II: Consejera y Maestra Sustitora
Ya era otro día, _____ se había despertado antes para bajar a desayunar a solas mientras algunos de los niños dormían.
Su madre se acercó a ella, se veía un poco intranquila; una de las maestras se había enfermado y no podía asistir el día de hoy.
—Hija -habló su madre llamando la atención de la joven-.
—¿Sucede algo? -preguntó la chica dejando de comer su cereal-.
—Si -suspiró- Janna no podrá asistir y necesito una maestra suplente.
—¿Y quieres que yo la sustituya? -la joven miró su cereal- No soy buena con ser maestra de arte.
—Sabes lo suficiente, ella misma te dio clases -respondió seriamente su madre-.
—Bueno...haré lo posible -terminó su desayuno y se retiró-.
Realmente la chica era muy buena siendo maestra suplente, más si se trataba de arte. Pero no quería equivocarse y que su madre se diera cuenta.
Tomó lo necesario para la clase y se dirigió al salón respectivo de arte.
Al llegar preparó todo; limpió los asientos y las mesas, organizó los trabajos y tareas, además de que preguntó el grupo que tenía.
Debía darle clases primero a los niños de 3-4 años, después a los niños de 5-7 años, 8-10 años, 11-14 años y finalmente a los de 15-17 años. Cinco grupos en un día.
~~~
Había terminado la clase con el grupo de niños de 5-7 años.
La joven suspiró y se paró junto a la puerta de entrada para mirar a los niños del próximo grupo, ya que debía asegurarse de que todos entraran o que estuvieran bien.
Los niños fueron entrando poco a poco, algunos saludaban a la joven mientras que otros le preguntaban que si sería su nueva maestra, a lo que ella contestaba que solo era una suplente.
Los niños tomaron asiento, incluso los nuevos.
_____ dejó la puerta abierta y caminó al escritorio, tomó un gis y comenzó a dar la clase.
Unos toquidos en la puerta llamaron su atención, allí estaba Sally sosteniendo su oso peluche y su mochila.
—Lamento llegar tarde, no encontraba el salón de clases -suspiró- ¿Puedo pasar?.
—Claro -respondió la joven de 17 años con una sonrisa-.
La pequeña niña entró y se sentó en los asientos de enfrente.
La joven la miró y después continuó con la clase, pero fue interrumpida por una pregunta de uno de los niños nuevos.
—¿Cuál es su nombre completo, señorita _____?.
La joven miró a uno de los niños, Nathan, decía su gafete.
Suspiró y dio una leve sonrisa antes de responder.
—_____ Miller Walker.
—Lindo nombre -dijo con una sonrisa Nathan-.
—¿Y cuántos años tiene? -preguntó una niña levantando la mano, su gafete decía Sussy-.
—17 años, en unos días, 18 años -suspiró-.
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Pov _____:
Las clases terminaron, el último grupo estaba saliendo mientras yo recogía mis cosas.
Tyler, uno de los chicos de 17 años se acercó con una sonrisa, siempre era tan positivo.
—Maestra suplente de arte, ¿eh? -río un poco- Te queda bien, aunque sería mejor si no fueras suplente.
—La maestra Janna se enfermó -suspiré- Además ya soy consejera.
—Lo sé, la consejera Walker -sonríe-.
—Si tienes algún problema en tu vida, deberías ir a que te de un consejo.
—Quisiera más que un consejo -murmuró-.
—¿Disculpa? -lo miré algo confundida-.
—Yo...Emm...se me hace tarde, nos vemos -se fue-.
—Vaya chico bromista -suspiré-.
Tomé mis cosas y cerré el salón de clases, seguían las horas libres.
Eran 7 horas en total: Cada clase duraba 1 hora, eran 5 grupos, las otras 2 horas se dedicaban al almuerzo y el receso.
El horario era el siguiente: De 8 a.m. a 10 a.m. eran clases normales, de 10 a.m. a 11 a.m. era el almuerzo y receso, y las últimas horas; De 11 a.m. a 2 p.m. continuaban las clases.
El resto era para estar libres y hacer sus tareas.
Entré a mi lugar de trabajo, dejé las cosas en la mesita y miré por la ventana. Allí se encontraban todos los niños jugando y divirtiéndose.
Di un sobresalto al escuchar mi nombre detrás de mí.
Me giré y miré a Sally con una sonrisa mientras abrazaba su oso de peluche, o como ella lo llamaba, el señor D.
—¿Quieres jugar conmigo? -preguntó Sally-.
—Me gustaría -sonreí- pero estoy en horario de trabajo -suspiré-.
—Seguirás en tu horario de trabajo, además esto me ayuda como si fuera un tratamiento con mi autoestima.
—Esta bien, vayamos.
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—Me agrada tu presencia, _____ -comentó Sally mirando a su oso de peluche-.
—No mientas pequeña -sonreí levemente-.
—No miento, realmente eres agradable.
El ruido de una rama rompiéndose llamo nuestra atención.
Ambas miramos hacia el bosque, ya que estábamos demasiado cerca de este.
—Sally...debes regresar a casa -habló una voz desde lo profundo del bosque-.
Miré a Sally, ella simplemente ignoró eso y continuó jugando con su oso de peluche.
No entendía lo que sucedía, me puse de pie y me acerqué al bosque.
—No lo hagas -dijo Sally deteniéndome-.
—¿Por qué no? -pregunté algo nerviosa-.
—Tu imaginación está jugándote una broma -suspiró- Yo no he escuchado nada, por eso lo digo.
Suspiré, di la vuelta y miré a los niños entrar al orfanato; era la hora de la cena.
Sally se puso de pie, la tomé de la mano y caminamos hacia el orfanato. Volví a mirar el bosque, otra vez estaba aquella figura parecida a un chico, pero esta vez pude observar cómo era; llevaba unos googles y un bozal, además de traer puesta la capucha de su sudadera.
Lo miré por unos segundos mientras avanzaba, hasta que di un leve tropiezo pero pude evitar caerme.
Sally me miró sería, algo no encajaba y debía averiguar lo que sucedía.
—Deja de escuchar las bromas de tu mente, pueden llevarte a la locura -dijo Sally en un tono de voz bajo-.
—Lo sé, pero algunas cosas no son el producto de la imaginación de nadie -hice una pausa- Algunas cosas pasan por coincidencia o el destino, algo sucede en el bosque y quiero saber lo que es.
Sally no dijo nada al respecto.
Probablemente ella quería evadir el tema de conversación, ¿por qué?.
Esta niña puede esconder más secretos de los que debería.
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