💠 Capítulo 17 💠
(Narra Massimo)
Verla irse me dejó paralizado. Mis ojos siguieron cada uno de sus movimientos hasta que desapareció entre la multitud, dejando tras de sí una estela de perfume que me envolvía, avivando el deseo que no dejaba de crecer dentro de mí. Quería correr tras ella, tomarla de nuevo entre mis brazos y, esta vez, no soltarla hasta que cada centímetro de su cuerpo me perteneciera. Pero me quedé allí, inmóvil, luchando contra las sensaciones que me invadían, que me impulsaban a hacer cosas que sabía que no debía.
No era solo que quisiera besarla. Quería mucho más que eso. Lo supe en el instante en que nuestros labios casi se rozaron, cuando la tenía tan cerca que solo un hilo de voluntad me separaba de perder el control por completo. Era como si toda la fuerza que normalmente poseía se esfumara en su presencia, dejando solo a un hombre atrapado entre el deseo y la razón.
Nunca había tenido relaciones serias con nadie. Las mujeres entraban y salían de mi vida con la misma rapidez con la que yo lo hacía en las suyas. Y aunque disfrutaba de la compañía femenina, no era un hombre fácil de satisfacer. Había aspectos del sexo que me atraían, cosas que no eran precisamente comunes, y esa era una de las razones por las que no solía mantener a una pareja cerca por mucho tiempo. Necesitaba que fuera fuerte, intensa, que se atreviera a explorar los límites conmigo.
Pero con Barbi... todo era diferente. La atracción que sentía por ella no era solo física. Había algo en su forma de ser, en esa mezcla de desafío y vulnerabilidad que me volvía loco. Me moría por hacerla mía, por perderme en ella de una manera que nunca había deseado con nadie más. Pero sabía que si lo hacía, no habría vuelta atrás. Si la besaba, si cruzaba esa línea, no podría detenerme, y la idea de no poder controlarme me aterraba.
Me quedé allí, en medio de la discoteca, tratando de reprimir el impulso de ir tras ella. No podía permitirme caer en esa tentación, no cuando sabía que las consecuencias podrían ser devastadoras. Pero por más que lo intentara, la idea de que esa noche terminara sin volver a verla me resultaba insoportable.
Decidí que no podía irme sin volver a encontrarme con ella. Necesitaba aclarar las cosas, necesitaba verla una vez más, aunque no estaba seguro de si podría mantener la distancia que me había impuesto. Era un riesgo que estaba dispuesto a tomar, porque la alternativa, dejar que se escapara de nuevo, simplemente no era una opción.
(Narra Barbi)
Mientras me alejaba de Massimo, tratando de ignorar la fuerza con la que mi corazón latía en mi pecho, mi teléfono vibró en mi bolso. Sabía que era Paola, y su mensaje solo confirmó lo que temía: Ruslan nos había convocado a todas para hablar con él.
—Paola está buscándonos —les dije a Clara y a Martina mientras nos dirigíamos al punto de encuentro—. Tenemos que ir a hablar con Ruslan. Parece que las cosas están yendo bien, así que quiere discutir algunos detalles.
Sentía una mezcla de alivio y preocupación al saber que la tarea de la venta de drogas estaba funcionando. Alivio porque eso significaba que Ruslan estaba satisfecho y, por lo tanto, nuestras vidas no estaban en peligro inmediato. Preocupación porque cuanto más nos adentrábamos en este mundo, más difícil sería salir de él.
Pero había algo más que me inquietaba: Martina no contestaba a nuestros mensajes. Había desaparecido durante un tiempo, y aunque no era raro que se separara del grupo, algo en su ausencia me preocupaba.
—¿Dónde diablos está Martina? —preguntó Clara, mirando su teléfono con frustración.
La buscamos por la discoteca, llamándola una y otra vez hasta que finalmente la encontramos en la planta de arriba. Cuando la vi, supe que algo andaba mal. Su pintalabios estaba corrido, y su expresión, aunque intentaba ser despreocupada, tenía un toque de nerviosismo que no era habitual en ella.
