- Parte única -

El profesor dio un estruendoso aplauso y la clase terminó. Eran apenas las dos de la tarde y ya estaba bastante fresco afuera. Antes de que Seok-jin pudiera subirse la bufanda, sintió unas manos heladas abrazar su piel, lo que provocó un chillido y un brinco en su sitio. Al darse la vuelta, Jung-kook lo recibió con carcajadas y luego apoyó la frente en su brazo para acallarlas. Ese chico no dejaba de molestarlo siempre que podía. Kim comenzó a cuestionarse si había sido buena idea haber accedido cuando le propuso tener sexo casual de vez en cuando en su estadía en Misty Hollow. Aunque inicialmente esperaba encontrar a otra persona: Kim Nam-joon, con quien ya había forjado un fuerte lazo el año pasado. En su última visita, todo había culminado en lo que pudo haber sido un beso, pero ninguno lo concretó.

Sin embargo, con el correr de los días, no había sabido nada de él, y cuando preguntó, nadie supo darle pistas sobre su paradero, pero seguía indagando por él. Sabía que Nam-joon era grande y fuerte, que no permitiría que nada malo le pasara, por lo que estaba convencido de que estaría bien. Entretanto, cedería a los encantos de Jung-kook. Tal vez así podría hallar el valor suficiente para confesarle sus sentimientos a Nam-joon y, además, ganar experiencia para compartir con él algo más que un simple beso.

―¿Vendrás a la fiesta de Halloween en la noche?

―¿Eh?

―No me digas que lo olvidaste, hyung.

―No, no, yo... Aquí estaré. Ya tengo mi disfraz.

―¡Perfecto, yo también! ―exclamó con euforia, aferrándose a su brazo y bajando juntos los escalones de la entrada principal.

Las miradas juiciosas de muchos estaban sobre ellos. Jung-kook era un chico muy lindo y tierno, y cuando intimaba con él, se mostraba especialmente dulce. Su cara ardía y su expresión de apocamiento, acompañada de los sonidos apenas perceptibles que dejaba escapar cuando Seok-jin se apoderaba de él con cariño, lo encantaban.

Desde el comienzo, había sido claro: no esperaba formalizar nada. Solo quería a alguien a su lado para que su ahora exnovio, Min Yoon-gi, lo dejara en paz. Habían roto hace un mes, pero Min seguía buscándolo y demandándole cosas como si aún fueran pareja, lo que lo frustraba profundamente.

Seok-jin alcanzó a verlo entre la multitud, casi oculto entre Jimin, Ho-seok y Taehyung, con sus ojos fríos observándolo con aversión. Parecía que todos ellos estaban de su lado, apoyando sus celos poco sanos, pero Kim sabía que a los muchachos no podía importarles menos el asunto; solo deseaban que hubiera paz entre todos.

Al notar su presencia, Jung-kook se aferró a su hyung con más fuerza, entonces el muchacho pudo sentir la mirada asesina de Yoon-gi cerner sobre él como una amenaza palpable.

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En la noche, de regreso en la universidad, Seok-jin estacionó su bicicleta en el soporte de metal. Llevaba un disfraz improvisado de soldado extranjero de época victoriana: un tricorne negro, una camisa de lino con una pañoleta decorando el cuello y un saco grueso, algo que agradecía tener, ya que casi podía ver su aliento debido al frío. Aseguró la bicicleta y guardó las llaves en el bolsillo de su saco. Luego, la miró y posó su mano sobre ella. Era la bicicleta índigo de Nam-joon; la habían intercambiado con la suya hacía unos días. Lo echaba de menos y comenzaba a preocuparse al no saber de él.

―¿Dónde se habrá metido este grandulón torpe? ―murmuró.

Dio una palmada al transporte y se dirigió al interior del edificio, donde la música y las luces llenaban el lugar, así como el alumnado, que bailaba con sus ostentosos disfraces. Seok-jin suspiró. Estaba en una fiesta, pretendiendo divertirse para distenderse de los estudios, pero Nam-joon no se iba de sus pensamientos. Añoraba que en cualquier momento se acercara por detrás para sorprenderlo, cubriéndole los ojos y haciéndole la típica pregunta: "¿Quién soy?". O tal vez...

