💠 Capítulo 12 💠

(Narra Martina)

Había días en los que sentía que mi vida no me pertenecía, como si estuviera atrapada en una película de la que no podía escapar. Este era uno de esos días. Estaba en casa, rodeada de mi familia, todos perfectamente alineados con los valores estrictos y tradicionales que mis padres habían impuesto desde siempre. No era un secreto que nunca me había sentido cómoda en este ambiente, pero últimamente, las cosas se habían vuelto aún más complicadas.

Soy la cuarta de seis hijos, y siempre me sentí como la oveja negra de la familia. Mis tres hermanos mayores, dos de los cuales ya estaban casados y tenían hijos, eran el modelo perfecto de lo que mis padres esperaban de nosotros: obedientes, religiosos, con vidas alineadas a los valores cristianos que nos inculcaron desde niños. Mis dos hermanos menores parecían seguir el mismo camino sin cuestionar nada. Y luego estaba yo, la que nunca encajó del todo, la que siempre miró el mundo de manera diferente, cuestionando lo que para los demás era incuestionable.

Nunca le había contado a nadie lo mucho que me oprimían esos valores. Mis padres esperaban que encontrara un buen chico cristiano, que me casara joven y empezara a formar una familia, tal como lo habían hecho mis hermanos. Pero yo nunca me identifiqué con esa visión de la vida. Mientras mis amigas experimentaban el mundo, yo sentía que mi vida estaba predestinada a seguir un camino que nunca quise recorrer.

Y entonces ocurrió algo que lo cambió todo. Algo que sacudió mi vida hasta los cimientos y me hizo cuestionar más que nunca quién era y qué quería realmente. Hace unos meses conocí a alguien, una persona que despertó en mí sentimientos y deseos que ni siquiera sabía que existían. No era un chico como los que solían interesarme, no era alguien que mis padres aprobarían. De hecho, no era un chico en absoluto.

Me sentí atraída por una chica, algo que nunca había experimentado antes, y ese descubrimiento me dejó completamente descolocada. La culpa comenzó a carcomerme desde dentro. ¿Cómo podía siquiera pensar en algo así? No era solo que mis padres jamás lo aceptarían; yo misma luchaba por aceptarlo. Todo lo que me habían enseñado iba en contra de lo que estaba sintiendo, y me encontraba en una batalla interna que no sabía cómo ganar.

No podía contárselo a mis amigas, aunque lo deseaba con todas mis fuerzas. Ellas eran lo más cercano que tenía a una verdadera familia, y sabía que no podía seguir ocultando esto por mucho tiempo. Pero el miedo a su reacción, a lo que pensarían de mí, me mantenía en silencio. No podía soportar la idea de que me rechazaran, de que me vieran diferente. Además, desde que Ruslan apareció en nuestras vidas, todo había cambiado. La situación era demasiado peligrosa como para agregar más complicaciones.

Estaba en la sala de estar, rodeada de mis hermanos menores, que veían la televisión con la misma despreocupación de siempre. Mis padres estaban en la cocina, preparando la comida familiar que, como era costumbre, se haría bajo la atenta mirada de una figura religiosa que colgaba en la pared. Miré a mi alrededor, sintiendo una desconexión profunda con todo lo que me rodeaba.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo, y lo saqué para ver un mensaje de "E❤️‍🔥". Era ella, la chica que había cambiado todo para mí. Sus mensajes siempre traían consigo una mezcla de alegría y culpa, pero también eran lo único que me hacía sentir viva últimamente. Sonreí al leer su mensaje, aunque inmediatamente me esforcé por ocultar mi reacción. No podía permitirme que alguien en mi familia lo notara.

El día transcurrió lentamente, cada segundo estirándose mientras me preguntaba cómo podría continuar con esta vida. Sabía que tenía que hablar con mis amigas, pero no era el momento. Por ahora, solo podía seguir ocultando mi verdad, esperando que la situación con Ruslan no empeorara, y que pudiera encontrar la fuerza para ser honesta conmigo misma y con los demás.

