💠 Capítulo 20 💠

(Narra Massimo)

El sol se filtraba a través de las cortinas de mi habitación, arrastrándome del sueño al despertar. Abrí los ojos lentamente, sabiendo que no iba a poder sacar de mi cabeza lo que había sucedido la noche anterior. El beso con Barbi. Era lo único en lo que había podido pensar desde que me despedí de ella, y la sensación de sus labios contra los míos seguía quemando en mi memoria. Necesitaba más. Necesitaba mucho más de lo que había conseguido.

Pero no era solo el deseo lo que me mantenía inquieto. No. Había algo más que rondaba mi mente y que no podía ignorar: ¿Qué estaba haciendo Barbi en la habitación de Ruslan? No era un lugar en el que quisiera que ella estuviera. Sabía muy bien lo que ocurría detrás de esas puertas y, aunque no conocía a Ruslan personalmente, sabía lo suficiente sobre su reputación como para saber que nada bueno salía de estar involucrado con él.

No podía dejar esto así. Necesitaba respuestas. Y la mejor manera de obtenerlas era utilizar los recursos que tenía a mi disposición.

Me levanté de la cama, dirigiéndome directamente a mi escritorio. Sabía a quién llamar. A pesar de llevar poco tiempo en Marbella, mi padre había hecho contactos con bastante rapidez, y algunos de ellos podían ser útiles para obtener la información que necesitaba.

Tomé el teléfono y marqué el número de un conocido que trabajaba en la seguridad privada de uno de los clubes más exclusivos de la ciudad. Su nombre era Marco, y aunque no éramos amigos, sabíamos cómo intercambiar favores. Cuando respondió, su voz ronca denotaba que probablemente había dormido aún menos que yo.

—Massimo, ¿qué necesitas a estas horas? —preguntó con una mezcla de curiosidad y desdén.

—Marco, necesito información sobre un tal Ruslan —dije, yendo directamente al grano—. Maneja una discoteca llamada Momento en Puerto Banús. Necesito saber todo lo que puedas encontrar sobre él y, más específicamente, si tiene algún tipo de relación con una chica llamada Barbi y sus amigas.

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, y luego un suspiro pesado.

—¿Ruslan? No es alguien con quien debas meterte, Massimo. Es peligroso, y si está involucrado con alguna chica, no creo que te guste lo que vayas a encontrar.

—Precisamente por eso necesito saber —respondí, manteniendo mi voz firme—. ¿Puedes conseguir la información o no?

Marco resopló, probablemente más por la dificultad de la tarea que por la falta de ganas.

—Puedo intentarlo, pero necesitaré un poco de tiempo. Esto no es algo que se pueda resolver con una simple llamada.

—Hazlo lo más rápido que puedas. Te pagaré bien por la información.

Colgué, sintiendo cómo la ansiedad se instalaba en mi pecho. No me gustaba la idea de Barbi metida en algo peligroso, y menos si ese peligro venía de alguien como Ruslan. Mientras esperaba, intenté ocupar mi mente con otras cosas, pero mi pensamiento volvía constantemente a ella. A sus labios, a su piel, a la forma en que me había mirado anoche, desafiándome a perder el control.

Decidí ir a hablar con mi padre para ver si podía obtener más pistas. Quizá, sin querer, había mencionado algo sobre el padre de Barbi o sus conexiones. Cuando lo encontré en su despacho, estaba hablando por teléfono, como de costumbre, negociando algún contrato o asegurándose de que alguna operación saliera bien. Esperé a que terminara, observando la manera en que su voz calmada y controlada manejaba la situación.

—Massimo, ¿qué pasa? —dijo finalmente cuando colgó—. No te esperaba por aquí.

Tomé aire y fui al grano.

—Papá, quiero saber más sobre el socio con el que estás haciendo negocios aquí en Marbella. ¿Qué tanto te importa este trato?

Mi padre me miró con los ojos entrecerrados, como si intentara averiguar qué estaba tramando.

—Es un trato muy importante, Massimo. Este negocio podría establecer una base sólida para nosotros aquí, y hay mucho dinero en juego. Por eso estamos quedándonos en Marbella por un tiempo. ¿Por qué preguntas?

Me incliné un poco hacia él, queriendo parecer lo más casual posible.

—Solo quiero saber qué tan libres estamos para movernos. No quiero meterme en problemas que puedan afectar tu trato.

Mi padre soltó una risa suave, pero su mirada seguía siendo calculadora.