Un brusco sobresalto lo devolvió al plano terrenal, interrumpiendo sus cavilaciones. Unas manos heladas rozaron su cuello. Incluso en su molestia, pensó que podría tratarse de Nam-joon. ¡Lo deseaba! Pero no pudo evitar mostrar una ligera desilusión al girarse y encontrar a Jung-kook, quien lo miraba con una gran sonrisa.

―Jung-kook-ah, te he dicho que no hagas es... ―Se detuvo al ver que su compañero vestía un disfraz casi idéntico al suyo.

―¡Vaya, hyung! ¡Las grandes mentes piensan igual, eh!

―S-sí... ―Esbozó una sonrisa torcida, escaso en réplica.

―¿Qué pasa? ―preguntó al notar su desencanto―. ¿Te molesta que sean parecidos?

―N-no, no...

―¿Te molesto yo? ―indagó, un poco afligido.

―¡No! No... Es solo que...

―Sigues pensando en Nam-joon-hyung, ¿verdad?

―¿Para qué voy a mentirte?

―Tranquilo, hyung... ―Le acarició el hombro―. Verás cómo aparece pronto y con una buena explicación.

―Más le vale.

―Cuando él aparezca ya no te molestaré.

―Tendré que contarle lo que estuvimos haciendo tú y yo.

―¿Por qué?

―¿Cómo que por qué? Si pretendo tener algo serio con él quiero ser honesto.

―Creo que te estás adelantando. Ni siquiera son pareja, y nosotros solo nos divertimos un poco, relájate.

―Sí, pero...

―Mientras estemos en la fiesta procura divertirte, ¿bien? Y guárdame una pieza de baile, ¿sí?

―D-de acuerdo.

Jung-kook sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de avanzar y perderse en lamultitud, aunque Kim pronto se dio cuenta que se dirigía directamente haciadonde estaban Jimin, Ho-seok y Taehyung. Cuando su dongsaeng se giró ensu dirección, le hizo un gesto para que se acercara. Sin embargo, a lo lejos, captó la mirada de Min Yoon-gi, que le heló la cerviz. Él estaba disfrazado depirata: con una pañoleta en la cabeza, dejando escapar solo unas hebras de su cabello negro por debajo, guantes de cuero y un parche en el ojo. Lo escudriñaba como si estuviera planeando atacarlo en cualquier momento. Seok-jin tragó saliva, decidido a ignorarlo, y caminó en dirección a Jung-kook, que seguía llamándolo.

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Seok-jin compartió sus anécdotas de su ciudad natal, divirtiendo a todos con ellas, o bueno, a casi todos, ya que Min Yoon-gi seguía mirándolo despectivamente al pasar cerca junto a sus amigos y compañeros de deporte.

Más tarde, el muchacho hizo una reverencia frente a una chica para despedirla, luego de bailar juntos. Ese gesto no solo elogiaba su traje, sino que siempre había sido caballeroso en exceso con las mujeres.

Otra pista musical comenzó a invadir el lugar, haciéndole mover el cuerpo en complacencia, aunque no deseaba bailar; solo quería mojar sus labios con una bebida. Fue en ese momento cuando, no muy lejos, escuchó a Jung-kook quejarse.

―¡Jung-kook!―Yoon-gi lo agarró del brazo y lo volteó bruscamente hacia él.

―¿Qué quieres? ―Se soltó y volvió a darle la espalda.

Min, con un ceño más fruncido, se movió delante de él para hablarle:

―No me importa lo que dijiste, ¡quiero que bailes conmigo ahora!

―¡Ya déjame!

―Disculpa... ―intervino Seok-jin.

―Lárgate, jirafón ―dijo, levantando su palma a la altura de su hombro, en señal de que no avance ni se entrometa.

―Yo creo que...

―No es necesario, hyung... ―trató de mediar el chico.

―Jung-kook ya no quiere nada contigo, Yoon-gi.

―¿Ah, sí?

―Creo que... debes dejarlo tranquilo de una vez.

Min asintió ante sus palabras, mas su rostro reflejaba ira.

―Tú... ―Lo sujeta por el cuello de su ropa―. ¡Afuera!

