💠 Capítulo 4 💠
La brisa cálida de la tarde acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia la casa de Paola. Marbella estaba envuelta en una calma que contrastaba con el caos interno que ambas estábamos viviendo. Desde el primer mensaje de Paola sobre el chantaje, sentí un peso en el pecho, una preocupación que no me había abandonado. Paola y yo éramos más que amigas, éramos casi hermanas, almas gemelas en la amistad. Nunca había habido secretos entre nosotras, y sabía que la situación actual la estaba consumiendo por dentro.
La casa de Paola, una villa blanca de estilo mediterráneo, me recibió con la familiaridad de siempre. El jardín delantero estaba impecable, lleno de flores de colores que su madre cuidaba con esmero. Pero hoy, todo parecía un poco más apagado, como si incluso la casa sintiera el peso de lo que Paola estaba atravesando.
Toqué el timbre y, unos segundos después, la puerta se abrió lentamente. Paola estaba ahí, con el rostro cansado y los ojos un poco hinchados, como si hubiera estado llorando. Su belleza natural, con su cabello castaño claro y esos ojos verdes que siempre habían sido su sello distintivo, se veía opacada por la angustia que la rodeaba.
—Barbi... —susurró, y en ese simple gesto sentí todo el dolor y la culpa que cargaba.
—Pao... —dije, envolviéndola en un abrazo antes de que pudiera decir algo más—. Estoy aquí, no estás sola en esto.
Nos quedamos así un momento, abrazadas en la puerta de su casa, sintiendo la fortaleza de nuestra amistad como un escudo ante todo lo que estaba por venir.
—Vamos adentro —dijo, finalmente soltándome y dándome paso.
La casa estaba en silencio, solo el sonido lejano de una fuente en el patio rompía la tranquilidad. Nos dirigimos al salón, un espacio amplio y decorado con gusto, como todo en la vida de Paola. Nos sentamos en el sofá blanco, y Paola tomó un respiro profundo antes de comenzar a hablar.
—Barbi, lo siento tanto... No debí haberte ocultado todo esto, debí haberte contado sobre Rodrigo desde el principio. Pero... me sentí tan estúpida. Me dejé llevar, y ahora todo está fuera de control.
—No digas eso, Pao. No soy nadie para juzgarte. Solo quiero entender qué pasó, y cómo puedo ayudarte —le dije, sosteniendo sus manos entre las mías.
Paola asintió, sus ojos llenos de arrepentimiento.
—Rodrigo... lo conocí esa noche en Olivia Valère, ya te conté. Pero nunca te dije lo que pasó después, porque no quería que pensaras mal de mí. Me sentí atraída por él desde el principio, por cómo me miraba, cómo hablaba... Y aunque sabía que era mayor, y casado... no pude evitarlo. Después de esa primera noche, empezamos a vernos a escondidas. Primero fueron cenas en restaurantes discretos, luego escapadas a hoteles de lujo... Me hacía sentir especial, deseada. Como si yo fuera la única en su vida, aunque sabía que no era verdad.
Su voz se quebró, y apretó mis manos con fuerza, como si temiera que la soltase.
—Barbi, hicimos cosas que nunca había hecho con nadie... Me sentí tan viva, tan emocionada... Pero ahora todo eso me parece tan vacío, tan... sucio. Rodrigo... me envolvió en su mundo, y yo caí como una tonta. Y ahora, por no haberte contado nada, por pensar que podía manejarlo sola... estoy metida en este lío.
La escuchaba en silencio, con el corazón encogido. Ver a Paola así, tan vulnerable, me partía el alma.
—Pao, no estás sola en esto —repetí, con firmeza—. Nunca lo estarás. No te voy a dejar caer. Vamos a salir de esto, juntas, como siempre lo hemos hecho. Y no importa lo que hayas hecho o dejado de hacer. Lo que importa es que estamos aquí, ahora, y que vamos a encontrar una solución.
Ella asintió, aunque las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
—Pero Barbi, no sé qué hacer. Esta gente... no sé quiénes son ni qué quieren de mí. Solo sé que están usando las fotos para obligarme a reunirme con ellos. Me siento atrapada... y estoy asustada.
Saqué mi teléfono del bolso y abrí el chat del grupo. Sabía que teníamos que reunirnos todas, que este problema era demasiado grande para resolverlo solo entre nosotras dos.
Yo: Chicas, venid a casa de Paola. Es urgente.