—Tienes toda la libertad que quieras, hijo, pero recuerda lo que está en juego. No hagas nada que pueda arruinar esto. Sabes cómo funciona. Si me fastidias este negocio, habrá consecuencias.

Su advertencia fue clara, y aunque no lo dijo directamente, sabía a qué se refería. No debía hacer nada que pusiera en peligro el acuerdo con el padre de Barbi. Eso solo complicaba más las cosas. No quería alejarme de ella, pero la amenaza de mi padre me obligaba a pensar con más cuidado en mis movimientos.

Salí del despacho, con la cabeza llena de pensamientos contradictorios. Sabía que lo correcto sería alejarme, mantenerme a distancia y no complicar más las cosas, pero lo veía prácticamente imposible. Estaba demasiado enganchado a ella, a lo que sentía cada vez que la tenía cerca. Y ese beso... Maldita sea, ese beso me había condenado.

La única opción que veía ahora era averiguar la verdad sobre Ruslan y su relación con Barbi. No podía permitir que ella estuviera en peligro, y si eso significaba ir en contra de lo que mi padre esperaba de mí, estaba dispuesto a asumir las consecuencias.

(Narra Barbi)

Sentí la luz acariciar mi rostro, recordándome que un nuevo día había comenzado. Me estiré bajo las sábanas, pero pronto la realidad de lo que había sucedido la noche anterior me golpeó con toda su fuerza.

La locura de los últimos días parecía haber alcanzado un nuevo nivel. No solo había besado a Massimo, sino que había sido el beso más intenso y arrebatador de mi vida. No podía dejar de pensar en él, en cómo había hecho que todo mi cuerpo se encendiera con solo un toque. Pero al mismo tiempo, sabía que lo que había pasado no era correcto. No solo porque él era el hijo del socio de mi padre, sino porque había algo más, algo oscuro que rondaba su vida, algo que tenía que ver con Ruslan.

A pesar de toda la libertad que mis padres me daban, sabía que había límites, y los negocios eran uno de ellos. Mis padres confiaban en que yo no haría nada que pudiera comprometer lo que estaban construyendo. Por eso no me habían dicho nada, porque confiaban en mí. Pero después de lo que había pasado anoche, sentía que estaba cruzando una línea peligrosa, y no solo con respecto a mi familia.

Y luego estaba Alex. La conversación que habíamos tenido en la Milla de Oro seguía retumbando en mi mente. Había tratado de explicarle todo, de hacerle entender que nuestra relación nunca había sido seria para mí, pero él se negaba a aceptarlo. Su mensaje de anoche seguía sin respuesta en mi teléfono, y no sabía qué decirle. No sabía cómo hacerle entender que ya no podía seguir con él, que había algo dentro de mí que me decía que tenía que dejarlo ir.

Y como si todo eso no fuera suficiente, estaba el asunto de Tomás. Verlo con otra chica, besándose en plena calle, había sido un golpe brutal. Clara no merecía eso. Sabía que tendría que hablar con ella, que no podía guardarme lo que había visto, pero me aterraba el momento en que tendría que decirle la verdad. Sabía que la destrozaría, y no quería ser la causa de su dolor, pero no había otra opción. Clara tenía que saberlo.

Me levanté de la cama, tratando de sacudirme el peso de todos esos pensamientos. Me puse un conjunto cómodo de pantalones cortos y una camiseta, y me dirigí a la cocina. El silencio en la casa era reconfortante. Mis padres ya habían salido y solo quedábamos mi hermano y yo.

Me preparé un café, el aroma familiar llenando la cocina y ayudándome a despejar la mente. No era nadie sin mi café por la mañana. Me senté en la barra, tomando un sorbo, dejando que el calor del líquido calmara un poco la tormenta que tenía dentro. Pero la calma duró poco, porque pronto apareció Carlos, mi hermano.

—¿Todo bien, Barbi? —preguntó con una ceja levantada, su tono tranquilo, pero con esa preocupación que siempre intentaba ocultar.

Carlos y yo siempre habíamos tenido una relación cercana. Nos llevábamos bien, y aunque no solíamos contarnos todo, había un entendimiento mutuo, una confianza silenciosa que siempre estaba ahí.

—He estado mejor —admití, apoyando la taza en la mesa y suspirando—. Han pasado muchas cosas en los últimos días, y... bueno, todo es un poco complicado ahora.

