💠 Capítulo 11 💠

(Narra Barbi)

Mi casa estaba sumida en un silencio tenso mientras nos preparábamos para la noche que teníamos por delante. Nos habíamos pasado el día juntas, tratando de distraernos con conversaciones banales y recordando viejos tiempos, pero ninguna de nosotras podía ignorar lo que nos esperaba. Ahora, mientras nos mirábamos en el espejo del baño, era evidente que la realidad de nuestra situación había caído con toda su fuerza.

Yo llevaba un vestido negro ceñido, que caía justo por encima de mis rodillas, con finos tirantes que dejaban al descubierto mis hombros. Combiné el vestido con unos tacones negros que, aunque altos, me daban la seguridad que necesitaba para la noche. Mi cabello, suelto y en ondas suaves, caía sobre mis hombros. Un delineado sutil y un toque de labial rojo completaban el look. Sabía que debía verme confiada, aunque por dentro no me sintiera así.

Paola, por su parte, se había puesto un conjunto igualmente elegante pero con un toque más suave. Llevaba un vestido de seda en un tono verde oscuro, con un escote en V y una falda que se movía suavemente con cada paso. Sus tacones dorados complementaban perfectamente el vestido, y su cabello, liso y brillante, estaba recogido en una coleta baja que acentuaba sus delicados rasgos. A pesar de la situación, Paola tenía esa capacidad de verse serena, incluso cuando su mundo se desmoronaba.

—¿Lista? —le pregunté, intentando mantener mi tono neutral.

—Lo estaré en cuanto salgamos de aquí —respondió Paola, con una media sonrisa que no alcanzó sus ojos.

Justo cuando terminábamos de prepararnos, el timbre sonó. Sabíamos que eran Clara y Martina, quienes habían quedado de pasar a recogernos antes de ir a la discoteca. Bajamos juntas y abrimos la puerta para encontrarlas esperando, ambas con expresiones que reflejaban tanto la preocupación como la determinación.

Clara llevaba un vestido ajustado de color borgoña, con tirantes finos y una falda lápiz que resaltaba su figura esbelta. Sus tacones negros completaban el look, mientras su cabello caía en suaves rizos sobre sus hombros. A pesar de su habitual elegancia, era evidente que Clara no estaba en su mejor momento; su sonrisa parecía forzada, y sus ojos tenían una sombra de inquietud que no solían tener.

Martina, por otro lado, había optado por un look más atrevido. Llevaba un top de lentejuelas doradas que dejaba al descubierto su abdomen tonificado, y una minifalda de cuero negro que contrastaba con sus largas piernas. Su cabello rubio, liso y brillante, caía en cascada sobre sus hombros, y sus tacones altos hacían que su figura destacara aún más. Pero lo que más llamaba la atención era la forma en que seguía mirando su teléfono, una sonrisa juguetona en sus labios mientras leía algo que claramente no quería compartir.

—Vamos en mi coche —dije, intentando infundir algo de normalidad en la situación.

Nos dirigimos al coche y subimos. El trayecto hacia la discoteca fue silencioso al principio, todas sumidas en nuestros propios pensamientos. El nerviosismo se palpaba en el aire, pero ninguna de nosotras sabía exactamente cómo expresarlo. Finalmente, decidí romper el silencio.

—Chicas, debemos tener claro cómo vamos a afrontar esto —comencé, buscando sus miradas a través del espejo retrovisor—. Ruslan es peligroso, eso ya lo sabemos. Tenemos que hacer lo que nos pide, al menos por ahora, porque si intentamos escapar o decírselo a alguien, nos meteremos en problemas mucho peores.

—No podemos contárselo a nuestros padres ni a la policía —intervino Paola, su voz temblando ligeramente—. No tenemos idea de hasta dónde pueden llegar estas personas, y no quiero arriesgarme a que le hagan daño a mi familia... o a la mujer de Rodrigo. No podría soportarlo.

—Entonces, ¿hacemos lo que nos piden por ahora? —preguntó Clara, su tono lleno de duda.

—Sí —asentí—. Debemos seguirles el juego mientras pensamos en una manera de salir de esto. No es ideal, pero no veo otra opción en este momento.

El resto del viaje transcurrió en silencio, cada una de nosotras tratando de prepararse mentalmente para lo que venía. Sabíamos que no podíamos fallar, que nuestras vidas, y las de nuestras familias, estaban en juego.