(Narra Clara)

El día se sentía interminable. Me quedé en casa, tratando de ocupar mi mente con un libro que había comprado hacía meses, pero no lograba concentrarme. Las palabras se mezclaban en mi mente, y las páginas pasaban sin que entendiera nada. No podía dejar de pensar en Tomás, en lo que había pasado entre nosotros. Algo no estaba bien, lo sabía. Lo sentía en cada fibra de mi ser, pero no sabía cómo manejarlo.

Llevábamos juntos tanto tiempo que la idea de perderlo me aterrorizaba. Tomás era mi ancla, la persona que siempre había estado a mi lado, pero últimamente, todo se sentía diferente. Había una distancia entre nosotros que no podía explicar, algo que él no me estaba diciendo. Y esa sensación de incertidumbre me estaba consumiendo.

Intenté llamarlo varias veces durante la mañana, pero no contestaba. Sabía que probablemente estaba ocupado, pero no podía evitar que la ansiedad creciera en mi interior. Finalmente, después de lo que parecieron horas, me devolvió la llamada.

—Hola, Clara —dijo, su voz tan familiar y cálida como siempre.

—Hola, Tomás. Te he estado llamando... —intenté sonar despreocupada, pero sabía que la preocupación se colaba en mi voz.

—Lo siento, estaba ocupado. ¿Todo bien? —preguntó, aunque algo en su tono me hizo dudar de su sinceridad.

—Sí... sí, todo bien —mentí, queriendo evitar otra discusión—. Solo quería saber cómo estabas.

Hablamos por unos minutos más, pero la conversación se sintió forzada, como si ambos estuviéramos evitando el verdadero problema. Finalmente, colgamos, y me quedé mirando el teléfono, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. Sabía que algo estaba mal, pero no tenía el valor de enfrentarlo.

Pasé el resto del día tratando de distraerme, pero nada parecía funcionar. La lectura no me ayudaba, y la televisión solo me recordaba lo que no quería pensar. Todo lo que podía hacer era esperar, esperando que la situación con Tomás mejorara, pero sin saber realmente cómo hacer que eso sucediera.

(Narra Paola)

Había intentado que el día se sintiera normal, pero cada vez que mi teléfono vibraba, me recordaba que nada lo era. Estaba en casa, rodeada de mi familia, intentando disfrutar de su compañía, pero mi mente no podía dejar de volver a Rodrigo, a la situación en la que me encontraba. Había tratado de mantenerme alejada de él, de no responder a sus mensajes, pero su insistencia estaba comenzando a agotarme.

Rodrigo no entendía lo que estaba pasando, y yo no podía explicárselo. Cada mensaje suyo era más insistente que el anterior, pidiéndome que lo viera, que le explicara por qué había cambiado de repente. Pero no podía. No podía arriesgarme a que se metiera en esta situación tan peligrosa, no podía permitir que mi amor por él lo arrastrara a algo que no podría manejar.

Estaba en el jardín con mis padres, intentando mantener una conversación sobre cualquier cosa menos mi vida amorosa, cuando mi teléfono vibró de nuevo. Lo saqué del bolsillo, con la esperanza de que no fuera Rodrigo, pero ahí estaba su nombre en la pantalla, acompañado por otro mensaje que no quería leer.

Rodrigo: Paola, necesito verte. Por favor, hablemos. No entiendo qué está pasando.

Ignoré el mensaje, tratando de mantener la compostura, pero mis manos temblaban. Sabía que Rodrigo no se detendría hasta obtener una respuesta, pero no podía darle lo que pedía. Sabía que lo mejor era no contestarle, dejar que pensara que había seguido adelante, aunque la verdad era que lo extrañaba desesperadamente.

Rodrigo: Te amo, Paola. No puedo seguir sin ti. Por favor, dame una oportunidad para arreglarlo.

Mi corazón se rompía con cada mensaje que llegaba, pero sabía que lo mejor era seguir ignorándolo. Si contestaba, si le daba una mínima señal de que todavía sentía algo por él, no se detendría. Y no podía permitir que eso sucediera. No después de todo lo que había pasado.

Finalmente, guardé el teléfono en mi bolso, decidiendo que lo mejor era concentrarme en mi familia, en intentar disfrutar de este tiempo con ellos, aunque mi mente estuviera a kilómetros de distancia. Sabía que no podía escapar de mis problemas, pero al menos por hoy, intentaría olvidarlos, aunque fuera solo por un rato.