Carlos se acercó y se sirvió un vaso de agua, sentándose a mi lado.

—¿Quieres hablar de eso?

Miré mi café, pensando en si debía compartir lo que había visto. Sabía que Carlos era maduro para su edad, y a veces me sorprendía lo sensato que podía ser en sus consejos.

—Anoche, vi algo que... no sé cómo decírselo a Clara. —comencé, sintiendo el peso de las palabras mientras salían de mi boca—. Vi a Tomás con otra chica, besándose. Y sé que Clara lo está pasando mal con él, pero esto... esto lo cambia todo.

Carlos asintió lentamente, procesando lo que le estaba diciendo.

—Es un golpe duro. Clara lo va a pasar mal, pero tiene que saberlo. No puedes dejar que siga en la oscuridad mientras Tomás le es infiel. Si le ocultas esto, solo le estarás haciendo más daño.

Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que la idea de contarle a Clara fuera menos dolorosa.

—Pensé en decírselo cuando estemos todas juntas, pero... creo que sería mejor hablar con ella a solas. No quiero que se sienta más expuesta de lo necesario.

Carlos me miró, y su expresión se suavizó.

—Es lo correcto. Si hablas con ella a solas, podrá procesarlo mejor, sin sentir que todo el mundo la está mirando. Es un golpe duro, pero estará mejor con la verdad que viviendo una mentira.

Sentí un poco de alivio al escuchar sus palabras, aunque sabía que la conversación con Clara sería una de las más difíciles que tendría que enfrentar.

—Gracias, Carlos. Eres más sabio de lo que te das cuenta —dije con una sonrisa débil.

Carlos se encogió de hombros con una sonrisa modesta.

—Solo intento ayudar. Pero tú también eres fuerte, Barbi. Puedes hacerlo.

Me sentí un poco más animada por sus palabras. Después de terminar mi café, me levanté para ir a mi habitación y tomar una ducha. Mientras me preparaba, mi mente seguía dando vueltas a todo lo que tenía que enfrentar. Pero sabía que no podía dejar que el miedo me paralizara. Tenía que ser fuerte, por Clara, por mí misma.

Finalmente, decidí mandarle un mensaje a Clara para quedar a solas. Lo hice mientras me vestía, eligiendo un conjunto sencillo pero cómodo, ideal para una charla delicada como la que sabía que íbamos a tener.

Yo: Clara, ¿puedes quedar conmigo hoy? Quiero hablar contigo. Nos vemos en la Cafetería Ronda, en el centro. A las 11, si puedes.

Esperé su respuesta, y cuando llegó, me sentí un poco más tranquila al saber que había accedido sin hacer preguntas.

El ambiente en la Cafetería Ronda era acogedor, con sus mesas de madera pulida y luces suaves que invitaban a una conversación tranquila. Clara y yo nos sentamos en una esquina, donde podíamos hablar sin sentirnos observadas. Habíamos pedido nuestros cafés y empezado a charlar sobre cosas triviales, pero yo sabía que estaba aplazando lo inevitable. La conversación con Clara iba a ser dolorosa, y no estaba segura de cómo abordarla.

Tomé un sorbo de mi café, sintiendo cómo la calidez se extendía por mi pecho, pero no lograba calmar los nervios que tenía. Decidí romper el hielo hablando de Alex, un tema más fácil de manejar, al menos en comparación con lo que estaba por venir.

—Anoche hablé con Alex —empecé, mirando mi taza en lugar de a Clara—. Fue una conversación difícil. Le dije que lo nuestro tenía que terminar.

Clara asintió lentamente, su mirada fija en mí, pero sin decir nada.

—No me sorprende —dijo finalmente—. Sabía que en algún momento tendrías que hacerlo, Barbi. Pero... ¿cómo lo tomó?

Suspiré, jugando con la cuchara en el borde de la taza.

—No bien. Estaba furioso, herido... me duele verlo así, pero no puedo seguir engañándonos a los dos. Nunca fue algo serio para mí, pero él... parece que estaba más involucrado de lo que pensaba.

Clara me miró con simpatía, pero había algo en sus ojos, algo que me decía que ella también estaba lidiando con sus propios pensamientos, sus propias dudas.

—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó, su voz suave.

Me encogí de hombros, sabiendo que no tenía una respuesta clara.

—No lo sé, Clara. Es complicado. Alex me importa, pero no de la forma en que debería... y hay alguien más que... —me detuve, no queriendo mencionar a Massimo todavía. No era el momento.

