💠 Capítulo 8 💠

(Narra Barbi)

El susurro de Alex todavía resonaba en mis oídos: "Barbi... no sabes cuánto te deseo". Normalmente, esas palabras habrían hecho que mi corazón se acelerara, que la adrenalina corriera por mis venas y que mi piel se estremeciera. Pero esta noche, el efecto fue diferente. La emoción que solía sentir cuando Alex se escabullía de su trabajo para estar conmigo, esa sensación de hacer algo prohibido, se estaba desvaneciendo. En su lugar, había una sensación de tedio, de aburrimiento.

Mientras él me sostenía por la cintura, acercándome a él, intenté concentrarme en lo que solía sentir, pero mi mente seguía volviendo a ese chico que había visto en la pista. Era extraño, irracional incluso, pero la conexión que había sentido en ese breve intercambio de miradas había sido tan intensa que no podía quitármelo de la cabeza. Era como si el mundo hubiera dejado de girar por un segundo solo para que nuestras miradas se encontraran.

—Barbi... —murmuró Alex, mientras sus labios rozaban mi cuello, tratando de llevarme a un rincón más oscuro de la discoteca.

Me estremecí, pero no de la forma que él esperaba. Intenté seguirle el juego, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío, la presión de sus manos en mi espalda. Pero algo en mí no encajaba. Ya no sentía esa chispa, esa electricidad que solíamos compartir. Ahora, solo sentía una desconexión, como si estuviéramos repitiendo un guion que había perdido su encanto.

—Alex... —dije, empujándolo suavemente para apartarlo un poco—. No creo que sea buena idea ahora. Estoy... estoy buscando a mis amigas. Una de ellas está pasando por un mal momento con un chico, y necesito estar con ella.

Vi la duda en sus ojos, una mezcla de deseo y frustración. Pero finalmente asintió, aunque no sin insistir un poco más.

—¿Estás segura? —preguntó, con un tono que dejaba claro que preferiría estar haciendo otra cosa que dejarme ir.

—Sí, de verdad. Es importante. —Traté de sonar convincente, dándole una sonrisa para suavizar el rechazo.

—Está bien —dijo finalmente, aunque no parecía del todo convencido—. Llámame si cambias de opinión, estaré por aquí.

Le devolví la sonrisa, aunque mi mente ya estaba en otro lugar. No podía dejar de pensar en el chico de la pista, en esa mirada que parecía haberme atravesado. Pero también sabía que no era el momento para distracciones. Tenía que encontrar a las chicas y, lo más importante, asegurarme de que Paola estaba bien.

Mientras me alejaba de Alex, sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo. Lo saqué rápidamente y vi un mensaje de Paola.

Paola: Estoy fuera, ya terminé. Estoy bien, pero necesitamos vernos ya.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía que Paola había ido allí a enfrentarse a algo peligroso, pero el hecho de que hubiera terminado tan pronto y que nos buscara con tanta urgencia me preocupaba. Necesitaba encontrar a las demás, pero antes, tenía que lidiar con Alex.

Yo: Lo siento, Alex, pero necesito irme. Nos vemos luego.

Él me miró, decepcionado, pero asintió, y sin más, me dejó marchar. Sabía que no se daría por vencido tan fácilmente, pero no tenía tiempo para eso ahora. Mandé un mensaje rápido al grupo para ver dónde estaban Clara y Martina, pero no recibí respuesta.

(Narra Clara)

Estaba en la planta de arriba, apoyada contra la barandilla que daba a la pista de baile, observando a la gente moverse como si fueran piezas de un complicado rompecabezas. La música estaba tan alta que apenas podía escuchar mis propios pensamientos, pero lo que realmente me preocupaba en ese momento no era lo que ocurría a mi alrededor, sino lo que no ocurría.

Tomás no me había contestado. Le había enviado un mensaje de buenas noches, como hacía siempre, pero él no había respondido. Eso no era típico de él. Tomás siempre respondía, incluso si estaba ocupado. Y ahora, después de dos intentos, todavía no tenía noticias suyas.

Mi mente comenzó a llenarse de pensamientos ansiosos. ¿Estaría bien? ¿Le habría pasado algo? Intenté llamarlo, pero no cogió el teléfono. Me sentí cada vez más inquieta, como si algo estuviera mal, pero no sabía qué. Mi mano temblaba mientras sostenía el teléfono, y finalmente me atreví a marcar su número una vez más.

—Vamos, Tomás, contesta... —murmuré para mí misma, mirando la pantalla como si eso pudiera hacer que el teléfono sonara más rápido.

Finalmente, escuché el tono de llamada cortarse, y la voz de Tomás al otro lado de la línea.

—¿Clara? —su voz sonaba lejana, como si estuviera en algún lugar con mucha gente.

—¡Tomás! —dije, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación—. Te he estado llamando. ¿Dónde estás?

—Perdona, estaba con unos amigos y no escuché el teléfono. —Su tono era despreocupado, pero no me calmaba.

—¿Estás bien? —pregunté, tratando de mantener mi voz tranquila.

—Sí, claro. No te preocupes. Ya estoy en casa. Hablamos mañana, ¿vale?

