💠 Capítulo 2 💠

Paola estaba inquieta, y no era habitual verla así. Nos encontrábamos en la terraza de mi apartamento, el lugar donde siempre nos reuníamos para nuestras charlas de amigas. Martina, Clara y yo sabíamos que algo grande se venía. Paola no se mordía el labio inferior sin motivo.

—¿Qué te pasa, Paola? —le pregunté, intentando sonar tranquila. Pero la ansiedad me corroía.

Paola respiró hondo y sacó su móvil del bolso. Puso unas fotos sobre la mesa, y el aire se volvió tenso de inmediato. En las imágenes, Paola estaba con un hombre mayor, en situaciones demasiado comprometedoras.

—Hace unos meses conocí a alguien en una discoteca, una noche que salimos juntas —comenzó Paola, con la voz temblando—. Se llama Rodrigo, y es... mayor. Mucho mayor. Y está casado.

Sentí que el aire se volvía más denso. Clara fue la primera en reaccionar, frunciendo el ceño.

—¿Y qué pasa con esas fotos? —preguntó Clara, directa.

—Hace unos días, recibí un sobre en mi buzón —dijo Paola, con la voz quebrada—. Contenía estas fotos y una nota. Me están chantajeando. Quieren que me reúna con ellos mañana por la noche, en un lugar que no conozco. No me están dando opciones. Tengo que ir, o enviarán estas fotos a todo el mundo, incluyendo a su esposa y a mis padres.

Nos quedamos en silencio, procesando lo que acababa de decir. La idea de que alguien pudiera hacerle esto a Paola me enfurecía. Tomé su mano, intentando transmitirle fuerza.

—¿Qué clase de personas son? —pregunté, intentando mantener la calma.

—No lo sé —respondió Paola, con lágrimas en los ojos—. La nota no decía mucho. Solo que tengo que presentarme mañana por la noche en una dirección que nunca había oído. Y que a partir de ahora, trabajaré para ellos.

Martina, siempre la más impulsiva, se levantó de golpe, derramando su copa de vino.

—¡Esto es una locura! No puedes ir sola, Paola. No sabemos a qué te estás enfrentando.

Paola asintió, secándose las lágrimas con la manga de su blusa.

—Lo sé, pero no veo otra salida. Estoy aterrorizada.

Miré a Clara y Martina. Sabíamos que no podíamos dejar que Paola enfrentara esto sola. Apreté la mano de Paola con más fuerza, sintiendo una ola de determinación.

—Iremos contigo —dije con firmeza—. No dejaré que te enfrentes a esto sola. Somos un equipo, y saldremos de esto juntas.

—Exacto, somos un equipo —repitió Martina, con esa chispa en los ojos que siempre tenía cuando decidía algo.

—No podemos permitir que te hagan daño, Paola —añadió Clara, con su tono pragmático pero protector.

Estábamos en mi apartamento, todavía asimilando lo que Paola nos había contado. El sol de la tarde caía lentamente, tiñendo la terraza de tonos dorados. Después de un rato de silencio, no pude evitar la curiosidad.

—Paola, ¿cómo conociste a ese hombre? —pregunté, intentando entender cómo había empezado todo.

Paola suspiró y cerró los ojos, como si estuviera reviviendo aquel momento.

—Fue en la discoteca Olivia Valère —empezó, con la voz temblorosa—. Era una de esas noches en las que salimos todas juntas, con la intención de divertirnos y olvidar nuestras preocupaciones.

La música vibraba a través de las paredes de la discoteca, un ritmo que hacía imposible quedarse quieto. Las luces parpadeaban en sincronía con los latidos de nuestros corazones. Nosotras cuatro estábamos en la pista, riendo y bailando sin parar. Martina había insistido en ir a Olivia Valère esa noche; decía que necesitábamos una noche inolvidable.

—¡Chicas, esta es nuestra canción! —gritó Clara, jalándonos hacia el centro de la pista.

Bailamos sin descanso, sintiendo la libertad de la noche. En algún momento, necesité un respiro y me dirigí a la barra a pedir una bebida. Fue entonces cuando lo vi por primera vez.

Rodrigo estaba de pie junto a la barra, con una elegancia natural que destacaba incluso en la multitud. Tenía el cabello oscuro, perfectamente peinado hacia atrás, y unos ojos verdes penetrantes que parecían ver más allá de la superficie. Vestía un traje negro impecable, que resaltaba su figura atlética y su porte seguro.

—Una copa de vino, por favor —pedí al barman.

Mientras esperaba, noté que Rodrigo no me quitaba los ojos de encima. Finalmente, se acercó con una sonrisa que podría derretir a cualquiera.

—¿Disfrutando de la noche? —preguntó, su voz era profunda y seductora.

—Sí, mucho —respondí, intentando no parecer demasiado interesada—. ¿Y tú?

—Lo estoy intentando. Aunque debo admitir que la compañía mejora considerablemente la experiencia —dijo, sus ojos brillando con un destello de picardía—. ¿Te puedo invitar a algo?

Asentí, algo nerviosa pero intrigada. Nunca había hablado con alguien tan mayor en un ambiente así, y menos alguien con una presencia tan magnética.

—Me llamo Rodrigo, por cierto —dijo, extendiéndome la mano.

—Paola —respondí, estrechando su mano. Su apretón era firme, seguro, y su toque enviaba un escalofrío por mi columna.

Pasamos un rato charlando. Me contó que era empresario y que solía frecuentar Marbella por negocios. Pero no era solo lo que decía, sino cómo lo decía. Cada palabra salía de su boca con una mezcla de confianza y misterio, una habilidad para hacer que cualquier cosa sonara fascinante.

—¿Te gustaría salir a la terraza? —sugirió Rodrigo—. Aquí dentro es un poco ruidoso.

Lo seguí afuera, donde el aire fresco de la noche nos envolvió. La terraza estaba iluminada suavemente, y la vista de las estrellas era impresionante. Nos sentamos en un rincón apartado, y la conversación fluyó de manera natural.

—Marbella tiene un encanto especial por la noche —comentó, mirando el cielo—. Aunque, sinceramente, la vista desde aquí ha mejorado notablemente desde que te conocí.

Reí, sintiendo un rubor en mis mejillas. Había algo en él que me hacía sentir especial, una conexión que no podía explicar.

—Eres muy amable —dije, sin saber muy bien cómo responder.

Rodrigo se inclinó hacia mí, sus ojos fijos en los míos.

—No, Paola, no es amabilidad. Es la verdad. Hay algo en ti que me ha atrapado desde el primer momento —dijo, su voz baja y envolvente—. Eres diferente, y eso me intriga.

Sentí que mi corazón latía más rápido. La forma en que me miraba, como si fuera la única persona en el mundo, era embriagadora. Antes de que pudiera reaccionar, Rodrigo me besó. Fue un beso suave, pero lleno de promesas. Sus labios eran cálidos y firmes, y sentí que me derretía en sus brazos.

Nos quedamos allí, hablando y besándonos hasta que la noche empezó a desvanecerse. Cada palabra que decía, cada caricia, me hacía sentir más y más atrapada por su encanto.

—Y así fue como comenzó todo —terminó Paola, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas—. No sé en qué estaba pensando. Me dejé llevar por el momento y por lo que sentía cuando estaba con él.

Nosotras permanecimos en silencio, procesando lo que acabábamos de escuchar. Entendí que para Paola, aquel encuentro había sido más que una simple aventura; había algo profundo que la había atrapado.

—Paola, no estás sola en esto —dije, apretando su mano—. Vamos a salir de esto juntas.

——————

Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top