El iracundo muchacho prácticamente lo arrastró hasta el patio frontal del edificio, con una multitud de personas siguiéndolos, entre ellas Jung-kook, quien protestaba constantemente y le pedía que lo soltara. Al momento siguiente, Seok-jin se encontraba frente a Yoon-gi, con los puños en alto, a la altura de sus mejillas.

―Baja los puños, tarado. No pelearé contigo... Te haré el favor.

―¿Qué pretendes? ―indaga el joven, irguiendo la postura.

―Seguramente ya habrás escuchado la leyenda que mora en toda la ciudad, ¿verdad? Tú sabes, el jinete sin cabeza.

―Sí. En una noche de Halloween, un viejo profesor a caballo tomó la ruta equivocada y el jinete le rebanó la cabeza, ¿y qué?

―Le arrojó una calabaza, de hecho, aunque poco ayudó. Verás, tenía que llegar al puente, justo en el corazón del bosque, para salir más rápido de ahí. Se supone que el jinete no puede cruzar dicho puente, pero el pobre profesor no logró llegar a tiempo, ni con su caballo, por lo que perdió la cabeza...

―¿Y tu punto es...?

―Que es noche de brujas, ¿no? La vieja calabaza debe seguir ahí. Tómala y tráela, entonces tendrás mi respeto.

―¿Y si me niego?

―Entonces sí sube alto tus puños, jirafa cara de alpaca.

―Olvídalo, no me prestaré a tus mierdas... ―dijo, dando media vuelta, decidido a olvidar el asunto e irse a casa.

―Nam-joon también pensó lo mismo cuando hoyó la historia ―dijo de repente Yoon-gi, llevándose las manos a los bolsillos.

Seok-jin detuvo el paso de inmediato y se giró hacia él con un rostro serio, incluso intimidante.

―¿Cómo que Nam-joon? ¿De qué estás hablando?

―Ya debes saber cómo es él, un escéptico total. Quiso ver la dichosa calabaza y al supuesto jinete con sus propios ojos.

Ante sus palabras, Seok-jin se le fue encima, sujetándolo por el cuello de su ropa, aunque eso ni siquiera inmutó a Min, y lo que era más, le interesaba saber qué tan lejos se atrevería a llegar, después de todo, no solo sabía cómo defenderse, sino cómo arremeter.

―¿Qué le dijiste a Nam-joon, idiota?

―Relaja tu raja, amigo ―dijo con desdén y apartó sus manos―. Él quiso ir por su cuenta. Nadie lo obligó, yo solo lo insinué.

―Si le pasó algo...

―Como dije ―lo cortó en seco―, si algo le ocurrió corre por su cuenta, ya que él, como persona mayor de edad que es, tomó su decisión.

―Por tu bien, será mejor que lo encuentre sano y salvo ―dijo, apuntándolo con el dedo y alejándose a paso acelerado.

―¡Obsérvame temblar, Kim!

Jung-kook miró a su exnovio con reproche, se dio la vuelta y empezó a seguir los pasos de Seok-jin.

―¿Qué haces? ―le dijo Yoon-gi, tomándolo del brazo.

―Voy con hyung ―respondió, fastidiado, y se soltó de su agarre.

―¡Olvídate de ese tonto! ―Volvió a agarrarlo, con más fuerza esta vez, reteniéndolo―. ¡Está enamorado de otro! ¿Por qué lo sigues como un perrito faldero?

―¡Tú no entiendes nada! ¡Suéltame!

En ese momento, Ho-seok intervino, dándole un fuerte apretón al brazo de Yoon-gi, obligándolo a dejar ir al chico.

―Ya fue suficiente ―dijo con un rostro serio.

―Haré que hyung recapacite y vuelva ―dijo Jung-kook―. El bosque es peligroso en la noche, y no solo por el dichoso jinete.

―Sí, hazlo, por favor, Kookie.

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Sumido en su rabia y preocupación por la reciente revelación, Seok-jin caminaba a paso acelerado por el sendero del bosque. No era un punto profundo y estaba bien iluminado con la luz de la luna, que se filtraba a través de la maleza, aunque también usaba la linterna de su teléfono celular.