El primer mensaje llegó casi al instante.
Clara: Estoy con Tomás, nos íbamos a ir al cine, pero si es urgente...
Yo: Es importante, Clara. Llama a Tomás y dile que lo aplazáis. Necesitamos estar juntas.
El siguiente mensaje tardó un poco más en llegar.
Martina: Estoy ocupada ahora, pero en cuanto pueda me paso. Dadme una hora.
Paola suspiró al leer los mensajes.
—Martina siempre está ocupada con algo, pero nunca sabemos en qué. ¿Qué crees que esté haciendo esta vez?
—Ya sabes cómo es su familia, Pao. Quizás la tienen con alguna tontería. A veces pienso que no nos cuenta todo lo que le pasa, pero eso no importa ahora. Lo que importa es que vendrá y que estaremos juntas.
—Y Clara... —Paola sonrió débilmente—. Siempre tan centrada en Tomás. A veces me pregunto cómo puede estar tanto tiempo con una sola persona y no aburrirse.
Reí suavemente. Clara y Tomás habían sido inseparables desde que se conocieron en el instituto. Siempre habíamos bromeado con que ya estaban prácticamente casados, y a Clara le encantaba esa idea.
—Es que Clara siempre ha sido la más tradicional de nosotras. A veces me da envidia esa estabilidad que tiene con él, pero otras veces pienso que no podría vivir así —dije, y luego, para aligerar el ambiente, añadí—. Aunque ya sabes, nunca digas nunca.
Paola sonrió, pero luego su expresión se volvió más seria.
—Barbi... ¿y tú? ¿Qué tal con Alex?
Me quedé callada un segundo, pensando en cómo responder. Finalmente, decidí ser honesta.
—Alex... es complicado. Nos divertimos, lo pasamos bien juntos, pero... siento que no hay nada más. Es todo físico, y aunque al principio me gustaba, ahora me doy cuenta de que necesito algo más. Algo con más sentido, más... profundo.
—¿Te ha propuesto veros esta noche?
—Sí, y ha sido bastante insistente. Pero no voy a dejarte sola por pasar una noche con él. Tú eres mucho más importante para mí, Pao.
—Gracias, Barbi. Sé que esto debe estar siendo difícil para ti también.
—No es nada, Pao. Te lo dije, no voy a dejarte sola en esto.
Justo cuando estaba a punto de escribirle a Alex para decirle que mejor lo dejábamos para otro día, mi teléfono vibró con un nuevo mensaje de él. Lo abrí, esperando una respuesta impaciente, pero lo que vi fue completamente diferente.
Alex: Olvídalo, Barbi. Me acaban de decir que tengo que empezar a trabajar esta noche en una nueva discoteca en Puerto Banús, "Momento". Así que al final nada.
Suspiré, dejando el teléfono a un lado. No sabía si sentirme aliviada o molesta. Tal vez era mejor así, que el destino decidiera por mí. Pero la forma en que lo había dicho, tan seco, tan distante, me hizo sentir una punzada de desilusión.
—¿Qué pasa? —preguntó Paola, notando mi expresión.
—Nada, que Alex al final tampoco puede. Lo han llamado para trabajar en una discoteca nueva esta noche, así que no nos veremos. En cierto modo, me alegra. No estaba segura de querer verle hoy, de todas formas.
—¿De verdad sientes eso? —Paola me miró con preocupación—. ¿Estás segura de que Alex es lo que quieres?
Me quedé en silencio un momento, reflexionando.
—No lo sé, Pao. A veces pienso que es solo una distracción, algo para no sentirme sola. Pero... siento que necesito más. Más de lo que él puede darme.
Paola asintió, comprendiendo.
—Barbi, no te conformes con menos de lo que mereces. Eres increíble, y si él no puede ver eso, entonces no es el indicado.
Sonreí y la abracé de nuevo. Paola siempre sabía qué decir, siempre tenía esas palabras que lograban tranquilizarme, incluso en medio del caos.
Nos quedamos en silencio un rato, abrazadas en el sofá, como si ese momento de tranquilidad fuera un refugio ante la tormenta que sabíamos que se avecinaba. A veces, las palabras no eran necesarias. A veces, el simple hecho de estar juntas era todo lo que necesitábamos.
El tiempo pasó rápido, y antes de que nos diéramos cuenta, los minutos se habían convertido en horas. El sonido del timbre nos sacó de nuestro letargo.
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Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵
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