💠 Capítulo 26 💠
(Narra barbi)
El sonido del seguro al cerrarse resonó en el pequeño baño privado, aislándonos del caos y la música que llenaban la discoteca. El silencio que siguió estaba cargado de tensión, pero no era una tensión incómoda. Era esa electricidad palpable, el tipo de tensión que solo aparece cuando sabes que algo importante está a punto de suceder, algo que cambiará todo.
Massimo me miraba como si no pudiera decidir entre devorarme entera o tomarlo con calma para saborear cada momento. Sus ojos estaban oscuros, cargados de deseo, pero también había algo más. Algo que solo se podía ver si te detenías a observar, si mirabas más allá de esa fachada de hombre seguro y dominante que siempre llevaba. Había una vulnerabilidad en su mirada, un miedo escondido que me hizo querer acercarme más, descubrirlo, abrazarlo. Pero no dije nada. En lugar de eso, me acerqué lentamente, disfrutando de la manera en que su respiración se aceleraba mientras me acercaba.
—Estás increíblemente hermosa —susurró, su voz ronca por el deseo contenido.
—Y tú, increíblemente irresistible —respondí, sin apartar la mirada de sus ojos.
Nos quedamos así, quietos por un momento, solo observándonos. Había tanto que quería decir, pero no sabía cómo. ¿Cómo le dices a alguien que estás empezando a sentir algo más, cuando toda tu vida te has preparado para no sentir nada? ¿Cómo le explicas que cada vez que lo tocas, sientes que estás más viva que nunca, pero también más asustada que nunca?
Massimo rompió el silencio primero. Dio un paso hacia mí, y su mano se deslizó por mi mejilla, sus dedos rozando suavemente mi piel, como si estuviera trazando un mapa de todo lo que sentía por mí. Me estremecí al contacto, y él sonrió, esa sonrisa que siempre lograba desarmarme.
—¿Te das cuenta de lo que haces conmigo, Barbi? —murmuró, su voz baja y cargada de emoción—. Me vuelves loco. No puedo pensar en nada más que en ti, en tenerte cerca, en... en que esto no sea solo una noche más.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y supe que él estaba siendo sincero, que había algo más detrás de esas palabras. Pero también sabía que no podía pedirle que me lo dijera todo, que ambos estábamos lidiando con nuestros propios miedos, con nuestras propias inseguridades. Así que en lugar de responder con palabras, lo hice con acciones.
Lo rodeé con mis brazos y lo besé, un beso que llevaba toda la intensidad de lo que ambos sentíamos, pero que ninguno de los dos podía decir. Fue un beso profundo, apasionado, pero también tierno, como si estuviéramos tratando de calmar esos miedos que nos carcomían por dentro.
Sus manos se deslizaron por mi espalda, bajando hasta mi cintura, y me atrajo más hacia él, como si no pudiera soportar la idea de que hubiera algún espacio entre nosotros. Sentí cómo su cuerpo respondía al mío, y eso solo hizo que mi deseo se intensificara.
—Dios, Barbi... —murmuró contra mis labios mientras bajaba una mano por mi pierna, levantando ligeramente el vestido para tocar mi piel desnuda—. ¿Por qué haces esto? Sabes que me vuelves loco.
—Porque quiero que lo sepas, Massimo —respondí, separándome un poco para mirarlo a los ojos—. Quiero que sepas que esto no es solo un juego para mí. Quiero que sepas que te deseo tanto que no puedo pensar en otra cosa.
Mis palabras parecieron impactarlo, y por un momento, pensé que iba a decir algo más, algo que podría cambiar todo. Pero en lugar de eso, me atrajo hacia él y comenzó a besarme de nuevo, sus labios bajando por mi cuello, explorando cada centímetro de mi piel.
Mi respiración se volvió más rápida mientras sus manos recorrían mi cuerpo, deslizándose por mi espalda, mis caderas, mis muslos. Cada toque era como una chispa que encendía algo dentro de mí, algo que nunca había sentido con tanta intensidad antes.
—Barbi... —susurró, mientras sus labios se movían hacia mi clavícula—. No sé cómo haces esto, pero no puedo resistirme. No quiero resistirme.
Sonreí, sintiéndome poderosa por primera vez en mucho tiempo. Sabía que podía tomar la iniciativa, que podía hacer que él se rindiera ante mí, y eso me daba una confianza que nunca había tenido antes.
—Entonces no lo hagas —dije, mientras comenzaba a desabotonar su camisa lentamente, disfrutando de la manera en que sus músculos se tensaban bajo mis dedos—. Déjame mostrarte lo que quiero, lo que siempre he querido.
Lo vi tragar saliva, su mirada fija en la mía, como si estuviera esperando algo, como si necesitara asegurarse de que esto era real.
—Haz conmigo lo que quieras —murmuró, su voz casi un susurro, cargada de deseo y rendición—. Estoy a tu merced, Barbi.
Esas palabras me encendieron de una manera que no había esperado. Sabía que estaba tomando el control, que estaba marcando el ritmo, y eso me excitaba más de lo que podía describir. Mis manos continuaron explorando su torso mientras lo empujaba suavemente hacia el lavabo, sintiendo cómo su cuerpo se rendía al mío.