―¡¿Nam-joon?! ―exclamó, luego se llevó una mano a la cabeza, meneándola, pensando que era ridículo recibir una respuesta, aunque la misma llegó en forma de ruido entre los árboles, una especie de risa en la lejanía.

»¡Ja-ja, Min Yoon-gi! ¡Sé lo que intentas! ―dijo, caminando en reversa y alumbrando con la linterna―. No creas que me vas a...

Y justo al darse la vuelta, culminó su oración en un grito, al encontrarse cara a cara con una calabaza que emitía una luz verde fluorescente, y luego, la risa de Jung-kook.

―Maldita sea, Jung-kook-ah. ―Se llevó las manos al rostro, hastiado.

―Eres tan asustadizo, ¡no me pude resistir! ―decía entre risas.

―¿De dónde sacaste eso? ―Señaló la calabaza con la luz de su teléfono.

―Me la traje para ver por dónde voy.

―Embustero, ¡la trajiste para darme un susto!

Las risas del chico solo reforzaron su idea. Juntos, avanzaron unos pasos hasta la desviación que conduciría al puente, si iban en la dirección correcta: la izquierda. Fue entonces cuando Seok-jin encontró otra calabaza de tamaño mediano con una luz dentro.

―¿Esta también es otra de tus bromitas? ―dijo y se inclinó a recogerla.

―Yo no lo haría, hyung. Recoger cosas en sitios como estos... Podrías perturbar espíritus.

―Y me lo dices tú, ajá... ―dijo, abriendo la parte superior del calabacín y viendo una pequeña vela dentro, la cual se apagó en un segundo.

El fuerte crujir de unas ramas le heló el habla en un instante; Jung-kook también levantó la cabeza y miró curioso el entorno.

―Espíritus perturbados. Bien hecho, Jin-hyung.

―Vámonos ―dijo, poniendo la calabaza en su sitio.

Pellizcó el hombro de su compañero y caminaron, aunque, con solo dar un paso, escucharon otro sonido que los hizo detenerse en el acto: el relinchar de un caballo, seguido de un trote.

―¿Oíste eso? ―Se adelantó unos pasos.

―Sí... Un caballo...

―¿Yoon-gi cabalga? ―Se gira hacia él en incógnita.

―No ―responde con un sutil meneo de cabeza y una risa nasal―. Quien cabalga es Taehyung, pero él jamás nos asustaría con eso, mucho menos aquí; este bosque le da miedo por la noche. Estás paranoico.

―¡Acabas de decir que también lo escuchaste!

―Tal vez también estoy paranoico, ¿quién sabe?

Seok-jin arremetería con otra respuesta, pero el sonido de unos pasos fornidos lo acalló. Tanto él como Jung-kook miraron a un extremo, encontrándose con una persona vistiendo una especie de armadura negra bajo una capa del mismo color, aunque el detalle que más resaltaba era la calabaza que llevaba en su cabeza.

―¿Mi-Min Yoon-gi...? ―Retrocede nervioso.

―Es muy alto para ser Yoon-gi... ―Recula también, agarrando el brazo de su hyung.

―¡Tal vez Taehyung! ―Se aleja otro paso, nervioso.

―¡Que es un miedoso como tú! ¡No hace estas cosas!

―Quizá sea Hobi...

En ese momento el individuo muestra un hacha en una mano, y una espada en la otra.

―¡No es Hobi-hyung! ¡Corre!

Apenas se giraron y comenzaron a correr, el sujeto fue tras ellos a gran velocidad. Jung-kook entendía que era una situación de peligro, pero no terminaba de convencerse, mucho menos con los gritos histéricos de su hyung, que le causaban mucha gracia.

―¡Es el puto jinete sin cabeza! ―bramó Seok-jin casi sin aliento.

―¡¿Y dónde está su maldito caballo?!

―¡Los dos lo escuchamos, ¿o no?!

―¡Creí que era paranoia!

―¡¡Deja ya esa mierda!! ―gritó hastiado y con el rostro rojo de furia―. ¡¿Dónde mierda está el puente que no puede cruzar?!

―¡Allá! ―Señala al frente con los ojos.