Llegamos a la discoteca y aparcamos en una calle menos transitada, pero no completamente apartada, para no llamar la atención. Antes de salir del coche, decidí preguntar algo que no podía dejar pasar.

—Clara, ¿cómo fue con Tomás? —pregunté, sabiendo que había algo que necesitaba contar.

Clara suspiró y miró hacia abajo, jugando nerviosamente con sus dedos.

—Estamos bien —dijo, aunque su tono no era del todo convincente—. A veces, cuando estamos mal, es un asco, pero cuando estamos bien, es... muy bueno. Creo que me equivoqué al acusarlo de mentirme. Quizás solo fui yo, imaginando cosas.

Podía ver en su rostro que no estaba siendo del todo sincera, pero no quería presionarla más. Todas sabíamos lo que era estar en una relación complicada, y Clara, más que ninguna de nosotras, parecía estar atrapada en un ciclo que no podía romper.

—Clara, si necesitas hablar, estamos aquí para ti —dije suavemente, intentando mostrarle que la apoyábamos.

Ella asintió, aunque no dijo nada más. Sabía que seguía teniendo sus dudas, pero también sabía que esta no era la noche para resolverlas. Todas estábamos lidiando con nuestros propios problemas, y Clara parecía haber decidido que no era el momento de enfrentarse a los suyos.

Martina, mientras tanto, seguía mirando su teléfono con esa sonrisa que me ponía nerviosa. Estaba claro que había algo en su vida que no nos había contado, algo que prefería mantener en secreto. Pero, como con Clara, decidí no presionarla. Teníamos una noche complicada por delante, y no necesitábamos más conflictos.

—Vamos —dije finalmente, tomando aire—. Es hora.

Salimos del coche y nos dirigimos hacia la puerta trasera de la discoteca, la misma por la que había entrado Paola la noche anterior. Sabía que Alex estaría allí, y aunque no era el momento para hablar de nuestra relación, no podía evitar sentirme nerviosa por verlo. Sabía que debía terminar lo nuestro, pero no era esa la noche para hacerlo.

Cuando llegamos a la puerta, uno de los guardias nos reconoció de inmediato y nos dejó pasar sin problemas. El ambiente en la discoteca era tan opresivo como lo recordaba: las luces rojas, la música ensordecedora y el lujo exagerado. Todo parecía diseñado para hacerte sentir pequeño, insignificante.

Ruslan nos estaba esperando en el mismo lugar donde había recibido a Paola la noche anterior. Nos miró con esa misma expresión calculadora, como si estuviera evaluando cada uno de nuestros movimientos.

—Bien, me alegra que hayáis vuelto —dijo, su voz fría—. Esta noche tenemos bailarinas en las barras. Vosotras tenéis un trabajo simple: inducir a los hombres a comprar droga. No debería ser difícil. Solo aseguráos de hacer vuestro trabajo, y todo irá bien.

Sentí un nudo en el estómago, pero asentí, sabiendo que no tenía otra opción. Todas lo hicimos. Ruslan sonrió, satisfecho, y nos hizo un gesto para que nos moviéramos.

Al principio, decidimos quedarnos juntas, moviéndonos entre los hombres que se aglomeraban cerca de las barras para pedir sus bebidas. Era evidente que no éramos las únicas chicas de imagen allí, pero sabíamos que nuestra tarea era diferente, mucho más peligrosa. Intentamos mezclarnos, hablar con algunos hombres, y lentamente comenzamos a hacer nuestro trabajo.

—¿Qué tal si pruebas esto? —dije a uno de ellos, deslizando disimuladamente una pequeña bolsa en su mano mientras le sonreía coquetamente.

El hombre miró la bolsa con una mezcla de sorpresa y duda.

—¿Droga? No sé... —respondió, aunque sus ojos mostraban interés.

—Es solo para divertirse un poco más. Nadie se enterará —insistí, tratando de sonar convincente.

Finalmente, él aceptó, y sentí una mezcla de alivio y repulsión. No podía creer que estuviera haciendo esto, pero sabía que no tenía otra opción.

A medida que la noche avanzaba, continuamos con nuestra tarea, aunque no todas las interacciones eran exitosas. Algunos hombres se negaban, otros intentaban llevar la conversación a un terreno más personal, buscando algo que no estábamos dispuestas a dar. Era un juego peligroso, y cada segundo me sentía más atrapada en él.

