💠 Capítulo 23 💠

(Narra Barbi)

El cielo comenzaba a teñirse de tonos rosados y anaranjados mientras el amanecer despuntaba en el horizonte. Estábamos sentados en la parte trasera del coche de Massimo, el Lamborghini que había sido nuestro refugio durante la noche, un escenario que había presenciado una de las experiencias más intensas y excitantes de mi vida. Me acomodé contra su pecho, sintiendo la calidez de su piel aún a través de la ropa que acabábamos de ponernos, y miré hacia la ventanilla, donde las primeras luces del día luchaban por abrirse paso entre las sombras.

—Está amaneciendo —murmuré, rompiendo el silencio que nos envolvía.

Massimo giró la cabeza para mirar el cielo, luego me miró a mí y sonrió, esa sonrisa traviesa que me había desarmado desde el primer momento.

—La noche ha pasado volando —dijo, y en su voz podía escuchar el eco de todas las risas, los besos y el flirteo que habíamos compartido. Cada minuto había sido una sorpresa, un juego sin fin que había culminado en algo que ninguno de los dos iba a olvidar fácilmente.

Me separé un poco de él, lo suficiente para poder mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros que parecían querer devorarme cada vez que me dirigía una mirada.

—¿Te apetece salir a tomar el aire fresco y ver el amanecer? —le propuse, sintiendo la necesidad de respirar el aire libre después de todo lo que había pasado entre nosotros.

Él asintió, y ambos salimos del coche, cerrando la puerta tras nosotros. El aire de la mañana era frío, pero refrescante, y el cielo comenzaba a iluminarse con los colores del nuevo día. Me acerqué a la barandilla del mirador y me apoyé en ella, sintiendo a Massimo detrás de mí, sus manos apoyadas a cada lado, envolviéndome con su presencia.

—De verdad... esto ha sido increíble —dijo en voz baja, su aliento rozando mi cuello, haciéndome estremecer—. No puedo dejar de pensar en lo que acaba de pasar. Me encantaría repetir cuando tú quieras.

Me giré para mirarlo, una sonrisa pícara jugando en mis labios.

—Desde luego, repetiría esto mil veces contigo, Massimo. Ha sido... inolvidable.

Él se inclinó hacia mí, sus labios rozando los míos en un beso suave, pero lleno de promesas. Fue un beso que decía más de lo que las palabras podrían expresar, un recordatorio de lo que habíamos compartido y de lo que aún estaba por venir. Nos quedamos así, perdidos en nuestro propio mundo, intercambiando besos, bromas y flirteos, disfrutando de la intimidad que se había creado entre nosotros.

Pero entonces, el sonido de mi teléfono rompiendo la quietud del momento nos sacó de nuestro ensueño. Lo saqué de mi bolsillo y vi el nombre de Alex en la pantalla. Mi corazón dio un vuelco, y la sonrisa que había estado en mi rostro se desvaneció un poco.

—¿Todo bien? —preguntó Massimo, notando el cambio en mi expresión.

Miré la pantalla por un segundo más antes de desbloquear el teléfono y leer el mensaje.

Alex: "Por favor, contéstame. Necesito una respuesta. No puedo seguir así."

Un suspiro escapó de mis labios, y me encontré luchando con una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. Massimo me observaba en silencio, esperando a que dijera algo.

—Es... complicado —dije finalmente, mirando a Massimo con una mezcla de vergüenza y nerviosismo—. Es Alex. El chico con el que estaba antes de... bueno, antes de todo esto.

La curiosidad se encendió en los ojos de Massimo, pero no dijo nada, esperando a que continuara.

—Estuve enrollada con él un tiempo, pero nunca pensé que fuera algo serio. Para mí, solo era diversión, un escape... pero él lo veía de otra manera. No me di cuenta hasta hace poco, cuando se enteró de... —Me detuve, dudando en si debía decirle que se trataba de nuestro beso en la discoteca—. Bueno, cuando se enteró de que me había besado con alguien más. Estaba trabajando en la discoteca cuando ocurrió, y lo vio todo. Se enfureció. No fue bonito, y después de eso, todo se vino abajo.

Vi cómo Massimo fruncía el ceño, procesando lo que le acababa de contar. La idea de que otro hombre hubiera estado en mi vida, que hubiera pensado que tenía algún derecho sobre mí, parecía no sentarle bien. Pero en lugar de reaccionar con enojo, tomó un respiro profundo y habló con una calma que me sorprendió.

—Lo siento, Barbi. No quiero complicarte más las cosas. Sé que esto es... bueno, una situación difícil, y no quiero que te sientas presionada por nada. Pero... —su tono cambió ligeramente, volviéndose más serio—. La idea de que alguien más haya estado contigo... me carcome por dentro. No sé cómo explicarlo. Y pensar que ese tipo aún cree que tiene algún derecho sobre ti...

Me acerqué a él, poniendo una mano en su pecho, sintiendo el latido fuerte de su corazón bajo mis dedos.

—Massimo, no es fácil para mí tampoco. Pero lo que pasó con Alex... ya no significa nada. Me importa, pero no de la manera que él quiere. Y ahora... bueno, ahora estoy aquí contigo. Quiero estar aquí contigo.