Cuando llegamos al lavabo, me levantó y me sentó en el borde, sus manos acariciando mis muslos con una urgencia que reflejaba todo lo que ambos sentíamos. Me incliné hacia él, atrapando su boca con la mía, mientras sentía cómo su cuerpo se pegaba al mío, buscando más contacto, más conexión.
—Barbi... —murmuró entre besos, sus manos deslizándose por mis caderas, levantando mi vestido un poco más—. No tienes idea de cuánto te deseo.
—Entonces no esperemos más —susurré, tomando su mano y guiándola hacia donde más lo necesitaba, mostrándole que no había nada que me detuviera—. Quiero sentirte, Massimo. Quiero que hagas lo que quieras conmigo.
Lo vi cerrando los ojos por un momento, como si estuviera luchando por mantener el control, pero cuando los abrió de nuevo, había una determinación en su mirada que me hizo temblar de anticipación. Se inclinó hacia adelante, sus labios rozando mi oído mientras sus manos seguían explorando mi cuerpo.
—Eres la única que me ha hecho sentir así —susurró, su aliento cálido contra mi piel—. Eres la única a la que le daría el control, Barbi. Hazlo, hazme lo que quieras.
Esas palabras fueron todo lo que necesitaba. Sabía que él estaba a mi merced, que podía guiarlo, mostrarle lo que quería, y eso me hacía sentir poderosa, invencible. Comencé a moverme contra él, sintiendo cómo sus manos se apretaban en mi cintura, cómo sus labios recorrían mi cuello, mi clavícula, y cómo cada uno de sus besos me hacía desearlo más.
—Massimo... —murmuré, mis manos deslizándose por su espalda, bajando hacia sus caderas—. No sabes cuánto he querido esto.
—Yo también, Barbi. Desde el momento en que te vi, supe que esto tenía que pasar.
Sus palabras me hicieron sonreír, y mientras nuestras respiraciones se mezclaban, nuestras manos se volvieron más urgentes, más demandantes. Lo besé con todo el deseo acumulado, mientras sentía cómo su cuerpo respondía al mío, cómo su respiración se volvía más rápida, más pesada.
Finalmente, tomé el control de la situación. Lo empujé suavemente hacia atrás, tomando la iniciativa, mientras lo besaba profundamente, sintiendo cómo se rendía ante mí. Se inclinó hacia atrás, sus manos aferrándose a mis caderas, mientras comenzaba a moverme contra él, sintiendo cada centímetro de su deseo.
—Eres increíble —murmuró, su voz entrecortada por el deseo—. Nunca había sentido algo así.
—Y yo nunca había tenido a alguien que me dejara hacer lo que quiera —respondí, moviéndome más rápido, sintiendo cómo su cuerpo respondía al mío.
El sonido de nuestras respiraciones se mezclaba con el ruido lejano de la discoteca, pero en ese momento, nada más importaba. Solo estábamos nosotros dos, perdidos en nuestro propio mundo, enredados en una maraña de deseo y pasión que no podía ser contenida.
Sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo mis manos, cómo sus labios buscaban los míos con desesperación, y supe que estábamos llegando al punto de no retorno. Pero no tenía miedo. Sabía que esto era lo que ambos queríamos, lo que habíamos estado esperando.
Finalmente, cuando la intensidad alcanzó su punto máximo, nos aferramos el uno al otro, dejándonos llevar por la ola de placer que nos envolvía. Fue un momento de pura conexión, de entrega total, donde no había más miedos, solo el deseo de estar juntos, de sentirnos el uno al otro de la manera más intensa posible.
Cuando todo terminó, nos quedamos en silencio, respirando con dificultad, todavía abrazados, sintiendo cómo nuestras pieles se pegaban, cómo nuestros corazones latían al unísono.
—Barbi... —susurró, su voz suave y cargada de emoción—. Esto... esto es diferente. No sé cómo explicarlo, pero sé que es diferente.
Lo miré a los ojos, viendo en ellos un reflejo de mis propios sentimientos. Sabía que tenía razón. Esto no era solo sexo, era algo más, algo que no podía poner en palabras, pero que ambos sabíamos que estaba ahí.
—Yo también lo siento, Massimo —dije en voz baja, acariciando su mejilla con suavidad—. Y no quiero que se acabe.
Nos quedamos así por un momento, disfrutando de la intimidad, sabiendo que aunque había mucho que aún no se había dicho, estábamos en el mismo camino. Y por primera vez, me sentí segura de que, pase lo que pase, lo enfrentaríamos juntos.
Pero sabíamos que teníamos que salir, que no podíamos quedarnos allí para siempre. Con un último beso, nos separamos, ajustándonos la ropa, preparándonos para enfrentar el mundo exterior de nuevo.
—Nos veremos en la terraza más tarde —dijo, sus ojos fijos en los míos, como si quisiera asegurarse de que cumpliríamos con esa promesa.
—Allí estaré —respondí, con una sonrisa, sabiendo que aunque la noche aún tenía muchos desafíos por delante, estábamos listos para enfrentarlos.
Y con eso, salimos del baño, de nuevo en el mundo real, pero sabiendo que algo había cambiado entre nosotros, algo que no se podía ignorar. Habíamos cruzado una línea, y no había vuelta atrás.
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Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵
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