Justo cuando comenzaba a sentirme un poco más segura, vi a Alex acercándose hacia mí. Su mirada tenía ese brillo que conocía bien, y su sonrisa era la de alguien que esperaba algo.

—Barbi —dijo, acercándose tanto que pude sentir su aliento en mi piel—. Esta noche no te voy a dejar con las ganas.

Sentí un escalofrío recorrerme. Sabía lo  que quería, pero no podía permitírmelo. No solo porque ya no sentía lo mismo por él, sino porque ahora tenía una tarea que cumplir, una que no podía permitirme fallar.

—Alex, no puedo —dije, intentando sonar convincente mientras me alejaba un poco—. Tengo que encontrar a mis amigas. Están por aquí y... no puedo dejarlas solas.

—Vamos, solo un rato —insistió, tomándome de la cintura y acercándome más a él.

Sentí cómo mi corazón comenzaba a latir más rápido, pero no de la forma que solía hacerlo cuando estaba cerca de él. Esto era diferente, era miedo, no emoción.

—De verdad, Alex, no puedo. Lo siento, tengo que irme —dije, apartándolo suavemente mientras buscaba una salida.

Finalmente, logré escabullirme, aunque su mirada me seguía mientras me alejaba. Apenas había recorrido unos pasos cuando mi teléfono comenzó a vibrar. Miré la pantalla y vi que era Alex, enviándome mensajes uno tras otro.

Alex: ¿Dónde estás?
Alex: No me dejes así...
Alex: Ven conmigo, Barbi, solo un rato...

Los mensajes se volvían cada vez más insistentes, y mi ansiedad crecía con cada uno de ellos. Sabía que no podía seguir ignorándolo, pero tampoco podía hacer lo que me pedía. Necesitaba salir de allí, necesitaba aire.

Comencé a caminar más rápido, tratando de encontrar un lugar donde pudiera respirar, pero no había escapatoria. Sentí a Alex detrás de mí, cada vez más cerca, y finalmente, cuando me tocó el brazo para detenerme, me giré bruscamente y salí corriendo, dejándolo atrás.

Corrí entre la multitud, sintiendo que el aire se hacía más pesado, más denso. No sabía hacia dónde iba, solo quería alejarme de él, de todo. Fue entonces cuando choqué con alguien. El impacto me hizo tambalearme, y cuando levanté la mirada, me encontré con unos ojos que reconocí al instante.

Era él. El chico que había visto la otra noche, el que había captado mi atención de una forma que no entendía. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración, y por un segundo, me quedé completamente paralizada, sin poder apartar la mirada.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó él, su voz suave pero cargada de preocupación.

Intenté responder, pero las palabras no salieron. Estaba demasiado atrapada en su mirada, en esa extraña conexión que había sentido desde el primer momento en que lo vi. Finalmente, logré respirar y negar con la cabeza, aunque no me moví.

—Estoy bien... todo está bien —dije, aunque era evidente que ninguno de los dos quería soltarse.

Sus ojos se suavizaron, pero no se apartó.

—¿Segura? —preguntó, dando un pequeño paso hacia adelante, lo suficiente para que nuestras respiraciones se mezclaran.

Tragué saliva, sintiendo que el mundo a mi alrededor se desvanecía. No podía apartar la vista de él, y sentía que él tampoco quería hacerlo.

—Sí... segura —logré decir, aunque mi voz apenas era un susurro.

Pero entonces, escuché la voz de Alex llamándome, y la realidad se estrelló contra mí como una ola. Me aparté bruscamente, casi como un reflejo, y sin mirar atrás, corrí hacia la salida.

Me alejé de él, aunque podía sentir su mirada siguiéndome mientras me iba. No sabía quién era, pero algo me decía que había algo más entre nosotros, algo que no podía ignorar. Sin embargo, no era el momento para averiguarlo. Tenía otras prioridades, otras cosas que resolver.

Finalmente, la noche terminó. Habíamos logrado inducir a algunos clientes a comprar, y aunque me sentía sucia y culpable, sabía que habíamos hecho lo necesario. Cuando nos reunimos de nuevo con Ruslan, su sonrisa satisfecha fue todo lo que necesitábamos para saber que habíamos hecho lo correcto.

—Buen trabajo, chicas —dijo, con una voz que no dejaba lugar a la duda—. Seguid así, y todo irá bien.

Nos quedamos en silencio, sabiendo que habíamos sobrevivido a una noche más, pero también sabiendo que esto no había hecho más que empezar.

——————

Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top