Massimo me miró, la intensidad en su mirada haciéndome estremecer.

—Eso me gusta oírlo —dijo, su tono volviendo a ser juguetón, aunque aún podía sentir la tensión subyacente—. Pero, si te soy sincero, la idea de que ese tipo haya estado cerca de ti... me da celos. No puedo evitarlo.

Una risa suave escapó de mis labios, y me incliné para darle un beso rápido.

—¿Celos? ¿Tú? No puedo imaginarlo —bromeé, aunque sabía que lo decía en serio. Esa chispa de posesividad en sus ojos me resultaba extrañamente atractiva, y no pude evitar provocarlo un poco más—. Aunque tengo que admitir que es algo que me gusta. Verte así, un poco territorial...

Él sonrió, y su mirada se volvió más intensa.

—Territorial, sí. Porque no quiero compartirte, Barbi. No con él, ni con nadie.

Lo besé de nuevo, saboreando la intensidad de sus palabras, disfrutando del flirteo que nunca parecía agotarse entre nosotros. Pero entonces, el estómago de Massimo hizo un ruido que rompió el momento, haciendo que ambos nos echáramos a reír.

—Parece que alguien tiene hambre —dije, aún riendo.

—Mucho —respondió él, mirándome con una mezcla de diversión y deseo—. ¿Qué tal si me llevas a tu lugar favorito para desayunar?

Asentí, feliz de que la conversación hubiera vuelto a un tono más ligero. Nos montamos de nuevo en el coche, y mientras Massimo conducía hacia la ciudad, seguimos conversando, esta vez sobre temas más normales. Hablamos de nuestras vidas, de nuestras familias, de cosas cotidianas, pero siempre con ese flirteo constante que hacía que cada palabra pareciera un juego.

Finalmente, llegamos a la cafetería Café París, un lugar precioso, algo apartado del bullicio del centro de Marbella. Era uno de mis sitios favoritos para desayunar, y me alegraba poder compartirlo con él. Nos sentamos en una mesa junto a una ventana, desde donde podíamos ver la calle tranquila mientras nos traían el desayuno.

La conversación fluyó de manera natural, y me encontré contando a Massimo cosas sobre mi vida que no solía compartir con nadie. Y él hizo lo mismo, abriéndose de una manera que me sorprendió, pero que también me hizo sentir más conectada con él. Había algo en él, una sinceridad, una autenticidad, que me hacía querer saber más, querer estar más cerca.

En algún momento, el tema de Alex volvió a surgir, y aunque tratamos de mantener el tono ligero, era evidente que aún había cierta tensión al respecto. Pero en lugar de dejar que eso estropeara el momento, seguimos adelante, disfrutando del tiempo juntos.

Cuando terminamos de desayunar, vi a Massimo mirar su teléfono, y su expresión se oscureció ligeramente al leer un mensaje.

—¿Todo bien? —pregunté, viendo cómo guardaba el teléfono con un suspiro.

—Es mi padre —dijo, la frustración evidente en su voz—. Me está diciendo que vuelva a casa. Parece que hay algo urgente que quiere discutir.

Sabía lo que eso significaba. Nuestra mañana juntos estaba llegando a su fin, y aunque no quería que se fuera, entendía que tenía responsabilidades.

—Entonces... supongo que es hora de que me lleves a casa —dije, tratando de no mostrar mi decepción.

Massimo asintió, pero vi en su mirada que tampoco quería despedirse. Nos levantamos y salimos de la cafetería, dirigiéndonos de nuevo a su coche. Durante el trayecto de vuelta, la conversación fue más tranquila, pero el flirteo seguía presente, una corriente subterránea que nunca parecía apagarse.

Cuando llegamos a mi casa, Massimo detuvo el coche frente a la entrada, pero no hizo ningún movimiento para despedirse de inmediato.

—No quiero despedirme todavía —dijo finalmente, su voz suave—. Pero supongo que no tenemos elección.

Sonreí, inclinándome hacia él para darle un último beso.

—Esta noche... voy a estar en Momento. Y sé que tú también vas a estar allí. Podemos vernos de nuevo.

Massimo sonrió, y su mirada se encendió con esa chispa que tanto me gustaba.

—Eso suena perfecto. Pero... ¿qué pasa con Alex? ¿Va a ser un problema?

—Será complicado —admití—. Pero no me importa. Esta noche, quiero verte. Y lo que pase con Alex, lo manejaremos cuando llegue el momento.

Massimo asintió, y con un último beso, salí del coche, sintiendo su mirada en mí mientras me dirigía hacia la puerta de mi casa. Sabía que esta noche iba a ser complicada, pero también sabía que nada iba a impedirme ver a Massimo de nuevo.

Mientras cerraba la puerta detrás de mí, sentí una mezcla de emociones que sabía que no iba a poder ignorar. Massimo había entrado en mi vida de manera arrolladora, y aunque sabía que no iba a ser fácil, estaba dispuesta a enfrentar lo que fuera necesario para seguir explorando lo que había entre nosotros.

Esta noche, en Momento, todo iba a cambiar de nuevo.

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Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

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