El silencio se instaló entre nosotras, y pude sentir que Clara estaba esperando algo más, algo que sabía que tenía que decirle. Finalmente, me armé de valor y la miré a los ojos, decidida a no darle más vueltas.

—Barbi, sé que pasa algo —dijo finalmente, mirándome a los ojos con seriedad—. No es normal que tú y yo quedemos solas. Si quieres hablarme de Alex, está bien, pero... por favor, dime la verdad.

Sabía que no podía evitarlo más. Respiré hondo y tomé su mano, mirándola con el mayor cuidado posible.

—Clara, lo que te voy a decir... no es fácil para mí —empecé, sintiendo un nudo en la garganta—. Pero anoche, cuando estaba con Alex, vi algo que creo que necesitas saber.

Clara frunció el ceño, su preocupación evidente. Le tomé la mano, sabiendo que lo que estaba a punto de decirle cambiaría todo.

—Vi a Tomás, Clara. Lo vi con otra chica... y no estaban simplemente hablando. Se estaban besando.

La expresión de Clara se congeló, sus ojos se agrandaron y pude ver cómo el color se drenaba de su rostro. Durante un momento, no dijo nada, solo me miró como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

—No... no puede ser —susurró finalmente, su voz quebrándose—. Tomás no haría eso... él no... no...

—Lo siento tanto, Clara. Pero lo vi con mis propios ojos. Sé lo mucho que lo quieres, pero no podía dejar que siguieras sin saberlo.

Clara se llevó una mano a la boca, sus ojos llenándose de lágrimas. Antes de que pudiera decir algo más, se levantó bruscamente, casi tirando la silla en su desesperación por salir de la cafetería.

La seguí de cerca, mi corazón latiendo con fuerza mientras la veía tambalearse hacia la puerta. Salimos al paseo marítimo, donde la brisa fresca de la mañana nos envolvió, pero no logró calmar la tormenta que se desataba en su interior.

Clara comenzó a respirar con dificultad, su pecho subiendo y bajando de manera errática. Sabía lo que estaba sucediendo, había visto ese tipo de reacción antes. Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

—Clara, por favor... trata de calmarte —le dije, poniendo una mano en su hombro, intentando darle algún tipo de consuelo.

Pero sus lágrimas fluían sin control, su respiración se volvía cada vez más irregular, y en sus ojos podía ver el miedo, la angustia, la desesperación. Su dependencia hacia Tomás era más fuerte de lo que imaginaba, y ahora que la verdad había salido a la luz, esa dependencia se estaba desmoronando, llevándola a un estado de pánico total.

Saqué mi teléfono rápidamente y llamé a las demás chicas, sabiendo que necesitaba su ayuda. Les expliqué la situación lo más rápido que pude, y todas se dirigieron hacia nosotras.

Nos encontramos en un pequeño parque en el centro de Marbella. No era el lugar más adecuado, pero en ese momento no importaba. Lo que importaba era que Clara necesitaba a sus amigas, necesitaba sentir que no estaba sola.

Nos sentamos en un banco, con Clara en el medio, sollozando mientras intentábamos consolarla. Le pasé un pañuelo y le acaricié el pelo, tratando de darle la mayor seguridad posible.

—Clara, escúchame —dije suavemente, mirando a los ojos llenos de dolor—. Lo sé, sé que esto duele más de lo que puedo imaginar. Pero quiero que recuerdes algo importante... Por desgracia, cuando un chico en la relación siente más que la chica, todo va genial. Pero cuando la chica es la que siente más, todo se va al garete. Y eso es así en todas las relaciones, por desgracia.

Clara me miró, asimilando mis palabras mientras las demás chicas también la consolaban. Era un golpe duro, pero sabía que necesitaba entenderlo, por doloroso que fuera.

Poco a poco, Clara comenzó a calmarse. Sus sollozos disminuyeron y su respiración se fue regulando. Sabía que el dolor no se había ido, pero al menos ya no estaba atrapada en esa espiral de desesperación.

Justo cuando creí que todo empezaba a calmarse, sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo. Lo saqué, esperando que fuera algo sin importancia, pero lo que vi me dejó sorprendida.

Era un mensaje de un número privado, desconocido para mí.

Número Desconocido: Me debes un beso por cada vez que has pensado hoy en mí.