Colgó antes de que pudiera responder. Me quedé mirando la pantalla, sintiendo un nudo en el estómago. Algo en su tono no me había convencido. Normalmente, Tomás era más cariñoso, más atento, pero esta vez sonaba... distante. Sabía que no debía darle más vueltas, pero no podía evitar sentirme intranquila.

Guardé el teléfono en mi bolso y respiré hondo. No era el momento para preocuparme por Tomás, tenía que concentrarme en lo que estábamos haciendo aquí. Pero la inquietud seguía ahí, como un zumbido constante en el fondo de mi mente. Sabía que mi dependencia emocional de Tomás no era sana, pero él era mi ancla, mi seguridad, y no podía imaginar mi vida sin él.

(Narra Paola)

La sala en la que me encontraba se sentía cada vez más pequeña, más opresiva, a medida que la conversación con Ruslan avanzaba. Cada palabra suya era como un golpe, un recordatorio de que estaba atrapada en una situación de la que no sabía cómo salir.

—No entiendo nada —dije finalmente, mi voz temblando—. Por favor, quiero dejar esto atrás. Lo de Rodrigo... fue un error. Estoy arrepentida.

Ruslan me miró, sus ojos fríos y calculadores, sin mostrar ni una pizca de compasión.

—Lo siento, Paola, pero ya es tarde para arrepentimientos. —Su tono era firme, implacable—. Ya estás atrapada en nuestras redes. Si intentas huir o si hablas con alguien de esto, tus padres, la esposa de Rodrigo... todos se enterarán. No querrás que eso suceda, ¿verdad?

La idea de que mis padres se enteraran de lo que había hecho me aterrorizaba. Sabía que nunca me mirarían igual si lo supieran. Pero lo que realmente me asustaba era la idea de que la esposa de Rodrigo se enterara. No podía soportar la idea de que él me odiara por arruinar su vida. Porque, a pesar de todo, lo amaba, o al menos, eso creía.

—Por favor... no le digas nada a su esposa —supliqué, mi voz apenas un susurro—. No podría soportarlo.

Ruslan me miró con algo que podría haber sido compasión, pero que pronto se desvaneció.

—Si haces lo que te pedimos, no habrá necesidad de que nadie más se entere de lo que ha sucedido. —Su tono dejó claro que no había espacio para negociaciones—. Lo que necesitamos de ti es sencillo. Trabajarás para nosotros como chica de imagen en las discotecas de Puerto Banús.

Sentí un alivio momentáneo, pensando que quizás no sería tan malo, que solo tendría que asistir a fiestas y atraer a los clientes. Pero entonces, Ruslan continuó.

—Pero no es la típica chica de imagen que simplemente debe hacer que los clientes compren copas. —Su voz se volvió más grave—. Debes conseguir que compren algo más. Necesitarás inducirles a comprar droga. Eso es lo que realmente necesitas hacer.

Mis ojos se abrieron con horror. Esto no era lo que esperaba, no era algo que pudiera aceptar. Sabía que si empezaba por ese camino, no habría vuelta atrás. Pero al mismo tiempo, no veía una salida. Estaba atrapada.

—No puedo hacer eso —dije, mi voz quebrándose.

—No tienes elección, Paola —respondió Ruslan, su tono final y decidido—. Si no lo haces, todos sabrán quién eres realmente y qué has hecho. Piensa en tus padres. Piensa en Rodrigo. ¿Estás dispuesta a arruinar sus vidas solo por tu orgullo?

No supe qué decir. Sabía que estaba atrapada, pero también sabía que debía salir de allí cuanto antes, y contarle a mis amigas lo que había  sucedido. Necesitaba su ayuda, no podía manejar esto sola.

—Está bien —dije finalmente, sintiéndome derrotada—. Haré lo que me pides.

Ruslan asintió con satisfacción, como si supiera que ese sería mi destino desde el principio.

—Sabía que tomarías la decisión correcta. Ahora, vete. Volveremos a contactar contigo cuando necesitemos que empieces.

Me levanté lentamente, sintiendo que mis piernas temblaban. Apenas podía creer lo que acababa de aceptar. Pero sabía que no tenía otra opción. Caminé hacia la puerta, y cuando la abrí, sentí el aire fresco del pasillo golpearme en la cara. Tenía que salir de allí. Tenía que encontrar a mis amigas.

Mientras salía de la discoteca, saqué mi teléfono y vi un mensaje de Barbi. Decía que estaban dentro de la discoteca buscándome. Sentí una ola de alivio al saber que no estaba sola.

Yo: Estoy fuera, ya terminé. Estoy bien, pero necesitamos vernos ya.

Esperé ansiosa, pero no recibí una respuesta inmediata. Sabía que Barbi estaba ocupada con Alex, pero necesitaba hablar con ellas cuanto antes. Mandé un mensaje al grupo para ver si Clara o Martina podían responder, pero tampoco obtuve respuesta.

Sentí una punzada de miedo. Estábamos todas juntas en esto, pero ahora, cuando más las necesitaba, no lograba contactarlas. Sabía que debíamos reunirnos cuanto antes, porque lo que acababa de pasar no era algo que pudiera manejar sola.


——————

Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top