Aunos pocos metros estaba el puente de la leyenda, un límite que el espectro no podía cruzar. Sin embargo, poco grata fue su sorpresa al ver que la aparición continuó su persecución contra ellos, dejándolos en un estado de alerta aún mayor. No detuvieron su carrera hasta llegar al otro extremo del bosque. Allí, los esperaba Min Yoon-gi, caminando en círculos, preocupado de que algo malo pudiera ocurrirles debido a la maldita leyenda que se le ocurrió sacar a colación por su celotipia inútil. Aguardaba junto a Ho-seok, Taehyung y Jimin. 

Conocía el circuito del bosque y sabía que, si cruzaban el puente, acabarían en ese punto. Al escuchar los alaridos de Seok-jin, sintió una mezcla de alivio y alerta. Sin embargo, fue espanto lo que lo invadió al ver al ente que perseguía a los chicos. Todos gritaron y se apartaron del camino. El individuo frenó un instante; Seok-jin y Yoon-gi se miraron, dándose cuenta de que ninguno de ellos estaba gastándole una broma.

―¡Cuidado! ―advirtió Jimin.

El aparente jinete fue por Seok-jin, quien cayó al suelo al tropezar. Ho-seok y Taehyung sujetaron al ente de un brazo cada uno para evitar que blandiera sus armas blancas contra él.

―¡Manténganlo así! ―exclamó Jung-kook, poniendo la calabaza que todavía llevaba consigo sobre el césped.

El chico retrocedió y haciendo una breve carrera pateó con todas sus fuerzas, dando de lleno contra la cabeza del espectro, derribándolo. No por nada era el goleador estrella del equipo de fútbol de la universidad.

La calabaza que el individuo tenía en la cabeza se rompió en pedazos al estrellarse con la otra. El sujeto parecía estar inconsciente. Todos se acercaron curiosos, y sus ojos se abrieron de par en par al ver que se trataba de Nam-joon.

―¡¿Qué demonios...?! ―exclamó Yoon-gi.

―¡¿Tú planeaste esto?! ―Apuntó a Min con el dedo.

―Seok-jin, no sé si lo has notado, ¡pero no tengo nada que ver con esta mierda!

El quejido del muchacho en el suelo llamó la atención de todos. Llevándose una mano a la cabeza Nam-joon se irguió, quedando sentado sobre el césped, aturdido. Al ver que todos lo rodeaban con rostros pálidos y preocupados, se quedó estático, sin comprender lo que ocurría.

―¡Tú, pedazo de idiota! ¿A qué estabas jugando, eh? ―Lo increpó Seok-jin, con los ojos aguados en lágrimas.

―¿Seok-jin? ¿En dónde estamos? ¿Qué está pasando?

―¿No te acuerdas de nada? ―preguntó Jimin, inclinado junto a él con un rostro afligido.

El referido se tomó unos segundos para intentar recordar, hasta que un destello que lo mostró a él frente al mismísimo jinete decapitado en el bosque lo azotó en un segundo, y con ello, se estimuló su memoria.

―El jinete sin cabeza.

―Oh, basta ya con esa estupidez.

―No, escucha. ―Lo agarró del brazo de repente―. Me tomé un momento para ir al bosque a investigar las apariciones del jinete hace unos días, porque todo el mundo me tenía harto con el tema. Fue por la tarde, aún de día, y lo vi.

―¿Cómo no perdiste la cabeza? Debiste morir.

―¡Jung-kook! ―Lo reprendió Seok-jin.

Yoon-gi también reaccionó y le dio una palmada al brazo; su comentario había sido brusco.

―El espectro se apoderó de mí para ayudarlo a recolectar las cabezas de sus víctimas sin estar atado a su zona límite ―explicó, poniéndose de pie y arrancándose la capa ya rota que acompañaba al traje.

―Eso explica que "el jinete" pudiera cruzar el puente ―comentó Seok-jin, cruzándose de brazos.

―Lo lamento ―dijo Nam-joon, poniendo una mano sobre el hombro del muchacho―. No sabía lo que hacía. Sabes que jamás te haría daño, ¿verdad?

―Lo sé. ―Le sonrió.

―Bueno, ¿y por qué persigue a Kim? ―preguntó Yoon-gi―. Quiero decir, estabas poseído por el jinete y seguías sus órdenes, eso quiere decir que lo quiere a él.