—¿Dónde estabas? —le pregunté, tratando de mantener mi voz neutral.
Martina esbozó una sonrisa, pero era evidente que no era sincera.
—Me encontré con un tipo... —dijo, encogiéndose de hombros—. Se estaba resistiendo un poco a comprar, así que pensé que un beso lo convencería.
Nos miró con una sonrisa, pero algo en su voz me hizo saber que estaba mintiendo. No era lo que decía, sino cómo lo decía. Había algo más, algo que no nos estaba contando.
Decidí no presionarla en ese momento. Sabía que Martina tenía sus secretos, al igual que todas nosotras, y aunque me preocupaba, no era el lugar ni el momento para sacarlos a la luz.
Finalmente, nos reunimos todas y nos dirigimos al salón donde Ruslan nos esperaba. El ambiente era opresivo, cargado de una tensión que me hizo sentir incómoda al instante. La habitación estaba decorada de manera lujosa, pero el lujo no lograba esconder la sordidez que impregnaba cada rincón. Los seguratas de Ruslan se mantenían en sus puestos, vigilándonos con ojos fríos, mientras dos prostitutas se movían por la sala con una sensualidad que parecía casi programada. Todo en esa escena era un recordatorio de lo peligroso y retorcido que era el mundo en el que nos habíamos metido.
Ruslan nos saludó con esa sonrisa falsa que siempre llevaba en el rostro, y nos hizo un gesto para que nos acercáramos. Nos felicitó por el buen trabajo que habíamos hecho hasta ahora, pero su tono dejaba claro que esperaba aún más de nosotras. Nos habló sobre cómo debíamos continuar, sobre cómo debíamos mejorar nuestras técnicas de seducción para atraer a más clientes.
Asentí en silencio, tratando de ignorar la incomodidad que sentía bajo la mirada de sus hombres. Sabía que no había opción, que debíamos seguir jugando este juego hasta encontrar una manera de salir. Pero cada vez que pensaba en lo profundo que estábamos, sentía un nudo en el estómago.
Cuando la reunión terminó, salí del salón lo más rápido que pude, buscando un poco de aire. Necesitaba tiempo para pensar, para procesar lo que estaba sucediendo. Me dirigí hacia el baño, esperando encontrar un momento de soledad para aclarar mi mente.
Pero justo cuando estaba a punto de entrar, me encontré con él. Massimo estaba allí, y la intensidad de su mirada me dejó sin aliento.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté, tratando de mantener la compostura, aunque sabía que mi voz traicionaba la sorpresa que sentía.
Massimo no respondió de inmediato. En lugar de eso, me miró con una mezcla de celos y preocupación que no entendía del todo.
—Te vi salir de esa habitación —dijo finalmente, su tono bajo y cargado de emociones—. ¿Qué hacías ahí dentro?
Su pregunta me tomó por sorpresa, pero lo que más me desconcertó fue el tono en su voz, como si estuviera celoso. ¿Celoso de qué? ¿De Ruslan? La idea me pareció absurda, pero al mismo tiempo, sentí una extraña satisfacción al pensar que podría ser cierto.
—Eso no es de tu incumbencia —respondí, tratando de mantener un tono firme, aunque mi corazón latía con fuerza—. No tienes derecho a cuestionar lo que hago.
Massimo dio un paso más cerca de mí, y por un segundo, pensé que iba a tomarme en sus brazos y besarme de nuevo. La tensión entre nosotros era palpable, una corriente que parecía vibrar en el aire que nos rodeaba.
—No te conviene estar con él —dijo, su voz tan baja que casi no pude oírla—. No te conviene estar en esto, Barbi.
No supe qué decir. Había algo en su voz que me hizo sentir expuesta, vulnerable, como si él pudiera ver más allá de la fachada que había construido.