Leí el mensaje varias veces, sintiendo cómo una mezcla de sorpresa y algo más se asentaba en mi pecho. Sabía de quién era, lo sabía sin necesidad de preguntar. Pero en ese momento, con Clara en el estado en el que estaba, no podía permitirme pensar en lo que ese mensaje implicaba.

Guardé el teléfono, decidida a centrarme en lo que realmente importaba en ese momento: Clara y su bienestar.

Las horas pasaron, se acercaba la hora de cenar y Clara ya estaba un poco mejor, aunque no estaba recuperada. Sentía mucha lástima por ella y mucha furia por Tomás, no entendía cómo alguien podía hacer algo así, romper su promesa con la persona a la que se supone que ama...

Finalmente, Martina acompañó a Clara a casa, necesitaba estar sola, y nosotras lo supimos entender a la perfección. Ahora me tocaba a mí afrontar mis propios demonios, aunque sabía que no era lo correcto, necesitaba contestar a ese mensaje, no podía sacármelo de la cabeza y quería llevarlo al límite.

Barbi: "No suelo pensar tanto en desconocidos, ¿quién eres?"

Esperé unos segundos, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. Sabía quién era, pero quería jugar un poco, mantener la conversación en ese tono juguetón que tanto disfrutaba.

Número Desconocido: "Sé que sabes quién soy, o es que sueles besar de esa forma a los desconocidos?"

Sonreí para mí misma, sintiendo cómo una corriente de adrenalina me recorría el cuerpo. Podía imaginarme su sonrisa arrogante al otro lado del teléfono, tan seguro de sí mismo como siempre.

Barbi: "Depende... ¿a qué tipo de desconocidos te refieres?"

Dejé que la insinuación flotara en el aire mientras esperaba su respuesta. No tardó mucho en contestar, y podía sentir la tensión y el deseo en cada palabra.

Massimo: "Depende de qué, Barbi?"

Mi mente se aceleró, una serie de pensamientos subidos de tono inundaron mi mente. Sabía que esta conversación estaba entrando en un terreno peligroso, pero no podía evitarlo. Había algo en Massimo que me hacía querer arriesgarlo todo.

Barbi: "Depende de si me haces querer más... o si te quedas a medias."

El mensaje era claro, directo, y lo suficientemente atrevido como para dejarle saber que estaba dispuesta a seguir con este juego, pero también sabía que Massimo no era alguien que se detuviera a medias.

Massimo: "¿Quién dijo que me quedo a medias? Si me lo permites, te mostraré que no soy de los que dejan las cosas a medio hacer..."

El calor en mi cuerpo aumentó al leer sus palabras. Podía sentir cómo esta conversación estaba escalando rápidamente, pero en lugar de detenerla, me encontré deseando más, queriendo ver hasta dónde podíamos llegar antes de que uno de los dos decidiera dar el siguiente paso.

Barbi: "¿Mostrarme? Suena a que tienes algo en mente, Massimo. ¿Qué es lo que quieres mostrarme exactamente?"

Sabía que le estaba provocando, que lo estaba llevando justo al punto en el que quería tenerlo. La respuesta llegó rápidamente, cargada de promesas que me hacían desear estar con él en ese mismo momento.

Massimo: "Lo que realmente quiero mostrarte no puedo describirlo por aquí. Necesito verte, Barbi... y que me dejes cumplir cada una de las cosas que sé que estás imaginando en este momento."

Mis dedos temblaron sobre el teclado mientras leía su respuesta. La idea de verlo, de estar con él de nuevo, me llenaba de una mezcla de excitación y nerviosismo. Sabía que, si lo hacía, no habría vuelta atrás, pero algo dentro de mí, algo muy profundo, quería dar ese paso.

Barbi: "Y si lo que imagino es más de lo que puedes manejar, Massimo?"

Massimo: "Confía en mí, Barbi. Lo que sea que tengas en mente, puedo manejarlo... y mucho más. La pregunta es, ¿te atreves a comprobarlo?"

Me quedé mirando la pantalla, sabiendo que esta conversación estaba a punto de romper todos los límites que me había impuesto. Pero la verdad era que, en ese momento, lo único que quería era ver a Massimo y dejar que las cosas siguieran su curso, sin pensar en las consecuencias.

Y entonces, decidí contestar.

Barbi: "Dime cuándo y dónde, Massimo."

Sabía que con esas palabras, estaba dando un paso al vacío, pero lo que me esperaba al otro lado, la promesa de lo que podría suceder entre nosotros, era algo que estaba dispuesta a arriesgar.

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Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

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