―La calabaza, Jin-hyung. Perturbaste su espíritu ―dijo Jung-kook.

―¿Quieres dejar eso?

―¿Tomaste la calabaza? ―indagó Nam-joon con una ceja enarcada.

―Bu-bueno... Sí.

―Perturbaste al espíritu.

―¡Váyanse a cagar los dos!

Su histeria despertó algunas risas, aunque estas se apagaron al escuchar el relincho de un caballo. Todos pasearon la mirada y allí, con la luna llena a contraluz y la niebla baja que decoraba la fría noche, se mostró por fin ante ellos la figura fantasmagórica, palpable en su esencia: el tan mencionado jinete sin cabeza, montando su fiel corcel y llevando una calabaza en lugar de cabeza.

―¿O-otra bromita pesada? ―tartamudeó Seok-jin.

El espectro se movió con su caballo, dando un giro. Blandió su espada en el aire y arrojó la calabaza lejos, despejando las dudas de todos, quienes, al ver la imagen clara de la amenaza, pusieron el grito en el cielo y huyeron despavoridos en cuanto el jinete se aproximó velozmente hacia ellos.

―¡¿Por qué mierda está aquí?! ¡Se supone que estamos fuera de su rango! ―gruñó Yoon-gi.

―¡Debo ser yo! ―exclamó Nam-joon con escaso aliento―. ¡Aunque ya no siga sus órdenes debe estar ligado a mí todavía, lo que le permite rebasar su punto límite!

―¡Fantástico! ¡¿Ahora qué, genio?!

Nam-joon tomó a Seok-jin de la mano y lo invitó a seguirlo.

―¡Nos quiere a nosotros, así que mejor aléjense! ―le gritó a los demás.

Su compañero lo miró esperando una explicación.

―Tenemos que volver al bosque.

―¡Nam!

―¡Confía en mí!

―De acuerdo.

Los dos corrieron casi hasta el corazón del bosque. Exhaustos y escasos de aliento, se detuvieron un momento justo frente a la desviación.

―Bien... Tenemos que atraerlo hasta aquí, y luego hasta el puente... Así su espíritu se desvanecerá y nos dejará en paz... ―dijo entre suspiros.

―¡Nos va a alcanzar! ¡Nos va a degollar! ¡Nos v...!

Nam-joon acalló sus quejidos tomándolo por la nuca y juntando sus labios en un tierno beso, que deshicieron lentamente.

―Estoy tan asustado que ni siquiera sé cómo reaccionar a eso ―dijo, sensato.

El muchacho volvió a tomarlo por la cerviz, con más cuidado esta vez, y juntó sus frentes.

―Lo sé... Pero al menos, si lo peor pasa, me llevaré ese beso conmigo.

―Nam...

―¡Oigan, "Secreto en el bosque"! ―exclamó Jung-kook, corriendo en su dirección, entonces los dos vieron la figura del espectro a unos metros.

»Derribé a su "soldado"; ¡también me persigue!

El jinete se aproximaba galopando, por lo que no perdieron el tiempo y, en cuanto el chico pasó corriendo a su lado, ellos se incorporaron y comenzaron su carrera hacia el puente. A medio camino, Jung-kook tropezó y cayó de bruces. Sus mayores se detuvieron para ayudarlo.

―¡No! ¡Tienen que seguir!

―¡No te dejaremos a tras! ―dijo Nam-joon, ayudándolo a ponerse de pie―. ¡Andando, ya casi llegamos!

―¡Nos va a alcanzar! ―gimoteó.

―No si yo lo distraigo un poco ―intervino Seok-jin, corriendo en dirección contraria.

―¡¡Jin, no!! ―protestó Nam-joon.

―¡Corran al puente, ya! Los encuentro ahí.

―¡Jin...!

―¡Confía en mí! ―le dijo, con una mirada determinante.

Con mucho pesar, Nam-joon entendió sus palabras; confiaba en él, claro, por eso avanzó junto a Jung-kook.

Seok-jin observó al jinete pisándoles los talones, miró nervioso a su alrededor y encontró a unos metros la calabaza que había tirado antes, cuando estaba solo con Jung-kook en el sendero. La tomó rápidamente y, sin dudarlo, la arrojó hacia el espectro, pero este la ensartó con su espada.