Nos quedamos allí, mirándonos fijamente, tan cerca que podía sentir su aliento sobre mis labios. La tensión entre nosotros creció hasta un punto en que parecía que el mundo entero se había detenido, esperando que uno de los dos diera el siguiente paso.
—Deberías dejar de seguirme, Massimo. Esto... no puede seguir así—susurré mientras respiraba profundamente, tratando de mantener la compostura, aunque mis ojos no podían evitar recorrer el rostro de Massimo.
—¿Y qué es exactamente lo que no puede seguir, Barbi? ¿El que no pueda dejar de pensar en ti desde que te vi? ¿O el que, cada vez que te tengo cerca, me resulta imposible controlarme?—me contestó él, dando un paso más cerca, acortando la distancia entre nosotros, su voz baja, casi un susurro.
—Tú mismo dijiste que no querías tener nada que ver conmigo. No puedes cambiar de opinión cada vez que te conviene—me crucé de brazos, tratando de parecer desafiante, pero mi corazón latía con fuerza, y él parecía notarlo.
—Crees que quiero esto, ¿verdad? Crees que disfruto estando tan cerca de ti y no poder tocarte como realmente quiero— dijo Massimo, con una sonrisa ladeada, llena de ironía—. Pero no tienes idea de lo que me haces, Barbi. Cada palabra tuya, cada mirada, es como una maldita tortura— añadió mientras se inclinaba un poco hacia mí, su voz se volvía más profunda.
—No tienes que quedarte, Massimo. Puedes marcharte en cualquier momento— dije, deseando que no lo hiciera, tragué saliva, sintiendo la intensidad de su mirada, mi cuerpo reaccionando a su cercanía.
—¿Y dejarte así, tan cerca, tan jodidamente perfecta? No, Barbi... No me voy a ir. No puedo irme, no mientras tú sigas mirándome como si quisieras lo mismo que yo— se reía suavemente, pero sus ojos permanecían serios, llenos de deseo.
—¿Y qué es lo que crees que quiero, Massimo?—mi voz era apenas un susurro, pero el tono era desafiante, aunque mis ojos brillaban con deseo, no lo podía evitar.
—Quiero que me digas que no lo sientes también, que no me deseas tanto como yo te deseo a ti. Dime que no sientes esta locura cada vez que estamos cerca, y me iré— su mirada fija en mis labios, dando un último paso hacia mí, nuestros cuerpos casi rozándose.
—No puedo decirlo, Massimo. No puedo mentirte... Porque cada vez que te tengo cerca, solo quiero una cosa...— dije como pude mirando a Massimo directamente a los ojos, noté como su respiración se aceleraba, mis palabras eran lentas, cargadas de una mezcla de provocación y honestidad—. Quiero que me beses—dije con cierto tono de desesperación que no pude esconder, de verdad esperaba que lo hiciera.
Finalmente, Massimo rompió la distancia que nos separaba y me besó. Fue un beso intenso, cargado de una emoción que ninguno de los dos había sido capaz de expresar con palabras. Sentí cómo sus manos se aferraban a mi cintura, atrayéndome hacia él con una necesidad que igualaba a la mía. Era como si todo lo que habíamos estado reprimiendo, todo el deseo, la frustración y el miedo, se liberara en ese momento.
No supe cuánto tiempo pasó antes de que nos separáramos, pero cuando lo hicimos, ambos estábamos respirando con dificultad, nuestros rostros todavía a centímetros de distancia.
—Tengo que irme —murmuré, aunque mi voz sonaba débil, como si no quisiera alejarme de él.
Massimo no dijo nada. Me soltó con una expresión que no pude descifrar del todo, pero algo en sus ojos me dijo que esto no había terminado. Ni mucho menos. Me dirigía hacia la salida, pero me frenó con un último beso, como si no pudiera soportar la idea de tenerme lejos o, más bien, de no tenerme.
Salí del baño y me dirigí de nuevo a la discoteca, tratando de recuperar la compostura, pero sabiendo que algo dentro de mí había cambiado irrevocablemente.
——————
Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top