo. Si ella se dedicaba a lo mismo que yo pese a tener un trabajo estable, era su problema. ¿Qué podría hacer yo? Todos tienen al fin y al cabo lo que merecen. Pensé y pensé demasiado en las cosas, hasta llegar a una perversa conclusión.
La seguí un día más, para buena suerte fue un día que tocó cliente. Tenía todo listo para actuar. Su rutina era la misma, en el mismo lugar, eran horas de la tarde. Tuvo buena suerte esa vez, se tomaron dos horas. Mi ansiedad crecía, pero me sorprendió ver cómo manejaba su trabajo. Al salir vi a su cliente, un joven de estos de gimnasio, con músculos y todo, sumado a una cara de orangután. Ella torpemente y como siempre con el cabello mojado. Al parecer lo disfrutó porque se despidieron con un beso en la boca. Por primera vez, ella se fue primero, tenía prisa por lo visto. La mosquita no era mi objetivo en esa oportunidad. Seguí al muchacho. No lo mencioné antes, pero me vestí como quien va a trabajar para llevar a cabo la loca idea que se me había ocurrido.
Para mi buena suerte se sentó en una banca para hacer una llamada. Esperé a que terminara y me acerqué.
—Buenas tardes joven —le dije nerviosa— me llamo Lissette y represento a la tienda departamental Kalone's. Si tiene suerte, será usted el ganador de una gift card por 300 soles en una de nuestras tiendas cercanas si logra pasar un reto. ¿Gusta intentarlo?
—Claro, ¿En qué consiste? —Preguntó.
La prueba que preparé la podía ganar hasta un mono como él. Saqué dos naipes de mi cartera y le dije que intentara sacar la carta mayor. Ambos naipes eran ases, por lo que sacara lo que sacara iba a ganar. Mi actuación fue lo que le hizo pensarlo bien y vaya que se tomó un tiempo. Tomó una de ellas y tontamente preguntó si significaba catorce o uno. Le dije que esa era la carta mayor y que había ganado. Saltó de alegría como un chimpancé que acababa de encontrar un plátano tras días sin comer. Lo felicité, me tomé una foto con él dizque para las redes sociales, pero que no garantizaba que saldría y que tenía hasta 3 días para usar esa gift card. Agradeció una vez más la oportunidad y se fue muy alegre. Rogaba porque las cosas salieran como yo esperaba.
Al tercer día fui a la tienda, más o menos a la hora de salida de ese día, quería ver los resultados de mi pequeña travesura. Caminé, compré algunas cosas. Al pasar por las áreas de ambos los vi distantes, pero no parecían haber peleado. El tipo aquel de la gift card al parecer no entendió lo de los 3 días o seguro se dio cuenta que era una mentira. En fin, 300 soles a la basura, estaba resignada a que nada saldría como lo planeaba y me fui. Caminé por los alrededores del centro comercial y me detuve en una plazuela poco concurrida. Ya estaba haciéndose de noche. Me entretuve un rato mirando mi celular y ordenando mis bolsas. En eso una pequeña conmoción llamó mi atención y no me tomó nada darme cuenta de lo que ocurría. Eran ellos, había funcionado, el idiota ese había esperado el último momento para usar la gift card. Es obvio lo que había ocurrido: Fue a la tienda, la reconoció, como parecía medio tonto seguro fue a hablarle para ver si coordinaban otra cita, Isaac los vio y se acercó. El resto es historia. Ninguna mentira sería lo suficientemente buena para cubrir ese tipo de relación. El chico iba al frente y la mosquita detrás, rogando su perdón. Debí ser un gato en mi otra vida, porque como si de un reflejo se tratara tomé mis cosas y me oculté tras una columna.
—¡Déjame en paz Nisha! ¡No puedo creer que hayas mentido de esa forma! —le gritó.
—Isaac, por favor, perdóname —replicó ella llorando fuertemente.
—Puedo perdonar que llegues tarde a una cita, que tengas asuntos familiares que atender antes que estar conmigo, me gustaba eso de ti, creía que eras una chica dedicada y amable, no una...
—¡No lo digas por favor!
—Una persona diferente a lo que creía —dijo fingiendo calma— vete por favor, déjame solo.
—Pero Isaac...
—¡Lárgate!
La gente alrededor los miraba con pena, no entendían el contexto, pero estaba claro que quien había metido la pata había sido ella. Muerta de vergüenza se fue corriendo, dejando al chico llorando arrodillado, tocándose el pecho como muestra de dolor, unos chicos que estaban cerca le ayudaron a reponerse en una banca cercana, le invitaron una botella con agua y le dejaron solo. Bien dicen que lo último que necesita un hombre es que le tengan lástima cuando han caído bajo. Poco a poco se fue calmando, miraba su celular y por sus gestos estaba eliminando todo rastro de su ahora ex. Aquel chico tan alegre no merecía estar con alguien como ella, tan descuidada, tarde o temprano esto pasaría y yo solo aceleré las cosas. El escenario estaba predispuesto para que la actriz principal ingresara. Ya era de noche, las luces blancas iluminaban la plazuela. Como dije, la misma era poco concurrida y solo servía como parada de descanso. Tracé un camino con mi mente y lo emprendí a paso lento pero firme. Lo suficiente para llamar su atención.
Funcionó. Atraje su mirada. Llevaba unas prendas algo provocativas, debo confesar, algo elegante a diferencia del uniforme de su ex. Previamente había botado las bolsas de su tienda y ordenado todo para no delatar mi presencia en ese lugar. Me miró pasar, quedó boquiabierto, me había reconocido, pero me fue esquivo. Yo también le había visto la cara, pero creo que por vergüenza me estaba evitando. Seguí caminando. Uno, dos, tres pasos, no me decía nada el muy caradura. Me detuve en seco.
—No pretendas no conocerme —le dije aún sin mirarlo— Isaac ¿verdad? —esto último lo dije girando la cabeza a donde estaba.
—Esto... —se puso colorado y nervioso, se estaba secando las últimas lágrimas con mucha torpeza— qué sorpresa encontrarte aquí... Estefanía.
—¿Estás bien? Te veo triste.
—Si... estoy bien —la respuesta que esperaba.
—No te creo —le dije poniéndome frente a él— Venga, sea lo que sea, no dejaré que el chico tan dulce que conocí pierda su brillo característico.
El pobre se puso a llorar nuevamente. Estaba claro que le había afectado más de lo que creí. Lo abracé y apoyé su cabeza entre mis pechos. Como si de un niño pequeño se tratase, se calmó al rato y me correspondió el abrazo. Al separarnos lo vi a los ojos y le dije que todo estaba bien y que contaba conmigo para lo que necesite.
—Si quieres puedes acompañarme —le dije finalmente— te invito a tomar algo, quiero animarte.
—Estefanía yo...
—Cecile —le interrumpí— mi verdadero nombre es Cecile. Ya no me dedico a eso.
—Ah claro... nombre falso, lo suponía.
—¿Entonces? ¿Vienes?
—¿Cómo sé que ese es tu nombre real? —preguntó apenado y receloso.
—Tendrás que venir a descubrirlo —dije sonriendo pícaramente y emprendí marcha.
Tal cual lo esperaba me siguió, aunque con algo de timidez por delante. Parte de su sonrisa había vuelto. Por supuesto lo llevé a tomar algo caliente para empezar ya que la noche era joven, pero yo tenía otro lugar en mente. Un lugar que él y yo sabíamos bien que podríamos compartir para aliviar las penas.
FIN
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