(Narra Barbi)

El día transcurría con una extraña mezcla de calma y tensión. Mis padres se habían ido temprano, y eso me dejó sola con mi hermano Carlos. Hacía tiempo que no pasábamos un día juntos, y aunque era agradable estar con él, mi mente no podía dejar de vagar hacia otros pensamientos, otras personas.

Alex había estado enviándome mensajes desde la mañana, insistiendo en que nos viéramos. Quería hablar, quería entender por qué me estaba alejando, pero yo no estaba lista para enfrentar esa conversación. No después de lo que había pasado en la discoteca, y definitivamente no después de haber visto al otro chico, ese que había aparecido de la nada y había capturado toda mi atención.

No podía dejar de pensar en él, en su voz, en su presencia . Era tan guapo, tan atractivo, con una figura atlética que encajaba perfectamente con lo que siempre había considerado mi tipo ideal. Y sin embargo, había algo más en él, algo que me atraía de una manera que no podía explicar. No podía sacarme su imagen de la cabeza, y cada vez que cerraba los ojos, volvía a revivir ese momento en que nos miramos, tan cerca que podía sentir su aliento.

—Barbi, ¿estás bien? —la voz de mi hermano me sacó de mis pensamientos.

Lo miré, intentando sonreír, aunque sabía que mi mente estaba en otro lugar.

—Sí, solo estaba pensando en cosas —respondí, tratando de sonar despreocupada.

Carlos asintió, volviendo a concentrarse en su videojuego, pero yo no podía volver a la realidad tan fácilmente. Mi teléfono vibró de nuevo, y esta vez supe que era Alex antes de siquiera mirar la pantalla.

Alex: ¿Podemos vernos hoy? Necesitamos hablar.

Suspiré, sintiendo el peso de la situación. Sabía que debía enfrentar a Alex, que debía ser honesta con él sobre lo que estaba sintiendo, o mejor dicho, lo que ya no sentía. Pero no era el momento. No después de todo lo que había pasado, y definitivamente no cuando mi mente estaba llena de pensamientos sobre el chico de la discoteca.

Yo: Alex, necesito tiempo para aclarar mis ideas. No puedo verte hoy, lo siento.

Esperé su respuesta, sabiendo que no sería fácil. No tardó en llegar.

Alex: No entiendo por qué estás haciendo esto. Pensé que todo estaba bien. ¿Qué ha cambiado?

No tenía una respuesta simple para esa pregunta, así que decidí no contestar. Necesitaba tiempo, necesitaba espacio para entender lo que estaba sintiendo, tanto por Alex como por el chico que había conocido. Sabía que no podía seguir ignorando a Alex para siempre, pero tampoco podía obligarme a sentir algo que ya no estaba ahí.

Finalmente, decidí dejar el teléfono a un lado y concentrarme en lo que estaba haciendo. Pero justo cuando comenzaba a relajarme, el teléfono sonó de nuevo, esta vez era mi padre.

—Hola, papá —contesté, esperando escuchar su voz cálida.

—Hola, Barbi. Escucha, hemos decidido volver esta noche. Mañana tenemos una comida de trabajo importante, y queremos que tú y tu hermano vengáis con nosotros. Estaremos en casa en un par de horas.

—Vale, papá. Estaremos listos —dije, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación.

Después de colgar, me quedé sentada, pensando en lo que significaba que mis padres volvieran tan pronto. Sabía que la comida de trabajo sería importante, y que esperaban que Carlos y yo estuviéramos presentes. Pero al mismo tiempo, me preocupaba cómo iba a manejar todo lo que estaba pasando en mi vida.

No podía dejar de pensar en el chico de la discoteca, en lo que significaba para mí, en cómo estaba empezando a afectar todo lo demás. Y sabía que, eventualmente, tendría que enfrentar a Alex y explicarle lo que estaba sucediendo. Pero por ahora, solo podía esperar y ver cómo se desarrollaban las cosas, sabiendo que la situación se volvía cada vez más complicada.

——————

Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top