―¡Mierda!

Expulsó la blasfemia y se echó a correr con todo lo que tenía. Consiguió ver a sus amigos, quienes ya casi terminaban de cruzar el puente. Pronto se voltearon hacia él y lo alentaron a seguir. El jinete sin cabeza estaba cada vez más cerca, y el pecho del muchacho dolía por la falta de aire, mientras las gotas de sudor le recorrían la frente, nuca y espalda. Su visión se volvía difusa al ver a sus compañeros dándole ánimos al otro lado, mientras las risas diabólicas del espectro le helaban el sudor, pero no dejó de correr.

La suela de su bota pisó el puente y no se detuvo ahí. Poco a poco, la silueta del jinete sin cabeza comenzó a desvanecerse en un fuego abrasador hasta convertirse en cenizas que el viento se llevó. Ante la luminiscencia que se dispersaba entre la maleza y el arroyo bajo el puente, los muchachos cubrieron sus ojos. En sus últimos pasos, Seok-jin tropezó y cayó sobre el concreto antiguo del pasadero. Apretó los párpados y se cubrió con los brazos, haciéndose un ovillo, hasta que la voz tranquila y opaca de Nam-joon calmó sus temblores.

―¿Estás bien, Jin? ―Puso su mano sobre su cabello, dándole una caricia.

El joven reaccionó en ese momento, irguiéndose y quedándose sentado. Miró a su alrededor y luego volvió sus ojos hacia su compañero, quien le sonrió dulcemente.

―¿Lo logramos?

―Lo hicimos.

Una luz cálida acarició los ojos de Seok-jin en compañía de una sonrisa, y se lanzó contra el pecho de Nam-joon, rodeándolo con sus brazos; él le retribuyó ese abrazo, acariciando su espalda y dejando un pequeño beso sobre sus hebras revueltas y polvorientas. Era un cuadro enternecedor, hasta que un carraspeo por parte de Jung-kook rompió el cristal. Los dos se separaron y lo miraron. Se pusieron de pie y desempolvaron sus prendas, ante la mueca pícara del chico.

―Lo siento, Jung-kookie. Creo que no podré darte esa pieza de baile que querías.

―Yo creo que... ustedes se deben mucho más ese baile ―dijo, asintiendo.

Los muchachos sonrieron y apartaron la mirada, apenados.

―Ahora vámonos ya de aquí. Ya tuve suficientes emociones por una noche ―dijo, dando media vuelta y empezando a caminar.

―¿Y qué harás con el pesado de Yoon-gi? ―preguntó, caminando a paso más lento, a la par de Nam-joon.

―Jimin me dijo que le gusta, así que arreglaré todo para que tengan una cita y me deje en paz.

―¿Y qué harás tú? ―preguntó Nam-joon esta vez.

―Taehyung me invitó a tener un trío con Hobi-hyung y pienso aprovecharlo ―dijo muy fresco, llevándose las manos detrás de la nuca y estirando los brazos.

Nam-joon bufó, comprimiendo una carcajada.

―Mocoso descarado... ―murmuró Seok-jin.

Jung-kook se giró hacia sus mayores y siguió caminando en reversa.

―No me juzgues, hyung. Mejor procura no recoger cosas que no debes o perturbarás a los espíritus...

―Tú y los espíritus me tienen hasta los mismísimos huevos.

El chico sonrió; ese era el cariño mutuo que compartían, y le encantaba. Al ver que su vínculo seguía igual que siempre, volvió a girar el cuerpo y llevó la vista al frente.

―Así que ¡feliz noche de brujas! Cuidado con el jinete sin cabeza...

Mientras los muchachos dejaban atrás el bosque, el puente que fue su salvación, una risa fantasmal ocupó el sitio, aunque resonaba debilmente. La calabaza con la vela volvió a ocupar su sitio en la desviación, y a lo lejos, entre la maleza y la luz de la luna que se entrometía entre los árboles, la figura de un jinete sin cabeza sobre un caballo pululaba la cercanía.

Hay leyendas que cobran vida al esparcirse por el mundo, y muchas de ellas... jamás mueren.


FIN

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